Apodos de Cehegín

Diccionario del Noroeste

Recorrido por mi pueblo

martes, 24 de abril de 2018

PEDRO PICÓN SÁNCHEZ (POETA CONFESO)

PERICO PICÓN SÁNCHEZ

(CONSERJE Y TROVADOR).

Se recuerdan personajes de la intrahistoria ceheginera, que seguramente no fueron figuras relevantes de la villa, pero que solo por su bonhomía merecen un instante de rememoración. Y uno de ellos es Perico Picón Sánchez.
Oh, plaza Vieja, plaza Vieja, ya te han arreglado / con escombros que han traído de al lado…,/ por la plaza Vieja ya no se podrá pasar, / y para ir a comprar cal Madrugás / tendremos que 'arrodiar' y echar por ca la Rizá… “ Este es uno de los versos ripiosos de cuando arreglaron la plaza Vieja con escombros del Castillo, que tanto recitaba por los años 50/60 en Acción Católica, su conserje, Pedro Picón, “Perico Paquete” le decían con cierta sorna algunos adolescentes, seguramente por su defecto físico en una mano, aunque él insistía perseverante, y nunca con acritud: “… saber que soy poeta y mis apellidos son Picón Sánchez, y mi domicilio –aunque le cambiaron el nombre- siempre será calle Olivericas, 21, Cehegin (Murcia)”.



Desde aquel momento, todos los jóvenes inscritos en la J.O.C. (Juventud Obrera Cristiana) le saludaban: “Hola, Pedro Picón, Olivericas, 21…”  Y el caso es que recibía el saludo con satisfacción. Solterón empedernido, no por ello renegaba de las mujeres, y solía piropearlas con algunos trovos ripiosos, pero que contenían cierta amargura por algún desengaño amoroso, como estos otros pequeños versos: -“Me dijiste anteayer mi adorada Margarita / que te esperara junto a la rejita / mas fue mi perrita y mi sino / que habiendo cerca una taberna con vino / entre a ella y cuando salí, ya no te vi / y de nuevo entre ca Martín a beber y apurar las copas del anís.”

Jóvenes de Acción Católica de excursión.
Perico, abría y vigilaba con tesón la pequeña sede de la A.C., y ‘peleaba’ con los muchachos a diario por sus travesuras, recuerdo los versos que dedicó a unos seminaristas, siempre con ganas de broma, trasteaban la radio, a la sazón el gran entretenimiento, (entonces no había T.V.), decían así: “Juan, no juegues a la radio…, el hombre Cancio contesta: es una música muy selecta…., - Pero es que lo vecinos se quejan, ¡¡todo es una protesta‼ … Dejad la radio, ¡que hasta el conserje también le molesta!”-
 Perico, pasó sus últimos años en el venerable Hospital de la Real Piedad, algunas tardes yo lo invitaba en el Bar Mesoncico, y conversábamos sobre otros tiempos, (antes fue conserje de Falange Española y luego de Acción Católica) y yo lo 'espoleaba': -"Pedro, olvidate de la politica pasada, ahora debemos ser demócratas..."- Y él me respondía: -"Antoñico, la Democracia..., y eso qué es...¿cosa buena para los españoles?.."
Compartía habitación con otro personaje ceheginero: don Salvador Piñero Ferrer, gentilhombre de la cultura y la enseñanza local, quien dialogaba con Perico a menudo, de tal suerte que le donó, si moría antes, su reloj Longines, y así fue, Salvador falleció y Pedro lo lució a diario con orgullo hasta que una tarde viendo jugar al dominó en el Hogar de los Pensionistas, quedó dulcemente dormido y se marchó a cuestas con sus sueños infantiles hacia otras esferas donde los seres candorosos se sumergen en un baño de felicidad, dejándonos huérfanos a sus amigos de la adolescencia, con el recuerdo entrañable de sus ingenuas inspiraciones.

 Antonio Gonzalez Noguerol

miércoles, 18 de abril de 2018

JOSÉ EL CIEGO


JOSÉ EL CIEGO 

(MAESTRO DE PULSO Y PÚA).


