Apodos de Cehegín

Diccionario del Noroeste

Recorrido por mi pueblo

jueves, 31 de diciembre de 2015

BAILES DE NOCHEVIEJA DEL CASINO.

LOS BAILES DE NOCHEVIEJA DEL CASINO

Fachada Casino de Cehegín.

El Casino de Cehegín, como algunos saben, se fundó en el año 1860, en pleno romanticismo literario y musical, cuando los valses de los Strauss vieneses deslumbraban por los salones europeos. por aquellos años, otros valses de salón, sonaban a la hora del café del Casino, mientras los socios diferenciaban en las “
Peceras sobre la conveniencia de la proclamación de una posible I República Española.
El casino era un foco de ‘La Ilustración Española y Americana’ como su colección de revistas de este famoso semanario universal, celosamente guardado todavía en su biblioteca.
Hoy vivimos otros tiempos y en el salón de los espejos ya no se glorifican los fastuosos escotes de baile en aquellas noches-viejas del siglo XIX, donde el bálsamo de algunos perfumes melifluos se apoderaba de la atmósfera palpitante, mientras los insolentes cristales reflejaban centelleantes luces que desvelaban delatoras miradas contenidas y la música palpitante y alegre, como el latir de un corazón enamorado, revelaba el genuino espíritu del Año Nuevo.

Orquesta Jesús 'El Pavo' y sus muchachos.
Muchas navidades después, aparecieron los prodigiosos años 60, y eclosionó en Cehegín los animados bailes de nochevieja del casino, que estuvieron en candelero por toda la comarca del Noroeste de Murcia, amenizados, a la sazón, por una orquesta entrañable en tantos bailoteos: “Jesús el Pavo y sus muchachos, contrabajo, trompeta, clarinete-saxo, violín, piano, y un cantante esporádico, que nos deleitaba, con canciones de moda, para, cuando el ambiente se caldeaba, animarse con un pasodoble o una polka, y ya cerca de la medianoche, boleros dulzones a la manera de Machín o Bonet de Sampedro para los enamorados, cuando los papás y mamás conversaban con los amigos en las peceras –porque entonces los decibelios todavía permitían conversar-.

Patio andaluz del casino, en la actualidad.
Las mozuelas soñadoras, despojadas ya de los ropajes de abrigo, propios de la época, que formaban una enorme montaña sobre la mesa del billar, lucían sus etéreos atavíos para aquella noche mágica, deslumbrando a los jóvenes pretendientes.  

Pedro Martínez y familia en el Ambigú-repostería del Casino.
El bullicio y las copas de champán se mezclaban por los salones con el arco iris de los serpentines, ¡que volaban!, mientras el confetti nevaba en tecnicolor formando un revoltijo sobre las cabezas de los danzarines. 

Orquesta Meridiano-2

La orquestina se lanzaba con música tan pegadiza y alegre como “la Bamba”, “El cinco, seis, seis, siete”,… o aquel romántico bolero de casino, titulado "El Loco"…, (Muchos lectores lo recordarán con nostalgia).  Pero atención, la orquesta anunciaba que preparasen las uvas, el viejo reloj del salón de los espejos estaba a punto de dar las doce campanadas y entonces los conserjes repartían bolsitos con las uvas. -“Tam, tam, tam,….. ¡¡Feliz año nuevo!!”Ciertamente eran otros tiempos y otras costumbres, ni mejores ni peores, eran los prodigiosos años sesenta del loco siglo XX.

Conjunto "Los Conthes".
Luego llegó el tiempo de los conjuntos musicales como Los Conthes y otros muchos grupos que fueron proliferando. Pero esta es otra historia. 



sábado, 26 de diciembre de 2015

FIESTA DE LOS INOCENTES.

FIESTA DE LOS INOCENTES.

28 DE DICIEMBRE


Baile de los 'Inocentes'

Debemos perseverar para mantener vivas nuestras señas de identidad, es parte del acervo local y no debemos permanecer impasibles ante la indiferencia de algunos.
Uno de los festejos más antiguos de Cehegín es la ‘Fiesta de los Inocentesque se celebraba antaño en la pedanía del Escobar. Podrían remontarse a la época ibérica. Se desarrollaban durante los días de Navidad, concretamente 25, 26, 27 y 28 de diciembre.
Un grupo de estos ‘inocentes’ salía a la calle llamando a las casas para pedir limosna. Estaba integrado por el mayordomo de las fiestas, uno o dos panderos, cuatro músicos, cuatro personas que representaban el papel de inocentes, un ‘juez’ y el ‘alcalde’. Los cuatro inocentes exhibían sendos sombreros altos que enredaban con cintas de colores, además cada sombrero, iba adornado con espejitos y vistosas flores. En la visera se colgaba un collar. Cada inocente lucía un pañuelo de seda al cuello (de color distinto) con una sortija idéntica para cada uno. 

