Apodos de Cehegín

Diccionario del Noroeste

Recorrido por mi pueblo

jueves, 31 de diciembre de 2015

BAILES DE NOCHEVIEJA DEL CASINO.

LOS BAILES DE NOCHEVIEJA DEL CASINO

Fachada Casino de Cehegín.

El Casino de Cehegín, como algunos saben, se fundó en el año 1860, en pleno romanticismo literario y musical, cuando los valses de los Strauss vieneses deslumbraban por los salones europeos. por aquellos años, otros valses de salón, sonaban a la hora del café del Casino, mientras los socios diferenciaban en las “
Peceras sobre la conveniencia de la proclamación de una posible I República Española.
El casino era un foco de ‘La Ilustración Española y Americana’ como su colección de revistas de este famoso semanario universal, celosamente guardado todavía en su biblioteca.
Hoy vivimos otros tiempos y en el salón de los espejos ya no se glorifican los fastuosos escotes de baile en aquellas noches-viejas del siglo XIX, donde el bálsamo de algunos perfumes melifluos se apoderaba de la atmósfera palpitante, mientras los insolentes cristales reflejaban centelleantes luces que desvelaban delatoras miradas contenidas y la música palpitante y alegre, como el latir de un corazón enamorado, revelaba el genuino espíritu del Año Nuevo.

Orquesta Jesús 'El Pavo' y sus muchachos.
Muchas navidades después, aparecieron los prodigiosos años 60, y eclosionó en Cehegín los animados bailes de nochevieja del casino, que estuvieron en candelero por toda la comarca del Noroeste de Murcia, amenizados, a la sazón, por una orquesta entrañable en tantos bailoteos: “Jesús el Pavo y sus muchachos, contrabajo, trompeta, clarinete-saxo, violín, piano, y un cantante esporádico, que nos deleitaba, con canciones de moda, para, cuando el ambiente se caldeaba, animarse con un pasodoble o una polka, y ya cerca de la medianoche, boleros dulzones a la manera de Machín o Bonet de Sampedro para los enamorados, cuando los papás y mamás conversaban con los amigos en las peceras –porque entonces los decibelios todavía permitían conversar-.

Patio andaluz del casino, en la actualidad.
Las mozuelas soñadoras, despojadas ya de los ropajes de abrigo, propios de la época, que formaban una enorme montaña sobre la mesa del billar, lucían sus etéreos atavíos para aquella noche mágica, deslumbrando a los jóvenes pretendientes.  

Pedro Martínez y familia en el Ambigú-repostería del Casino.
El bullicio y las copas de champán se mezclaban por los salones con el arco iris de los serpentines, ¡que volaban!, mientras el confetti nevaba en tecnicolor formando un revoltijo sobre las cabezas de los danzarines. 

Orquesta Meridiano-2

La orquestina se lanzaba con música tan pegadiza y alegre como “la Bamba”, “El cinco, seis, seis, siete”,… o aquel romántico bolero de casino, titulado "El Loco"…, (Muchos lectores lo recordarán con nostalgia).  Pero atención, la orquesta anunciaba que preparasen las uvas, el viejo reloj del salón de los espejos estaba a punto de dar las doce campanadas y entonces los conserjes repartían bolsitos con las uvas. -“Tam, tam, tam,….. ¡¡Feliz año nuevo!!”Ciertamente eran otros tiempos y otras costumbres, ni mejores ni peores, eran los prodigiosos años sesenta del loco siglo XX.

Conjunto "Los Conthes".
Luego llegó el tiempo de los conjuntos musicales como Los Conthes y otros muchos grupos que fueron proliferando. Pero esta es otra historia. 



sábado, 26 de diciembre de 2015

FIESTA DE LOS INOCENTES.

FIESTA DE LOS INOCENTES.

28 DE DICIEMBRE


Baile de los 'Inocentes'

Debemos perseverar para mantener vivas nuestras señas de identidad, es parte del acervo local y no debemos permanecer impasibles ante la indiferencia de algunos.
Uno de los festejos más antiguos de Cehegín es la ‘Fiesta de los Inocentesque se celebraba antaño en la pedanía del Escobar. Podrían remontarse a la época ibérica. Se desarrollaban durante los días de Navidad, concretamente 25, 26, 27 y 28 de diciembre.
Un grupo de estos ‘inocentes’ salía a la calle llamando a las casas para pedir limosna. Estaba integrado por el mayordomo de las fiestas, uno o dos panderos, cuatro músicos, cuatro personas que representaban el papel de inocentes, un ‘juez’ y el ‘alcalde’. Los cuatro inocentes exhibían sendos sombreros altos que enredaban con cintas de colores, además cada sombrero, iba adornado con espejitos y vistosas flores. En la visera se colgaba un collar. Cada inocente lucía un pañuelo de seda al cuello (de color distinto) con una sortija idéntica para cada uno. 

Atavíos de los 'Inocentes'

El pandero y los cuatro músicos (dos guitarras, un laúd y una bandurria) iban abriendo el pequeño cortejo, mientras interpretaban las típicas jotas, pardicas, malagueñas, manchegas y pasodobles. El mayordomo llamaba a la puerta de las casas, al tiempo que exhortaba: "somos las ánimas benditas".
Presidían el cortejo el ‘juez’ y el ‘alcalde’ con los rostros pintados, gorra de plato, guerrera y una 'rastra' de guindas colgada. el ‘alcalde’, se cubría la cabeza con un sombrero de copa alta, y una ‘rastra’ de chorizos que colgaba de su cuello, además de otra de guindas en la solapa del gabán y un enorme bastón en la mano. 
El 25 por la tarde comenzaba la cuestación de limosnas y el resto de días 26, 27 y 28 llamaban a las puertas por la mañana y por la tarde. No sólo se recogía dinero, también alimentos de todas clases: pimientos, trigo, patatas, higos secos, ‘rastras’ de guindas y espinazos de la matanza del ‘cochino’.

