Apodos de Cehegín

Diccionario del Noroeste

Recorrido por mi pueblo

lunes, 29 de junio de 2015

EL MESONCICO -I-

PLAZA DEL MESONCICO 

(UN RECOLETO RINCÓN)

“Gentes de antaño, viejas moradas, placenteras jornadas,  sueños de la niñez…”
Pl. Mesoncico -Escalinata Paseo-
Pese a la agradable brisa que refresca la noche de julio ceheginera, el visitante encumbra la fatigosa Cuesta del Parador exhausto y sudoroso, su pausado caminar le permite observar los añosos frontis que jalonan la calle Mayor, señal de la decadente burguesía asentada en otras épocas esplendorosas.
Al desembocar en la Placeta del Mesoncico le despiertan de su desmayada reflexión las campanadas de medianoche de la legendaria Torre de la Concepción que entre una bruma de oro blasona fulgurante. Cobijo de por vida del mítico Martín de Ambel, fugitivo de la justicia y.... acogido a derecho sagrado por asuntos de honor... 
Es un instante mágico. Parece un milagro que en tan relajante lugar se rompa el mutismo.

Casona-palacio de Don Octavio.
El viajero se sorprende de la recoleta plazuela, conocida antaño como Plaza del Sol, nombre atribuido, tal vez, por un reloj de sol ubicado en la noble fachada de la casona de don Octavio donde aún destaca la soberbia balconada de hierro forjada por hábiles manos artesanas. En 1914 le cambiaron el nombre por el de Amancio Ruiz de Assín y Sahajosa, alcalde de la localidad, en agradecimiento por su gestión en la epidemia de cólera morbo. Después de la Guerra Civil, pasó a llamarse Plaza de los Mártires, en honor de los caídos del lado victorioso. Restaurada la democracia en España, volvió a llamarse Plaza del Mesoncico, aludiendo a un antiguo mesón y fonda que estuvo ubicada en el solar del edificio construido posteriormente por don Antonio de Béjar, alcalde a la sazón de Cehegín, para en los años 20 de siglo XX, instalarse la primera sucursal del Banco Español de Crédito. En los años 40 en el local anexo también se montó la pastelería Motolite que ha perdurado hasta 2010.

El Mesoncico -con los bellos maceteros que presidian la escalinata (desaparecidos)

Apacible Mesoncico (Como cantaba aquel poeta: qué bien se está aquí…) encrucijada de seis calles en el corazón del Casco Antiguo: calle Mayor; cuesta Moreno (antes Princesa); Hnos. Ruiz de Assín (Escalinata del Paseo); calle de Pedro María Chico (antes calle la Estrella); y el callejón Pintor Villacis (En el siglo XIX, travesía Olivericas de Cardona). Pintorescos rincones impregnados de referencias medievales.Testigo secular de todos los eventos locales, en este lugar se celebraba el sorteo de los quintos por el ancestral método de bolas blancas y negras. En uno de aquellos reclutamientos, salieron cehegineros voluntarios para luchar, junto al General Palafox y Agustina de Aragón, contra los intrusos gabachos. Antiguamente también se celebraba el tradicional mercado semanal cada domingo, al amparo de las austeras casonas.


Así mismo aun festejan los cehegineros una de las fiestas más antiguas de la localidad: El día de San Sebastián, santo patrón del Casco Antiguo, protector contra las epidemias y los huracanes, donde cada año se celebra una eucaristía a la intemperie, se bendicen las naranjas y las dulce flechas del santo, en clara referencia al martirio sufrido atado a un naranjo y saeteado por los sagitarios del emperador Maximiano co-gobernante del imperio con Diocleciano, quien lo obligó a escoger entre su condición militar o su fe religiosa.

Fiesta de San Sebastián.
Las corridas de vaquillas en la Plaza del Mesoncico, fueron pieza imprescindible de las diversiones de finales del siglo XIX hasta la construcción de nuestra Plaza de Toros. Y también eran recibidos los diestros que cada año toreaban en los Festivales Pro-Asilo de la Real Piedad. Allí en el Mesoncico, precisamente donde nuestro popular lidiador Pepín Liria se crió y dio sus primeros pases de salón con una pequeña muleta en la Barandica.
En otra época esta plazuela gozaba de extraordinario movimiento, todos los gremios la abrazaban: banco, taberna, zapatero, barbería, mercería, bazar, farmacia, cafetín, tejidos, comestibles, etc., hasta un carrico de helados junto a la casa de Don Amancio, donde ofrecía sus apetecibles productos un artesano conocido como Juan “El Tortas”, al reclamo de: "-¡qué culpa tengo yo que esté tan buena..."; (se refería a su horchata, pero siempre lo anunciaba cuando cruzaba la calle una linda zagala en flor).

