Apodos de Cehegín

Diccionario del Noroeste

Recorrido por mi pueblo

jueves, 30 de mayo de 2019

Escoja usted y compare


Escoja usted y compare


REALIZAMOS TRES TIPOS DE TRABAJOS:
 EL RÁPIDO, EL BARATO Y EL BUENO: 

Se pueden solicitar sólo dos a la vez...
Un trabajo rápido y barato, nunca puede ser bueno.
Uno barato y bueno, jamás será rápido.
El rápido y bueno es imposible que sea barato.



Este pintoresco anuncio colgaba en el taller de Lorenzo Sánchez 'el Zapatero', aquel maestro de la lezna y la media suela, uno de los más escrupulosos artesanos de la "República del Mesoncico". Reparaba todo cuanto estuviese relacionado con el cuero y el betún, allá en la covachuela encima de la capilla del venerable Hospital de Real Piedad durante muchos años. Lo mismo te confeccionaba unas botas de piel vuelta, que unos zapatos para la boda, o te echaba unas media suelas que te duraban 'pa toa la vida...' como siempre decía. A los niños vecinos nos guardaba los tacones viejos de los zapatos para jugar a "las Chapas". Trabajaba con la ayuda de sus aprendices que se llamaban, curiosamente Cristóbal, y que bien se ganaron la vida después emancipados, uno en Mataró y el otro en Cehegin.


Numerosas anécdotas avalan el título de este artículo, siempre han existido en nuestro Cehegín extraordinarios artesanos como Francisco Caballero (a) Paco el Magritas, notable artista del tafilete, singular talabartero, misógino y aventurero –todos los años acudía a la siega como secretario (¿) del “Andarín Valero”- Debido a la calidad de sus trabajos, tardaba tanto en realizarlos que le era imposible cobrar mucho, o sea que su labor era buena y barata pero lenta..., tanto que el cliente llegaba a olvidarse de las guarniciones y cuando al cabo de los años –ya difunto el asno que habría de usarlas- las recibía reparadas, poca fuerza moral le quedaba al pobre Magritas para pedir mucho porque corría el riesgo de que las devolvieran.
Contrariamente que el Maestro Chupillas, célebre cuentista e ingenioso relojero. Era tal su presteza y habilidad para recomponer relojes que le entregabas uno averiado y le preguntabas “¿Cuándo estará listo maestro…?”- no hacía más que destaparlo y hurgar en la maquinilla con su finísimo destornillador cuando te alargaba el reloj diciendo lacónico: -“Ya funciona…, y toma esto que sobra…- y te alargaba unos muellecitos y tornillos. Y es que según se decía siempre le sobraban piezas.  -“…Y ya puedes marcharte, que no vale nada…”- Ignoramos a qué se refería si al reloj o al trabajo efectuado…


Otra peculiaridad ofrecía mi tío Pedro Carrasco "Mazantine". Ilustre forjador del hierro. Le solicitabas el arreglo de unas tenazas o un fornel con una pata rota, e incluso los hierros de la lumbre. El viejo artífice ladeaba la arrugada novela de Estefanía –leída por enésima vez- y soltaba su cachimba atizada con pestilente hoja de tabaco y emprendía inmediatamente la faena diciendo: -“Ven dentro de una hora...”- trascurrido el tiempo señalado regresabas y lo tenías solucionado con tanta calidad y firmeza que podías asegurar que te duraría toda la vida, aunque te costaba tan caro como si lo hubiese adquirido sin estrenar.
Aunque también aparecía, de vez en cuando, algún cantamañanas como el maestro Manuel "Afeitalgato" albañil con reputación de barato y laborioso, aunque algo chapucero.  El tío Jinés "el Gachasmigas" le encargó una obra y cómo regatearía el presupuesto para que el alarife recortara la pared a grandes trozos y los colocara en el nuevo emplazamiento con tanta celeridad que apenas los pegó en el lado oculto y tapando sus múltiples grietas acarició el tabique musitándole: -“Mantente mientras cobro…”- Y dirigiéndose al dueño de la casa dijo: -“La obra está concluida, son tantas pesetas…”-  Una vez cobrado salió raudo por si las moscas…
Desde luego son historietas de una época mucho más relajante, y generalmente, mucho más esmerada, contraria a los tiempos que corren, donde el apresuramiento se adueña del recinto. ¡¡Más rápido, aprisa!!, ¡vamos, venga…venga…!!! ¡Acelera que llegamos tarde…! La pausa y la reflexión son anacronismos. La calidad brilla por su ausencia y los parroquianos lo que exigimos es prontitud y abundancia, mucha cantidad, que no falte de nada cuando llega la febril hora de consumir.