Miembro de la cuadrilla con el atavío.

El día 28, festividad de los Inocentes, se celebraba una misa al mediodía en la iglesia vieja y al finalizar, se celebraba un ‘baile de ánimas’ en la Era para después de comer seguir la danza. a la noche, el “Baile de Pascua” donde se pujaba para que el inocente le pusiera el gorro a una moza o por un baile con ella. Se bailaba el 'agarrao' -pasodobles, valses, mazurcas- y ya el baile suelto que pertenece al folclore popular como la Jota de la huerta y Cehegín, Pardicas de la huerta y del Escobar, Sevillanas, Manchegas de la huerta, Rabotas y Malagueñas.

Baile de Inocentes.

Ese día antes de la misa, durante la postulación, un ‘inocente’ le quitaba el libro al cura, y se le imponía una multa, que solía ser de cinco duros. El sacerdote indicaba: -“No puedo oficiar la misa, porque me han sustraído el misal. Esto tiene que ser cosa de los inocentes”-. Uno de los aludidos respondía así: -“No, señor, el misal no está perdido, sino en Roma; siempre cuando pague usted la multa que el señor alcalde le ha impuesto, el libro estará de nuevo aquí.”- El cura debía pagar la cantidad exigida para que los inocentes le devolviesen el libro.
El dinero y los géneros recogidos por las “ánimas”, eran utilizados para pagar a los músicos al terminar la fiesta. El Mayordomo se encargaba de suministrar tabaco y comida a los actuantes. Y además a cada uno debía comprarles unas alpargatas y calcetines. El domingo siguiente al término de la Navidad, los productos sobrantes de las recaudaciones eran puestos a subasta entre los habitantes del Escobar.
 Con aquel dinero se financiaba las fiestas del año siguiente en honor de San Antón Abad y la patrona la Virgen de las Nieves. Pero de estos festejos escribiremos en otra ocasión.

FUENTES: Archivo Municipal, div. publicaciones y cronistas locales.

lunes, 7 de diciembre de 2015

NOSTALGIAS

NOSTALGIAS

"Nostalgias de escuchar su risa loca y sentir junto a mi boca, como un fuego, su respiración..." (tango).

Cehegín en lo alto

Sostienes, con cierta displicencia, que no es conveniente vivir de recuerdos, que hay que olvidar la gran aventura de lo acontecido, que hemos de afrontar el presente y sobre todo otear el por venir y mordazmente aludes a Ionesco cuando dogmatiza, ante lo absurdo de la existencia, que: “… el pasado mata, ahoga, aísla, ciega…
Pero también admitirás que la vida sería una eterna peregrinación por parajes perdidos sin el tormento de la añoranza. Como asevera Emmanuel Geibel: -“¿Debemos acaso afligirnos porque una hermosa felicidad huyó rápidamente?...”– 
Un breve encuentro y un largo recuerdo hacen el alma rica y libre, aunque asome la nostalgia por las rendijas de nuestras buhardillas… 
Si nuestras sienes lucen, ya, muchas hebras argentadas y hemos robado los secretos de la vida, nuestros corazones permanecen perennes como aquellas agridulces infancias cuando aún ignorábamos la palabra frenesí. 
La incipiente caricia adolescente, premiosa e improvisada quizás; una urgente mirada mendigando algo imposible entonces, o la angustia de la primera separación… ¿Cómo olvidar tantas cosas…?

El popular 'pick-up' de los guateques.

Ese olor del ser amado asaltándonos turbulento como un sorprendente regalo olvidado… Porque… ¿Quién no atesoró un fragante jazmín entre la memoria de las páginas del libro preferido o ‘un mechón de su cabello’ como cantaba el melancólico Adamo, desde el ‘pickúp,’ en el guateque del domingo por la tarde…?
Eran los prodigiosos años del “Yesterday”.

Paseo dominguero por la Carretera

¿Te acuerdas…? Qué joviales y airosos acudíamos las mozas y los muchachos, con las mejores galanuras, a los verdes paseos domingueros, oteando el fugitivo rompeolas de los puentes ceheginenses que se miraban, a la sazón, en los azules espejos del Argos y Quípar.

Puente de la Vía y Cehegín en lontananza.