Día de Mercadillo y festero.
Es el lugar de la prolífica familia Motolite (pasteleros, epíteto mudéjar), que en el siglo XVI, por petición del Concejo de Totana, una rama se desplazó a la primera pastelería de Cehegín. Igualmente, esta estirpe aparece en la ciudad de Bullas en el siglo XVII como promotores de un retablo de su iglesia.
Hasta se creó un aparcamiento vigilado por un anciano del Hospital. Investido con una gorra de autoridad; aquel vejete procuraba que los donativos apagaran su sed: “-Piñero, sírveme un vino que tengo sed ...-” y el popular barman con su proverbial sentido del humor le espetaba: -"Sebas, auto vendío..., auto bebío..".-
Cierta vez, estacionó en la Placeta un conocido viajante conduciendo su flamante Biscuter. Al regresó de toda una mañana de duro trabajo por los comercios, sufrió un pasmo al no ver su idolatrado automóvil e inmediatamente se personó en el cuerpo de guardia a denunciar el extravío. Cuál fue su sorpresa al regresar en compañía de la autoridad, pues estaba allí el minicoche, -¿qué sucedió...? -sólo que los agudos parroquianos del Mesoncico, con sorprendente ingravidez, habían introducido el cochecito en el portal de Don Amancio Marín, reintegrándolo, en el lapsus de la denuncia, de nuevo al aparcamiento.
Así mismo junto a los pies de la escalinata del Paseo se celebró el I Certamen Nacional de Bandas de Música en Semana Santa.

Jurado Certamen Bandas -entrega el 1º premio-.
Los días previos a las Fiestas se abrían zapaterías provisionales ubicadas en algunas cocheras de las casonas señoriales de la placeta. Era tradición que todo ceheginero estrenara traje y zapatos el Día de la Patrona.
Al amparo de las austeras fachadas iniciaba la banda de música todos los cortejos: cuestación, procesión, corridas de toros, etc... En el entrañable Hospital de la Real Piedad pernoctaba el orador sagrado de las funciones religiosas (el Predicador) y cada mañana era recogido por la banda de música, escoltándole al son de alegres marchas hasta la Iglesia de la Magdalena.

Banda Municipal de Cehegín (esperando al predicador).
En el Mesoncico se celebraba el primer descanso de la procesión cantando los populares ‘Villancicos’ a la Virgen. Paco el Dulce, Adolfo Peñalver, Antonio Zarco y otros cantantes como el gran tenor Garmendia, acompañados de cinco o seis músicos de la banda entonaban algo así: “Estrella refulgente que desde el cielo brillas... - /... madre, madre, maravillosa, madre sin igual.../ nuestras almas se merecen un tremendo castigo,/ mas estando siempre contigo, nadie puede peligrar...”
Y don Darío  (el Notario), acicalaba la fachada de su casa, frente a la tríptica farola de la Barandica de Emilio de Marco, con un retablo de olorosas flores donde se entronizaba una bellísima copia de la Soberana Ceheginera para lucimiento y Maravilla del singular cortejo procesional.

Retablo en la fachada de la Notaría.

Aquí en ocasiones, también reina un distendido silencio, privilegio para el visitante que, como tantos otros, se marcha sin poder resistir la tentación de volver nostálgicamente la cabeza ante uno de los rincones más recoletos y bellos de la región.

Plaza del Mesoncico en la actualidad.
Y es que ¡¡han sucedido tantas cosas en aquella entrañable Plazuela del Mesoncico!!

Antonio González Noguerol 

viernes, 19 de junio de 2015

CATEDRALES ESPAÑOLAS

Las catedrales españolas

 (La palabra “catedral” viene del latín “cátedra” -silla o trono-)

En España, la primera organización diocesana o catedralicia había sido visigoda pero la invasión árabe destruyó los templos –un ejemplo palmario es nuestra misteriosa ciudad en ruinas: Begastri, que tuvo su esplendor en la época bizantina, como sede episcopal, sus obispos asistieron a los concilios de Toledo-. 

Catedral Visigótica.
Las iglesias visigóticas siguen la distribución de las basílicas cristianas, fundiendo elementos orientales y occidentales.
Es a partir de 1088, en que se reconstruye la catedral de Toledo, cada diócesis va edificando una nueva al ritmo de la Reconquista. En 1120 se construye la de Santiago de Compostela; por las mismas fechas, Tarragona; en 1248 la de Sevilla. Desde el siglo XI hasta el XV, en la época de los estilos románico y gótico, van naciendo todas ellas. 
Afortunadamente no siempre se optó por demoler las antiguas catedrales románicas. Unas veces por escasez pecuniaria y otras por excesivo dogmatismo, lo cierto es que aquellos recios muros silenciosos, cerrados a cal y canto a la luz solar, simbolizaban en su penumbra el respeto a la casa de Dios. Así las bóvedas de cañón, los contrafuertes, los arcos de medio punto y las impostas decorativas forman los elementos más importantes del románico, como el desarrollo de las bóvedas de piedra que fue uno de los logros excepcionales de la arquitectura románica ―que quiere decir: A la manera de los romanos’―