José "el ciego", no tenía la formación de don Antonio "el Ciego Medina", ni siquiera la de Ginés "el Ciego", era un músico autodidacta que sabía interpretar numerosas piezas sin partitura, tampoco dominaba el sistema de lectura de Braille, pero en cambio tenia gran intuición musical –como es habitual en los ciegos- muchos adolescentes de aquella época dimos los primeros pasos con la bandurria de José, en una covachuela situada en la Cuesta de Moreno, donde impartía sus clases de interpretación.
Su trayectoria vital discurrió en tiempos muy precarios, época de racionamientos y penurias, a malas penas sacaba unas pesetillas para su triste sustento. Nunca olvidaré mi primer día de clase de bandurria, con qué bondad impartía la lección, con mucha tranquilidad hacía repetir las frases musicales sin recriminar la normal torpeza de principiante:- "Despacio, poco a poco, sin correr, ya verás como al final se consigue..."- al terminar aquella primera lección pregunté: “José. Dice mi padre que cuánto tengo que pagar por cada clase”, - y él me  contestó. “Dile, que te dé un bizcocho cada vez que vengas, que hace años que no los he catao…”
Habrá que buscar información de este ciego, que aunque, como hemos dicho, con ingresos paupérrimos se ganaba la vida como podía, es sabido que los invidentes, a no ser que tuviesen la suerte de nacer en noble cuna, tenían un futuro marcado de infortunio, eran seres algo marginados por la sociedad. Algunos como "El Pijote", "El Rines", "El Carlancos" o "El Gachopo" y otros, malvivían cantando coplas y oraciones en las casas, de esta guisa:

Una desgraciada joven / después de perder su honra
se ha enterado que su novio / se iba a casar con otra.
Un día que él vino a verla / y llorando se la encontró:
"¿Qué te pasa, vida mía?" / -así le dijo el traidor-.
"¿Qué quieres que me pase? / si es verdad lo que me han dicho
te vas a casar con otra / y a mí me dejas un niño.."


Músico ciego junto a su lazarillo.

José formó también una rondallita de la Sección Femenina, con chicas de la localidad, que recibían clases de nuestro personaje. Las bandurrias, laúdes y guitarras sonaban de la mano de chicas noveles como: María Marta, María Galindo, Pilar Carrasco, Fina Ruiz, Juani Sánchez y  algunas más, que ahora no recuerdo el nombre. Tocaban en conjunto con la supervisión de José 'El ciego', en una etapa muy positiva para toda la gente joven que acudía a aprender a tocar. También colaboraba en algunas cuadrillas de folklore de nuestra comarca, enseñando las 'pardicas cehegineras'; 'manchegas'; 'rabotas', 'malagueñas', etc.., que tanto arraigo han aportado a los animeros de Cehegín.

Rondalla Sección Femenina. dir. José el Ciego. año 1947
La piezas favoritas para empezar a manejar el laúd o la bandurria eran: Algunos valsecitos, como uno titulado: 'Una noche en el casino, me quisieron convidar, con café y con marrasquino, y un poquito de coñac'…; 'Con sábanas, sin sábanas' o 'Solamente una vez' y una mazurca que él llamaba: 'Mal dolor le dé a tu tía…' que era lo que entonces más se tocaba. Además enseñaba la técnica de la guitarra y resto de instrumentos a todas las jóvenes que se iniciaban.
Por lo visto esta foto, nos hace intuir que debió participar en algún grupo de zarzuelas o comparsa de carnaval, incluso podría ser de una rondalla anterior a la Guerra Civil.

Foto de José el Ciego, prestada generosamente por nuestro amigo Javier de Maya.

Años después se fundó la O.N.C.E y algunos invidentes mejoraron notablemente su forma de vida (La Amparo, Josefina Miracielos, Fernando, Andrés 'el Cañas')... Pero nuestro viejo maestro José no llegó a tiempo, ya era muy viejo para estos menesteres, al igual que los citados anteriormente, llegaron a la ancianidad, antes de fundarse la Institución. De éstos recuerdo, cuando rezaban oraciones por las casas, acompañado de añosa guitarra, con romances como este: 
Teresa de mis entrañas, no te gazmies ni jaqueques  
que no faltarán zarazas / para los perros que muerden. 
Aunque es largo mi negocio / la vuelta será muy breve: 
El día de san Ciruelo / o la semana sin viernes; 
acuérdate de mis ojos / que están, cuando estás ausente, 
encima de la nariz y debajo de la frente. 

