Apodos de Cehegín

Diccionario del Noroeste

Recorrido por mi pueblo

lunes, 26 de octubre de 2015

LOS SANTOS Y DON JUAN

Día de los Santos y los Difuntos.(Halloween y los ‘Huesos’ de don Juan)

Cementerio de Cehegín.

Las conmemoraciones de Todos los Santos y Fieles Difuntos son, en sus raíces, evocaciones otoñales preñadas de jornadas tristes y melancólicas que nos anuncian la inminente proximidad del invierno, quizás influenciadas por el tradicional tiempo inclemente, un día lluvioso, otros con neblinas agoreras que representan un momento de reencuentro entre el mundo de los muertos y el de los vivos. 
Son muchas las tradiciones que concurren en estas fechas: desde las referencias literarias, (D. Juan Tenorio de Zorrilla; El Estudiante de Salamanca de Espronceda...etc.), cuando nos acercamos al mes de noviembre, es inevitable vincularlo a la figura fantasmagórica de Don Juan; la polifacética estampa del descreído y disoluto ‘Burlador de Sevilla’. ¿Qué no se habrá escrito, a lo largo y ancho de nuestro planeta del mito de don Juan? Sin lugar a dudas, dentro de la iconografía literaria española don Juan y don Quijote ocupan lugares preeminentes.

Escena de don Juan Tenorio.

Pero desde hace unos años, acaso por la agobiante influencia anglófila que soportamos, poco a poco aumenta la celebración de la fiesta de Halloween, calificativo anglosajón para la noche del 31 de octubre, que precede a la fiesta cristiana de ‘Todos los Santos’.

Brujas elaborando pociones mágicas

Las prácticas conectadas con esta festividad de las brujas parece se originaron entre los antiguos druidas, que creían que esa noche, Saman, el señor de la muerte, provocaba a las huestes del ‘Maligno’ y ellos encendían grandes hogueras con el propósito de rechazar a todos esos espíritus.

Rito Celta.

Entre los antiguos celtas, la noche de las Brujas  era el momento propicio para examinar los presagios del futuro. También creían que las ánimas en tránsito revisitaban sus moradas terrenales esa noche, y por ello se les preparaba cama caliente, pan y vino. 
El concepto de fantasmas y hechiceras sigue siendo común en todas estas celebraciones. Al parecer, esta tradición del Halloween fue llevada a EE.UU. por otro pueblo presuntamente celta: los irlandeses. Las viejas leyendas nos dicen que los primeros reyes de Irlanda, y con ellos la clase dominante, llegaron de Galicia. 
Con todas las reservas imaginables, tendría gracia que la truculenta calabaza fuese gallega. 
Lo cierto es que esta fiesta de máscaras, se ha extendido a muchos países ajenos a las costumbres anglosajonas, y consiste en que los niños se disfrazan con esas macabras caretas y salen al vecindario a pedir dulces. 
No es extraño pues, que ya en los colegios hispanos se haya puesto de moda esta celebración. En la actual ‘sociedad de consumo’ incluso se compran estas máscaras prefabricadas. Aunque en la España rural de la primera mitad del siglo pasado –concretamente en nuestro propio pueblo, Cehegín- antes de que llegasen a las aldeas el cine y la televisión y nos trajesen la fiesta estadounidense del Halloween, los niños ponían en los rincones más oscuros de los balcones y miradores esas calabazas huecas, con ojos y boca, con una velita en su interior.

Farolicos con calabazas huecas.

 Eran tiempos más precarios y la gente elaboraba la pulpa que se extrae de esas calabazas y cirigaitas (cidra cayote), entre ellas una tarta muy rica o calabazate confitado y cabello de ángel. Una anécdota ceheginera viene al caso: A cierto cura le trajeron una carga de “melones de año” y los niños vecinos le pidieron a coro: -señor cura, ¿nos da usted unos cuantos melones para hacer unos farolicos…?- Y el clérigo, que además era muy glotón, les contestó: -¡Cuando me coma la molla…!

Niños con los farolicos de calabaza.

