Apodos de Cehegín

Diccionario del Noroeste

Recorrido por mi pueblo

viernes, 13 de diciembre de 2019

OREMUS


OREMUS                                   

  De “CÓMO VINO AL MUNDO LA ORACIÓN”
 (Poema de Luis Rosales).
…de manos que juntaron su hermosura
 para calmar, en la extensión nevada, 
su angustia al hombre y su abandono al viento.

                                                         

El culto al Creador no puede circunscribirse sólo al recinto de un templo, naturalmente no quiere esto decir que haya que abandonar estos refugios de piedad y reflexión, aunque el rezo no debiera ser un reflejo de los sentimientos de otros seres, no es una letanía desentrañada por un traductor y transcrita por un amanuense para que sea repetida como el eco monótono de una gota de lluvia. Ni siquiera ha de pertenecer a determinada religión o rito; simplemente constituye una actitud hacia nuestros más recónditos fundamentos, una convicción ante la vida, una respuesta al Universo que nos rodea. 
En todo caso, sí, una apacible plática a solas con Dios, con nuestra conciencia en suma a la que no podemos engañar...
Para algunos, orar es asistir a las ceremonias religiosas flotando entre los radiantes oropeles circundantes, lo imprescindible para observar los dogmas de su religión: las obligaciones heredadas de nuestros progenitores y una vez fuera del santuario la vida sigue y es otro cantar’.
Lo primordial es tener asegurado el “rualico” allá arriba tal como afirma la creencia. Y si sufrimos algún problema, hacer voto al Padre Eterno, que si lo soluciona, le rezaremos unas cuantas plegarias como pago del favor.
Hay otros ‘cantares’ como cuentan de Galileo Galilei que practicando ensimismado el rezo en una iglesia descubrió el Movimiento Pendular observando el balanceo de una lámpara colgada del techo.
O como exhortan con ardiente vehemencia los grandes contendientes actuales: el Gran Rostro Pálido Yanqui, el poderoso Jefe Amarillo, y El Pequeño-Gran Indio Islámico en sendas oraciones: - … recemos hermanos, porque ‘dios’ está de nuestra parte y nos ayudará a eliminar a los perversos infieles...- ¡Y cuidado con los gnomos fundamentalistas furibundos que van aflorando por doquier!
También rezongan otras definiciones del rezo bastante más abruptas, como la de mi tío Mazantine, ahumando el ambiente de aquellos oscuros días de posguerra con su pestilente cachimba llena de un sucedáneo del tabaco conocido como hoja, trozos de colillas recolectadas por las tabernas y mezcla de bote de tabacalera; mascullaba así: -“... hay que lanzar anclas al cielo, para así lograr que prendan algunas allá en el espacio infinito y de esta forma poder agarrarse en caso de que alguien reviente como un ‘ziquitraque’ nuestro truculento mundo...”-
Porque tal como continúa demostrando el belicoso cuaderno de bitácora, los tambores de los Cuatro Jinetes del Apocalipsis porfían atronadores, sobre todo para el mal llamado Tercer Mundo y por desgracia concurren muchos motivos para seguir implorando. Así nos lo recuerda esta "maldita y perseverante pandemia".
Pero no seamos pesimistas, por fortuna existen otras clases de rezos, acaso, más heterodoxos, pero sin duda, mucho más personales e íntimos, perennes y crecidamente auténticos. Es ante el espectáculo de un amanecer, el instante en que todos los seres vivos refrescan el ánima y el espacio se inunda de maravillosos matices, o cuando la música de Bach se sumerge en los más íntimos rincones de nuestro pensamiento, e incluso el simple contacto de la mano que recibe la tenue caricia de otra mano. Son instantes reverenciables que transcienden la experiencia de la plegaria convencional.
Un genuino néctar a base de sencillez, sazonado con embriagadores salmos calentados al fuego lento de la cordura.     
         Mucho antes de que existiesen las verdades propiamente dichas, los primeros seres racionales debieron pasmarse, excitados, al ver la sinfonía cromática del sol poniente filtrándose a través de las bambalinas enramadas de los árboles, o cuando las trémulas constelaciones claveteaban el firmamento con inagotable esplendor.
Y es que somos criaturas del Cosmos, no menos que los bosques que reverberan inefables después del aguacero o que esas estrellas fugaces que cruzan alocadas por los confines del cielo y por ende, con derecho a existir. Efectivamente, lo veamos claramente o no, el Universo evoluciona tal como debe.
          Por consiguiente, vivamos en paz con Dios, no importa cómo lo imaginemos. Y así sean cuales sean nuestros afanes y aspiraciones, en la ruidosa confusión de la vida moderna, entonemos un himno intercesor con nuestra alma.
Un viejo filósofo describía así la oración: -... una mezcla de estupefacción abrumadora, olvido de sí mismo y además sublime deleite, que es la verdadera catarsis y liberación del alma...”-

                                                           Antonio González Noguerol.
                                                          

jueves, 12 de diciembre de 2019

CUESTA DEL PARADOR

CUESTA DEL PARADOR.

