Apodos de Cehegín

Diccionario del Noroeste

Recorrido por mi pueblo

viernes, 24 de agosto de 2018

LAS CENCERRADAS

LAS CENCERRADAS

R.A.E.  Cencerrada: f. coloq. Ruido desapacible que se hace con cencerros, cuernos y otras cosas para burlarse de los viudos la primera noche de sus nuevas bodas. Dar cencerrada.
Cencerrada de antaño.
La cencerrada, como su nombre indica, se trataba de rodear la casa de viudos recién casados y estar horas gritando, cantando letrillas alusivas y mordaces, y todo ello al ritmo alocado de latas, bidones, cencerros y otros objetos estridentes que produjesen ruidos chillones.
Recordaremos grandes cencerradas que obligaron incluso a intervenir a la fuerza pública. Su significado podría interpretarse de varias maneras como protesta, desagravio, burla, agravio, alegría…  Lo cierto es que cencerradas las ha habido, y muy gordas. Aunque es evidente que en los tiempos que vivimos, las únicas cencerradas que se practican son las de la indignación de las gentes por los innumerables sucesos que todos conocemos a diario. 
Así cuenta Juan Ramón a Platero, sobre una cencerrada en Palos: "Ya sabes que Doña Camila es tres veces viuda y que tiene sesenta años, y que Satanás, viudo también, aunque una sola vez, ha tenido tiempo de consumir el mosto de setenta vendimias. ¡Habrá que oírlo esta noche detrás de los cristales de la casa cerrada, viendo y oyendo su historia y la de su nueva esposa, en efigie y en romance! Tres días, Platero, durará la cencerrada. Luego, cada vecina se irá llevando del altar de la plazoleta, ante el que, alumbradas las imágenes, bailan los borrachos, lo que es suyo. Luego seguirá unas noches más el ruido de los chiquillos. Al fin, sólo quedarán la luna llena y el romance."
En Cehegín, como en tantas pequeñas localidades, ha sido muy común dar cencerradas a viudos casados en segundas nupcias, seguramente a falta de otras manifestaciones prohibidas por el "Régimen", por ello, solía celebrarse el enlace en hora intempestivas para evitar la publicidad y no dar ocasión para practicar la algarabía y el escándalo. Como fue el caso de unos vecinos, él viudo y ella solterona que después de algunos escarceos influenciados por amigos comunes, decidieron unirse en matrimonio. Ella, mujer católica practicante, con los lógicos prejuicios de la época, se negó a casarse en las horas normales de estas celebraciones y concretó con el cura que sería la ceremonia a las 6 de la mañana de un lunes. Una vez casados, creían haber sorteado el ruidoso homenaje. Pero una noche de jarana entre numerosos amigos, alguien refirió el matrimonio secreto, y propuso organizar una cencerrada:  Guitarras y cantos con serenata, no faltaron, ni cencerros, ni bidones y cacerolas y demás utensilios ruidosos de tal escandalera que se despertó todo el vecindario, hasta los gatos se refugiaban por las gateras, maullando temerosos de sufrir algún disparate y los perros nos paraban de ladrar pasmados ante tal jaleo. En este tipo de actos lúdicos, no era necesario recordar a los asistentes sus limitaciones.

Apichusques y cencerros dispuestos.
Todo el mundo sabía que ni la puerta de la casa de los novios se podía tocar. El acto se compondría de ruido y más ruido, golpeando bidones, coberteras, esquilos, latas, trillos, sahumadores, almireces, perolas…, en definitiva, cualquier artefacto que produjese estentóreos sonidos y cuanto más agresivos mejor. 
No se recuerda que este tipo de manifestaciones acabasen trágicamente, ya que la actuación de los asistentes y de los futuros contrayentes estaba dentro del contexto social de la vida cotidiana, aunque la pareja no sólo no salió a saludar a los “corteses amigos”, si no, que avisó a Fuerza Pública. Aquella noche se convirtió en “una noche toledana” y los bulliciosos juerguistas huyendo por los enrevesados callejones del casco antiguo ceheginero, otros agazapados por las esquinas observaban al grupo detenido por la Guardia Civil que, en una peregrina cuerda de presos, caminaba hacia el cuartelillo. De tal suerte que los enfrentamientos terminaron en una jocosa rueda de declaraciones, porque hay que decir que pese a la temida fuerza pública de la época, todos eran conocidos y, en algún caso, amigos, y aquello quedó en la lógica anécdota, con la promesa de no reincidir. 
Contradiciendo lo prometido, días después se efectuó otra cencerrada, aunque esta vez con una preciosa serenata formada por el grupo de amigos pertenecientes a un coro local. En esta ocasión los contrayentes salieron a la calle y amablemente descorcharon varias botellas y unas viandas de dulces, como mandaba la cortesía.

domingo, 5 de agosto de 2018

YA NO SÉ QUIEN SOY

YA NO SÉ QUIEN SOY.

