Apodos de Cehegín

Diccionario del Noroeste

Recorrido por mi pueblo

lunes, 28 de noviembre de 2016

IMPROMPTU NAVIDEÑO (Cuentecillo)

IMPROMPTU NAVIDEÑO.

Cehegín nocturno.
Cuando se acerca la Navidad nos abordan los tópicos de siempre: las comidas de empresa donde se olvidan por unas horas los protocolos y las espantables jerarquías; nos desarreglan el cuerpo visitando los ‘cortingleses’ para elegir los regalos que demanda la sociedad de consumo; nos enfrentamos con espíritu pantagruélico a las panzadas de comer; bostezamos solemnemente con unas fiestas donde todo gira en torno al consumismo más deleznable y nos olvidamos realmente de disfrutar de la esencia de la Navidad.
Y es que sin un dios en quien creer, los hombres necesitan creerse dioses para fabricarse su propia inmortalidad y por eso se observan tantas ridículas bufonadas de los poderosos.
Pese a todo lo dicho, uno aún cree en las utopías y cuando se acercan estas hermosas fechas, disfruta con los entrañables villancicos, con las luces navideñas, y cómo no, también con una agradable copa en compañía de la familia y los amigos. 
Pero sobre todo desearía un toque de ingenuidad infantil en esta sociedad desengañada y escéptica.
Como vamos peinando canas —según dicen, es ley de vida— parece que vuelven muchos recuerdos de la niñez, tan vívidamente como si hubiesen ocurrido ayer. Y nos vienen a la memoria muchas anécdotas como la que les voy a relatar a propósito de las comedias que tanto predicamento tenían antaño en los colegios y que se representaban en vísperas navideñas.



Les cuento:
Aquel niño grandullón y torpón, de cándida mentalidad, siempre dispuesto a ayudar a los demás, sobre todo a los más pequeños, lo que realmente quería representar era a un pastor que tocaba la flauta, pero la profesora le confió un papel más importante: debía ser el posadero que, según la historia, con voz desagradable, le negaba el albergue a María y José.
Acudieron aquel día a la función, como es preceptivo, todos los familiares y amigos. Al fin y al cabo era el acontecimiento anual de la escuela y todos los niños y niñas se disfrazaban de pastores, la Sagrada Familia, los Reyes Magos con sus doradas coronas y relucientes turbantes, emocionados por la magia de aquella función navideña, sobre todo nuestro robusto héroe, el posadero” …«…
La representación transcurrió como estaba previsto. Por fin llegó la escena en que María, de la mano amorosa de José, se aproxima con paso lento al umbral de la posada y llama con energía a la recia puerta de madera: —Qué queréis…— dijo el posadero con voz grave abriendo la cancela —“Buscamos alojamiento…— pidió José con voz lastimera —-Pues búscalo en otro sitio, la posada está llena...”— contestó el posadero con gesto huraño —Señor, ya hemos pedido en vano que nos acojan en otros lugares. Estamos muy cansados y mi mujer está a punto de dar a luz...”— El posadero pareció ablandarse y miró largamente a María…, hubo un largo silencio y el público empezó a impacientarse.



No, ¡marchaos!”— susurró el apuntador desde las bambalinas y el posadero repitió con voz apagada y poco contundente: —No..., ¡marchaos...!— José y su esposa, como mandaba el texto, comenzaron a alejarse tristemente, pero el posadero, tal como tenía ensayado, no regresó a la posada a seguir durmiendo, sino miró a los desconsolados viajeros y sus ojos se llenaron de lágrimas muy amargas. 
Entonces ocurrió algo sorprendente y diferente a las anteriores representaciones. Saliéndose del guión preestablecido, el niño-posadero gritó con todas sus fuerzas: —“¡No te vayas, José! Trae a María…, y no preocuparos…”— y agregó con el rostro iluminado por una cálida sonrisa: —Podéis quedaros en mi habitación…"
Aquel generoso zagal no pudo reprimir sus sentimientos y, saliéndose del guión, estropeó la función cambiando el triste final por uno realmente feliz, donde puso de manifiesto la solidaridad que escaseaba en aquella época y que sigue faltando en la actualidad.
Los espectadores jamás olvidarían lo que nunca sucedió, pero que pudo haber ocurrido si los seres humanos fuésemos realmente eso, seres humanos.