También los huesos de santo, esos deliciosos canutillos de mazapán rellenos de crema de yema, son una vieja tradición para esta celebración, eso sí, dulcísimos. O los buñuelos de viento, aún más antiguos; ya habla de ellos Francisco Martínez Montiño, cocinero de Felipe III, en su libro "Arte de Cocina" publicado en el año de 1611. Se trata de una pasta de freír, rellena de... ¡aire!; de ahí que se les llamase "buñuelos de viento", seguramente evocando estos días fríos y ventosos propios de la época. Sin embargo hoy ya no son "de viento": van rellenos de crema o de nata. A diferencia de los huesos de santo, los buñuelos se comen sin sentir, aunque al final, como es lógico, el exceso empache lo suyo.

Buñuelos de Viento y Huesos de Santo.

Dicho esto, lo único que está claro es que la conmemoración de Todos los Santos y Fieles Difuntos se ha convertido en otro hito anual del consumo: los huesos y los buñuelos endulzan el día y las calabazas lo solazan. Añadan a todo ello las flores para el camposanto, y advertirán que, entre bromas y sabores, sustos y duelos, todo acaba en lo mismo: la exaltación –una vez más- de la voracidad consumista.

Fuentes: Archivos diversos, tradición oral, y fotos de archivo.

sábado, 24 de octubre de 2015

DÍA DE LOS SANTOS Y FIELES DIFUNTOS.

EL MES DE LOS SANTOS.

“Partimos cuando nacemos / andamos mientras vivimos / 
y llegamos al tiempo que fenecemos; / así que cuando morimos / descansamos.”
Jorge Manrique.

Concluidos los fastos septembrinos y las festividades del Poverello de Asís, El Pilar y Teresa de Jesús, sorprendentemente nos vemos abocados al 'Mes de los Santos', que se dice… Es cuando la campana dobla con su tempo lento.

Campanario de Sta. Mª Magdalena

Por nuestras tierras del noroeste murciano se van manifestando esos días plomizos y tristones, silenciosos…, los viejos agricultores le llamaban “tiempo estaizo”. 
Ya en las pinadas afloran las brumas que se elevan ingrávidas hacia el cielo. Es cuando ese amargo pero peculiar color ocre se ensaña con el paisaje ceheginero. Y eso que acarreamos varios años con el cambio climático y sus nuevos biorritmos, mostrando temperaturas primaverales que retrasan, tercas, la caída de la hoja.
Antaño eran fechas preñadas de jornadas dolientes y melancólicas, quizás influenciadas por aquel tiempo inclemente, un día lluvioso, otros con neblinas agoreras que representaban, paradójicamente, un momento de reencuentro entre el mundo de los muertos, personificados por la tierra estéril, y el mundo de los vivos, simbolizado por las semillas sembradas que posibilitarán la vida en el futuro.

Paisaje otoñal del Casco Antiguo de Cehegín

Y es que las festividades de los Santos y Difuntos son, en sus raíces, remembranzas otoñales que nos anuncian la inminente proximidad del invierno. En tiempos pasados se solían rescatar de las arcas aquellos descomunales chales negros de lana, con largos flecos, donde se arrebujaban las mujeres. Así mismo los caballeros lucían de nuevo sus abrigos y pellizas, que en algunos casos heredaban de padres a hijos y de éstos a los nietos.
La tierra, metáfora femenina, aparecía yerma después de la tala o la siega, materializadas en el estío, pero cuando recibía la semilla, símbolo masculino, esta tierra se tornaba en esperanza de continuidad. No es extraño pues, que sea en otoño cuando la naturaleza va muriendo, las hojas de los árboles se desmayan etéreas para cubrirse con el sudario blanco del invierno. Es el “Perpetuum Mobile” de la Madre Naturaleza.
El concepto de fantasmas y brujas era común en estas celebraciones. Rezaba la superstición vieja y agorera que la conmemoración de ‘Los Santos’ es fecha fatídica y se aguaban en ella todas las diversiones, incluso el vino. El Tío Palacios sentenciaba: -“¡Ojo!, debemos abstenernos de cazar y pescar, porque reventará el cañón de la escopeta y podemos pescar espantables cabezas de ajusticiados.”-
En las zonas montañosas del noroeste murciano, al llegar la estación autumnal, se creía que esas noches las ánimas en tránsito sentían frío y desamparo y por eso visitaban sus moradas terrenales donde se les preparaba fogoso vino, pan tierno y cama caliente.
También es tradición consumir postres como los Buñuelos de Viento, evocando acaso el irritable genio del dios Eolo; o los populares Huesos de Santo que gozan de un simbolismo funerario.