Atavíos de los 'Inocentes'

El pandero y los cuatro músicos (dos guitarras, un laúd y una bandurria) iban abriendo el pequeño cortejo, mientras interpretaban las típicas jotas, pardicas, malagueñas, manchegas y pasodobles. El mayordomo llamaba a la puerta de las casas, al tiempo que exhortaba: "somos las ánimas benditas".
Presidían el cortejo el ‘juez’ y el ‘alcalde’ con los rostros pintados, gorra de plato, guerrera y una 'rastra' de guindas colgada. el ‘alcalde’, se cubría la cabeza con un sombrero de copa alta, y una ‘rastra’ de chorizos que colgaba de su cuello, además de otra de guindas en la solapa del gabán y un enorme bastón en la mano. 
El 25 por la tarde comenzaba la cuestación de limosnas y el resto de días 26, 27 y 28 llamaban a las puertas por la mañana y por la tarde. No sólo se recogía dinero, también alimentos de todas clases: pimientos, trigo, patatas, higos secos, ‘rastras’ de guindas y espinazos de la matanza del ‘cochino’.

Miembro de la cuadrilla con el atavío.

El día 28, festividad de los Inocentes, se celebraba una misa al mediodía en la iglesia vieja y al finalizar, se celebraba un ‘baile de ánimas’ en la Era para después de comer seguir la danza. a la noche, el “Baile de Pascua” donde se pujaba para que el inocente le pusiera el gorro a una moza o por un baile con ella. Se bailaba el 'agarrao' -pasodobles, valses, mazurcas- y ya el baile suelto que pertenece al folclore popular como la Jota de la huerta y Cehegín, Pardicas de la huerta y del Escobar, Sevillanas, Manchegas de la huerta, Rabotas y Malagueñas.

Baile de Inocentes.

Ese día antes de la misa, durante la postulación, un ‘inocente’ le quitaba el libro al cura, y se le imponía una multa, que solía ser de cinco duros. El sacerdote indicaba: -“No puedo oficiar la misa, porque me han sustraído el misal. Esto tiene que ser cosa de los inocentes”-. Uno de los aludidos respondía así: -“No, señor, el misal no está perdido, sino en Roma; siempre cuando pague usted la multa que el señor alcalde le ha impuesto, el libro estará de nuevo aquí.”- El cura debía pagar la cantidad exigida para que los inocentes le devolviesen el libro.
El dinero y los géneros recogidos por las “ánimas”, eran utilizados para pagar a los músicos al terminar la fiesta. El Mayordomo se encargaba de suministrar tabaco y comida a los actuantes. Y además a cada uno debía comprarles unas alpargatas y calcetines. El domingo siguiente al término de la Navidad, los productos sobrantes de las recaudaciones eran puestos a subasta entre los habitantes del Escobar.
 Con aquel dinero se financiaba las fiestas del año siguiente en honor de San Antón Abad y la patrona la Virgen de las Nieves. Pero de estos festejos escribiremos en otra ocasión.

FUENTES: Archivo Municipal, div. publicaciones y cronistas locales.

lunes, 7 de diciembre de 2015

NOSTALGIAS

NOSTALGIAS

"Nostalgias de escuchar su risa loca y sentir junto a mi boca, como un fuego, su respiración..." (tango).

Cehegín en lo alto

Sostienes, con cierta displicencia, que no es conveniente vivir de recuerdos, que hay que olvidar la gran aventura de lo acontecido, que hemos de afrontar el presente y sobre todo otear el por venir y mordazmente aludes a Ionesco cuando dogmatiza, ante lo absurdo de la existencia, que: “… el pasado mata, ahoga, aísla, ciega…
Pero también admitirás que la vida sería una eterna peregrinación por parajes perdidos sin el tormento de la añoranza. Como asevera Emmanuel Geibel: -“¿Debemos acaso afligirnos porque una hermosa felicidad huyó rápidamente?...”– 
Un breve encuentro y un largo recuerdo hacen el alma rica y libre, aunque asome la nostalgia por las rendijas de nuestras buhardillas… 
Si nuestras sienes lucen, ya, muchas hebras argentadas y hemos robado los secretos de la vida, nuestros corazones permanecen perennes como aquellas agridulces infancias cuando aún ignorábamos la palabra frenesí. 
La incipiente caricia adolescente, premiosa e improvisada quizás; una urgente mirada mendigando algo imposible entonces, o la angustia de la primera separación… ¿Cómo olvidar tantas cosas…?

El popular 'pick-up' de los guateques.