Así cobraría toda su auténtica dimensión la guitarra y la zambomba, el anís y los turrones y las danzas y los festejos.
Felices navidades.

miércoles, 9 de noviembre de 2016

RELATIVISMO

RELATIVISMO ¿Cuestión de conciencia?

“Si preguntáis a la Filosofía de qué materia es el cielo y el sol, ¿Qué os responderá ella sino de hierro o, con Anaxágoras, de piedra o tal estofa, según nuestra costumbre?”


Parece que para ciertas gentes el relativismo es una especie de veneno que se introduce en la sociedad como si fuese una pandemia procedente del demonio. Dicen que todo es blanco o es negro, que no existen los matices, están obcecados en la teoría maniquea del bien y el mal, cuando es evidente que el Creador hizo todo como el arco Iris. Todo es relativo, ya lo asevera el famoso axioma metafórico conocido como Ley Campoamor: “En este mundo ‘traidor’ nada es verdad ni mentira, todo es según del color por el cristal donde se mira.” el cual supone una pesimista pero bella manera de expresar, y admitir, que nada vale la pena, que ningún valor es inmutable, y que inevitablemente impera el subjetivismo, la arbitrariedad, y el relativismo, en todas las facetas de nuestro mundo (por ello, lo de ‘traidor’, según el poeta). 
Aunque hablando de relativismo, es obvio que no es lo mismo relativismo que subjetivismo, éste afirma que el conocimiento sólo es posible de manera limitada, mientras que el relativismo considera la influencia del medio, del espíritu, del tiempo, de la pertenencia a un determinado círculo cultural o clase social, y los factores determinantes contenidos en ellos. El relativismo cognitivo sostiene que no existen verdades absolutas y asegura que cada persona tiene diferentes perspectivas. Es frecuente que los defensores de este relativismo razonen que, puesto que cada cual "tiene su verdad”, cada afirmación moral depende de convenciones de las personas de esa cultura, y no puede ser cuestionada.
Oswald Spengler así mismo escribió: “Toda cultura tiene su propio criterio, en el cual comienza y termina su validez. No existe moral universal de ninguna naturaleza” 
Algunos fanáticos dogmatizan lo contrario, se empeñan en que no hay medias tintas o se está con sus postulados o en contra. De esta forma se han perpetrado las más grandes brutalidades de la Humanidad. La Historia es testigo, y no sólo actitudes cesaristas como en tiempos de Roma, sino aún más cercanas, Napoleón o el gran megalómano criminal nazi y otros innombrables caudillos menores; aunque no olvidemos que también en situaciones democráticas se producen talantes dictatoriales y autoritarios.


Se podrían plantear innumerables preguntas que nos demuestran que casi todo es movible, hasta las estrellas: por ejemplo, no hay contradicción más honda que la que media entre la muerte de inanición y la muerte heroica. En estos casos el hombre muere de algo, no por algo. 
No seré yo, pues, quien aventure cuál es la posición razonable. Pero me parece que, fuera la que fuese, no la habría abrazado de una forma extrema, ni sin ver las razones de las demás. 
Como aseveraba Montaigne: “Más de una vez, me he dedicado con mucho gusto, como ejercicio y distracción, a defender una opinión contraria a la mía, y la inteligencia, aplicándose a ella y volviéndose hacia esa parte, se me adhiere hasta tal punto que dejo de ver la razón de mi opinión anterior y me aparto de ella”. Quizá nos convendría a todos seguir su ejemplo de vez en cuando. Aunque sólo sea para comprender mejor las razones de los que no piensan como nosotros, que también las tienen. 
Todo es cuestión de sentido común, pero hay que afirmar, como así lo aseveraba cierto personaje, que: "El sentido común es el menos común de los sentidos..."


Por todo lo dicho cuando se habla de la “Verdad”, en realidad ¿de qué verdad hablamos?, ¿de la tuya o de la mía…? Como diría el viejo poeta: "¿mi verdad o tu verdad…?- ¡No!, 'la Verdad', la tuya (o la mía), ¡guárdatela!..."

sábado, 5 de noviembre de 2016

TÚ O USTED?