(HUMOR CONYUGAL)


Familia prolífica.

La verdad es que hoy con tantas bodas y tornabodas, divorcios, separaciones, juntas y rejuntas honradas, etc. etc., se van formando unas familias formidablemente prolíficas y variopintas.
No hace mucho un viejo amigo, viudo y separado de segundas nupcias, me presentó a su flamante acompañante –la tercera-: -“Antonio, te presento a mi nueva pareja…, y estos son sus chicos…”- y me indicó a dos mozuelas adolescentes y un hermoso bebé.
Luego me explicó, con discreción, que las dos hijas de su novia eran de su primer marido ya fallecido y el bebé fruto de una relación esporádica con un buen amigo, precisamente de ambos, y cuya unión había finalizado el año anterior, cuando nació el crío. Me informó que se marchaban pronto porque debían reunirse con sus hijos –los de él- dos muchachas casaderas, fruto de su primera esposa y otros dos zagales de catorce o quince años de una novia que tuvo antes de unirse, por lo civil, a otra chica con la que no tuvo ninguno vástago.
La cuestión fue que yo me hice un pequeño embrollo –como seguramente se hace usted, paciente lector- y cuando me despedí de ellos sólo logré generalizar así: "Hasta la vista, un abrazo para toda la prole y que Dios te ampare.”- Era la mejor forma de no meter el zancajo.
 Pese a que mucha gente se desgarra las vestiduras y clama al cielo contra tanto “libertinaje”: -“¡Adónde vamos a llegar! Esto va a ser peor que Sodoma y Gomorra, ¡el amor libre que viene…!”- lo cierto es que nada extraño luce bajo el sol y tampoco estos líos conyugales son una novedad.
 Recuerdo hace bastantes años una noticia comarcal que trascendió hasta el mismísimo ABC madrileño como crónica extravagante. Se trataba de un matrimonio entre suegra y yerno. Un hijo de la señora –cuñado del novio- se convirtió en hijo de éste, por lo que fueron cuñados al mismo tiempo que padre e hijo. Luego nació otro hijo y éste fue sobrino de su hermano e hijo de su cuñado. Como observarán un auténtico galimatías digno del más chispeante anecdotario.
Pero como es notorio siempre hay quien gane en todo y para muestra un botón. Si no, fíjense bien en la última voluntad de un pobre hombre, agobiado por su singular estirpe, que no pudo resistir más presión en su cabeza al no conseguir descifrar su situación colateral familiar. Escribió así antes de tomar la desventurada decisión de suicidarse:
"Sr. juez, no culpe a nadie de mi muerte. Me explico: Tuve la desgracia de casarme con una viuda que tenía una hija. Mi padre, que era viudo, se enamoró de esa hija y se casó con ella, por lo tanto, con la hija de mi mujer. Así que mi esposa era suegra de su suegro, mi hijastra se convirtió en mi madrastra y mi padre al mismo tiempo era mi yerno.
Luego mi madrastra dio a luz un niño… que era mi hermano, pero era nieto de mi mujer, de manera que yo era abuelo de mi hermano. Pero mi mujer también trajo al mundo un niño, que era hermano de mi madrastra, cuñado de mi padre y tío de su hijo. Mi mujer era suegra de su propia hija. Yo, en cambio, padre de mi madre, y mi padre y su mujer son mis hijos. Mi padre y mi hijo son hermanos, mi mujer es mi abuela, ya que es la madre de mi padre. Y además, ¡yo soy mi propio abuelo! Comprenda ahora, sr. juez, que me despida de este mundo porque me estoy volviendo loco… y… ¡ya no sé quién soy!"


Y es que el amor como los posteriores divorcios son cosa de dos, aunque luego afecten a más gente.
Como observarán es imposible echar marcha atrás, Sodoma y Gomorra desaparecieron hace muchos siglos y desde entonces todo se repite una y mil veces. La vida evoluciona y los hombres también, pero el mundo es una coctelera mágica donde se siguen repitiendo las situaciones más peregrinas e inverosímiles.
El que no lo quiera ver es que necesita gafas.

Antonio González Noguerol