Arquitectura románica.
La piedad y los caminos abiertos favorecieron extraordinariamente a la arquitectura en la segunda mitad del siglo XI. En aquellos tiempos, las colecciones de reliquias abundaban en toda Europa occidental, y por doquier había sepulcros venerados. A los peregrinos de Tierra Santa que traían palmas se les solía llamar 'palmeros', como los de Roma 'romeros', mientras, que de Santiago llevaban conchas en señal de su romería. Jerusalén, Roma y Santiago atraían mareas de fervorosos cruzados desde los lugares más remotos, hasta el punto de que, en las rutas de peregrinaje —y muy especialmente en el camino de Santiago, donde los palmeros, eran tan numerosos que llegaron a desarrollar cierto sentido del compañerismo—, hospicios y monasterios tuvieron que organizarse para atenderlos. 

Peregrinos hacia Santiago de Compostela.
Alegra el corazón pensar en lo que Kingsley Porter llamaba: «aquellos largos, pero deliciosos kilómetros» de camaradería con «las miríadas de seres humanos que hacían a pie leguas interminables para poner su gratitud y su remordimiento, su riqueza y sus pecados a los pies del Apóstol». Con profunda sensibilidad reconoció y expresó «la vitalidad interior, no sé si poética o espiritual, pero aún llena de fuerza en Santiago, y de imperecedera belleza».
Muchas ciudades, al enriquecerse, derriban además la vieja catedral para convertirla en gótica, como es el caso de Barcelona. 
Sureda, autor de Pintura Románica en España y director de La España gótica describe la gran decadencia posterior: "En el Barroco muchos templos, como Santiago de Compostela, se reforman al nuevo gusto. Los retablos medievales se sustituyen y los murales románicos se encalan..." 


Catedral de Santiago.
Y entonces se produjo la explosión del Gótico ― ‘algo relativo a los godos’―. Del arco del medio punto y la bóvedas de cañón se paso al estilo ojival que consistía en una figura formada por dos arcos de círculo iguales, que se cortan en uno de sus extremos y volviendo la concavidad el uno al otro; estilo gótico, también caracterizado por la decoración de calados con adornos asimétricos, semejantes a las ondulaciones de las llamas. Sobre todo el de la última época, que se caracteriza por la ornamentación de los excesos.
Y así del silencio y la penumbra brotó el cromatismo de las vidrieras y la exuberancia. En suma, la desmesura de las formas. 


Famosas Vidrieras Catedral de León
Es entonces cuando emergen como altos minaretes, magníficas, deslumbrantes, las hermosas catedrales españolas: Sevilla, con su esbelta torre rematada por la gracia suprema del giraldillo; León, donde las vidrieras hacen de diáfanas paredes, saliendo de la entrañas de una de esas leyendas de la Edad Media, sin duda de la más transparente, de la más cristalina, con su espectacular rosetón occidental donde los doce ángeles trompetean el óculo de la Virgen con su Hijo...; Burgos, simbolizando el espíritu milenario de la ciudad donde el arte muestra su máxima sublimación; Murcia, con su fachada, retablo barroco, y la corpulenta torre de casi cien metros de altura donde cuelgan veinte campanas ― la torre catedralicia más alta de nuestro país, según dicen―

Catedral de Murcia.
Zaragoza, además de la vetusta Seo, podemos admirar la basílica del Pilar, que se muestra imponente y majestuosa a la orilla del Ebro; Barcelona, con su gran catedral mediterránea, emparejada junto a la legendaria basílica de Santa María del Mar, sin olvidar la casi por fin completa Sagrada Familia; Santiago de Compostela, ejemplo de desmesura arquitectónica en su Pórtico de la Gloria; Salamanca ―ostentando dos catedrales: la Vieja y la Nueva―; Palma de Mallorca; Girona, etc. Y la catedral Primada de España: Toledo, la “Dives Toletana” donde se atesora el museo de museos.

La Dives toletana.
Y así nuestra hermosa España completa un magnífico catálogo de templos.
Sólo más tarde, en la segunda mitad del siglo XIX, se recuperará el gusto ―un tanto fantaseado― por la Edad Media.
Desde la noche de los tiempos las catedrales se asientan y han hecho suyos los basamentos culturales y religiosos de la historia del patrimonio de España, el mayor de Europa con 91 conjuntos catedralicios. Además es el más completo en archivos, fondos musicales y bienes muebles, por lo que debiéramos estar orgullosos.
Así, en nuestra diversificada “piel de toro”, esta sublime tierra llamada España, raro es el lugar que no presume de una esbelta y monumental iglesia, desde la majestuosa basílica de grandes campanarios hasta la más humilde ermita rematada por su tímida espadaña, donde los viejos pueblos cristianos cantan al Señor.