Y llegó la época dorada del Quinteto Ibáñez interpretando piezas como aquel célebre vals, titulado “Dulzuras” compuesto por el recordado maestro Antonio Rodríguez más conocido como “Ciego Medina” en honor de la Confitería Motolite…

En este triste nicho yacen los restos de José el Ciego

Y José "el Ciego", aquel hombre bueno y estupendo guitarrista, desapareció de la Cuesta Moreno, un día gris sin repique de campanas ni músicos que le escoltaran hasta su último viaje, aunque siempre quedará este pequeño homenaje de recuerdo hacia su noble persona.

miércoles, 4 de abril de 2018

PEQUEÑA SEMBLANZA DE GINÉS EL CIEGO


A MI QUERIDO MAESTRO GINÉS IBÁÑEZ RUIZ (Jinés ‘el Ciego’).


Ginés y su guitarra, junto a Pepe de Fernando

En cierta ocasión le comentaron a ‘Jinés el ciego’ el porqué de no someterse a una operación en Barraquer para recuperar la vista —él sabía que no tenía solución su ceguera— pero no le respondió esto, si no, que: …”yo veo las cosas más bellas de este mundo, las más maravillosas y todo ello gracias … ¡A la Música…!”
Es curioso el desconocimiento de los personajes locales por parte de un sector de la población. Viene al caso porque el otro día comentando con un joven amigo sobre la identidad de Jinés el Ciego y su trayectoria musical y profesional, él me preguntaba el motivo de tributar con su nombre a uno de los parques del Arrón. El joven ignoraba tantas cosas del maestro Ginés que le expliqué algunas anécdotas, poniendo de relieve su personalidad y el proverbial sentido del humor de nuestro personaje. Jinés pese a su ceguera, siempre fue un hombre inquieto, en los calamitosos tiempos, (como también José el ciego, otro recordado invidente), daba clases de bandurria y demás instrumentos de plectro, lecciones de las que apenas cobraba unos céntimos, de allí salieron numerosos jóvenes músicos que alegraron las noches cehegineras. 
Coros y Danzas años 40/50.

Así mismo participaba en todos las manifestaciones musicales de su juventud, comparsas como "Violetas Imperiales"; zarzuelas; coros y danzas; actuaciones en las fiestas de pedanías, incluso en misas, procesiones y bailes, como la fiesta de San José en Burete; y con otros grupos musicales cehegineros.

Comparsa "Violetas Imperiales" (Gines, 3ª fila desde abajo, 1º drecha.) 

Años después se fundó la O.N.C.E. y algunos invidentes mejoraron notablemente su forma de vida (La Amparo, la Miracielos, Fernando, Andrés el Cañas y muchos más)...

La Ciega Amparo 

Hay que señalar que en aquellos años se ubicaba la Delegación Comarcal de la Organización Nacional de Ciegos, en la calle López Chicheri, de donde salía toda la administración para los pueblos vecinos y su delegado era, evidentemente, Ginés Ibáñez, nuestro personaje. No importó las penurias económicas y sociales de la época para que aprendiera una disciplina que le fue impartida por don Antonio Rodríguez Sánchez, más conocido como el "Ciego Medina", otro ilustre invidente de nuestro pueblo, y fue nada menos que aprender el sistema Braille de escritura y lectura con puntos que se graban con un pequeño punzón sobre unos cartones rígidos.

don Antonio Rodriguez "Medina".

Con el maestro Medina también formó parte de la extraordinaria Orquesta de Pulso y púa de Organización de Ciegos, con la que viajó en numerosas giras de conciertos por toda España.
Foto Braille

Estos elementales conocimientos le sirvieron de catapulta para su futuro profesional en la O.N.C.E, además también utilizaba este sistema para transcribir las partituras del pentagrama a dicho lenguaje para ciegos, para así poder dirigir su famosa orquesta de cuerda.
Foto Conjunto de Plectro "Ibáñez - Años 60" 