Buñuelos y Huesos.
Antiguamente se practicaba la fervorosa costumbre de rezar un padrenuestro a los fieles difuntos por cada dulce o castaña consumida y a los niños se les decía: - “Como no recéis os aparecerá un fallecido que os tirará de los pies mientras dormitáis”-.
Así mismo por estas fechas maduran ya los cosechas tardías de otoño, (granadas, nueces, higos, uvas, moras, membrillos, jínjoles y caquis) que algunos dicen son los más sabrosos, y los frutos del almez, los minúsculos ‘aratones’ que tanto proliferaban en las riberas del Argos; es cuando las evocadoras castañeras aparecen en el paisaje urbano con su rústico infiernillo chisporroteante ofreciendo a los viandantes su preciosa mercancía al amable reclamo de: “¡¡A la rica castaña de la Vera… calenticas, son las primeras!!”… avivando el cuerpo y el ambiente.

Típica castañera.
Con la Fiesta de los Fieles Difuntos, sostiene la estación otoñal, llena de presentimientos, su punto más reflexivo y dramático. Seguimos conservando la piadosa costumbre de acudir al Camposanto, (¡qué hermoso nombre!). El escenario parece adecuado para ejercitar el devoto recuerdo hacia los que se fueron al “más allá”.

Camposanto de Cehegín

Al mediodía de la celebración de 'los fieles difuntos', acababan las penas y se podía retornar a la vida cotidiana. Antiguamente los teatros estaban cerrados durante los dos días. Luego se abrían por la tarde del día 2, una vez acabada la celebración. En esa tarde se acostumbraba representar la obra ‘No hay plazo que no se cumpla, ni deuda que no se pague’ o ‘El convidado de piedra’ y el sainete ‘Duende fingido’, hasta que en 1844 el poeta romántico José Zorrilla estrenó su ‘Don Juan tenorio’, que hasta la fecha constituye la fiesta teatral ligada al día de los muertos.

Escena del Sofá (Cía. de Julio Navarro). 
Hoy la vida es tan superficial, tan apresurada, que este encontronazo nos asalta, nos sorprende y nos sumerge por unas horas en la más delicada de las memorias, hasta han desaparecido los crisantemos, delicada esencia de la ofrenda floral a los  que se descansan en paz.
 Se han desmantelado casi todas la supersticiones, se han desvanecido muchas tradiciones, pero el sentimiento perpetuado por el enorme peso evocador de estas jornadas, queda aún vivo e intrínseco, proporcionando a este mes de noviembre el aire grave de la muerte, de la amorosa muerte igualadora.   



jueves, 15 de octubre de 2015

TEATRO-CINE ALFARO

EL CINE ALFARO.

 (Pantalla panorámica).

Teatro-Cine Alfaro (demolición)

Según leemos en la publicación ceheginera decenal, “Industrias, Comercio y alimentación”, Fernando Alfaro finaliza la remodelación del antiguo teatro Benavente con un derroche de lujo y buen gusto, semejante al Teatro Romea de Murcia. En el que no falta detalle y sólo falta elegir una compañía de categoría para la inauguración que deje un grato recuerdo. Alfaro se ha dirigido a varias poblaciones de tradición teatral de 1ª categoría, y ha conseguido contratar a la compañía de zarzuela, operetas y revistas que dirige el primer actor don Luis Bori, por estas fechas en la cartelera del Teatro Apolo de Valencia. El repertorio del estreno el 23 de julio se compuso de El Barquillero, La Revoltosa, y el País de la Hadas. Por cierto, no causó gran impacto a la crítica, aluden al cansancio por el reciente viaje. 

El día 24 estrenaron El Tropiezo de la Nati, y la Caravana de Ambrosio. Aquí sí que cumplió sobradamente la compañía con una sorprendente interpretación sobre todo de su director y primer actor, graciosísimo Sr. Bori, con sus hilarantes chistes e improvisaciones y la primera tiple Pilar Martí, consumada actriz con gran dominio de la escena. La jornada grande: 25 de julio, se puso en el cartel, la popular zarzuela La trapera, y la humorada en un  acto Las mujeres de la cuesta, con un rotundo éxito. Ya el 26, día de Sta. Ana, la última función, representado La Bejarana, Fin de Fiesta y A morir los caballeros, en todas ellas, con un derroche de vestuario y decorados. La orquesta muy nutrida y aceptable, con el refuerzo de jóvenes músicos cehegineros, como Jesús López, Buenaventura Ripoll y Jesús Fernández (a. el Pavo)… y los coros muy afinados y con mujeres bellísimas. Después de estos festejos, el cinematógrafo también estrena un magnífico aparato, único en su clase en España, según cuenta Alfaro. Pasaron una bellísima película en 8 partes, titulada Dick el guarda marina, y el corto de humor Félix a través de las épocas.


