Apodos de Cehegín

Diccionario del Noroeste

Recorrido por mi pueblo

viernes, 22 de junio de 2018

LA SOLEDAD

LA SOLEDAD

 “Ama tu soledad y soporta el sufrimiento que te cause”.   Rilke.



Dicen que la soledad es mala compañera de viaje, que deprime, que es propia de personas atormentadas. También apuntan que la soportan individuos orgullosos, que en el fondo padecen complejo de inferioridad. Y que la sufren más las mujeres, sobre todo las viudas y también los ancianos y los marginados. Ciertamente es muy triste encontrarse solo.
En los países desarrollados parece que es donde más prolifera la soledad. Puede que dicha aseveración sea porque no por estar rodeado completamente de muchedumbre se está más acompañado. Se trata de una clase de aislamiento en compañía, acaso el más patético; no se puede estar más solo que cuando no tenemos nada que hablar con nuestro acompañante o con quienes nos rodean; posiblemente sea la más difícil de curar. En cambio una soledad compartida puede llegar a ser incluso gratificante. Expresa un viejo aforismo: “No es bueno que el hombre esté solo...”
Sin duda que el retraimiento no se remedia rodeándose de gente, se lleva dentro y uno mismo lo convierte en positivo o destructivo, todos los extremos son malos; como todo en la vida, lo excesivo es nocivo.


La gente cruel se mofa del solitario.

La soledad negativa es casi siempre consecuencia del aburrimiento, de la apatía, la energía acumulada permanece aletargada, necesita aflorar y desarrollarse, entregarse a los demás. Incluso aparecen sin quererlo sentimientos sombríos que allanan una actitud destructiva ante el porvenir. El hastío se apodera de la persona negándole toda actitud optimista, todo está mal, nada puede considerarse perfecto, todo es negro, no hay arreglo posible. Se trata de la típica figura metafórica del vaso medio lleno o medio vacío.


Pero no me negarán que el ser humano también necesita de vez en cuando un rato de soledad, desde luego positiva, de meditación... Esos momentos relajados cuando brota la clarividencia, es cuando nuestros mayores sueños vuelan por senderos inexplorados. Nadie nos estorba, nadie deshace el mágico momento, ese intensísimo instante que nos hace sentir la verdadera felicidad de estar completamente en paz con nosotros mismos, una sensación de auténtica libertad, nada nos condiciona y no hemos de fingir... Ese trance introspectivo que sirve de nexo, sin intermediarios, con los dioses de la creatividad.
Podemos percibir atentamente el croar de las ranas a la orilla del Argos, mientras nos encandilamos ante el espejo del sol mirándose en el agua que desciende cabrilleante, o emocionarnos con una hermosa sinfonía, aunque sea en cualquier paraje solitario, cobijados en el automóvil a merced de los cuatro vientos. Podemos permitirnos ser todo lo que somos y sentir todo lo que sentimos, estamos capacitados para ejercer el libre albedrío sin ninguna reserva..., no tenemos cerca a nadie que nos contradiga, que critique nuestra actitud..., un verdadero lujo.



Evocamos más intensamente esta forma de soledad cuando nos hallamos con otras personas, pues con ellas, incluso con un amante a veces, nos sentimos incómodos, sufrimos por nuestras diferencias de gusto, temperamento, humor. Con otros seres humanos, nuestra visión se hace doble. Nos preocupamos pensando  ¿"Qué opinará?..... ¿Qué opino yo...? ¿Pensará que discrepo por fastidiarle..., o aceptará mis puntos de vista?...” “¿Creerá que pretendo arrebatarle su protagonismo..?  ¿Entenderá mi buena fe o lo tergiversará?...Tolerará mi intromisión?...  El impacto original se pierde, se desvanece..., el consenso ha fenecido. Qué difícil es la convivencia pacifica. Si no queremos la guerra hemos de consentir.
Por ello cuando se alcanza la reposada, aunque recelada, jubilación, después de tantos avatares vividos a lo largo de nuestra existencia, contemplamos el mundo de otra forma, nos inunda un paisaje diferente, reflexionamos más, estamos inmunizados del comején de la prisa, la actividad frenética ya no nos afecta como antes, es como si nuestro corazón renaciera y curiosamente las pulsaciones marcaran un “tempo moderato”. Así apartaremos esos instantes de soledad negativa y de abatimiento que solo nos conducirían más rápidamente al ostracismo y la temida senectud.         
Es el momento de aportar gestos de experiencia a quien los pida, no de regalar consejos, la gente huye de ellos. Contaba mi padre sobre un amigo, harto de recomendaciones, al que alguien le quiso dar unos consejos y éste le contestó socarrón: -“Te agradezco tu interés, pero resulta que tengo en mi “allá`rriba” una habitación llena de cajas…¡¡repletas de consejos…‼” 

Antonio González Noguerol 

miércoles, 20 de junio de 2018

DIVERTIRSE ES UNA COSA SERIA

DIVERTIRSE ES UNA COSA SERIA


    “El placer está destinado a las personas que no se divierten”.
      Henri Duvernois.


