Apodos de Cehegín

Diccionario del Noroeste

Recorrido por mi pueblo

viernes, 28 de agosto de 2015

NOCTURNO DE ESTÍO.

NOCTURNO DE ESTÍO

La Magdalena y el Puntarrón -Anochecer-

Estos días del estío siempre han sido propicios al relajamiento, al trasnocho. Gozamos de una ciudad moderna y bien equipada. Aunque por nuestros babilónicos ríos, desgraciadamente, ya no cabrillean aquellos caudales de agua que conformaban las ‘vaeras’ donde la gente solía bañarse y retozar al ardiente sol de las riberas.
Niños bañándose en una "vaera" del Argos.
Hermoso verano ceheginero, noches refrescantes donde pasear por el incomparable casco antiguo en busca de sus rincones misteriosos, sus retorcidas callejuelas que siempre ofrecen sorprendentes escondrijos. Plaza vieja; Pozo; Cuesta de las Maravillas; o Marmallejo y Peñicas; placeta Pinatos; Tío Cayetano o Mayor de Abajo; etcétera..., además de las nobles casonas casi olvidadas de su antiguo esplendor. Y si encima, vamos en agradable compañía no digamos más.

Un gato 'nocturnea' por la plaza Vieja - la Torre lo mira-
Y es que Cehegín es uno de nuestros pueblos más atractivos. Es una gozada escalar hasta el Paseo de la Concepción y contemplar la cúpula celestial claveteada de luces que nos guiñan desde la lejanía. Si nos quedamos en silencio en las alargadas barandas de este magnífico mirador percibiremos extraños murmullos que acuden a nuestros oídos, como enigmáticas sirenas escapadas de la Odisea, sorprende cuántos sonidos se dispersan de nuestra atención, son como mensajes incoherentes que se pierden en el espacio y el tiempo, hasta que la brisa nocturna se los lleva hacia otras esferas ignotas.

Panorama nocturno desde el Paseo de la Concepción.
Podemos divisar los resplandores de muchos lugares lejanos: por el norte, veremos las sierras moratalleras, tantas veces castigadas en verano por el fuego y más cercano el fulgor del fortín de la Virgen de la Peña y Canara –. Al oeste nos saludan, fugazmente centelleantes, las luces de la vecina Caravaca.

La Magdalena asentada en el Casco Antiguo y al fondo Caravaca.
Ya asentados en la balaustrada, veremos el otro mirador cercano de la plaza del Castillo con la colosal silueta de la Magdalena, nuestra monumental basílica, inflamada de fanales nocturnos que le confieren esa serena belleza.

Museo Arqueológico, Ayuntamiento antiguo y la Magdalena.
Al este, el centro oriental del paseo, divisamos en lontananza el diáfano Jardín del Convento que encamina una encendida estela hacia el santuario de la patrona ceheginera Nuestra Señora de las Maravillas.

Jardín del Convento.
Y colindante la impresionante silueta del rocoso colegio de los seráficos del "Poverello de Asis", antiguo poso de cultura franciscana, donde muchas figuras de la sabiduría española salieron impregnando instituciones y universidades, además de las misiones hacia mundos desconocidos.

Colegio de los PP Franciscanos -antigua Colegio Seráfico-
Y más al sur, se delata el urbanismo de la ciudad nueva, a lo lejos, los focos de los automóviles nos señalan la ruta hacia Murcia y la hermosura forestal de la Pollera. Vemos toda la exuberancia del Valle del Paraíso y sierra del Quípar donde preside orgulloso el magnífico pico 'As de Copas' escoltado por el camposanto y el gran montículo –la montaña sagrada de los prehistóricos- la 'Peña Rubia', santuario de nuestros primigenios antepasados.

Nocturno de la Peñarrubia con la Cruz de Begastri.
Así es más o menos el entorno donde hemos tenido la suerte de anidar, un verdadero edén. Suficientes argumentos para disfrutar de una trasnochada gratificante.

martes, 25 de agosto de 2015

SAN GINÉS DE LA XARA

San Ginés de la Xara.

