Apodos de Cehegín

Diccionario del Noroeste

Recorrido por mi pueblo

jueves, 19 de octubre de 2017

INSULTOS A LA CARTA

INSULTOS A LA CARTA


“No os entreguéis por demasiado tiempo a la cólera;
 una furia prolongada engendra odio.”
 
Ovidio.


Estamos instalados en el insulto permanente. Sobre todo en ciertos “medios” y aún más en la política, en cuyo espejo se mira la ciudadanía y lo que ve es tan impresentable que, con toda la razón, cada día el escepticismo se va apoderando de aquel ilusionante proyecto de democratización de la sociedad española. El insulto es la forma de expresión cotidiana. Entre todos los agravios que suelen lanzarse como dardos envenenados destaca la palabra “mentiroso”, y así unos a otros se acusan continuamente de faltar a la verdad, de engañar al ciudadano de a pie, ¿llevarán razón ambas partes? Si esto es cierto, ¿Cómo vamos a confiar en el futuro en nuestros representantes…?

Hasta en los 'cultos' EEUU se sufre la bronca.

¡Qué vocabulario más escaso el de los “bienhablantes” políticos! Si al menos sustituyeran el vulgar “hijo put…” por el menos hiriente “descendiente de ramera” o como mucho por “retoño de meretriz”, quedaría mucho más elegante, más fino, aunque seguramente mucho más cursi. Sin embargo, es innegable que muchos de estos “insultos” se salen de contexto, más bien son tacos de lo más vulgar y grosero, a falta de matices más ilustrados. Deberían leer al punzante y recordado Antonio Gala, o, si acaso, divertirse con el avieso y mordaz Raúl del Pozo... Aunque ¿Acaso leen...?. En las tertulias radiotelevisadas sólo asistimos a ásperos cruces de avinagrados insultos, si esto es así... ¿Qué se dirá en las barras de los bares…? Hasta las voces de ciertos locutores son desagradablemente chillonas y estentóreas. Antaño se requería, como premisa primordial, una voz inteligible y cristalina, junto a una intensa formación cultural.


Ya no se escuchan hirientes anécdotas de aquella enjundia, ni se ‘insulta’ con esa fina ironía de los grandes oradores del siglo pasado. Numerosas anécdotas lo confirman: Aquel diputado de la II república que espetó al notable político José María Gil Robles: —« ¡Su señoría es de los pocos que usan calzoncillos de seda!»— El dirigente conservador le replicó raudo —«No sabía que su señora fuese tan indiscreta…»— sin duda una delicada y sutil forma de atribuirle la cornamenta a su antagonista.  O el incisivo comentario del lider radical Alejandro Lerroux, cuando un compañero de partido le comunicó que el presidente Azaña, además de la presidencia, se había reservado otras tres carteras. El cáustico Don Alejandro se limitó a quitarle importancia con estas palabras: —«Tres carteras y la presidencia… de eso a que le llamen carterista no hay más que un paso»—
También en los años de nuestra transición democrática se mostraba el ingenio y la sátira. En aquellas tediosas tardes del Senado, con discusiones de leyes soporíferas, se le atribuye a Camilo J. Cela la siguiente historieta: acostumbrado a su siesta diaria de orinal y pijama, dormitaba plácidamente en su escaño cuando le susurró un ujier: —«Señoría ¿está usted dormido?»— a lo cual el escritor musitó con su engolada voz: —«No señor, estoy durmiendo» – «Es lo mismo...»— le replicó el comedido ujier  –«No es igual…»— masculló Cela, ya algo cabreado, y continuó —«…como tampoco es lo mismo, estar jodido, que estar jodiendo»…



En fin, no desesperemos, casi hemos superado estos
 años pandémicos, y preñados de incertidumbres gracias a la pertinaz crisis económica, y el cansino problema catalán, y por si faltara algo la agria lucha por el gran feudo madrileño, pero con la expectativa de una posible solución, sobre todo para esa legión de ciudadanos que sufren lo indecible para cubrir el presupuesto diario.
Recordemos aquel antiguo refrán: «Al mal tiempo, buena cara». Si somos capaces de rechazar el fanatismo y la bronca inquebrantable que ha padecido nuestro mundo en los últimos años. Seguro que nos irá bastante mejor en todos los aspectos.