Ese olor del ser amado asaltándonos turbulento como un sorprendente regalo olvidado… Porque… ¿Quién no atesoró un fragante jazmín entre la memoria de las páginas del libro preferido o ‘un mechón de su cabello’ como cantaba el melancólico Adamo, desde el ‘pickúp,’ en el guateque del domingo por la tarde…?
Eran los prodigiosos años del “Yesterday”.

Paseo dominguero por la Carretera

¿Te acuerdas…? Qué joviales y airosos acudíamos las mozas y los muchachos, con las mejores galanuras, a los verdes paseos domingueros, oteando el fugitivo rompeolas de los puentes ceheginenses que se miraban, a la sazón, en los azules espejos del Argos y Quípar.

Puente de la Vía y Cehegín en lontananza.

Por el arroyuelo que descendía de La Pollera, el agua cabrilleante, tarareaba bucólicas estrofas chisporroteando los ribazos adonde las revoltosas zagalas en flor, bajo la sombra de los encandilados mancebos, refrescaban sus mejillas sazonadas por los soles desnudos.
En esas alamedas se aventaban los sueños adolescentes al son de la dulce balada que el soplo primaveral canturreaba a través de los ramajes centenarios del Camino de la Estación. Los prados de esmeralda cercanos se atufaban con los bufidos del ‘caballo de hierro’ que frenaba lastimosamente en su arribada, y se cubrían con un manto de ubérrimos ababoles borrachos del licor de la rociada, mostrándose espléndidos para la merienda de un famélico rebaño que codicioso mostraba su alegría con el filarmónico soniquete de los cencerros. 
Eran cadencias de la placentera mocedad. El lenguaje envolvente de las flores primigenias.
Cómo arrinconar en las recónditas esquinas de nuestra recordación los nocherniegos remansos, paseando por las callejas bajo la bruma del incipiente otoño mezclada con el humo de las chimeneas que, como decrépitos faros, giraban sobre la negrura del Mar Mallejo. 
¿Y aquellas placenteras serenatas del estío compartiendo melocotones “segundos” perfumados con vino de la tierra, acompañados de conversación, gaudeamus y música…?
¿Cómo borrar de la memoria los arrebatadores bailes carnavalescos en el barroco salón de los espejos donde afloraban recatadas intemperancias escondidas en el sedoso frufruteo de los disfraces…, o las verbenas de Fiestas Patronales, cuando las parejas se iniciaban en el ‘ceñimiento’ junto a la piscina, mientras la envidiosa luna coqueteaba con el agua al ritmo evocador del bolero “Me llaman El Loco” que tan admirablemente entonaban ‘Juan Marcial y la Orquesta Tureskán’…?

Escenario en la Piscina para las Verbenas Fiestas.

Quisiera ser un Ícaro para contemplarte en lo alto y descender con el tibio sol de la tarde hasta abrazarte y a la manera de Serrat poder cantarte: “... Quién fuese abrigo para andar contigo…” 
Insistes tenaz, con la cínica influencia de los prosaicos: “…no es recomendable la nostalgia…” ¿Y cómo subsistir sin la utopía de la ‘búsqueda del tiempo perdido’…? ¿No comprendes, que en este atardecer de ausencias nos hemos hecho mayores soñando con inefables castillos aunque sean fuegos de artificio? 
Igual que Ulises, navegamos por mares extraviados contemplando las aves que nos señalan la ruta fiable porque se han averiado los sextantes y hemos estado a punto de zozobrar en brazos del ‘enemigo’. Pero no debemos regomeyar, ni inquietarnos, aunque se acerquen crepúsculos, volverán, con las ‘oscuras golondrinas’, otros pletóricos amaneceres. Vivimos en los corazones que dejamos tras nosotros y eso no es morir. 
Me estrujas acusándome de romántico –y acaso de cursi, intuyo- pues has de saber que, como un siervo de la gleba, siempre permaneceré a tu lado.
Debes excusarme Cehegín amado, pero, ¿Cómo no sentir nostalgia de ti, de tu ubérrimo paisaje, de tus proverbiales paradojas, de tu altivez decadente y tu pusilánime modestia?... Qué le vamos a hacer si nací bajo el halda del Mesoncico a la sombra del ‘Parador de doña Blanca’.
 Sin duda, es la pertinaz saudade que abrasa intensamente…  

Antonio González Noguerol

jueves, 3 de diciembre de 2015

LA CURVA DEL Km. 50 Y SU FLORESTA

LA CURVA DEL KM. 50 Y SU FLORESTA.

Orgía forestal.
Éstas, que fueron pompa y alegría,
Despertando el albor de la mañana,
A la tarde serán lástima vana,
Durmiendo en brazos de la noche fría.