¡Búscame un novio!

Cehegín es rico en tradiciones populares, cuyos orígenes se remontan a más de cinco siglos. A la vera derecha del río Argos, y enclavada en el típico paraje de ‘Las Caballerías’, se encuentra una antigua ermita en honor de San Ginés de la Xara, (No tiene espadaña ni campana). cuya festividad se celebra cada 25 de agosto. Situada en el Nos., nos remitimos al manuscrito de Alonso de Góngora y Fajardo del año 1818 en el que se puede leer: "Esta ermita, sita en el partido de la Fuente de Arjona, la fundaron, Mayor Fernández y Ginés González Guirado, consta del testamento que otorgó el dicho Mayor en el 1º de Mayo de 1596 ante Rodrigo Carreño escribano ... Se celebra su festividad, el día 25 de Agosto ... Saliendo su procesión de esta parroquia a la madrugada de su día y le dicen una misa cantada en su altar de dicha ermita, dotada con bienes para su subsistencia. Su párroco actual es D. Francisco Ramón Guirao Pérez Fajardo, vecino teniente cura de ella en la actualidad".

Ermita de San Ginés 
Antaño los jóvenes de ambos sexos, acompañados por las correspondientes ‘carabinas’, se dirigían en romería informal hasta la ermita desde los distintos puntos del casco urbano recorriendo una distancias aproximada de 3 Kms.

 
Como vemos en este folleto por los años 40 del siglo XX, se celebraba la fiesta muy concurrida en los días 24 y 25 de agosto con romería acompañada de banda de música hasta la ermita donde al final de la eucaristía las mozas sin novio se propinaban el tradicional coscorrón en la cabeza, contra una tabla existente en la capilla, costumbre que aún subsiste, aunque el golpe también se suele dar contra la puerta del templo con la invocación: «SAN GINÉS QUE ME SALGA NOVIO». Se comentaba que aquella tabla era milagrosa, pues al poco tiempo de propinarse el coscorrón conseguían su media naranja allí mismo en la romería. A la salida de la capilla, se ofrecía un convite a los asistentes con mantecados elaborados por la esposa de Jeromo, y para suavizar el gaznate nada mejor que unos porrones de vino dulce. 

San Ginés, imagen muy antigua que se conserva en la capilla del santo.
Rosario y Catalina últimas propietarias del paraje siempre cuidaron esta ermita acicalándola para el onomástico, con la inestimable ayuda de Paquita Gil y algunas vecinas de Cehegín, que procuraban cada año que la conmemoración no desaparezca.

Catalina y otras vecinas.
En las proximidades de la ermita se instalaban puestos de turrón y dulces elaborados por los confiteros de la localidad (El Nevao, El Obrero y El Motolite). También era peculiar en aquellas alegres tardes de agosto, llevarse sazonadas sandías y ponerlas en un vado del río, mientras se celebraba la misa, y consumirla al anochecer, después de la merienda, a la orilla del Argos.
La eucaristía se suele celebrar por el párroco de Santa María Magdalena al atardecer, cuando los cohetes rompen el silencio de las huertas anunciando el festejo, y así dará inicio la conmemoración de este ancestral festejo.

Fuentes documentales: Gracias al Archivo Municipal. Folleto de Javier de Maya, Fotos A. González Noguerol.

jueves, 20 de agosto de 2015

AÑORANZAS GASTRONÓMICAS

AÑORANZAS GASTRONÓMICAS


En estos tiempos que corren todo el mundo sabe más que “Juancava, como recuerda mi amigo Miguel Muñoz. Es cierto, estamos al cabo de la calle de cualquier tema; nos consideramos cualificados para opinar, tanto da, si es de política, economía, y no digamos si se trata del balompié: ¿quién no muestra su erudición futbolística?: -Ha sido ‘orsay’; ‘ley de la ventaja’, ‘corner’…, el gol lo metió de 'chilena' -y así un sin fin de términos futboleros.
Pero esta vez nos vamos a centrar en temas culinarios, algunos sabores olvidados que eran habituales en otros tiempos, quizá más precarios, pero sin duda, mucho más sabrosos que la alimentación actual.