Por el arroyuelo que descendía de La Pollera, el agua cabrilleante, tarareaba bucólicas estrofas chisporroteando los ribazos adonde las revoltosas zagalas en flor, bajo la sombra de los encandilados mancebos, refrescaban sus mejillas sazonadas por los soles desnudos.
En esas alamedas se aventaban los sueños adolescentes al son de la dulce balada que el soplo primaveral canturreaba a través de los ramajes centenarios del Camino de la Estación. Los prados de esmeralda cercanos se atufaban con los bufidos del ‘caballo de hierro’ que frenaba lastimosamente en su arribada, y se cubrían con un manto de ubérrimos ababoles borrachos del licor de la rociada, mostrándose espléndidos para la merienda de un famélico rebaño que codicioso mostraba su alegría con el filarmónico soniquete de los cencerros. 
Eran cadencias de la placentera mocedad. El lenguaje envolvente de las flores primigenias.
Cómo arrinconar en las recónditas esquinas de nuestra recordación los nocherniegos remansos, paseando por las callejas bajo la bruma del incipiente otoño mezclada con el humo de las chimeneas que, como decrépitos faros, giraban sobre la negrura del Mar Mallejo. 
¿Y aquellas placenteras serenatas del estío compartiendo melocotones “segundos” perfumados con vino de la tierra, acompañados de conversación, gaudeamus y música…?
¿Cómo borrar de la memoria los arrebatadores bailes carnavalescos en el barroco salón de los espejos donde afloraban recatadas intemperancias escondidas en el sedoso frufruteo de los disfraces…, o las verbenas de Fiestas Patronales, cuando las parejas se iniciaban en el ‘ceñimiento’ junto a la piscina, mientras la envidiosa luna coqueteaba con el agua al ritmo evocador del bolero “Me llaman El Loco” que tan admirablemente entonaban ‘Juan Marcial y la Orquesta Tureskán’…?

Escenario en la Piscina para las Verbenas Fiestas.

Quisiera ser un Ícaro para contemplarte en lo alto y descender con el tibio sol de la tarde hasta abrazarte y a la manera de Serrat poder cantarte: “... Quién fuese abrigo para andar contigo…” 
Insistes tenaz, con la cínica influencia de los prosaicos: “…no es recomendable la nostalgia…” ¿Y cómo subsistir sin la utopía de la ‘búsqueda del tiempo perdido’…? ¿No comprendes, que en este atardecer de ausencias nos hemos hecho mayores soñando con inefables castillos aunque sean fuegos de artificio? 
Igual que Ulises, navegamos por mares extraviados contemplando las aves que nos señalan la ruta fiable porque se han averiado los sextantes y hemos estado a punto de zozobrar en brazos del ‘enemigo’. Pero no debemos regomeyar, ni inquietarnos, aunque se acerquen crepúsculos, volverán, con las ‘oscuras golondrinas’, otros pletóricos amaneceres. Vivimos en los corazones que dejamos tras nosotros y eso no es morir. 
Me estrujas acusándome de romántico –y acaso de cursi, intuyo- pues has de saber que, como un siervo de la gleba, siempre permaneceré a tu lado.
Debes excusarme Cehegín amado, pero, ¿Cómo no sentir nostalgia de ti, de tu ubérrimo paisaje, de tus proverbiales paradojas, de tu altivez decadente y tu pusilánime modestia?... Qué le vamos a hacer si nací bajo el halda del Mesoncico a la sombra del ‘Parador de doña Blanca’.
 Sin duda, es la pertinaz saudade que abrasa intensamente…  

Antonio González Noguerol

jueves, 3 de diciembre de 2015

LA CURVA DEL Km. 50 Y SU FLORESTA

LA CURVA DEL KM. 50 Y SU FLORESTA.

Orgía forestal.
Éstas, que fueron pompa y alegría,
Despertando el albor de la mañana,
A la tarde serán lástima vana,
Durmiendo en brazos de la noche fría.

Pues sí amigos, la curva del Km. 50 fue apartada de la ruta hacia la capital del Segura. Pero conste que no ha sido ‘eliminada’. Desde la nueva autovía la contemplamos al pasar, naturalmente si frenamos un poco, y algunos hasta nos congratulamos con cierta nostálgica evocando aquellas giras con destino a la Casa de los Guardas, a bordo del viejo folitraque de madera motorizado con gasógeno, con hechuras de diligencia…,  sus propietarios, los Celedonios, además de atender la línea diaria entre Cehegín y Caravaca, realizaban viajes discrecionales con numerosas excursiones por la comarca, en las que transcurría casi medio día de viaje, a causa de su precariedad automovilística, no era difícil para los viajeros verse obligados a empujar en algunas de las cuestas del trayecto. Como la del Llanico cuando el sol madrugador saludaba cortés y al coronar las rasantes de Cuatrovientos nos deslumbraba obligando a reducir la velocidad al iniciar el repecho.  Se solía decir: “Eres más peligroso que la curva del 50”.
Los visitantes eran advertidos ya desde el desierto de Albudeite y las Sinuosas Curvas del Baladre, o las trepidantes Rectas de Bullas, que se avecinaban trazados tan peligrosos como la curva del kilómetro 50, señalando el primer aviso al viajero que se adentraba en contornos prohibitivos, como si se tratara de un ‘territorio comanche’. Entonces se nos echaban encima parajes como el insondable arroyo del Padre Pecador (el popular puente del Pae’pecaor) o la funesta curva del barranco de Burete.

Casona de los Ingenieros forestales.
En aquellas temidas curvas acontecieron innumerables sucesos. No solo nacieron, también murieron algunos seres. Los unos por adelantarse el parto por aquellos parajes mientras el vehículo transportaba a la madre hacia la capital en busca de la asistencia médica que no existía en nuestros pueblos y los últimos, debido a lamentables accidentes de circulación.
Palacio Carrascalejo del Marqués de Pidal (de abajo).
Como contaba el conductor de la ambulancia local, personaje socarrón donde los haya: -“Me dirigía a la Arrixaca con un moribundo, pero he tenido que volver porque se ha quedado sin gasolina por la curva del 50... “– “Pero hombre eso es imperdonable en un veterano chófer.”.- le manifestaba yo... y él replicaba: -“No, si quien se ha quedado sin “gasolina” ha sido el enfermo...”-

Restos del Palacio Carrascalejo de Béjar (Arriba)
 Por esos andurriales discurría el paseo hacia los Carrascalejos, el de abajo con la habitual visita al Cristo, entonada con alguna botella del exquisito vino del Marqués de Pidal o el otro caserón de arriba con el aura de Casona de Muñecas por donde se encaminaba la sendica hacia ese melancólico paraje de Rompealbardas, retiro espiritual de los franciscanos cehegineros –“¡qué exquisitos melocotones se crían allí”-.