La diversión, la auténtica “diversión”, es difícil de conseguir. Algún día, en algún lugar nació el concepto moderno de que la diversión estaba a disposición de todo el quiera buscarla, la gente tiene derecho a divertirse, pues si no, nos hundiremos en la más vergonzosa postración.
El, ¿Ha sido divertido?, ha eclipsado a las demás preguntas: ¿Tuvo valor moral? ¿Posee rasgos humanistas? ¿Ha sido provechosa? O la más interesante ¿Es desinteresada…?
No hace mucho, salíamos del auditorio murciano un amigo y un servidor, cuando nos abordó un conocido, bastante locuaz, con la siguiente pregunta: «Qué… ¿os habéis divertido…? - ¡Menuda sinfonía! ¡Cómo sonaba Beethoven!» mi compañero, un melómano bastante juicioso, le respondió un poco molesto: «Yo nunca asisto a un concierto sinfónico a divertirme, sino a reflexionar y disfrutar de las obras maestras». El otro siguió su camino marcadamente despechado, seguramente pensando: “¡Qué par de aburridos…”. Y es que la gran mayoría de gente hoy acude a los eventos por pasar el rato o para presumir con sus amistades: «Interpretaron a Schubert y estaba el teatro lleno hasta los topes». A Schubert o a Fito Fitipaldi. Da igual si han desafinado o desvariado más o menos, el aplauso está asegurado, no obstante, el éxito depende de la cantidad de espectadores que se sume. Con muchísimo público es más “divertido”.  Hoy todo ha de ser solazado, el fetiche de la diversión acapara nuestro entorno, hay que pasarlo bien como sea, e insisto, el lugar ha de estar abarrotado (como dirían aquellos 'graciosos' de la TV), si no es así… ¡Qué espectáculo tan deprimente!


Los sosegados paseos familiares, la relaciones sexuales, la educación, el trabajo, el ejercicio físico, la introspección, hasta, si me andan apretando, un sepelio, todo, todo…, debe divertir, y tanta importancia le hemos dado a este “valor añadido” que más de media humanidad se pone cada día a indagar, como el que busca oro, dónde “pasárselo bien”. Para ello, el borde del precipicio se atraviesa sin reparo con tal de conseguir un poco de amenidad. Drogas, alcohol, libertinaje o violencia. Todo vale con tal de pasar un rato “divertido”.
Los anuncios de TV nos muestran a cada momento un mundo “explayado” con "gente divertida pasándoselo bien”, todo cuanto nos muestran es “divertido”, riquísima cerveza, fregar el suelo, tomar un analgésico es sumamente festivo, y no digamos depilarse. y ya, lo que me pasma, "Venga a operarse a la 'Clínica Muérase Divertido', disponemos de habitaciones confort, con doble sofá, azafatas y enfermeras a la última moda, televisión gran pantalla e internet fibra 500 MGB, y joviales médicos". 
Sin embargo, después de mirar lo animado que es el mundo de hoy, nos preguntamos: ¿Y cuándo nos toca a nosotros ese jolgorio? y entonces vemos la cruda realidad y nos sentimos sumamente decaídos.


La realidad es que son pocas las auténticas cosas divertidas que se pasean por nuestra vida, y no es que uno pretenda ser un aguafiestas, nada más lejos de mi talante alegre y optimista, es sólo que deberíamos mirar con más respeto este factor de la vida, la verdadera diversión no se compra, ni se contagia como un virus, ni siquiera se puede atrapar como a un animal.
Eso sí, no es necesario que sea festivo o una celebración, quizás llegue de improviso, un simple martes, cuando realizamos la tarea cotidiana, un irónico comentario puede convertir el momento en un auténtico divertimento.
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Un chiste de aquel cáustico Eugenio sería definitivo: “saben aquel que diu: -Entra un esqueleto en una carnicería y dice: -Medio kilo de carne..., no me lo envuelva, me lo llevo puesto”…- o del irónico Gila y su teléfono: “-¿Es el enemigo?… ¿podrían parar la guerra un momento?… ¡¡Que si pueden parar la guerra un momento, coño‼ Es que a las cuatro estamos todos echando la siesta.... ¿no podrían avanzar por la tarde? Después del fútbol-”
 Especialmente divertido es un rifirrafe entre políticos, si no fuese por el patetismo que encierra el contenido del debate.
Pero esta es otra historia. 

Antonio González Noguerol