Este mes de Octubre 2015, se cumplirán veinticinco años de la demolición del Teatro Alfaro, emblemático teatro-cine donde varias generaciones disfrutamos del Séptimo Arte, de las grandes películas que han quedado para la historia, entre tantas obras maestras: Sólo ante el peligro, La Diligencia, Casablanca, Gilda, Vértigo, o Centauros del Desierto, y tantos otros célebres filmes…

 (Al fondo pantalla panorámica.)
 En otra entrada de este blog, ya referíamos los avatares como teatro del entrañable salón y hoy toca referirnos al histórico cine.
En 1918 nacía este teatro con el nombre de Salón Benavente, en memoria del ilustre dramaturgo, y construido por un grupo de aficionados; con capacidad para 300 espectadores, el escenario resultaba, al parecer, pequeño e incómodo.
En 1929 el histórico Teatro Calderón, anexo a la Ermita de la Concepción, seguía en pie, aunque reconvertido en cine tal como le sucedió al Teatro Alfaro. Ambos se dedicaban casi en exclusiva a la proyección de cine a finales de los locos años veinte. 
Pero sigamos con nuestro cine: en las desapacibles noches invernales, ¡qué a gusto se estaba en el cine Alfaro!, y aun más si te tocaba junto a un radiador de calefacción y en buena compañía. 
Aquel recoleto teatro-cine que decían semejaba una “bombonera”, con la llegada del cine sonoro y la pantalla panorámica, pasó de ser un ‘mini-romea’ (valga la expresión) a un amplio salón (patio de butacas de madera) con anfiteatro y paraíso (torraera), todo muy acogedor. Sólo al entrar al pequeño hall, que franqueaba a la platea, ya te sentías placentero, fotos de las estrellas de moda envolvían las paredes: Virginia Mayo, Gary Cooper, Errol Flynn, Clark Gable, Rita Hayworth, y algunas más nos anunciaban las fantasías cinematográficas.

Gary Cooper.
El gratificante perfume del ambientador con una mixtura evocadora de azahar emanaba de los cortinajes de terciopelo que servían como toque de intimidad al patio de butacas, y es que Antonio ‘el Vendecaro’ o José María ‘el Chispe’ acababan de expandirlo con una ‘chuflaina’ por lo pasillos del cine, mientras Manolo ‘el Cojo’ terminaba el arqueo de la recaudación de la noche y Santos Zapata envainaba flemático su elegante espadín dentro del bastón, le gustaba limpiarlo con un trapo que guardaba en la taquilla.

Gentil dama: Virginia Mayo.
Era la hora de los noctámbulos, los que iban a ‘la última’, (el último pase), a la salida algunos personajes pintorescos cehegineros comentaban las secuencias famosas: Jesús el Herrador, Lorenzo Carranza, los maestros de la aguja Eloy Salinas y Rosendo Zafra, y el veterano de la farmacopea don Antonio Bañón que gustaba de las películas de vaqueros. Otros nocherniegos amigos de los films de Carlos Gardel o Pedro Infante eran Andrés Peñalver Espín, Felipe Peñalver, Pepe El Bulí y mi padre, que no se perdían ni una.

Cine Alfaro. Pario de Butacas de madera .
Las películas entrañables, como los galanteos de la pubescencia, nunca se olvidan. Hay celuloides, que, sin ser obras maestras, marcaron a toda una generación que no disfrutaba de otra forma cultural que no fuese aquel viejo cine Alfaro, ya con pantalla panorámica, donde tantos sueños inalcanzables despertaban. Una de  las películas que me asaltaron en su estreno, en aquel viejo cine, fue Picnic, con mi actriz favorita de protagonista, y romance oculto de todos los adolescentes de la época, con todo cuanto representó aquel tiempo: los actores, William Holden y la  diosa: Kim Novak …