Interior Iglesia Mayor Sta. María Magdalena de Cehegín.
Nosotros los cehegineros, cobijados bajo la alta sombra de la esplendorosa Iglesia Mayor de Santa María Magdalena, joya del Renacimiento, de estilo herreriano, sostenida por altas columnas del orden jónico, soñamos con la grandeza de nuestras basílicas ante el deslumbrante espectáculo de la vega del Argos, admirados de tan ubérrimo paisaje ornamentado por un derroche de verdor.
¡Es que es nuestra particular “catedral”!.... 

La Magdalena de Cehegín (Columnas jónicas en todo su esplendor de luz y color).

(Algunos datos y referencias extraídas de diversas publicaciones)

miércoles, 17 de junio de 2015

El Chacachá del Tren

El Chachachá del Tren

«…corría el 1973 y se levantaron las vías para que no quedase duda de que el famoso camino de hierro quedaba sin ruta…» 
 De “El libro de Cehegín” de F. Alemán Sainz.


El Ferrobús (el último tren hacia Murcia).
En efecto, ha transcurrido medio siglo y parece que fue ayer. El popular Ferrobús había dejado de circular en enero de 1971 y la esperanza por la prometida reapertura del trayecto seguía flotando en la comarca, incluida la prolongación hasta Baza-, pero para bien o para mal, la línea férrea hasta Murcia, ―inaugurada en 1.923-24, mientras uno de lo promotores, nuestro paisano De la Cierva trabajaba en su célebre autogiro―, la más segura vía de comunicación entre Caravaca y la capital, desaparecía y con ella la puerta de escape hacia extraordinarios viajes, lejos de la inveterada monotonía local o al menos así nos lo parecía a los ciudadanos de la olvidada comarca del noroeste murciano.
La gente murmuraba no sé qué intereses espurios de ciertas empresas de transportes. Lo cierto es que el “Caballo de Fierro”, aquel colosal juguete con “tos ferina” nos lo escamoteaban unos impostores, mientras las peculiares traviesas ferroviarias se removían como si nos arrancaran algo privativo de nuestras raíces.
Desaparecía aquel interminable viaje por los caminos de hierro, las casi cuatro horas de trayecto, con la curcusilla en trance de sufrir cualquier atrofia por culpa de los incómodos asientos de tercera que citara en sus versos Machado.

Yo, para todo viaje, siempre sobre la madera de mi vagón de tercera, voy ligero de equipaje...

Como sentenciaba, irónico, mi viejo amigo Luis: ―«A partir de hoy, para ir a Murcia, deberemos conformarnos con la “Alsinia” »— El monótono chacachá enmudecía. -En adelante se potenciará un cómodo servicio de autobuses…”—intentaban tranquilizar a los ciudadanos, - “…y el itinerario discurrirá incluso por el centro de los pueblos”. 
Ya no habría que caminar hasta las extraviadas estaciones situadas, casi todas, en la periferia, y en algunos casos atravesando a pie fincas y descampados a cierta distancia de los respectivos apeaderos como Los Baños de Mula, La Luz, o Los Rodeos. ¿Se acuerdan...?

Estación Baños de Mula.
¡Qué delicia! darnos un remojón en los gratificantes Baños de Mula y quitarnos las 'cascarrias', las cuales, en algunos casos, estaban pegadas a los tobillos desde la visita del año anterior. Así le ocurrió a Frasquito el Piadao (el de los ojos de gato): había heredado de su abuelo Froilán una piel cetrina; al salir de la bañera, extrañamente, lucía un cutis ‘nórdico’ y su mujer se alarmó creyendo que se había infiltrado un intruso en el baño. Y es que nunca se había enjabonado "tan en serio" su cuerpo serrano.
Por aquellos años 20 del siglo pasado era tal la expectativa ante la llegada del tren que hasta en el carnaval se cantaban coplas de esta guisa:

"De Cehegín a Caravaca /nos van a hacer una vía;
mucho tiempo está anunciada, / pero no ha llegao toavía.
Pues vámonos pronto a la vía, / a la vía que nos van a hacer:
quiera Dios y pronto llegue el día, / que juntos vayamos en el mismo tren.
-Ya está el tren en la estación, / y la máquina pitando,
y las chicas cehegineras / para allá las van llevando."

Eran tiempos en que la TV. y demás medios de comunicación aún no nos habían ‘marcado a fuego’. Por ello conservábamos 'cierta simplicidad' plagada de peregrinas costumbres vistas con el objetivo del siglo XXI (quien usaba reloj era un ser privilegiado) e innumerables vecinos al inicio de la jornada se guiaban, además de por el astro rey o los rotundos sones de la campana de la Concepción que se expandían por toda la vega, por el bullicioso pitido del ruidoso "bisonte con armadura", (como lo denominaban los indios del Far-West), que anunciaba su periplo hacia Murcia.