"Caldos de uva"
Hoy en día es raro quien no ha degustado un buen whisky o un excelente espumoso y no digamos el socorrido vino de toda la vida, hoy entronizado como 'caldo' del olimpo de los 'gourmets' y 'sumilleres'. Cualquiera puede desentrañar el sabor de un exquisito guiso del más afamado restaurante. Y lo que es más patético, todo está basado en las llamadas "marcas", es tal la atracción estadounidense que padecemos, que, si los dioses no lo remedian, toda la base alimentaria de nuestros nietos va a reducirse a la consabida ‘Fast food’ (comida rápida) acompañada de la popularísima cola, todo ello a  ritmo de música pop.

Comida "A la americana".
En ciertos ratos, mientras uno trabaja abstraído en mil reflexiones, se prende en el olfato un halo olvidado, algo análogo a la célebre magdalena de Proust, igual que un añejo perfume nos hace recordar una pasión juvenil, así retrotrae a la memoria escenas de la infancia; y evoco a mi abuela cocinando con sus vetustas manos de nácar, riquísimos manjares. Como aquellos suculentos "Gurullos", humilde guiso hogareño, compuesto de cachitos con forma de piñón, frotando la masa con las manos hasta que caían al recipiente mezclándose al resto de la receta.
Podríamos confeccionar todo un catálogo de cocina ceheginense realmente autóctona: Empedrao, guiso con arroz y alubias, bacalao, etc.; y el glorioso Arroz con Mondongo, (hay quien pretende fundar una asociación de 'Amigos del Mondongo').

Arroz con pata de ternera.
Olla de Verano, o de Apio, dos espléndidas variedades a cual más gustosa, son sus principales ingredientes: (arroz, tocino de pernil curado, carne de cabrito y de cerdo, y verduras. Ya lo cantaba  el tío Valero, mi ilustre maestro de billar, conserje del casino y doctor en facundia, en los años de auténtica penuria económica, evocando estas viandas con la melodía de “Muñequita Linda”: «Olla de verano…, olla de verano…, / ¡olla de verano!, ¡me voy a comer /, /  lleva calabaza, lleva chirivíiiia, /  lleva un poco de apio… tocino y jamón…, /  lleva alubias verdes, lleva un  eeeespinazo,…. /  Lleva seis patatas  y un kilo de arroz…... »
En vez de esos repetitivos y a veces fatigosos concursos de migas o de arroz y conejo en la fiesta de turno, ¿Dónde está la imaginación de la gente, que no se decide por una Fiesta del Chamorro? Sería verdaderamente original: Festival de Chamorro, cocinado a base de patatas, harina y adornado con chorizo y tocino. Y el suculento Potaje de albóndigas y bacalao inglés, delicioso plato, antaño exclusivo de Viernes Santo, ¡por favor!, ¡saquémosles del baúl de los recuerdos!
Y no digamos aquellos embutidos de la matanza familiar: Relleno blanco o 'colorao', Morcillas, Longaniza (blanca y colorá), o la recurrente Butifarra negra ¡¡Vaya tufillo que nos llega!!

Embutidos de la tierra.
Amigos, consultemos a nuestros mayores y descubriremos verdaderos tesoros culinarios. Ajo Pimienta; Caldo Arroz; Caldo Espárragos; Caldo Patatas; Andrajos; Potajes (de Acelgas, de Pencas, o el mencionado de Viernes Santo); Sorbrusa; Ensalá (de Alubias Verdes o de Patatas) —hoy, como somos más finodos, se le denomina 'Hervido'—, sin desdeñar el singular Rin-Ran o Mojete a base de bacalao, olivas negras, patatas chuscarrás, pimiento seco, un poquito de cebolla picada y aceite de oliva virgen, manjar muy alabado por entendidos gastrónomos…

