Apodos de Cehegín

Diccionario del Noroeste

Recorrido por mi pueblo

miércoles, 19 de octubre de 2016

BOTICA PARA EL RECUERDO

BOTICA PARA EL RECUERDO

(La Casona de las Boticarias)

Escudo heráldico de la casona.

A lo largo del siglo XX, en  nuestra villa se han establecido numerosas boticas con competentes profesionales del fármaco, como suele decirse “Aquí hay de todo, como en botica”, cuando en determinado lugar, no falta nada de lo necesario o se presume que reúne todos los productos o remedios que pueden ser ofertados. La frase, procede del siglo XVI, cuando el Imperio español dominaba el mundo, por lo que las boticas del país estaban bien surtidas de todos los medicamentos y remedios curativos naturales conocidos en aquellos tiempos.
Y es que hay de todo en este 'valle de lágrimas', boticarios serios y formales y otros no tanto que, como el de la Verbena de la Paloma, don Hilarión, también gustaban de flirtear con las hijas de Eva, aunque ¿a quién no le gustan las hijas de nuestros primeros padres? Pero dejemos las bromas y centrémonos en el tema. Naturalmente, aparte de estos naturalistas y curanderos, nada más alejado de los profesionales de la medicina…, en las antiguas boticas, (que hoy llamamos farmacias y algunos el novedoso "oficina de farmacia"), solía haber una oferta relativamente abundante de los remedios que un enfermo necesitaba para curarse.
Pero centrémonos en Cehegín donde han pasado numerosos licenciados en farmacia, artífices de la fórmula magistral. En el número 20 de la calle Mayor de Cehegín, se ubicó una botica, que ya no ejerce como tal, está cerrada mucho tiempo y no es posible verla, o al menos es difícil. Esta mansión, data de los siglos XVII y XVIII y en la fachada a la calle Mayor campea un curioso y original escudo de la familia "Álvarez", según la citada placa. 


"La Casa de las Boticarias", realmente perteneció a don Alonso de Góngora, y sus descendientes la vendieron en 1864 a don Frey Cayo Ortega y Muñoz, de la Orden de Santiago, cura párroco de la Iglesia Mayor de Santa María Magdalena, quien la adquirió para su residencia y la de su querido sobrino Telesforo Ortega Rivas, criado a la sombra del clerigo. Tiene la casona un claustro, o lo que las propietarias llamaban "Corredor" con aljibe, en cuya carrucha se observa las iniciales "A.G." (suponemos que hacen referencia a don Alonso Góngora), abierto a las tres plantas del edificio con acceso a las habitaciones o celdas, que posibilita a lo que alude la placa: "que pudo ser habitado por las Monjas de la Concepción". Otro detalle que no pasa desapercibido en la antiguas fotos son los pequeños cuadros con imágenes del Vía Crucis, señal que indica su posible uso piadoso. 
Y es que los numerosos escudos heráldicos de las casas-palacio cehegineras son un verdadero laberinto, pues, salvo los más conocidos, todo está por desentrañar y es debido al ocaso de tantas familias y a las transmisiones de fincas urbanas. 
Don Telesforo estudió Farmacia, y en 1878 estableció su primera "botica" en la calle de La Unión, trasladándose después a la calle Mayor en uno de los bajos de la citada mansión. Casó con doña Emilia Lorencio y Clemente, perteneciente a una de las prestigiosas familias de la localidad. Don Telesforo fue farmacéutico municipal y protector del venerable Hospital de la Real Piedad. 


De aquel matrimonio nacieron cuatro hijas –cuatro hermanitas, como en los libros de cuento-: Teresa, Pepa y las dos gemelas Carmen y Emilia, y un varón, "don Paco Ortega Lorencio", que también fue farmacéutico. Cuando falleció don Telesforo, el joven boticario se instaló por su cuenta, según dicen, cerca de la Cuesta del Parador y la viuda e hijas continuaron regentando la botica a modo de droguería o parafarmacia, con muchas de las fórmulas magistrales creadas por el padre; a partir de entonces las señoritas de Ortega Lorencio ya serían conocidas para siempre como: "las Boticarias".

Estado actual de la Botica.
Como decimos, está cerrada desde los años sesenta del pasado siglo XX, porque todo cambia y vivimos otros tiempos en los que las pomadas y alquimias de antaño son sustituidas por las drogas que nos suministran a diario las multinacionales farmacéuticas para hacernos la vida placentera. 