Inauguración línea Murcia-Caravaca

-"¡Viajeros al tren…!"- exhortaba el honorable jefe de estación, Sr. Rodríguez, a la fila de gente que sacaba los billetes, indicándoles la inmediata partida, mientras los chufletazos de vapor asustaban a las chiquillos que intentaban colocar algún perro gordo para ser aplastado por las ruedas del convoy.

Estación de Cehegín.(Años 60).

Los mozos de equipaje, como el Tión y su burro hornero, (contaban del menesteroso animal que sufría tal hambre que se comió un trozo de persiana verde de la ventana de la estación); el aguerrido Gabarria; o el tío Relampaguces (apodado así porque sus pestañas subían y bajaban a más de 1.000 kilómetros por minuto): todos ellos arrastrando los carretones cargados hasta los topes con maletas y paquetes hacia el centro de la ciudad, cruzábanse con los mancebos y mocicas que se dirigían en idílico paseo hasta los andenes tomando el tibio sol del Almajar amparados por los melancólicos álamos que jalonaban el camino.
Rezaba a la sazón una canción de moda: «El chacachá del tren, qué gusto da viajar cuando se va en el tren…» con el chirriar de aquel destartalado y vaporoso cacharro. Con qué celeridad discurría por el desfiladero del "Cabecico Ruenas de Begastri" -"Chuff, chuff, chuff..."- cogiendo brío para ascender por las cuestas del Escobar, mancillando el sereno y perfumado halo de las pinadas que oxigenan la pastoril ladera donde asomaba el brocal de la 'Fuente del Abad', allá donde el águila real se adueña del espacio.

Estación de Bullas. (Se observa una construcción 'nórdica' distinta a las del resto del trayecto).

Y una vez culminada la interminable escalada por los bucólicos parajes bullenses, atendiendo las extrañas melopeas que entona el céfiro contra la floresta, nos inundaba una relajante modorra propia de quien sabe que no se pasará de estación si se dirige a Murcia, cuidando que la humeante carbonilla que escupía el tiznado fogón de la locomotora no se nos incrustase en los ojos, pues entonces habría que esperar a la próxima estación para descender apresuradamente del convoy y remojarse bien la oscurecida faz antes de llegar al destino. Después se 'modernizó' el trayecto con locomotoras de diésel, bautizadas con el eufemismo de "Ferrobús", -al menos ya no se ahumaba el ambiente- aunque sí que apestaba a los hermosos parajes de nuestra floresta.

Locomotora de vapor en Cehegín.

Lo que ignorábamos es que con el paso del tiempo transitaríamos por una galáctica autovía del siglo Euro XXI, aunque en una línea de autobuses decimonónicos con un recorrido hasta la capital que dejaría en mantillas a la mismísima odisea de Ulises, para nuevamente, como el gran círculo cósmico que es la existencia, retornar a los trechos de nuestros respectivos lugares. 

Autovía del Noroeste de Murcia.

Y así, como las legendarias rutas, las calzadas romanas o las veredas reales de La Mesta, la entrañable senda ferroviaria se ha trasformado en la llamada Vía Verde, un ilusionado proyecto ecológico para los caminantes y amigos de la naturaleza, mientras se plasma en el recuerdo la nostálgica estampa ferroviaria del paisaje fugitivo.

Vía Verde a su paso por la ciudad de Begastri.

Fuentes: Tradición oral, Archivos y publicaciones diversas y fotos del autor y Francº Ortega.

domingo, 7 de junio de 2015

EL COSO -ANCESTRAL BARRIADA CEHEGINERA-

EL COSO.

 –¿Carrera; Camino; Ruedo; Teatro…? 

Vista del Coso nevado.
Puede ser plausible que la acepción tenga que ver con la expresión latina cursus, que viene a significar “carrera”. Quizá etimológicamente, El Coso tiene ese nombre por ser zona de paso, incluso antes de la construcción del arrabal, y ese significado de carrera habría que aplicarlo en el sentido de “camino hacia…
Hay otras hipótesis que podrían barajarse por la morfología del lugar como “ruedo” y también “hemiciclo teatral”, aunque no parece ser lo que decidiera el apelativo, sin embargo, también podría proceder ‘carrera’, aplicado a ‘correr’, o ‘corrida’, por ejemplo, ‘de toros’. Si 'La Tría', llámese así, porque allí antes pastaba el ganado de la carne, 'las Balsas' porque se maceraba o cocía la gran cosecha de cáñamo que siempre tuvo este pueblo, y todos los barrios llevan la razón de su nombre, el de 'El Coso' necesita su explicación, con su tanto de digresión histórica. Sabemos que los ejércitos permanentes datan desde el Cardenal Cisneros, y que antes, en cuanto había guerra, todo pueblo daba su contingente de soldados y jefes, teniendo necesidad de instruirse en el manejo de las armas, y simulacros de guerra, si esto era así en sus respectivas localidades gobernadas por los monarcas, más lo era en los de la Orden de Santiago, siempre en lucha con los moros, y mucho más en Cehegín, plaza fronteriza entre los Reinos de Castilla y Granada. El sitio, pues, en que hacían sus ejercicios, la arena, el palenque, en donde esgrimían las armas para instruirse en su manejo, unas veces caballeros con caballeros, y otras, peones con peones, era  'El Coso'. Y he aquí la razón de que se le llame así. Sitio hondo, por cierto, a la vista del Castillo y de multitud de apiñadas casas, que entonces no se acercarían tanto como hoy al redondel, desde las cuales y desde el Castillo, verían damas, caballeros y pueblo, los torneos, los toros y otras fiestas tan frecuentes en la Edad Media. Lo cierto es que sigue siendo una incógnita el topónimo.