Pues sí amigos, la curva del Km. 50 fue apartada de la ruta hacia la capital del Segura. Pero conste que no ha sido ‘eliminada’. Desde la nueva autovía la contemplamos al pasar, naturalmente si frenamos un poco, y algunos hasta nos congratulamos con cierta nostálgica evocando aquellas giras con destino a la Casa de los Guardas, a bordo del viejo folitraque de madera motorizado con gasógeno, con hechuras de diligencia…,  sus propietarios, los Celedonios, además de atender la línea diaria entre Cehegín y Caravaca, realizaban viajes discrecionales con numerosas excursiones por la comarca, en las que transcurría casi medio día de viaje, a causa de su precariedad automovilística, no era difícil para los viajeros verse obligados a empujar en algunas de las cuestas del trayecto. Como la del Llanico cuando el sol madrugador saludaba cortés y al coronar las rasantes de Cuatrovientos nos deslumbraba obligando a reducir la velocidad al iniciar el repecho.  Se solía decir: “Eres más peligroso que la curva del 50”.
Los visitantes eran advertidos ya desde el desierto de Albudeite y las Sinuosas Curvas del Baladre, o las trepidantes Rectas de Bullas, que se avecinaban trazados tan peligrosos como la curva del kilómetro 50, señalando el primer aviso al viajero que se adentraba en contornos prohibitivos, como si se tratara de un ‘territorio comanche’. Entonces se nos echaban encima parajes como el insondable arroyo del Padre Pecador (el popular puente del Pae’pecaor) o la funesta curva del barranco de Burete.

Casona de los Ingenieros forestales.
En aquellas temidas curvas acontecieron innumerables sucesos. No solo nacieron, también murieron algunos seres. Los unos por adelantarse el parto por aquellos parajes mientras el vehículo transportaba a la madre hacia la capital en busca de la asistencia médica que no existía en nuestros pueblos y los últimos, debido a lamentables accidentes de circulación.
Palacio Carrascalejo del Marqués de Pidal (de abajo).
Como contaba el conductor de la ambulancia local, personaje socarrón donde los haya: -“Me dirigía a la Arrixaca con un moribundo, pero he tenido que volver porque se ha quedado sin gasolina por la curva del 50... “– “Pero hombre eso es imperdonable en un veterano chófer.”.- le manifestaba yo... y él replicaba: -“No, si quien se ha quedado sin “gasolina” ha sido el enfermo...”-

Restos del Palacio Carrascalejo de Béjar (Arriba)
 Por esos andurriales discurría el paseo hacia los Carrascalejos, el de abajo con la habitual visita al Cristo, entonada con alguna botella del exquisito vino del Marqués de Pidal o el otro caserón de arriba con el aura de Casona de Muñecas por donde se encaminaba la sendica hacia ese melancólico paraje de Rompealbardas, retiro espiritual de los franciscanos cehegineros –“¡qué exquisitos melocotones se crían allí”-.

Casa de Rompealbardas
Aún se puede aspirar el perfume del espliego y el romero o los enervantes tomillos ideales contra la ‘rescoldera’. Así mismo encontraremos los quebrantapiedras y pieldecristo, auténtica panacea contra el dolor de muelas..., según aseguraba mi vecino del Mesoncico, el tío Pedro ‘el alquimista’ –“¡Cuánto sabría de herboristería aquel viejito enjuto y pequeñuso!”-, o los perennes cipreses de donde se obtiene el “Ungüento de la Condesa”, muy alabado por prevenir el aborto y curar las debilidades del útero, el vientre y los riñones; en suma, un auténtico laboratorio de bosques salutíferos.  Más adelante podemos ascender al refugio de Cuatro Vientos donde las pajaricas de las nieves gorgojean saltarinas por los libérrimos pinares en busca de sus nutrientes ‘bellotas de esmeralda’.
 

Y más allá podremos observar el lujuriante cromatismo de la masa forestal extendiéndose por la Fuente de la Cagueta hasta los contornos de Burete, donde otro curativo manantial el de la Hoya de don Gil nos regalaba el dulce néctar de sus aguas, -hoy veneras proscritas-. Allí también podemos visitar el romántico palacete conocido como Casa de la Gloria, una suerte de villa de verano escondida entre los pinos.

Visita a la Casa de la Gloria.
Si rematamos la excursión y subimos a la Peñica del Viento hasta divisaremos alguna escuadrilla de golondrinas en perfecta formación de combate, dispuestas a entablar su particular batalla contra los huertos de Cantalobos y el Tollo y en la lejanía la asombrosa silueta ceheginense destacando al contraluz del ocaso.

Paisaje lejano de Cehegin
Menuda riqueza terapéutica atesoramos en nuestros boscajes. 
Una maravillosa gozada para los ecologistas.