Las Boticarias elaboraban un ungüento en pomada, (bálsamo terapéutico y milagrosa panacea), envasado en unas preciosas cajitas de palma, lo mismo se utilizaba para los quemados que para el cutis, igual para aliviar un picazo que para suavizar una llaguita entre las ingles de los bebés o la pupa del mozo travieso. Don Francisco Ortega Lorencio, hermano de aquellas populares drogueras, aseguran que fue el creador de aquella pomada.


Foto antigua del claustro conventual.

(UN ANTES Y UN DESPUÉS)

Estado ruinoso en la actualidad. 

Se cuenta que en aquel antiguo caserón…, o como era conocido por nuestros mayores: la casa de doña Emilia, o también de “Las Telesforas”, evocando a su padre el arcaico boticario don Telesforo Ortega, como digo, cuentan que poseía una biblioteca procedente del antiguo convento, que fue aquel recoleto edificio, retiro de monjas, con libros que contenían vetustas fórmulas magistrales de ungüentos para todas las curaciones.
 
(Foto, hermanas gemelas, de comunión y de nazarenas)

Me contaba Abraham Ruiz, mi querido amigo y cronista oficial, en aquellas tardes apacibles del estío ceheginero, entre otras anécdotas, estas dos referidas a esta distinguida y original familia: -una mañana penetra en "la botica" una mozuela y le espeta al farmacéutico don Telesforo: - "... dice mi madre que si tiene Vd. 'espíritu de contradicción'..."-,  el licenciado respondió socarrón: "... Pepica, dile a tu madre que baje, que preguntan por ella..." La otra anécdota, es esta: - Por los años 1930 vinieron los misioneros a Cehegín, y en una primera reunión acordaron con las señoras constituir grupos de trabajo en varias viviendas y al sugerir ofrecimientos, las cuatro hermanas contestaron al unísono: -"En mi corredor... - En mi corredor... - En mi corredor... - En mi corredor... -" y el misionero, preguntó por las características de 'aquellos corredores' ... que eran sólo uno. Doña Emilia falleció centenaria, cuidada y mimada por aquellas hijas ejemplares, dotadas de gran carácter, poco agraciadas físicamente, muy listas, y que siempre hablaban las cuatro a la vez, lo que causaba tanta gracia a los visitantes. 
Y otra cuestión poco conocida: ¡También les gustaba las corridas de toros! Al menos los tradicionales festivales taurinos a beneficio del vecino Hospital de la Real Piedad.


La botica exhibía, en unas bellas estanterías torneadas de madera noble, unos tarros de cerámica donde guardaban diversos productos curativos. Los tarros y muebles de este establecimiento sirven ahora de decoración en la farmacia del licenciado Fernández Ortega, ubicada en el barrio de las Maravillas, y nos hacen recordar otros tiempos, es como una historia encuadernada que ya no se lee, de la orden de la receta de la técnica magistral. No poseían marcas, ni específicos, era el mundo del trabajo directo, de la curación artesana. Ahí están todavía, aunque tan sólo en el recuerdo de la rebotica tertuliana donde se discutiría de lo divino y humano, los antiguos jarabes y aguas, la triaca –contra las mordeduras de bichos venenosos--, los posos de excreta y otros productos animales. Estaba, seguramente, recién llegado el estramonio (sus hojas secas se usaban como medicamento contra las afecciones asmáticas, fumándolas mezcladas con tabaco, y las hojas y las semillas, como narcótico y antiespasmódico), la gutagamba, el cornezuelo de centeno, la ipecacuana (muy usada en medicina como vomitiva, tónica, purgante y sudorífica), el crémor tártaro para purgarse, el cáustico lunar, el sulfato ferroso y otras preparaciones inorgánicas. Cosmético de valeriana y canela --como antiespasmódico--. Se rechazaban como preámbulo de la superstición las telarañas, también llamadas “polvos de puerta”, el musgo de cráneo humano, la leche virginal o los huesos del corazón de cierva preñada.

Botamen de Talavera de la Reina, de esta botica.

Botica sin boticario, hoy ruinosa, ya camino del olvidado monumento del vestigio. ¡¡Misteriosa botica en el nº 20 de la calle Mayor ceheginera!!, con su botamen talaverano, tarros ostentado nombres desusados que se han borrado de todas partes menos de los libros de medicina.
Su destino ya se cumplió y todo queda en el recuerdo, porque…,¿cómo pretender en el siglo XXI curarnos enfermedades de siglo XVIII…? ¿Sí?....... Pero mejor dejarla donde está como un símbolo de la fugacidad de la posología.

Nota: Algunos datos recogidos de diversos archivos locales, de cronistas, y de historias locales.

viernes, 7 de octubre de 2016

LOS OJOS Y SU LENGUAJE

EL LENGUAJE DE LOS OJOS.