Mojete (Rin-Ran).
Anda que la gran celebración del hogar: Arroz con pollo, pero de aquellos con una cresta de palmo, roja como el tomate y unas criadillas semejantes a riñones de toro, manjar exclusivo para las fiestas patronales, todo ello regado con una garrafa bien fresca de vino de nuestra tierra, mientras recitamos la salmodia vinatera de nuestro querido amigo Perico Picón: "Vino de Dios, vino de Cristo,  / ¡Cuánto tiempo hace que no te he visto!, / y ahora que te veo, te voy a dar un gran meneo… / ¡tu quieres volverme loco,  / pero yo he de dejarte poco!  /  ¡Arriba vino, que ya conoces el camino!..."
Inmortalicemos los almuerzos de café-malta y leche con sopas, (siempre hemos denominado así al desayuno) ¡qué sabor tan peculiar el de aquellas sopas! ¿Sería por el pan de carrasca de días anteriores o la leche recién ordeñada por el cabrero?...  recordemos el sabor festero de la garrapiñá o del mantecado..., Y naturalmente de postre, una suculenta tortada de bienmesabe de Motolite.

Tortada bienmesabe de Motolite.
En la sobremesa, para la placentera digestión, nada de mojitos, fantas o cocalocas, o los novedosos ‘Gin Tonic’, ¡quita ya!... Nada como la Lecheanís, era definitiva junto a un gratificante Café, Anís seco y un oloroso Farias. 

Servicio completo (Café, copa y puro).
Así lo recitaba, después de biencomido, aquel viejo socarrón, citado antes: “Bizcochos, ¡venid!, bizcochos, llegad!, / cuando venda los alba-ricoques, / ¡Ay! ¡Qué gran panzada me voy a pegar…!”  
Despidamos pues, este panfleto gastronómico-festero con otros ripios de aquel genial vate, seguramente augurando lo que estaba por venir: el glorificado “Estado del Bienestar, decía algo así: No hay nada que hacer, / ni se juega al billar ni se toma café, / ¿Qué hace para mitigar tanta desdicha...?, / nada mejor que echarse a dormir, / y en sueños poder degustar / almejas, gambas…, ¡ todo lo que da la mar! Mágicamente quisiera yo ver a la gente / gastarse la paga del mes, / sin nada que hacer, / ¡mucho disfrutar, mucho comer...  ¡Morros de ternera, morros de mujer...! 
Añoranzas de la niñez, ¿se acuerdan del chambi helado? Ahora le llaman Chichi pop, rock choc o piti foc, pero éstos no saben al regustillo aquel de leche y canela. Comprábamos un chambi de mol­de entero que costaba un perro gordo, y cuando flojeaba el bolsi­llo, el benevolente chambilero nos partía uno para dos muchachos pagando una perra chica por cabeza y encima te echaba chorrá. 
Son innumerables las anécdotas, mas este escrito se ha­ría interminable.
 En fin, he de finalizar, no sin antes reiterarme en la pretensión de que profundicemos en nuestro patrimonio gastronómico; desenterremos esas raíces olvidadas y con permiso de nuestros ilustres eruditos, ladee­mos un poco los repetitivos, y no por ello menos interesantes, tópicos con que hemos ilustrado durante tantos años la vida cultu­ral ceheginera.





martes, 11 de agosto de 2015

VAMOS DE SERENATA

’VAMOS DE MÚSICA’ ESTA NOCHE…? 

“La música amansa a las fieras”.