Casa de Rompealbardas
Aún se puede aspirar el perfume del espliego y el romero o los enervantes tomillos ideales contra la ‘rescoldera’. Así mismo encontraremos los quebrantapiedras y pieldecristo, auténtica panacea contra el dolor de muelas..., según aseguraba mi vecino del Mesoncico, el tío Pedro ‘el alquimista’ –“¡Cuánto sabría de herboristería aquel viejito enjuto y pequeñuso!”-, o los perennes cipreses de donde se obtiene el “Ungüento de la Condesa”, muy alabado por prevenir el aborto y curar las debilidades del útero, el vientre y los riñones; en suma, un auténtico laboratorio de bosques salutíferos.  Más adelante podemos ascender al refugio de Cuatro Vientos donde las pajaricas de las nieves gorgojean saltarinas por los libérrimos pinares en busca de sus nutrientes ‘bellotas de esmeralda’.
 

Y más allá podremos observar el lujuriante cromatismo de la masa forestal extendiéndose por la Fuente de la Cagueta hasta los contornos de Burete, donde otro curativo manantial el de la Hoya de don Gil nos regalaba el dulce néctar de sus aguas, -hoy veneras proscritas-. Allí también podemos visitar el romántico palacete conocido como Casa de la Gloria, una suerte de villa de verano escondida entre los pinos.

Visita a la Casa de la Gloria.
Si rematamos la excursión y subimos a la Peñica del Viento hasta divisaremos alguna escuadrilla de golondrinas en perfecta formación de combate, dispuestas a entablar su particular batalla contra los huertos de Cantalobos y el Tollo y en la lejanía la asombrosa silueta ceheginense destacando al contraluz del ocaso.

Paisaje lejano de Cehegin
Menuda riqueza terapéutica atesoramos en nuestros boscajes. 
Una maravillosa gozada para los ecologistas.


jueves, 26 de noviembre de 2015

LA MATANZA DEL “CHINO”.

LA MATANZA DEL “CHINO”.

O LA "MUERTE MARRANO"

(“POR SAN ANDRÉS MATA TU RES, MEJOR ANTES QUE DESPUÉS”)

Paisaje otoñal.
Se nos echa encima diciembre, recio y grisáceo pero jubiloso, uno de los meses más fascinantes del año. Tal vez al lector le parezca un gusto extravagante, pero visiten el Casco Antiguo de Cehegín en esta época y no verán nada más impresionante.
En nuestras latitudes se instalan las melancólicas brumas, las mañanas son cubiertas por ese cendal misterioso y sutil... Antiguas canciones infantiles evocan a la niebla: "... que se eleve rauda al cielo para huir del fiero lobo, porque si no, la raptará...".

Paisaje de Peñarrubia con niebla.

Del calendario –es otoño- caen sin pausa las hojas y se avecina el tradicional Puente de la Purísima, además de la conmemoración de nuestra Constitución, seguramente el casi medio siglo más floreciente de la Historia de España. (Aunque en la actualidad no estemos para tirar muchos cohetes). 
Una de las viejas tradiciones se desata y vamos rebuscando en las arcas de las abuelas los ‘apichusques’ del belén: los zagales, ilusionados, seleccionan las olvidadas figuritas: los pastores, las casicas, los Reyes Magos, Herodes y su soldadesca, “El tío cagando”, los mercaderes y naturalmente el arcaico Nacimiento del niñico Jesús.
Antaño, el 8 de diciembre –además del onomástico de las pocas ‘Conchis’ e ‘Inmas’ que van quedando- se festejaba el día de la Madre y el recordado Luis el Sacristán, ante el general alborozo juvenil, repartía bocadillos y jícaras de chocolate a todos cuantos se despegaran de las sábanas y acudieran a la entonces llamada Misa de Alba. 
Como señala el antiguo refrán: en torno al 30 de noviembre deberíamos efectuar el sacrificio del cerdo o mejor como aquí la denominamos: “la matanza del chino o muerte marrano”, uno de nuestros más tradicionales atavismos tragantones.

El cochino camina hacia su destino.
Jornadas dedicadas a las labores gastronómicas que antaño gozaban de pleno apogeo, aportando una extraordinaria despensa para todo el año en numerosas casas pudientes: desde los sabrosos embutidos -entre ellos, el 'obispo', un enorme relleno con lo mejor del cerdo- a los perniles y lomos embuchados que se salaban en la ‘allárriba’. Además de reservar las mantecas del gorrino para la futura elaboración de los deliciosos mantecados navideños. 
Las marraneras quedaban vacías, sobre todo por el cariño que se le llegaba a tomar a los cerditos, todo un año criándolos a base de nutritivos berbajos y alimentos sobrantes como los pericos de alcuza con algún picado. Al pobre cochino le llegaba su hora, en algunos casos dramática, pues debido a los escarnios sufridos defecaba la excluyente y escatológica ‘morcilla del banco’, -poco apetecible por cierto-.