Escena sensual del film 'Picnic'.
La repostería de los Periñanes y los descuidados aseos cercanos (¡vaya paradoja!). Allí ofrecían a la clientela garbanzos torraos y la consabida gaseosa, fieles acompañantes de los jóvenes, mientras los de la Torraera, menos pudientes, consumían 'aratones', que se vendían en la puerta del cine; estos populares frutos del almez, cuyos huesos se utilizaban como proyectiles por el trozo de caña a guisa de cerbatana divertían a la Torraera contra los ‘burgueses’ del patio de butacas: Canutos de caña que los guardias municipales con un celo desmedido solían aprehender y pisotear y si era menester llevarse p`arriba al infractor. —ir p’arriba, significaba llevarlo detenido hasta el cuerpo de guardia (Conocido popularmente como "Cuartico de repeso")—. Eran las cosas de la época. 
En la buhardilla un sólo proyector Ossa, (la misma marca de las motocicletas), mientras cambiaban el rollo de celuloide, Alfonso el  Porrón interpretaba un charlestón: El Tomás”, que era la única pieza que sabía tocar y cuando se hacía cansina, el ‘pianista’ corría entre cortinas y gritaba: “¡Qué toquen el Tomás!” y entonces se excusaba con el público: “Han pedido el Tomás…” Y regresaba raudo a la faena. Cuando se fragmentaba el celuloide, los maquinistas  Antonio Noguerol, el Galeoto, o el Títere, se apresuraban a pegarla mientras el público pataleaba y gritaba. “¡Date prisa Galeoto…! ¡Venga ya,…Títere! que está en lo más interesante…”

Proyector Ossa 60.
Aquellas cintas de pistoleros, las galopadas de la Torraera, el héroe de la pradera y la chica. Todo lo épico y romántico que representaba aquel cine, el símbolo de una época precaria, pero llena de asombrosas posibilidades, que transcurrió en medio de la indiferencia de quienes no pensaban en las consecuencias de la desidia cultural rampante, frente a los que buenamente divisábamos el mundo y el futuro, de un modo diferente, con la pasión de la juventud.
Ahora sólo queda el solar con un quiosco y un letrero que señala: “Plaza de Alfaro”. (Al menos debieron titularle “Plaza del Cine Alfaro”). 



Fuentes: diversos archivos y publicaciones antiguas.



viernes, 9 de octubre de 2015

SONRÍA POR FAVOR.

SONRÍA POR FAVOR.

"Ni quiero tus risas, ni quiero tus llantos...,     Pues todo son risas, pues todo son llantos..."


La risa es el delicioso vino para el alma, el elixir mágico que nos hace ser mejores personas. La Tragedia y la Comedia marchan enlazadas por la vida, acompañándonos por todo el sendero.

Haciendo el payaso.
Una vez que sabemos reír, podemos vivir; la risa es la graciosísima declaración de amor que ha confesado el ser humano de que la existencia vale la pena vivirla; el hombre siempre guarda la esperanza de obtener cosas mejores y las busca resueltamente. Para lograrlas ha de cambiar su rumbo de vida; por eso se produce la risa; para pitorrearse de cómo son las cosas, para derrumbar, como si de un castillo de naipes se tratase, todos los convencionalismos despejando el espacio para ser sustituidos por otras opciones superiores. 
La gente amargada tiende a ser, además de pesimista, perversa, envidiosa de la felicidad ajena. Son incapaces de reírse, incluso  de sí mismos; no sabrían gastar una inocentada ni a su propio cónyuge. Son miserables, porque no hay mayor riqueza que tener sentido del humor y ejercerlo. Y además si son irascibles generan energías negativas que bloquean los canales causando perdida de apetito, cabreos, taquicardias, estreñimientos y otras irregularidades. Para ser más concretos: especímenes con cara de garrote. Tipejos que si no tienen más remedio que contestar al saludo, te ofrecen un feble ‘gruuññg’ por respuesta. Les agobia la prisa; no aguantan a nadie; ¿acaso les duelen las muelas? ¿O es que se les escapa el tren...? Son incapaces de aguardar pacientemente, con humor, cualquier retraso, cualquier interrupción...