La palabra ‘Serenata’ proviene del latín ‘serus’ (tardío). En un sentido más estricto podemos considerarla una composición poética o musical destinada a interpretarla en la calle o al aire libre y durante la noche, para festejar a alguien, generalmente a una mujer, bajo su ventana. Un ejemplo característico podríamos exponerlo con la popular serenata cantada por Don Giovanni acompañado de una mandolina al principio del segundo acto de la célebre ópera de Mozart. En la zarzuela, una emblemático pasacalle nos muestra cómo sería una serenata por un grupo de soldados en la célebre obra del maestro Serrano La Canción del Olvido: "El Soldado de Nápoles".
Con el advenimiento de nuevas ilustraciones, una de las proverbiales costumbres que ha pasado a mejor vida son las serenatas, o mejor dicho, lo que algunos recordamos como “ir de música”. Supongo que muchos de ustedes queridos amigos habrán ido alguna vez en una noche hermosa a ‘echarle una música’ a la muchacha de sus sueños.
Se practicaba sobre todo en las anochecidas del estío, en esas maravillosas veladas al reconfortante fresco ceheginero, cuando los jazmines  expandían su mágica fragancia por las calles de Cehegín, cuando las brevas maduras eran una tentación y ya se despejaban las prisas exigidas por la riquísima, pero efímera, campaña del albaricoque y las trasnochadas invitaban a pasear por ese enigmático y singular Casco Antiguo ceheginero.


La Tuna ronda a las chicas.

En una de aquellas felices rondas un amigo querido, José el Sieteaños, después de la apacible música de cuerda, le gustaba recitar versos a las mozas. Y le dio por recitar versos de Hamlet: -“Ser o no ser, esta es la cuestión…”- la retantanilla era repetida, con voz engolada, una y otra vez insistentemente: -“…Ser o no ser…, etc.”- En una pausa, mientras le dábamos un bravío tiento a la damajuana, asomó, desde un balcón, un vecino a calzón quitado, parafraseando con potente voz los versos shakesperianos: -“Morir, dormir, ¡ah…!, dormir... ¡Tal vez soñar!... ¡Qué difícil…!”- todos quedamos en silencio y sólo unas risitas y unos leves pasos acompañaron nuestra despedida a la zagala agasajada.
Pero no sólo corríamos el riesgo de ser amonestados por un vecino, de igual forma la policía municipal acudía al reclamo de la algarabía solicitando el permiso pertinente de la alcaldía para celebrar la serenata y siempre surgía algún acompañante que irónicamente les rogaba: -“No veis que se la estamos echando a su novia… andad, tomar este ‘permiso’ y sed un poco tolerantes…”- y les entregaba la botella de ‘revuelto’ para que se diesen un buen trago contra la inclemente escarcha de la madrugada ceheginera y siguieran su ronda un poco más entonados.
Cada año, en la maravillosa anochecida de San Ramón Nonato, también se celebraba una tradicional serenata en honor de un personaje representativo de Cehegín: Ramona  Gabarrón Martínez "Ramona la lavandera".

Ramona 'la lavandera'.

Ella, mujer coqueta pese a sus ausencias físicas y estéticas. Dama muy aseada, acostumbraba a usar ropas de calidad, esa noche se ataviaba con camisón adornado de ricas blondas y perfumada con ‘Embrujo de Sevilla’, cual melancólica Julieta, asomaba a su balcón a dar las gracias por la música.

Orquesta de pulso y púa de Jinés el Ciego.
En una de aquellas refrescantes Veladas a la intemperie, con la rondalla capitaneada por mi maestro Jinés el Ciego, se alargó el repertorio musical hasta primeras horas de la alborada. En el clímax del festejo, cuando ya afinaba la cuerda el gallo concertino para el toque de alba, después del generoso convite de nuestra anfitriona Ramona, se le pidió al bienquisto juglar Antonio Zarco que cantase la romanza de La Tempestad del maestro Chapí: -“Venga Antonio…, la Tempestad, vamos, ¡anímate!…”- insistíamos a nuestro compañero, cuando un vecino, acequiero regador, que debía madrugar para ir a la faena y harto ya de tanto aquelarre musical, gritó estentóreo: -“Eso es lo que debía caeros encima de una vez, una Tempestad, ¡pijo!...,  pero de rayos y truenos…”- la carcajada fue unánime.