Matanza típica ceheginera.
Una vez seccionado, se preparaba la ‘muestra’ para ser analizada por el veterinario, y una vez obtenido el beneplácito, se pasaba a la acción.
Lo primero, bajar hasta las espléndidas riberas del río Argos, que a la sazón discurría cabrilleante y caudaloso, a lavar las tripas de infortunado puerco con gran cantidad de limones y naranjas para desinfectar y aclararlas debidamente.

Mujeres lavando la tripas en el río Argos.
Entretanto se iniciaba la ‘Ceremonia Sagrada’: imprimiéndoles brillo a las viejas perolas y cazos con arena y limón (para ello paseaba por el pueblo aquel viejo decrépito ofreciendo a grito pelado: “¡¡Arena…, Arena…, el arenero”!!). 
Se bajaban de las 'falsas' los enormes hierros enrobinados junto a los atizadores y demás adminículos de la lumbre. Cuando el leñoso infierno hogareño chisporreteaba como un castillo de fuegos de artificio comenzaba la cocción de toda la exquisita mixtura de sabores: el morcón, la ennegrecida butifarra junto a las socorridas morcillas, los chorizos, la longaniza y los rellenos coloraos y blancos de cuyos jugosos posos resultaba el glorioso pringue, popular matahambres de una época y padre de todos los ungüentos actuales con que adulteramos el imposible apetito de los insufribles zagales. ¿A quién no le gustaría, en aquellos tiempos, el mantecoso y bienaventurado pringue extendido en una generosa rebanada de pan de carrasca rebozada con azúcar?... -"Sabed que el pringue le gusta a to'dios …"-  sentenciaba el tío Mazantine, voluptuoso catador de las delicias del cerdo. Sin que faltara las tradicionales migas ruleras con 'tajás' y la suculenta olla de tocino.

Delicias de la matanza de cerdo.
Y es que aquella chicha sabrosona del ‘chino’ estaba muy rica. Todo un lujurioso festival de sabores con los que cada casa pudiente celebraba la bacanal previa a Navidad. Y después del banquete despertábamos la guitarra, la zambomba y la pandereta para afinarlas, porque el Adviento emanaba efluvios navideños y recordaba los suculentos mantecados y el oloroso alfajor bien regados con Anís Flor de Murcia y Mistela ceheginera.
Como canta la habanera de 'La del Manojo de Rosas': ¡¡Qué tiempos aquellos!!...

lunes, 26 de octubre de 2015

LOS SANTOS Y DON JUAN

Día de los Santos y los Difuntos.(Halloween y los ‘Huesos’ de don Juan)

Cementerio de Cehegín.

Las conmemoraciones de Todos los Santos y Fieles Difuntos son, en sus raíces, evocaciones otoñales preñadas de jornadas tristes y melancólicas que nos anuncian la inminente proximidad del invierno, quizás influenciadas por el tradicional tiempo inclemente, un día lluvioso, otros con neblinas agoreras que representan un momento de reencuentro entre el mundo de los muertos y el de los vivos. 
Son muchas las tradiciones que concurren en estas fechas: desde las referencias literarias, (D. Juan Tenorio de Zorrilla; El Estudiante de Salamanca de Espronceda...etc.), cuando nos acercamos al mes de noviembre, es inevitable vincularlo a la figura fantasmagórica de Don Juan; la polifacética estampa del descreído y disoluto ‘Burlador de Sevilla’. ¿Qué no se habrá escrito, a lo largo y ancho de nuestro planeta del mito de don Juan? Sin lugar a dudas, dentro de la iconografía literaria española don Juan y don Quijote ocupan lugares preeminentes.

Escena de don Juan Tenorio.

Pero desde hace unos años, acaso por la agobiante influencia anglófila que soportamos, poco a poco aumenta la celebración de la fiesta de Halloween, calificativo anglosajón para la noche del 31 de octubre, que precede a la fiesta cristiana de ‘Todos los Santos’.

Brujas elaborando pociones mágicas

Las prácticas conectadas con esta festividad de las brujas parece se originaron entre los antiguos druidas, que creían que esa noche, Saman, el señor de la muerte, provocaba a las huestes del ‘Maligno’ y ellos encendían grandes hogueras con el propósito de rechazar a todos esos espíritus.

Rito Celta.

Entre los antiguos celtas, la noche de las Brujas  era el momento propicio para examinar los presagios del futuro. También creían que las ánimas en tránsito revisitaban sus moradas terrenales esa noche, y por ello se les preparaba cama caliente, pan y vino. 
El concepto de fantasmas y hechiceras sigue siendo común en todas estas celebraciones. Al parecer, esta tradición del Halloween fue llevada a EE.UU. por otro pueblo presuntamente celta: los irlandeses. Las viejas leyendas nos dicen que los primeros reyes de Irlanda, y con ellos la clase dominante, llegaron de Galicia. 
Con todas las reservas imaginables, tendría gracia que la truculenta calabaza fuese gallega. 
Lo cierto es que esta fiesta de máscaras, se ha extendido a muchos países ajenos a las costumbres anglosajonas, y consiste en que los niños se disfrazan con esas macabras caretas y salen al vecindario a pedir dulces. 
No es extraño pues, que ya en los colegios hispanos se haya puesto de moda esta celebración. En la actual ‘sociedad de consumo’ incluso se compran estas máscaras prefabricadas. Aunque en la España rural de la primera mitad del siglo pasado –concretamente en nuestro propio pueblo, Cehegín- antes de que llegasen a las aldeas el cine y la televisión y nos trajesen la fiesta estadounidense del Halloween, los niños ponían en los rincones más oscuros de los balcones y miradores esas calabazas huecas, con ojos y boca, con una velita en su interior.