Según información del archivero municipal, el paraje denominado "El Coso" ya estaba documentado con ese nombre a mediados del siglo XVI como parte de extramuros de la villa ceheginera y es posible que el origen del topónimo venga del siglo XV o incluso anterior. Desde sus raíces, este barrio siempre fue muy populoso y arrabalero, habitado por vecinos, sobre todo, de clases humildes.
El clima inclemente, poco a poco, deterioró la zona desde el siglo XIX, pero aun con más ímpetu por las copiosas nevadas de principios de los años 80, las lluvias torrenciales del año 1988 y las intensas nevadas de 1989, que propiciaron el derrumbe de muchos inmuebles, lo cual ocasionó el abandono de la zona.
Recordemos como ejemplo esta casa representativa del Coso —desaparecida del mapa-, (propiedad, por cierto, del bibliotecario y erudito Ramón Moreno Marín, que tanto hizo por la cultura ceheginera), que ofrecía una característica configuración en su fachada de tono 
amarillo ocre, color tradicional del entorno,  adornada con unos atractivos ventanucos romboides, y que fue un punto de referencia en todas las estampas panorámicas desde el paseo de la Concepción.

Casa de Ramón Moreno -hoy desaparecida-.
Ha sido noticia reciente la remodelación del llamado Jardín del Coso, con un proyecto muy llamativo y rompedor. Lugar emblemático con su forma semicircular similar a las arenas o teatros griegos pero con líneas futuristas. Rodeado por unas pasarelas peraltadas y pequeños estanques de agua reciclada, que simbolizan lo que pudo haber sido y no fue: las calles desaparecidas que se unían a la 'Cuesta de los Herreros' y 'calle Nueva'. Estas antiguas vías se denominaban: Las Carnicerías —hoy también inhumadas— y se penetraba desde la antigua academia de la banda de música hasta debajo de la 'Cuesta de los Herreros'. Incluso discurría otra callecita debajo de la citada y que se denominó 'Ambel', en honor del legendario historiador y morador de la 'Torre de la Concepción', y abajo la 'calle de Juan de Gea' y la de 'fray Corvalán', que aun desembocan en la calle del Coso


Un entramado de callejuelas con innumerables casuchas ya demolidas y que conformaban ese monumental Coso, donde se quiere experimentar un ambicioso proyecto de reaprovechamiento del agua. Además de un atractivo lugar para visitar y que nos transporta a escenarios estéticos de la época de cambios climáticos.

El Jardín del Coso de aspecto futurista y rompedor.

Una selva que inunda las superficies verticales de los estanques a través de una nube selvática de plantas trepadoras que cobijan las edificaciones y atraerá en sus movimientos migratorios a la fauna autóctona. Es lo que los animosos arquitectos han denominado “La misteriosa historia del jardín que produce agua.”

Fuentes: Tradición oral. Diversos cronistas y Archivo Municipal. Fotos de autor y otros archivos.

PADRE ANTONIO VIDAL -FRANCISCANO-

RECORDANDO AL PADRE VIDAL

"El ruido no hace bien; el bien no hace ruido."
San Vicente de Paúl. 

Fray Antonio Vidal.
Es curiosa la seducción que poseen las avecillas con la música. Ejemplos numerosos nos lo demuestran: El compositor y ornitólogo galo Oliver Messiaens estaba fascinado por el «canto de los pájaros»; afirmaba que eran los mejores músicos. Incorporó las transcripciones de estos cantos en gran parte de su música.
Para escuchar el canto PINCHAR AQUÍ;  Ruiseñor


Otro ejemplo palmario fue el gran violoncelista y compositor Pau Casals que usó el sentimiento del canto de las aves para su música, de ahí su versión ya universal de El Cant dels Ocells popularizada como un verdadero canto a la paz en cualquiera de sus manifestaciones. 