Canto a Murcia 'la Parranda' -Antonio Zarco, barítono-

Lo cierto es que estas y otras muchas tradiciones van desapareciendo en pro de nuevas costumbres, ni mejores, ni peores. Pero sin duda ‘Echar músicas’ marcó una entrañable época que jamás volverá, aunque su recuerdo permanezca indeleblemente guardado en nuestro corazón.


jueves, 6 de agosto de 2015

¡QUÉ CALOR! (II)

¡QUÉ CALOR...!   (II)

No transcurre un invierno sin que los hombres digan: ¡Qué frío hace!... ni se pasa un verano sin que resuene esta queja: ¡Uf..., qué día de calor...! Y esto se repite sin excepción todos los años y seguirá repitiéndose hasta el fin del mundo. 
Es cierto, las personas cuando no tienen otra cosa de qué hablar, suelen invocar la climatología, o sea: -“¡¡Mariá... Vaya día de calor que se está dejando caer..!!” – “Pues anda que ayer sí que apretó...”- dirá el interlocutor (o la interlocutora -seamos correctos-).

Record altas temperaturas.

Es paradójico que quien más se queja de estos rigores climatológicos son las personas más acomodadas, es decir, quienes disponen de medios para mitigar tales inclemencias de la condición atmosférica. Pocas veces oiremos quejarse al trashumante de esos caminos de Dios, en todo caso le oiremos asegurar que le agrada más la brisa pura que el aire acondicionado, aunque algunas veces se presente escupiendo fuego, o al rústico agricultor, abrasado bajo el sol impío, cavando sus rojas tierras del noroeste de Murcia, aunque sólo pueda refrescarse con un ‘al-par’ del agua que corre alegremente por las regueras y la sombra de su vieja higuera. 
Algunos defienden el invierno porque no se suda, luego están los aficionados al esquí y: -“la temporada de nieve no hay quien me la quite”…- unos hablan de Baqueira Beret y otros se inclinan por el sol y la nieve de Granada. 
Otra nutrida tropa son los masoquistas veraneantes de temporada, esos de los baños en la playa de moda, donde lucirán sus carnes, ya morenas, con las de millares de personas oliendo a chicha quemada; deberán reservar al amanecer un huequecico para mojarse y si el agua viene un poco sucia o sufren la picadura de una medusa, no hay que preocuparse, la sal todo lo cura.

Benidorm en agosto.
También hay quien le gusta más los paseos al atardecer crepuscular por el singular casco antiguo de Cehegín, la alegría y el frescor de las diáfanas noches estivales, los cines de verano contemplando la pantalla y mordiéndole al bocadillo bajo el fulgor de la estrellas. 
En realidad, el verano es sinónimo de libertad ¿Quién no puede refrescarse, aunque sea metiendo la cabeza en la acequia más cercana?; lástima que no podamos gozar como antaño de aquellas profundas ‘vaeras’ del río Argos donde tantos ‘capuzones’ nos dábamos mezclados entre las saltarinas ranas y las inquietas ‘mariquitas’ junto a las frescas hierbas de los azudes, cuando previamente ‘rezábamos’ –“El primer capuzón / que no me dé calentura / ni dolor de corazón…”  o el postrero: -“Capuzón de Cristo que me visto…”-

Niños bañándose en una 'vaera'.
El estío como lo demuestran la mayoría de los animales (recordemos la fábula de la cigarra y la hormiga), está concebido para recolectar lo que luego necesitarás en invierno, aunque este mundo loco todo lo tergiverse y no pocos hay, quienes piensan que el Creador hizo el invierno para trabajar y el verano para descansar, o lo que es peor, quienes creen todavía que el ‘Gran Jefe’ decretó que hubiese amos y servidores, en otras palabras: que unos pocos vivan como reyes (aunque ahora la clase real también sufre sus cuitas), invierno y verano y el resto se jorobe obedeciendo y pasando calamidades por la misma razón. 
La verdad es que nunca estamos conformes con nada, somos tan débiles, tan poquita cosa, que cualquier mal soplido helado del dios Eolo o un simple guiño destellante del padre Sol nos procura la mayor de las incomodidades. Como sentenciaba el tío Marianete: "....no resistís nada, ni el frío ni el calor, ¡anda que si tuvieseis que ir a la siega! ¡Menudo veraneo!.....,"


El gran Gila desvariaría: "... asunto confidencial: hay que trasladar la guerra al trópico, si puede ser a unos 25º de temperatura, con botijo, siesta y avisando al enemigo cuando nos despertemos para reanudar el fiero enfrentamiento"
En fin, queridos amigos, variados gustos aporta la viña del Señor, y hay que respetarlos todos, ¡para eso somos demócratas, hombre!  