Farolicos con calabazas huecas.

 Eran tiempos más precarios y la gente elaboraba la pulpa que se extrae de esas calabazas y cirigaitas (cidra cayote), entre ellas una tarta muy rica o calabazate confitado y cabello de ángel. Una anécdota ceheginera viene al caso: A cierto cura le trajeron una carga de “melones de año” y los niños vecinos le pidieron a coro: -señor cura, ¿nos da usted unos cuantos melones para hacer unos farolicos…?- Y el clérigo, que además era muy glotón, les contestó: -¡Cuando me coma la molla…!

Niños con los farolicos de calabaza.

También los huesos de santo, esos deliciosos canutillos de mazapán rellenos de crema de yema, son una vieja tradición para esta celebración, eso sí, dulcísimos. O los buñuelos de viento, aún más antiguos; ya habla de ellos Francisco Martínez Montiño, cocinero de Felipe III, en su libro "Arte de Cocina" publicado en el año de 1611. Se trata de una pasta de freír, rellena de... ¡aire!; de ahí que se les llamase "buñuelos de viento", seguramente evocando estos días fríos y ventosos propios de la época. Sin embargo hoy ya no son "de viento": van rellenos de crema o de nata. A diferencia de los huesos de santo, los buñuelos se comen sin sentir, aunque al final, como es lógico, el exceso empache lo suyo.

Buñuelos de Viento y Huesos de Santo.

Dicho esto, lo único que está claro es que la conmemoración de Todos los Santos y Fieles Difuntos se ha convertido en otro hito anual del consumo: los huesos y los buñuelos endulzan el día y las calabazas lo solazan. Añadan a todo ello las flores para el camposanto, y advertirán que, entre bromas y sabores, sustos y duelos, todo acaba en lo mismo: la exaltación –una vez más- de la voracidad consumista.

Fuentes: Archivos diversos, tradición oral, y fotos de archivo.

sábado, 24 de octubre de 2015

DÍA DE LOS SANTOS Y FIELES DIFUNTOS.

EL MES DE LOS SANTOS.

“Partimos cuando nacemos / andamos mientras vivimos / 
y llegamos al tiempo que fenecemos; / así que cuando morimos / descansamos.”
Jorge Manrique.

Concluidos los fastos septembrinos y las festividades del Poverello de Asís, El Pilar y Teresa de Jesús, sorprendentemente nos vemos abocados al 'Mes de los Santos', que se dice… Es cuando la campana dobla con su tempo lento.

Campanario de Sta. Mª Magdalena

Por nuestras tierras del noroeste murciano se van manifestando esos días plomizos y tristones, silenciosos…, los viejos agricultores le llamaban “tiempo estaizo”. 
Ya en las pinadas afloran las brumas que se elevan ingrávidas hacia el cielo. Es cuando ese amargo pero peculiar color ocre se ensaña con el paisaje ceheginero. Y eso que acarreamos varios años con el cambio climático y sus nuevos biorritmos, mostrando temperaturas primaverales que retrasan, tercas, la caída de la hoja.
Antaño eran fechas preñadas de jornadas dolientes y melancólicas, quizás influenciadas por aquel tiempo inclemente, un día lluvioso, otros con neblinas agoreras que representaban, paradójicamente, un momento de reencuentro entre el mundo de los muertos, personificados por la tierra estéril, y el mundo de los vivos, simbolizado por las semillas sembradas que posibilitarán la vida en el futuro.

Paisaje otoñal del Casco Antiguo de Cehegín

Y es que las festividades de los Santos y Difuntos son, en sus raíces, remembranzas otoñales que nos anuncian la inminente proximidad del invierno. En tiempos pasados se solían rescatar de las arcas aquellos descomunales chales negros de lana, con largos flecos, donde se arrebujaban las mujeres. Así mismo los caballeros lucían de nuevo sus abrigos y pellizas, que en algunos casos heredaban de padres a hijos y de éstos a los nietos.
La tierra, metáfora femenina, aparecía yerma después de la tala o la siega, materializadas en el estío, pero cuando recibía la semilla, símbolo masculino, esta tierra se tornaba en esperanza de continuidad. No es extraño pues, que sea en otoño cuando la naturaleza va muriendo, las hojas de los árboles se desmayan etéreas para cubrirse con el sudario blanco del invierno. Es el “Perpetuum Mobile” de la Madre Naturaleza.
El concepto de fantasmas y brujas era común en estas celebraciones. Rezaba la superstición vieja y agorera que la conmemoración de ‘Los Santos’ es fecha fatídica y se aguaban en ella todas las diversiones, incluso el vino. El Tío Palacios sentenciaba: -“¡Ojo!, debemos abstenernos de cazar y pescar, porque reventará el cañón de la escopeta y podemos pescar espantables cabezas de ajusticiados.”-
En las zonas montañosas del noroeste murciano, al llegar la estación autumnal, se creía que esas noches las ánimas en tránsito sentían frío y desamparo y por eso visitaban sus moradas terrenales donde se les preparaba fogoso vino, pan tierno y cama caliente.
También es tradición consumir postres como los Buñuelos de Viento, evocando acaso el irritable genio del dios Eolo; o los populares Huesos de Santo que gozan de un simbolismo funerario.