Aquí tenemos explícitos ejemplos de lo que deseaba dejar claro a sus clientes  Lorenzo el Zapatero: un trabajo de calidad, económico y presto’ no existe. O lo que aseguraba el Maestro Clemente: ‘Una tela no puede ser buena, bonica y barata… Todo lo cual nos lleva a la conclusión de que nada ejecutado precipitadamente puede aportar provechosos frutos. Y es que debemos acudir, de vez en cuando, a nuestro sabio refranero: “Todo lo barato es caro” o “Vísteme despacio que tengo prisa” –como cuentan que ordenaba el gran Napoleón a su asistente-, y “Quien mucho abarca poco aprieta…” o… “Perro que no conozcas no le toques el rabo” y como ironizaba mi recordado amigo, el trovero Perico Picón: “El que a buen árbol se arrima, mala centella le caiga…” Y para remate habría que evocar aquella letrilla que cantaba el recordado Alberto Cortez, recientemente fallecido: “Solamente lo barato se compra con el dinero…
 Pero esta es otra historia. La tecla me resbala; ¡Por Júpiter!... Cómo está hoy el P.C. (me refiero al Personal Computer, naturalmente), o serán los efluvios de la anticipada canícula que me están perturbando… Hasta otro día amigos…

Antonio González Noguerol


miércoles, 22 de mayo de 2019

¿DOS ESPAÑAS...?


¿DOS ESPAÑAS…?


     “Españolito que vienes al mundo, te guarde Dios…, 
       una de las dos españas, ha de helarte el corazón…”
                                                       (A. Machado).

Con gran tristeza estamos asistiendo a una crisis planetaria, sin precedentes, en la cual está implicada toda la ciudadanía, unos colaborando en las medidas recomendadas y otros trabajando sin desmayo a todos los niveles, desde los sanitarios, la ciencia, y demás sectores, que se juegan su propia salud para intentar mitigar tanto desastre, tanta guerra, tanta incuria.
Luego medran numerosos "sesudos politólogos y seudoperiodistas" "bienpagaos", con lamentablemente tonillo  malintencionado, que muestran una vez más a la triste dicotomía de las dos españas, alguna de las cuales procurará helar nuestro soliviantado corazón si se deciden a usar el “sacamantecas”. Parece ser que hay un sector minoritario de la sociedad española que continúa sin fe en la Democracia, que sigue abocado al escepticismo ante la pesimista profecía del genial poeta andaluz “… las dos españas…” Que están empeñados, en fin, en que no nos entendamos. Cuando nacimos ya condenados a lo contrario… Para ello elegimos el sistema democrático hace casi cinco décadas. ¿No lo recuerdan…?


¿Es que no somos, acaso, lo suficientemente mayorcitos para reflexionar y reconocer no sólo los errores, que han sido, son y serán en el futuro, sean quienes fueren nuestros dirigentes, sino también los aciertos, que deberemos poner en la balanza para cuando llegue el momento de una nueva elección, sopesar y votar lo más conveniente, pero con el suficiente criterio para que nadie tenga que tutelarnos y decidir por nosotros…? 
De alguna manera, con un espíritu ecléctico en el que no pueda hincar el diente ningún fantasma del pasado. Y desterrar actitudes mesiánicas manifestadas demagógicamente por ciertos individuos. No se puede tirar por la borda tantas ilusiones por recuperar la democracia para que ahora unos cuantos fanáticos de cualquier tendencia, pongan en tela de juicio los derechos consiguientes.


No estaría de más recordar a Juan Carlos I acompañado de Adolfo Suárez, -a quien también se le negó el pan y la sal en su momento- junto a un grupo de hombres de cordura y sentido de estado como Felipe González y otros que todos recordamos, cuya labor no fue poca, nada menos que sentar a dialogar a las “dos Españas”, irreconciliables hasta entonces, y conseguir una Constitución para todos. Pues bien, ahora que tantas voces evocan con fervorosa nostalgia aquella pléyade, -ya era hora, después de casi defenestrarlos a todos- es el momento de un nuevo consenso, anteponiendo los intereses generales a los partidistas. Debemos navegar en busca de la moderación y la concordia. Será la mejor manera de dignificar la obra de aquella generación con sentido común. 
Y es que en este mundo revolucionado por Internet, plagada de interesados bulos y añagazas, en esa aldea global tan cacareada, ya no caben dogmatismos anacrónicos propios de una sociedad decimonónica. Aunque la secular herencia cainita siga ejerciendo su presión sobre nuestro país, hay que dejar a un lado las convulsiones y reyertas partidistas para aportar lo mejor de cada cual hasta obtener un consenso que nos traerá la paz social y en definitiva el progreso. Esto no quiere traducirse en conceptos de pensamiento único, ni mucho menos, ya que la esencia democrática es el pluralismo, la sana discrepancia, ese gran brocal de ideas multicolores, como un esperanzador arco iris..., como la vida misma.
Y de ahí debe salir la gente trabajadora, con los pies firmemente sentados en el suelo, sobresaliente por su inteligencia, su creatividad, imaginación, arte, talento y demás atavismos imprescindibles para una gestión eficaz, pero al mismo tiempo atorada de generosidad hacia los demás, dispuesta lealmente a servir a sus conciudadanos, prescindiendo de intrusos y aduladores, vendidos a turbios intereses.
Puede que parezca utópico, una onírica fantasía digna de un dulce cuento de hadas, pero si perdemos también la capacidad de soñar con quimeras, ¿qué va a ser de nosotros…? Ya lo asevera el ‘chalado’ de Don Quijote de la Mancha en la 2ª parte de la obra, capítulo LVIII: La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos, con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres.
Todas estas cuestiones debieran ser matizadas desde niños, en las escuelas y en cada hogar, mamándolas, pues una sociedad no puede construirse sobre la base de otra que ha demostrado su incapacidad para resolver los problemas acuciantes del hombre de hoy: esto es, su natural deseo de entender, de conocer las verdades. Como cantó –de nuevo y siempre- Machado: “¿Tu verdad?... No, la Verdad / y ven conmigo a buscarla. / La tuya guárdatela…”