Antonio González Noguerol

domingo, 8 de octubre de 2017

COLL


José Luis Coll. (Entre los humoristas justos)
 R.I.P. (Él diría “R”abiando “I” “P”ateando)

   Epitafio a José L. Coll: “Aquí yaceré algún día. Pero no hay prisa."


Se nos fue Coll, se marchó hace años, sin ruidos ni estridencias, en busca de su álter ego el larguirucho Tip, que ya le llamaba hace tiempo desde lo alto, gritándole: —«Dame la manita Pepe Luí…»— seguramente para llevarlo por esos paisajes surrealistas que tanto cultivaron.
Autor, entre otras obras humorísticas, de su 'Diccionario Coll', un libro en el que repasaba y deformaba en clave de humor diversas voces de la lengua castellana. En aquella nomenclatura, Coll catalogaba por orden alfabético distintas palabras escogidas por su sonoridad o por su doble sentido, por ejemplo: “maniático” (“loco por vivir en el ático”); “estupidiez” (“realizar la misma idiotez 10 veces”); “shacerdote”(“emperador persa que no se lavaba nunca”); “bromear” (“mear en broma”); "anocente" (culo libre de culpa); "baltasor" (rey mago metido a monja); "remera" (puta con piragua); "trajodia" (pieza teatral en la que mueren todos los que joden), etc.
Coll, conocido como el “humorista del bombín”, criticó en varias ocasiones el humor actual, en el que abunda "lo obsceno y lo irreverente", por lo que "muy a menudo caemos en lo burdo y lo cicatero”. El cómico defendía la necesidad de una hilaridad provocada por "el talento, la cultura, el buen gusto y la cortesía", ya que de otro modo los humoristas —"auténticos historiadores de su tiempo"— estarían contribuyendo a educar mal a su público.
Como decíamos arriba formó parte junto a Luis Sánchez Polack “Tip” de una de las parejas más populares de los años de la 'Transición Política Española'.
Al igual que el gran Gila, ofrecían un humor corrosivo, sutil, vivo, audaz, en suma, el auténtico humor heredado del inolvidable semanario “La Codorniz”.
El fenomenal duetto supo tratar con descarada socarronería aquellos tiempos de incertidumbre política y social de nuestro país. Curiosamente Tip, fue de 'derechas' mientras que Coll todo lo contrario, de  'izquierdas'. Pero, paradójicamente, formaban el contrapunto de la escena humorística. ¿Que hubiese sido de Coll sin las locuacidades esperpénticas de Tip o viceversa con aquellos giros surrealistas? 
De esa forma, anduvieron en el candelero televisivo durante varios años haciendo las delicias de los telespectadores. Sirva de ejemplo entre una larga lista de divertidos epitafios, estos que transcribimos: A Fraga: “Sabía que un día u otro estaría entre la mayoría”. A Felipe González: “No me traigáis rosas, traedme capullos”.
En estos días de crispación colectiva y ‘vinagrera política’, sería bueno recordar a este estrafalario dúo, a esta alocada pareja, que hizo del contrapunto su bandera, demostrando que no sólo son compatibles las ideas contrarias, si no, más bien, necesarias como la vida misma. Imaginemos un mundo donde sólo hubiese una opción: ¿Cómo podría hacer frío si no existíese el calor? ¿Podríamos sonreír, si sólo hubiese llantos? ¿Izquierda sin derecha? Entonces ¿qué…, mancos?
¿Se concibe la música de Bach sin el contrapunto? ¿Sólo melodía? No, el mundo en que vivimos está configurado por la pluralidad. Así fueron Tip y Coll.
Y es que todo va unido y establecido por el Creador de tal manera que se necesita la polifonía, al menos en este planeta llamado Tierra. Es decir, que pese a los dogmáticos del pensamiento único, el mundo está creado variopinto y múltiple, y  aderezado con un generoso sentido del humor. Como el de los geniales "Tip y Coll".
Y como ellos prometían al finalizar cada actuación, repetimos: —«La próxima semana hablaremos del gobierno»—
  
 Antonio González Noguerol