Buñuelos y Huesos.
Antiguamente se practicaba la fervorosa costumbre de rezar un padrenuestro a los fieles difuntos por cada dulce o castaña consumida y a los niños se les decía: - “Como no recéis os aparecerá un fallecido que os tirará de los pies mientras dormitáis”-.
Así mismo por estas fechas maduran ya los cosechas tardías de otoño, (granadas, nueces, higos, uvas, moras, membrillos, jínjoles y caquis) que algunos dicen son los más sabrosos, y los frutos del almez, los minúsculos ‘aratones’ que tanto proliferaban en las riberas del Argos; es cuando las evocadoras castañeras aparecen en el paisaje urbano con su rústico infiernillo chisporroteante ofreciendo a los viandantes su preciosa mercancía al amable reclamo de: “¡¡A la rica castaña de la Vera… calenticas, son las primeras!!”… avivando el cuerpo y el ambiente.

Típica castañera.
Con la Fiesta de los Fieles Difuntos, sostiene la estación otoñal, llena de presentimientos, su punto más reflexivo y dramático. Seguimos conservando la piadosa costumbre de acudir al Camposanto, (¡qué hermoso nombre!). El escenario parece adecuado para ejercitar el devoto recuerdo hacia los que se fueron al “más allá”.

Camposanto de Cehegín

Al mediodía de la celebración de 'los fieles difuntos', acababan las penas y se podía retornar a la vida cotidiana. Antiguamente los teatros estaban cerrados durante los dos días. Luego se abrían por la tarde del día 2, una vez acabada la celebración. En esa tarde se acostumbraba representar la obra ‘No hay plazo que no se cumpla, ni deuda que no se pague’ o ‘El convidado de piedra’ y el sainete ‘Duende fingido’, hasta que en 1844 el poeta romántico José Zorrilla estrenó su ‘Don Juan tenorio’, que hasta la fecha constituye la fiesta teatral ligada al día de los muertos.

Escena del Sofá (Cía. de Julio Navarro). 
Hoy la vida es tan superficial, tan apresurada, que este encontronazo nos asalta, nos sorprende y nos sumerge por unas horas en la más delicada de las memorias, hasta han desaparecido los crisantemos, delicada esencia de la ofrenda floral a los  que se descansan en paz.
 Se han desmantelado casi todas la supersticiones, se han desvanecido muchas tradiciones, pero el sentimiento perpetuado por el enorme peso evocador de estas jornadas, queda aún vivo e intrínseco, proporcionando a este mes de noviembre el aire grave de la muerte, de la amorosa muerte igualadora.   



jueves, 15 de octubre de 2015

TEATRO-CINE ALFARO

EL CINE ALFARO.

 (Pantalla panorámica).

Teatro-Cine Alfaro (demolición)

Según leemos en la publicación ceheginera decenal, “Industrias, Comercio y alimentación”, Fernando Alfaro finaliza la remodelación del antiguo teatro Benavente con un derroche de lujo y buen gusto, semejante al Teatro Romea de Murcia. En el que no falta detalle y sólo falta elegir una compañía de categoría para la inauguración que deje un grato recuerdo. Alfaro se ha dirigido a varias poblaciones de tradición teatral de 1ª categoría, y ha conseguido contratar a la compañía de zarzuela, operetas y revistas que dirige el primer actor don Luis Bori, por estas fechas en la cartelera del Teatro Apolo de Valencia. El repertorio del estreno el 23 de julio se compuso de El Barquillero, La Revoltosa, y el País de la Hadas. Por cierto, no causó gran impacto a la crítica, aluden al cansancio por el reciente viaje. 

El día 24 estrenaron El Tropiezo de la Nati, y la Caravana de Ambrosio. Aquí sí que cumplió sobradamente la compañía con una sorprendente interpretación sobre todo de su director y primer actor, graciosísimo Sr. Bori, con sus hilarantes chistes e improvisaciones y la primera tiple Pilar Martí, consumada actriz con gran dominio de la escena. La jornada grande: 25 de julio, se puso en el cartel, la popular zarzuela La trapera, y la humorada en un  acto Las mujeres de la cuesta, con un rotundo éxito. Ya el 26, día de Sta. Ana, la última función, representado La Bejarana, Fin de Fiesta y A morir los caballeros, en todas ellas, con un derroche de vestuario y decorados. La orquesta muy nutrida y aceptable, con el refuerzo de jóvenes músicos cehegineros, como Jesús López, Buenaventura Ripoll y Jesús Fernández (a. el Pavo)… y los coros muy afinados y con mujeres bellísimas. Después de estos festejos, el cinematógrafo también estrena un magnífico aparato, único en su clase en España, según cuenta Alfaro. Pasaron una bellísima película en 8 partes, titulada Dick el guarda marina, y el corto de humor Félix a través de las épocas.