Gesto huraño.
¿Saben la definición de la diezmillonésima parte de un segundo?: Es el tiempo que transcurre desde que se pone verde el semáforo hasta que suena la bocina del coche que nos sigue...
Para semejantes mortales existe un remedio. Le llaman risoterapia: cura la depresión y demás enfermedades sicosomáticas por medio de los cambios emocionales. Es una especie de choteo científico. Reír mucho pero en serio. Esta clase de risa produce una  sana fatiga que hace eliminar desde la mala leche hasta el insomnio. 
Ginés El Lorquino, hombre atormentado y desganado por naturaleza le reprochaba a Pedro El Risicos su permanente gesto risueño: ¡Coño..., Perico, ¿no sé de qué pijo te ríes tanto...?, le espetaba –  ¡Joer Lorquino!, ¿De qué va a ser?, ¡Que eres más triste que un entierro de tercera...!

Ancianos carcajeando.
Parece que los años hacen que la gente pierda las ganas de reír: según algunas estadísticas, un niño de 5 años llega a sonreír unas 400 veces al día, el adulto sólo de 15 a 100 veces según el optimismo de cada cual. Algo penoso si supiéramos que una buena carcajada es capaz de relajarnos más que un sedante.
Sabían ustedes que en el año 1930 la gente reía 19 minutos al día y en 1980 sólo reía 6 minutos... y ya, diez años más tarde en 1990, lo reducía a tan solo 3 tristes minutitos...
¿Qué le ocurre a la Humanidad?... ¿es que se nos han acabado las pilas?... ¡Con lo fácil que es reír!.. Y lo complicado que es llorar. Y si no, hagan la prueba: pónganse delante del espejo y traten de realizar ambas cosas; ¿a que es mucho más enojoso llorar?... Con una simple carcajada a mandíbula batiente ponemos en acción casi los 400 músculos que tenemos en el rostro, en cambio con el entrecejo fruncido sólo se ejercitan levemente unos cuarenta o cincuenta de ellos.

Einstein un tipo con sentido del humor.
Reírse es muy saludable. Según experimentos científicos, cuando reímos, las glándulas sudoríparas comienzan a trabajar a destajo, la piel se desintoxica, el espíritu se alimenta, se hace mejor de cuerpo y nos entran ganas de vivir. Las personas muy guasonas tienen más esperanza y calidad de vida que los taciturnos.
Ya brincado el inicio del siglo XXI, después de la estadística sobre la risa, esperemos no habernos transformado en una civilización hierática y atribulada.  
Bien es cierto que en determinadas circunstancias hay pocos motivos para sonreír, ni siquiera para que el rictus de la comisura labial se curve contumaz como a los japonesitos: asesinatos, drogas, violaciones, paro, el antónimo de libertad, etc.; aunque no es menos cierto que si recurriéramos a la sonrisa, seguro que florecerían soluciones para muchos problemas.
¿Recuerdan aquella frase publicitaria de hace años?: "¡Sonría, por favor...!"
Así que, riamos amigos, aunque sea de nosotros mismos, es barato y muy sano...                 

sábado, 3 de octubre de 2015

EL RUIDO Y LA FURIA

El Ruido y la Furia.

"Cuando te duela el alma, te daré la mano; / Y si eso no te alcanza, te daré un abrazo;
Y si eso no te alcanza, te daré caricias; / Y si no es suficiente, te daré un beso;
Si no es suficiente, te haré el amor; / Y si todo esto no te es suficiente,
¡Te daré música...!"
Mochi Alvarellos (Poetisa argentina)