En Cehegín también gozamos de un extraordinario amigo de los ruiseñores: el padre fray Antonio Vidal, fallecido hace unos años, humilde misionero franciscano por el Japón más desfavorecido, después de las horribles secuelas de la 'Bomba Atómica' y posteriormente coadjutor por lo conventos franciscanos, sobre todo en el de San Esteban ceheginero donde ha transcurrido gran parte de su vida sembrando la caridad cristiana hacia sus semejantes, en suma un "Alma de Dios", un enamorado de las avecillas, cuyos cantos grababa en cassetes durante sus paseos por los huertos cehegineros.
Innumerables melodías quedaron así preservadas, sobre todo de los ruiseñores. Hecho inédito, puesto que por desgracia, como él mismo aseveraba, los pájaros cantores han desaparecido de la faz de nuestras tierras, parece que debido a las excesivas fumigaciones practicadas en los frutales y agricultura en general y puede que también un poco por la crispación reinante, los pajarillos pensarán: "Vamos en busca de lugares apacibles en los que se siembre la concordia...."
Por ello, la cultura de criar aves cantoras va disminuyendo progresivamente en nuestra comarca, se escuchan pocos los cantos de los 'colorines', los canarios o los llamados pardos (con aquellos proverbiales Chiu…Chiu,…chipichichi’) y el campeón de los pájaros canoros: el ruiseñor…, que, como decía fray Vidal, canta de noche a los corazones lo mejor de su repertorio, mientras su esposa está incubando los huevitos.



La comunidad parroquial de Nuestras Señora de las Maravillas, del convento de San Esteban, y la Orden Franciscana Seglar (OFS) rindió hace unos años un homenaje al padre Antonio Vidal como reconocimiento a su labor catequética y su dilatada trayectoria en el convento ceheginero.
Descanse en paz este entrañable franciscano junto a su maestro, el amigo de los animalillos, san Francisco "el Poverello de Asis". 

PAZ Y BIEN, PADRE ANTONIO VIDAL.

miércoles, 3 de junio de 2015

CLASES SOCIALES Y BAROJA

LAS CLASES SOCIALES Y BAROJA.

Es evidente que desde que se configuró este planeta llamado ‘La Tierra’, el poder siempre estuvo con el más fuerte, («el pez gordo se come a chico»).
En principio el poder se manifestaba con la fuerza bruta, es decir, quien tenía más arrojo y más resistencia ganaba la partida y obtenía ese liderazgo. Muchos años después, ya sabemos como siguió el establecimiento de los poderes –clase alta, media y baja-, desde entonces la clase alta intenta mantener su poder, privilegios y riquezas; la clase media aspira a irrumpir en la élite de la sociedad, y se alía con quien sea para obtener sus propósitos, promete a los de abajo lo que no puede cumplir y adula a los de arriba para poder dar el salto y aliarse para seguir oprimiendo a los de abajo. 
Pese a todos los cambios sociales producidos a lo largo de la Historia, incluidas las revoluciones, la única clase social que nunca ha obtenido sus objetivos es la clase baja.  ¿Resignación…?


Ni siquiera la famosa división de poderes de Montesquieu ha sido capaz de sostenerse: se ha legislado para los poderosos, se ha gobernado para la clase alta y se ha juzgado con las leyes dictadas por el Poder. Así mismo, el llamado "Cuarto poder", que debiera ser la esperanza de los débiles, parece ciertamente 'contaminado' a pesar de algunos gestos loables.
Bien es cierto que gracias a la lucha de clases, se han obtenido ciertas concesiones a costa del trabajo y en algunas ocasiones a sangre y fuego, de ahí se produce el bienestar social que hoy gozan algunos sectores de la llamada 'sociedad de consumo' que ya lo explica su título: "Hay que consumir para obtener faena y comodidad".
En esa dicotomía entre las empresas y los trabajadores, ambos debieran deducir que están condenados a entenderse, nunca podrán florecer separados, por ende, los dos estamentos deberán respetarse y como un sufrido matrimonio apuntalar el edificio común.
Una vez conseguida la paz social, la que tanto progreso ha traído a otros pueblos, en nuestro país, sin embargo, es cuando ha aflorado la tradicional “picaresca española”, perpetrada por los verdaderos responsables: los grandes corruptores en complicidad de los corruptos de siempre. Que no son precisamente los mejor preparados.
Es célebre aquella tertulia del 13 de mayo de 1904 cuando Pío Baroja sorprendió a todos los presentes. Se estaba hablando de los españoles y de sus distintas clases, el novelista vasco se dejó caer con estas palabras: "La verdad es que en España hay siete clases de españoles, sí, como los siete pecados capitales. A saber: 1º. Los que no saben; 2º. Los que no quieren saber; 3º. Los que odian el saber; 4º. Los que sufren por no saber; 5º. Los que aparentan que saben; 6º. Los que triunfan sin saber, y 7º. Los que viven gracias a que los demás no saben. Estos últimos se llaman a sí mismos políticos y a veces hasta intelectuales".