¿TÚ O USTED? (Con todo el humor)


El otro día me explicaba un amigo, bastante sabio, un pensamiento peregrino, pues ya sabemos que los sabios no son esas personas con grandes carreras o esos políticos puestos en las listas para llenar los escaños, ni siquiera algunos jerarcas de cuyas inclinaciones nos libre Dios. Los verdaderos versados son gentes que piensan y discurren ideas que nadie ha sospechado jamás. 
Mi compadre argüía: -«¿Por qué siempre hablamos de “tú” a los dioses y demás entes…? »- Y seguía…. -«¿has intentado alguna vez tratarlos de usted…? Por ejemplo: Señor escúcheme usted mi problema… virgencica alívieme usted mi dolor… o san Antonio búsqueme usted una novia…»— según ratifica mi amigo, normalmente les tuteamos porque parece como si nos inspirasen mucha más confianza, y seguía diciendo: -«En cambio no me veo tuteando a Benedicto XVI. ¿Cómo decirle?: Oye Papa, a ver si vienes otra vez a España, que te queremos mucho…»- sin embargo parece que pega más tutear al castizo Papa Francisco que nos ha llovido del cielo: -«¡Qué grande eres Paco, sigue así y métele mano a tanto sarraceno como tienes alrededor…»-


Pensándolo bien, es cierto la reflexión de mi amigo, si no, fijémonos en la publicidad subliminal. ¿Cómo se atreven a tutearnos con esa prosopopeya y agresividad? —«¿Aún no has probado el Artibia…? Pues eres de los pocos…, ¡es genial para que desocupes cada día…!” — Otros nos aconsejan: - "¡Póntenlo, o pónselo…!"  — Y digo yo, ¿quién le dio a usted permiso para tal confianza? ¡Por favor…!  
Según dicen, aquí el único que tiene patente de corso para tutear es S.M. el Rey. Aunque recuerdo un personaje del Mesoncico: el tío Piadao, que acostumbraba a dirigirse de este tenor: "OIGA USTED, TÚ..."-
Se imaginan dirigiéndonos a Rajoy: -“Oye Mariano ¿Cuántos recortes crees que faltan para finalizar la crisis…?”- En cambio fíjense, con el Sr. Aznar no hay dudas, lo veo con más sentido del humor: “Oye, Josemarí, ¿cómo te va con la Botella…?”

Anda que en fútbol, no sé si le diría a Luisenrique, “oiga usted don Lucho— ¿Cuántos le van a meter ustedes al Madrid…?” O a Ronaldo —el del real Madrid— “¿Disculpe usted señor Cristiano, cree que superará al Sr. Messi en goles…?”  —a propósito, ¿le recortarán también el sueldo a estos dos ases del balompié?—
En nuestra época de estudiantes era inaceptable decirle al maestro: -“Don Salvador, me das permiso para ir a hacer pis…”-. O preguntarle a don Antonio: - “Oye maestro me dejas irme ya, que estoy cansado…” Además de que con la 'mala tea' que tenían entonces casi todos los docentes, lo más fácil es que te llevaras sendos palmetazos o como poco una 'chibarra rascaburras'.

Lo cierto es que no podemos generalizar. Es así nuestro idioma. Os imagináis -perdón por el tuteo- decirle a nuestra cónyuge:- “Oiga usted cariño, ¿que le parece si fuésemos al cine?”-. O si tratásemos de esta suerte a los hijos: -«Escúcheme usted nene, como haga usted esa travesura otra vez le voy a dar una macoca que se va usted a enterar»-. En cambio en ciertas latitudes de Sudamérica sí que se produce este raro vocabulario.

Divinidades romanas.
Generalmente, tratamos de tú a los que nos merecen más confianza y esperamos más cariño, y así mismo a las divinidades que prometen mejor vida en el más allá: Cómo dirigirnos a los dioses de la antigüedad con hierático respeto: -«Dígame usted Zeus…. ¿Oiga Júpiter, cómo es la otra vida?…»- o a los sabios griegos o romanos: —«Hágame usted el favor Aristóteles…, atiéndame Petronio ¿sigue teniendo tan mal oído Nerón...?»  Sin duda, sería chocante. La verdad es que el tema da para bastante debate, y aun así no nos aclararíamos, como me pasa a mí, que he montado un galimatías y no hay quien lo deslíe.