Suena un nocturno de Chopin en mi tocadiscos. Hacía tiempo que no lo escuchaba, y es una de esas delicadas piezas que inmediatamente te evocan una anochecida marcada por el ‘perpetuum mobile’ de la llovizna que se cierne suavemente hasta besarse con las aceras, produciendo una armonía que modera la soledad del piano. 
Como canta Neruda: “El agua anda descalza por las calles mojadas…”.
El romanticismo que aflora de esas notas se apodera de mí y me impide centrarme en escribir algo, es más poderosa la música que mi displicente disposición y me levanto hacia la ventana completamente subyugado por Chopin. Es entonces cuando observo que no eran sensaciones mías: la luz apacible y desmayada de la luna ha sido arrebujada por unos nublos que al acariciarse en el cielo también parecen escuchar al genio polaco y nos regalan una lenta mollinica que se trasluce a través del halo de las farolas. 
En la esquina vecina, dos adolescentes enamorados se besan tiernamente mientras intentan mantener el equilibrio del paraguas que les protege; entre tanto el agua tiñe despacio el asfalto dejando sonar el típico chasquido de los automóviles que circulan insensatos e insensibles a tanta melancolía. 
La composición sigue discurriendo con un sorprendente ‘legato’ que incita a la lluvia a proseguir su lenta ingravidez acompasada por los evocadores bajos que pretenden avasallar la maravillosa melodía.
La enternecedora pareja parece acabar su apasionada despedida y el muchacho deja a la niña con su paraguas y salta chapoteando por los charcos agitando alegremente la mano.
Me he asomado por la ventana a la intemperie, y mi naciente coronilla recibe de golpe la fresca caricia de la llovizna, mientras aspiro con fruición el húmedo aroma renovador de los árboles cercanos que anuncian el ciclo otoñal.
 En la lejanía un relámpago revienta en el oscuro cielo, acaso le apetece desentonar tanta armonía, pero el movimiento perpetuo del nocturno chopiniano insiste machaconamente con su ‘leitmotiv’ que evoca un lance amoroso y se impone sobre la intemperancia del lejano Polifemo. Es la lucha encarnizada entre los ideales creativos del compositor y sus desenfrenadas pasiones desdeñadas. Un trance difícil de apaciguar, como todos los conflictos que brotan del corazón, donde se revela una eclosión apasionada propia de las ardientes almas del Romanticismo. 
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En aquellas veladas parisinas, plagadas de artistas y hermosas damas, afloraba la ‘nota azul’, singular inspiración. Cuando Chopin se sentaba al piano, la anfitriona solicitaba amablemente: -“Por favor, silencio, Frederic va a tocar…” - y todos guardaban un mutismo sepulcral, las luces eran apagadas por los criados y sólo la tenue llama de una vela danzaba trémula, aguardando que el pianista se concentrara cabizbajo acariciando con sutileza su dedo corazón sobre una tecla hasta mimarla varias veces, y entonces era cuando se producía el milagro: un torrente de notas brotaba de las entrañas del instrumento y se desparramaban, alocadamente, expandiéndose como una etérea nube por la aristocrática sala.
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Un farol lejano, habla en lenguaje de Morse, posiblemente afectada su lámpara por la humedad de la lluvia y me rescata del espacio intangible intentando devolverme a la prosaica realidad del acontecer.  
Pero mi mente persiste en la fantasía, como adormecido por tanto lirismo, prosigo bajo el onírico influjo de las cautivadoras notas del polaco. Son cadencias arrebatadoras con escalas ascendentes y descendentes que se contraponen al legato, esta vez descrito por la mano izquierda, pero en una tonalidad menor que le confiere, si cabe, una mayor melancolía.
Un breve encuentro y el largo recuerdo de un antiguo amor... Es como si el compositor quisiera mostrarnos las imágenes paradójicas de la vida: la lozanía de la juventud dispuesta en fáciles aventuras sin ataduras; la madurez donde el amor goza del más puro afecto; y la senectud, después de atravesar la escarpada senda de la existencia.
¿Qué es esta melódica ilusión, si no, el contrapunto de ‘El Ruido y la Furia’?


viernes, 2 de octubre de 2015

MESONCICO IV

EL MESONCICO –IV-

Romances de “La República del Mesoncico”.

Entre las obras literarias más antiguas conocidas por nuestra comarca se encuentran las coplas y los romances. Muchos lectores recordarán haberlos escuchado cantados o declamados en las labores del campo, en las trasnochadas al amor de fuego del hogar o en el estío al fresco, en fiestas populares o en juegos infantiles…

Contando cuentos.
¿Quién no ha escuchado aquellas pavorosas composiciones poéticas que contaban homicidios o catástrofes, patrimonio de aquellos plañideros ciegos que visitaban los mercadillos? 
Antaño, en el mercado semanal de nuestra república del Mesoncico, se situaba en la puerta de don Octavio un viejo ciego con su guitarra en ristre, y entonaba sus reparandorias que lograban saltar las lágrimas de los parroquianos que pululaban por los puestos de mercanchifles: 