No sería mala idea analizar minuciosamente estas reflexiones de don Pío, ante tantas promesas incumplidas y falsas teorías económicas que nos han querido inculcar a lo largo de la historia. Y es que definitivamente seguimos influenciados por la maquiavélica frase del Príncipe de Salina en el Gatopardo: "Si queremos que todo siga como está, es preciso que todo cambie".
 ¿Me explico?...

lunes, 1 de junio de 2015

El secreto del chocolate

EL SECRETO DEL CHOCOLATE.

“Dichoso es aquel que tiene una profesión que coincide con su afición”.
George Bernard Shaw.

Cobertura de chocolate al temple.
Con razón afirmaba mi abuelo que para saborear un excelente chocolate era necesario trabajarlo mucho y con paciencia, sin apresurarse, con devoción, darle lustre batiéndolo con energía hasta obtener una elaboración con la textura cremosa de las natillas maternas. De esta forma obtendríamos una delicia de insuperable calidad. 
Este es el secreto de esa hirviente chocolatera que es la vida moderna. Y es que nada se obtiene sin esfuerzo y entusiasmo, o lo que es sinónimo de éstos: pasión y empeño.
El mundo actual no nos regala tiempo para gozar, lo que se dice disfrutar de verdad, con el trabajo, con nuestro oficio, sólo sufrimos su disciplina. Una espantosa pesadilla. 
Para la generalidad, el quehacer diario es como un castigo aplicado por un ser superior. Propiciamos aquel triste axioma bíblico de: “Ganarás el pan con el sudor de tu frente”. 
Es bien sabido que casi nadie goza con ese correctivo divino. Más bien padecemos su rutina, su monótona insistencia diaria. No nos percatamos que la verdadera felicidad estriba en amar esa labor. Esta es la clave: realizar esa misión con amor, utilizando el tiempo necesario. Como si nos fuera todo cuanto siempre hemos soñado en ello. Sin que nos esclavice el reloj, ese implacable y martilleante artilugio que es la pesadilla del hombre moderno. 
Precisamente de eso se trata, de emplear la paciencia del relojero o el esmero del zapatero remendón. Siempre me agradó entrar en talleres de éstos. La mansedumbre y el silencio se imponían al tempo de los relojes arreglados que marcaban la minuciosa habilidad del artesano; o la particular fragancia de los cueros y betunes, el desalentado ruido de las vetustas máquinas de coser, la disposición anárquica de las herramientas..., todo me resultaba fascinante. Pero lo más extraordinario era observar a un hombre que dominaba su oficio y disfrutaba practicándolo.


Hay un pedagógico paralelismo entre el artista y estos minuciosos artesanos, sobre todo porque ninguno de ellos escoge esta profesión con ánimo de lucro. 
Y es que, salvo los artistas, poetas, agricultores, o artesanos y algún viejo maestro, la mayoría de la gente trabaja simplemente por ganar dinero. Unos para subsistir hasta fin de mes y los otros, los menos, para seguir codiciando más riquezas. 
El señuelo consumista nos aboca hacia la especulación, reemplazando al goce de la tarea como móvil final. Bien es cierto que las presiones sociales y el adocenamiento de las ocupaciones lo hacen inevitable, ya que poco romanticismo podemos esperar de las grandes líneas de producción; recordemos el film “Tiempos Modernos” del genial Chaplin... 
Qué pocas actividades quedan que se realicen “con amor”. Lo que probablemente explica muchas cosas, tales como, por qué algunos médicos ya no se sientan a charlar tranquilamente junto al enfermo, por qué ciertos profesores van a la huelga o por qué los pasteleros ya no se chupan el dedo untado de crema y chocolate.

Iglesia de chocolate de Dulces Motolite
Sólo por estas consideraciones precisamos comprender el misterio del chocolate: es como si buceáramos en la fastuosa olla de la eterna juventud que nos ensalmará con el sortilegio del fuego y el agua, mientras espesamos ese mágico néctar que nos desvela las verdades más recónditas.
Toda la alquimia de la codiciada 'señora Fortuna' se cuece en esa chocolatera del mundo, ahí borbotean y huelen, impacientes por fluir, la enervante canela y el anís de Ojén, el perfume de las bayas de vainilla y los efluvios del azahar fundidos con las maravillosas habas del cacao junto a los manjares ambarinos de la Vida.

La Torre Eiffel -confeccionada totalmente de chocolate por Dulces Motolite-
Amigos, huimos, como si de un apestado se tratara, de lo que seguramente es el más precioso bien que atesoramos: el digno trabajo encomendado, nuestra profesión de fe. Es posible que la respuesta a tantas reformas educativas, la huidiza piedra filosofal, la asignatura pendiente, sea enseñar el amor al trabajo. 

Chocolate recién hecho.

Abandonemos las prisas por arribar a ninguna parte, rematemos con honradez la faena y deleitémonos con la exquisita chocolatada calentica y a punto de caramelo. finalmente, como  recomendaba mi abuelo: El agua bien clara y el chocolate espeso... ¡huuum…!

Antonio González Noguerol.