Muy notorio fue el éxito con el popular Quinteto Ibáñez, no sólo por nuestra región, incluso fuera de nuestra frontera, participando en el programa “Salto a la Fama” de RTVE y en varios premios cosechados en el' Festival Internacional de Plectro' de La Rioja, en Logroño donde participaron en varias ediciones.
Los ratos de ocio los disfrutaban, sobre todo, en  una tertulia en la cercana barbería de Juan Pedro, un peculiar personaje, además de curandero y sacamuelas, elaboraba unos colirios para ojos que eran auténtica panacea. Cierto día, se dirigía Jinés desde la "república del Mesoncico", y Fernando Ruiz ‘el Ciego’ desde su domicilio del Cabezo hacia la delegación, cuando se encontraban junto a la citada barbería, se 'toparon', y Ginés, alardeando de su extraordinario sentido del humor le espetó a Fernando: …mira por donde andas, ¡ni que estuvieras ciego…!" En otra ocasión, arribó desde Mataró a Cehegin, de vacaciones, un antiguo vecino suyo de la Cuesta de los Herreros y entró a la Delegación a saludarlo: -"Hola Ginés, ¿te acuerdas de mí, soy fulano...?" - El ciego, irónico, como era su talante, le replicó: -"Hombre la verdad es que hace mucho tiempo que no te "veía"..."
Otra peculiaridad del maestro Ginés era su devoción por las faldas, naturalmente femeninas, y solía notar por el olor cuando una mujer era atractiva… su primer gesto era un suspiro susurrante -“¡UUUMMM!”-, lo cual indicaba que le agradaba la dama.
Sería interminable contar toda una trayectoria de personaje tan peculiar, sólo recordar que fue una buena persona amante de las cosas hermosas de la vida, pese a su ceguera, y afortunado melómano. siempre aseveraba: “Me falta un sentido pero en recompensa gozo del mejor de ellos, el oído musical…”-
Una tarde en el casino ‘afinando’ para ‘ir de ronda’, pedimos una botella de coñac y unos carajillos, Jinés, mientras ponía a tono los instrumentos, daba lentos sorbos al carajillo, a cada trago, alguno de los músicos le añadía otro chorro de coñac y como no terminaba de consumirse la taza, Jinés exclamó con cierta ironía, alargando la palma de la mano hacia el techo: -“¿Es que hay goteras…?”- Era la maravillosa noche de San Juan Bautista, pertrechados de guitarras, bandurrias y laúdes ya bien afinados por la diestra mano del maestro, comenzaba la época de ‘rondar con música’ a las jóvenes que, ataviadas ya con camisón de dormir y perfumadas con las colonias de moda ’Joya’ o ‘Embrujo de Sevilla’, aguardaban cual melancólica Julieta, asomadas a su balcón o ventanal a dar las gracias por la música y si el padre de la zagala era benevolente seguro que alguna copita y algún dulce nos sacaba para continuar entonados la ronda.
Le gustaba “echarle músicas”, (como él decía), a numerosas damas locales sin importarle la clase social a la que perteneciera. Por ejemplo, una de las serenatas fijas cada 31 de agosto era para Ramona ‘la Lavandera’, en su onomástico, y otra música a unas damas conocidas como “Las Mussas”, aquellas señoras que veraneaban en su casa solariega de la Cuesta del Parador. Bajábamos todo el grupo después de una noche de farra y con alguna copita de más, como bien mandaba la cofradía musical y Jinés, con mucha seriedad, pidió silencio y dijo: “Preparar los instrumentos..., ahora vamos a tocar... La Leyenda del Bolso…” Se le había trabado un poco la lengua, pero la carcajada fue monumental. 
Antonio Zarco cantando La Parranda.
En una de aquellas refrescantes veladas a la intemperie, se alargó el repertorio musical hasta primeras horas de la alborada. En el clímax del festejo, cuando ya afinaba la cuerda el 'gallo concertino' para el toque de alba, se le pidió al entrañable juglar Antonio Zarco que cantase la romanza de la zarzuela ‘La Tempestad’: -“Venga Antonio…, la Tempestad, vamos, ¡anímate!…”- insistíamos a nuestro compañero, cuando un vecino, acequiero regador, que debía madrugar para ir a la faena y harto ya de tanto aquelarre musical, increpó estentóreo: -“Eso es lo que debía caeros encima de una vez, una tempestad de rayos y truenos. Ya pueden imaginarse que la noche de ronda acabó con aquel ‘ex abrupto’ del sufrido agricultor.
Foto Parque "Ginés Ibáñez".

Una de las piezas emblemáticas del 'Quinteto Ibáñez, fue el célebre vals "Dulzuras", dedicado a la Confitería Motolite, compuesto por el maestro de Ginés: don Antonio Rodríguez "Medina".
Hoy queda el recuerdo de esta extraordinaria persona y entrañable músico, en el hermoso Parque con su nombre, donde Jinés, desde las alturas, seguramente dirige el afinado canto de los pajarillos al atardecer y un detalle que, cada vez que penetro en la Casa de la Cultura, me emociona, y es una diáfana urna que muestra airosa ¡¡su vieja guitarra‼
Foto Guitarra de Jinés.