Placeta del Mesoncico.
Iba acompañado de su lazarillo que iniciaba de esta guisa: (Toque de cornetín)  “¡Piiiiiiiiiii!”… Entonces el ciego cantaba: -«¡Padres que tenéis hijos!/ ¡Hijos que tenéis padres!/ ¡Abuelos que tenéis nietos!/¡Nietos que tenéis abuelos!/…»-. (Otro toque de cornetín del ayudante): “¡¡Piiiiiiiiiiiiiiiii!!”…¡Oír los tristes romances de este pobre ciego!/ ¡Tengo cuentos e historias para todos!/ ¡El romance de la Loba Parda!/ ¡La historia de la triste Rosaura en su balcón!/ ¡Y si no son de vuestro gusto estas historias, tengo el romance de la locura de la Reina Juana, encerrada en su torre esperando la venida de su difunto esposo, el rey Felipe, malnombrado el Hermoso!» (Y otro toque de cornetín): “¡¡Piiiiiiiiiiii!!”... -«Y si ustedes me lo permiten puedo narrar la funesta historia que habla del truculento Crimen de Cuenca, sucedido en la localidad de Valera de Arriba lindante con Valera de Abajo»-. Luego el viejo invidente invitaba al público a comprar las coplas impresas en unos folletos: -“Lazaro, les entregará los romances a perro gordo cada hoja…”-


Ciego con su lazarillo.
Otro ejemplo de lo dicho anteriormente, sería la trasformación del romance “La amada muerta" del siglo XVI en el de “¿Dónde vas Alfonso Xll…?” a la muerte de la reina María de las Mercedes: «¿Dónde vas tú, el desdichado / dónde vas triste de ti? / Voy en busca de mi esposa / que ha tiempo que no la vi / ¿Dónde vas, rey Alfonsito  / dónde vas triste de ti? / Voy en busca de Mercedes / días ha que no la vi…»

Pliego con romance.

Al final solía ser una invitación directa a la compra del pliego, si les había gustado el recitado:  "Y aquí se acaba el romance / Que en el pliego escrito está, / Sólo dos céntimos cuestan / A quien lo quiera llevar". Situémonos en uno de aquellos mercadillos que tanta gente atraía los domingos por la mañana: 
Otros ciegos cehegineros como el tío Pijote; el Güines;  El Tío Rines; o el tío Gachopo, que solían ir por las casas a rezar romances a cambio de algún menesteroso perro gordo para subsistir en aquellos años de miseria…, se acompañaban de guitarra y canturreaban con acordes de tono menor funestas coplas: “En la cañá de Canara / ¿no saben lo que pasooó? / Que un novio mató a su novia / sin motivo ni razoón. / Antonio se llamaba él novio / y celoso por demás, / y ella se llamaba Lola / y era de guapa sin paar. / La invitaron a un baile / su padre no la dejoó, / y sin permiso del padre / en el baile se metioó.”- O este otro viejo romance que habla de Cehegín, lo cita el padre Ortega en su manuscrito del 1750: «En la ribera del Argos / dejé mis ojos llorando / Dios sabe después de acá  / si he tenido algún descanso…»
A lo largo de la historia, escritores y vates locales también han creado romances dignos de recordar, como este del querido poeta local Ramón G. Ripoll “El Confitero”: «La fuente de Juan Morena / fluye que fluye soñando / y Cehegín se mira en ella / como en terso espejo mágico; / a su alrededor, los niños / enloquecen retozando».
Algunos viejos del Hospital de la Real Piedad, recordaban coplas como esta que contaba el Tío Piadao:. - “En el atrio del convento / ha nacido un ababol, / con un letrero que dice: ¡Viva la Revolución!”- Tal vez aludiendo a la proclamación de la República en 1931.- Un remedo fue esta otra copla: -“En el atrio del convento/ ha nacido un ababol:/ Virgen de las Maravillas,/ tú eres la primera flor!”- Y Ginés el Lorquino, remachaba que en tiempos de Alfonso XIII también cantaban algunos ciegos:- “En el atrio del convento / ha nacido una palmera, / con un letrero que dice: ¡Viva Primo de Rivera!”- (Seguramente en alusión a la ‘dictablanda’). Otro viejo asilado, bastante protestón, Manolo El Afeitagatos me contaba otra tonadilla muy graciosa que se cantaba así: 
“Antes con una peseta comías y bebías, y podías ahorrar. / y ahora por cinco pesetas te ponen la chapa de Auxilio Social.”

Romanceros de cordel.
Desaparecieron aquellas simpáticas coplas romanceras del paisaje del Mesoncico, como también los mercados de los domingos que abarrotaban de puestos de mercachifles, quincalleros y ambulantes todos los rincones de nuestra vieja república mesonzoica…