NUBECITA EFÍMERA

Una nubecita efímera

Lo que es la vida, vuela mi mente por veredas extraviadas, pensando que se agotan los bochornosos días caniculares, mientras mis huesos en postura supina, terminan de relajarse del todo, quizás a consecuencia del apetitoso bocadillo relleno de jamón con tomate rallado y el largo vaso lleno de excelente y fresquísimo vino de la Tierra que acabo de consumir y además de a los dioses, invoco aquellos alusivos versos homenajeando el precioso néctar: “Todo aquello que siente el toque suave de tu boca, cierra los ojos y se abandona al sueño.....”.


Club Molino Chico de Cehegín.

Como digo, tendido a la sombra de un fresco sauce llorón, intento leer el libro agenciado para el caso de mantener mi mente lúcida, pero la modorra empieza a causar efecto, es entonces cuando a través de mis gafas de sol, sobre la copa del árbol que me cobija, me llama la atención una nubecilla que vuela despistada, seguramente es la “oveja blanca” del rebaño de nubes negras de la última tormenta canicular. 
Allá en lo alto, algodonada, se posó como un severo vigilante, inmóvil, filtrando los rayos de sol escapados del reciente arco iris, seguramente esperando a sus hermanas para formar de nuevo una incipiente tormenta y agraciarnos con otra refrescante ducha para mitigar tanta calina y tantas jornadas de pegajoso sofoco.
Como diría el vate Perico Picón: «…y la fumata negra de la fragua se convierte en nubes de algodón, que disimulan ingrávidas por el cielo para confundir a los navegantes que buscan a sus amores desgraciados» 
Y es que es irremediable, como si cayésemos por un gran escullente, nos abocamos al melancólico otoño. El hombre necesita volar como esas nubecillas, siguiendo quizás la estela de los vencejos que nos visitan cada primavera, buscando otros horizontes, otras praderas y otros ríos o al menos el revulsivo de un nuevo paisaje para paliar la monotonía ordinaria.


La estación más nostálgica nos espera agazapada, con sus jornadas llorosas y soleadas, ora calor intenso, ora frío invernal, tardes apacibles propias para la reflexión, esa calma autumnal que nos implica al ensimismamiento y nos invita a soñar con los prodigios de las viejas historias ceheginenses y cuando nuestro espíritu recibe el baño de oro, aparece de pronto una de esas nubes efímeras que se casan con otras saltarinas venidas por allende y formando una negra tormenta nos regala un gratificante chaparrón.
Es el paisaje de plomo característico de Cehegín, la quietud grisácea de encantamientos, esas sombras que se ciernen por el perfil mágico del Casco Antiguo y siembran nostálgicas inquietudes de otros tiempos. Y entonces se produce el silencio. Como recitaba el poeta: «Es de oro el silencio. La tarde es de cristales azules. Hora inmensa en el cénit azul, y una caricia rosa…»


Crepúsculo ceheginense.
Añoro los antañones relatos de nuestros mayores, donde el conjuro imaginativo palpitaba por las ensoñaciones lugareñas, escasas de otros divertimentos más sedentarios y concretos, donde el genio brotaba de la lámpara para obsequiarnos con sus fábulas e invenciones. 
Es en este momento cuando recuerdas la voz de Carmen Recio en aquellos prodigiosos versos “…Y, si se oculta el sol / y casi no ves nada, abre un poco los ojos / y di: ‘Por todo… ¡Gracias!’...”

Agnmotolite