Este mes de Octubre 2015, se cumplirán veinticinco años de la demolición del Teatro Alfaro, emblemático teatro-cine donde varias generaciones disfrutamos del Séptimo Arte, de las grandes películas que han quedado para la historia, entre tantas obras maestras: Sólo ante el peligro, La Diligencia, Casablanca, Gilda, Vértigo, o Centauros del Desierto, y tantos otros célebres filmes…

 (Al fondo pantalla panorámica.)
 En otra entrada de este blog, ya referíamos los avatares como teatro del entrañable salón y hoy toca referirnos al histórico cine.
En 1918 nacía este teatro con el nombre de Salón Benavente, en memoria del ilustre dramaturgo, y construido por un grupo de aficionados; con capacidad para 300 espectadores, el escenario resultaba, al parecer, pequeño e incómodo.
En 1929 el histórico Teatro Calderón, anexo a la Ermita de la Concepción, seguía en pie, aunque reconvertido en cine tal como le sucedió al Teatro Alfaro. Ambos se dedicaban casi en exclusiva a la proyección de cine a finales de los locos años veinte. 
Pero sigamos con nuestro cine: en las desapacibles noches invernales, ¡qué a gusto se estaba en el cine Alfaro!, y aun más si te tocaba junto a un radiador de calefacción y en buena compañía. 
Aquel recoleto teatro-cine que decían semejaba una “bombonera”, con la llegada del cine sonoro y la pantalla panorámica, pasó de ser un ‘mini-romea’ (valga la expresión) a un amplio salón (patio de butacas de madera) con anfiteatro y paraíso (torraera), todo muy acogedor. Sólo al entrar al pequeño hall, que franqueaba a la platea, ya te sentías placentero, fotos de las estrellas de moda envolvían las paredes: Virginia Mayo, Gary Cooper, Errol Flynn, Clark Gable, Rita Hayworth, y algunas más nos anunciaban las fantasías cinematográficas.

Gary Cooper.
El gratificante perfume del ambientador con una mixtura evocadora de azahar emanaba de los cortinajes de terciopelo que servían como toque de intimidad al patio de butacas, y es que Antonio ‘el Vendecaro’ o José María ‘el Chispe’ acababan de expandirlo con una ‘chuflaina’ por lo pasillos del cine, mientras Manolo ‘el Cojo’ terminaba el arqueo de la recaudación de la noche y Santos Zapata envainaba flemático su elegante espadín dentro del bastón, le gustaba limpiarlo con un trapo que guardaba en la taquilla.

Gentil dama: Virginia Mayo.
Era la hora de los noctámbulos, los que iban a ‘la última’, (el último pase), a la salida algunos personajes pintorescos cehegineros comentaban las secuencias famosas: Jesús el Herrador, Lorenzo Carranza, los maestros de la aguja Eloy Salinas y Rosendo Zafra, y el veterano de la farmacopea don Antonio Bañón que gustaba de las películas de vaqueros. Otros nocherniegos amigos de los films de Carlos Gardel o Pedro Infante eran Andrés Peñalver Espín, Felipe Peñalver, Pepe El Bulí y mi padre, que no se perdían ni una.

Cine Alfaro. Pario de Butacas de madera .
Las películas entrañables, como los galanteos de la pubescencia, nunca se olvidan. Hay celuloides, que, sin ser obras maestras, marcaron a toda una generación que no disfrutaba de otra forma cultural que no fuese aquel viejo cine Alfaro, ya con pantalla panorámica, donde tantos sueños inalcanzables despertaban. Una de  las películas que me asaltaron en su estreno, en aquel viejo cine, fue Picnic, con mi actriz favorita de protagonista, y romance oculto de todos los adolescentes de la época, con todo cuanto representó aquel tiempo: los actores, William Holden y la  diosa: Kim Novak …

Escena sensual del film 'Picnic'.
La repostería de los Periñanes y los descuidados aseos cercanos (¡vaya paradoja!). Allí ofrecían a la clientela garbanzos torraos y la consabida gaseosa, fieles acompañantes de los jóvenes, mientras los de la Torraera, menos pudientes, consumían 'aratones', que se vendían en la puerta del cine; estos populares frutos del almez, cuyos huesos se utilizaban como proyectiles por el trozo de caña a guisa de cerbatana divertían a la Torraera contra los ‘burgueses’ del patio de butacas: Canutos de caña que los guardias municipales con un celo desmedido solían aprehender y pisotear y si era menester llevarse p`arriba al infractor. —ir p’arriba, significaba llevarlo detenido hasta el cuerpo de guardia (Conocido popularmente como "Cuartico de repeso")—. Eran las cosas de la época. 
En la buhardilla un sólo proyector Ossa, (la misma marca de las motocicletas), mientras cambiaban el rollo de celuloide, Alfonso el  Porrón interpretaba un charlestón: El Tomás”, que era la única pieza que sabía tocar y cuando se hacía cansina, el ‘pianista’ corría entre cortinas y gritaba: “¡Qué toquen el Tomás!” y entonces se excusaba con el público: “Han pedido el Tomás…” Y regresaba raudo a la faena. Cuando se fragmentaba el celuloide, los maquinistas  Antonio Noguerol, el Galeoto, o el Títere, se apresuraban a pegarla mientras el público pataleaba y gritaba. “¡Date prisa Galeoto…! ¡Venga ya,…Títere! que está en lo más interesante…”

Proyector Ossa 60.
Aquellas cintas de pistoleros, las galopadas de la Torraera, el héroe de la pradera y la chica. Todo lo épico y romántico que representaba aquel cine, el símbolo de una época precaria, pero llena de asombrosas posibilidades, que transcurrió en medio de la indiferencia de quienes no pensaban en las consecuencias de la desidia cultural rampante, frente a los que buenamente divisábamos el mundo y el futuro, de un modo diferente, con la pasión de la juventud.
Ahora sólo queda el solar con un quiosco y un letrero que señala: “Plaza de Alfaro”. (Al menos debieron titularle “Plaza del Cine Alfaro”). 



Fuentes: diversos archivos y publicaciones antiguas.