Ojos claros, serenos, / si de un dulce mirar sois alabados,
¿por qué, si me miráis, miráis airados?....*



Ciertamente todos los ojos hablan, exhortan, prometen, rechazan, coquetean, amenazan, acarician y muchas cosas más. Simples miradas son capaces de derrumbar castillos en el aire, forjados en la confianza de una sonrisa que se puede transformar en la saña de una mirada.Hay ojos diáfanos, hermosos, de mirada límpida que encierran diabólicas patrañas. Algunos ojos miran con disimulo, cautelosos, pero cuando se cruzan con la otra mirada que espera, son incapaces de sostenerla, ¿acaso temen se derrumbe la magia?... Otros ojos miran apasionadamente, como si quisieran poseer al instante lo que ven, pero si reciben una mirada de reproche o indiferencia, aquella pasión se transforma en violencia. Ciertos ojos observan con tristeza, lánguidos, melancólicos,… esperan el regalo de una mirada. Ojos soñadores que se esconden tras unos enigmáticos párpados que se cierran coquetos como si quisieran guardar un preciado tesoro.

La diosa Kim Novak, en el film "Vertigo".

También destellan ojos con hermosos reflejos de diamante pero que esconden la dureza del acero. Y algunos que ofrecen dulces promesas amorosas y entablan un extraño lenguaje de miradas que lo dicen todo. Florecen, así mismo, ojos que esperan la mirada que nunca se refleja en sus pupilas, lanzan la contemplación, anhelantes, pero los ojos de destino son incapaces de captar el mensaje.

Ojos de mirada enigmática.

La Naturaleza ofrece ojos de muchos colores: Azul como el cielo: (“tu pupila es azul y cuando ríes…”); del color Verde floresta como las espigas: (“ojos verdes, como el trigo verde, o el verde limón…”),, o de Verde mar: (“Porque son, niña, tus ojos verdes como el mar te quejas…”) ; también nacen de color Negro como el azabache (“Esos ojitos negros que me miraban,…”) - Ojos Zarcos: (“Tiene los ojos tan zarcos la norteña de mis amores que me miran dentro de ellos como si fueran destellos de las piedras de colores”.) Ojos Castaños: (“¿Qué tienen tus ojos castaños que son mi tormento?”)… también la lírica recurre a las miradas para expresar el amor: (“Mis ojos al ver los tuyos cegaron con sus reflejos, ….”)
Finalmente existen ojos de mirada perdida, como los de una mujer que veía casi todos los días a través de su ventana. Ella a mi no me advertía, aunque no era ciega, no podía verme porque tenía la mirada extraviada hacia el horizonte, sabe Dios a qué punto de la lejanía, era una contemplación que trasciende al paisaje que le rodeaba, iba más allá y por eso no observaba nada cercano, todo cuanto giraba a su alrededor sólo penetraba en su retina pero quedaba ahí sin procesar.
Casi nunca sonreía, y cuando lo hacía, en su rostro aparecía una mueca extraña que más bien parecía una máscara carnavalesca que esconde una tristeza infinita. Poseía la belleza de una reina babilónica, altiva, hermosa, pero seria, adusta, y cuando ladeaba su cuello recordaba a un lánguido cisne. Era una dulce muñeca, pero inmutable, era un gélido témpano…, una flor marchita rebuscada de una historia romántica, quebradiza, soñadora….
Y es que hay historias de amor que son como las amapolas: rojas, frágiles, casi viento, pero que se aferran a la garganta toda la vida.


Debió ser una mujer agraciada de belleza anacrónica, pero con un potencial voluptuoso que se adivinaba por la forma de sus labios, carnosos y sensuales, como dos ababoles embalsamados, inertes y unos ojos de tono esmeralda tan claros como las hojas de la hiedra en el otoño. ¿A dónde irían sus pensamientos…? 



Según Dante Alighieri, en el Limbo no se sufre,… ¡ni se goza! El limbo es un lugar donde se estipula van los espíritus pecadores que necesitan el perdón de Dios para poder finalmente ascender al cielo. Así era el misterio que transmitían aquellos ojos, sería una odisea conseguir desvelarlo, tan difícil como conseguir adivinar lo que se oculta tras las estrellas que nos guiñan alocadamente cada noche clara.
Concluyamos con el resto de los versos iniciados arriba de Gutierre de Cetina:

*….si cuanto más piadosos, 
 más bellos parecéis a aquel que os mira, 
no me miréis con ira, 
 porque no parezcáis menos hermosos.
¡Ay tormentos rabiosos...!   
Ojos claros, serenos, ya que así me miráis, 
 ¡miradme al menos!.