Antonio González Noguerol.

jueves, 2 de mayo de 2019

FIELATO Y PEONES CAMINEROS


CASILLAS DE LOS PEONES CAMINEROS Y EL FIELATO.


Hay que ver la cantidad de cosas que han desaparecido del paisaje de nuestro entorno a través de los años —suponemos que como en tantos otros lugares-.
El ferrocarril, con su caminos de hierro desde Murcia y sus pasos a nivel de las carreteras. Así mismo a la entrada de Cehegín, muy cerca del paso a nivel, se ubicaba la casilla de los “Peones Camineros” (aún está en pie), unos operarios que antiguamente se encargaban del mantenimiento en las carreteras y caminos, cuando por las carreteras, como indica su nombre, transitaban carretas.
Cehegín C-3314 Km2, Cehegín-Calasparra C-415 KM 57, Mula-Caravaca.


El reglamento del cuerpo se promulgó el año 1908, y es un ejemplo de aquellos tiempos sin apenas derechos laborales. Por ejemplo, leemos el artículo 21:
“Las obligaciones del peón caminero, como guarda y encargado de los trabajos de conservación de la carretera, son:
1.ª Permanecer en el camino todos los días del año, desde que salga el sol hasta que se ponga.
2.ª Recorrer todo su trozo para reconocer el estado del camino, de sus obras de fábrica, paseos y arbolados y de los repuestos de materiales. 
3.ª Prevenir los daños que ocasionan los transeúntes en el camino, advirtiéndoles lo dispuesto en las ordenanzas ó reglamentos de policía, y denunciar á los contraventores.
4.ª Ejecutar los trabajos de conservación que sus jefes le ordenen, bien sea por tarea ó en otra forma, sin más descanso que las horas señaladas para almuerzo, comida y merienda. 
Y de esta índole diversos artículos más... y ¡todos los días del año! (Casi parecía un régimen penitenciario más que laboral). 
En las carreteras comarcales todavía subsisten algunas casillas, donde dormían y guardaban las  herramientas, con su aviso kilométrico. Con razón toda la vida se ha conocido aquel paraje de Cantalobos como “la Casilla”.


En las entradas principales del pueblo también se situaban las casetas del Fielato, nombre popular que recibían estas garitas para recaudar los arbitrios y tasas municipales sobre el tráfico de mercancías, aunque su nombre oficial era el de “Estación Sanitaria”, ya que aparte de su función recaudatoria servían para ejercer un cierto control sanitario sobre los alimentos que entraban en las ciudades. Una casilla se ubicaba en el Cantón, junto a la carpintería de los Rosendos, frente a taller actual de Antonio el Veneno y la otra aproximadamente entre el antiguo taller de Juan Francisco Abril y el actual supermercado Mercadona. Así, el tráfico de cualquier mercancía adquirida en otras ciudades debía pasar por esta especie de aduana, donde quedaba registrada su procedencia legal, previo pago del correspondiente arbitrio. 

Este tipo de control estuvo en vigor sobre todo en los tiempos de los racionamientos hasta principios de los años sesenta del siglo XX. En la actualidad los fielatos han sido sustituidos por otros mecanismos con los que el Estado puede controlar la fiscalidad y la sanidad de los alimentos. 


 El término fielato procede del fiel o balanza que se usaba para el pesaje. Otro lugar para control de pesos y medidas del mercadillo semanal y de los comercios de la localidad, se situaba en el llamado “Cuartico de Repeso”, anexo al Cuerpo de Guardia de la Policía Municipal. Algunos guardias encargados de aquella misión fueron, Alfonso Padilla y Javier de Maya, entre otros.

Restos de una casita del fielato.
Igualmente que los Peones Camineros, la jornada del Fielato era de sol a sol. Aunque, como siempre la picaresca española procuraba transgredir estos centinelas por otros caminos, veredas o sendas donde se introducía de estraperlo la mercancía, eludiendo el pago correspondiente.  

NOTA: Algunos datos son extraídos de diversas publicaciones.