 ( CASCO ANTIGUO DE CEHEGIN)

Cuesta del Parador

Cuesta del Parador, columna vertebral del 'Casco Antiguo' ceheginense y calle plagada de casas-palacio como las de don Eusebio Chico, don Fidel González-Olivares, el recordado médico don Jinés de Paco, Antonio 'de la Pura', Srtas. Ruiz de Assin-Musso —conocidas en la localidad como “Las Musas”—, y otros reputados personajes: entre ellos, hace muchos años, la fonda de Soria; pensión casa Paco, luego posada "la Española" de los Correas; y el parador del auto-línea Cehegín-Lorca, además del café-bar Juan Antonio, antiguo cenáculo taurino, donde además de jugar a dominó, se hablaba de todo lo acontecido en el mundo del ruedo. Casi todos, hoy, con nuevos propietarios y nuevas historias. 


Al final de la escalada, 'el parador' de la casona de Dª Blanca de Garnica, con su emblemática farola y torreón, donde luce el azulejo con la efigie de nuestra 'Patrona Maravillosa'; enfrente se muestra el esplendor de la casa-palacio de doña Nicolasa de Cuenca, ("la Aprensiva", según sus familiares), madre de don Juan Marín, (copia de la mansión de don Amancio Marín, hoy anexo a la sede del hospital de la Real Piedad); que albergó la centralita local y oficina de la Compañía Telefónica, (regentada recién acabada la guerra civil por Antonio Catalán Caparrós), y más adelante gestionada por doña Bibiana Barberán, hasta que se instalaron los teléfonos automáticos; enfrente se ubicó durante años la popular imprenta "Gonor" (anagrama de González y Ortega), luego traspasada a los hermanos Melgares Valero. 

El parador de Dª Blanca.
Aquella cuesta gozaba de vida propia con numerosos establecimientos: Pepito Orosio, amable comerciante de telas, aunque un tipo bastante desproporcionado y pequeñuso, con unas verrugas que le afeaban notablemente el rostro, aunque, contaban que poseía un magnífico cipote que hacia las delicias de ciertas meretrices, donde era asiduo visitante; su comercio se situaba en el bajo que hoy habita el mecenas de la cultura, cronista y entrañable ceheginero Abraham Ruiz, jubilado de la C.A.M.; la oficina local de Correos también se abrió allí junto a Casa Madrugás; Julián Gómez, estanquero que derramaba simpatía y cordialidad por doquier, mientras vendía tabaco y sellos, además de regalar sabiduría.
Y un par de farmacias completaban los servicios: el licenciado don Antonio Bañón, y la botica de la gracia personificada en la farmacéutica doña Tribuchi -años antes regentada por el licenciado Enrique Valcárcel (el de la boca torcida)-. Numerosos profesionales completaban los servicios: la carnicería Piní; Pepe el hojalatero; El relojero Polleras, con su marca propia "Felkris" ; Pepe y Fernando de la Rubia "Martínez Radio" ; y Juan 'el de los chinos', también radiotécnico; los Madrugás y tantos otros negocios en el baúl de los sueños.


Quien le iba a decir al dueño de la casa palacio de la familia Ruiz de Assin Musso, más conocido como Casa de las Mussas, que su hermosa y noble morada, se iba a convertir en galería de arte, un lugar donde se fomentaría la cultura, la contemplación de pinturas extraordinarias de autores tan importantes como Benlliure o Alcaraz y de nuestro entorno, por ejemplo, Nicolás de Maya, destacado pintor y escultor.
Recitales de música, conferencias o programas de radio en directo, una experiencia loable la de esta Fundación Ortega, un hermoso punto y seguido para aquella casona donde en otros veranos sonaba la música de Enrique Granados o la Paraelisa de Beethoven tocada por delicadas manos femeninas.
 

Luego en las horas noctámbulas, caballeros locales arrellanados en placenteros sillones de mimbre en el patio interior, disertaban sobre lo divino y lo humano, mitigando los calores caniculares con la refrescante limonada que elaboraba personalmente la esposa del anfitrión con limones recién cogidos en su huerto trasero.


Vetustos palacios que franquean la Cuesta, ¡cuántas tertulias celebrarían los hidalgos locales!, don Blas Torrecilla, don Antonio Bernal, don Telesforo Ortega o don Miguel Más, y otros amigos llegados de Murcia o Madrid, como el joven comediógrafo Juan Miguel García Porcel, y aquel prócer don Ramón Chico de Guzmán, 'el doncel de Cehegín'… ¿Quién sabe si también asistiría en alguna ocasión del político madrileño Francisco Silvela, íntimo de don Ramón o el gran tribuno, de afilada oratoria, diputado Vázquez de Mella, asiduo visitante de aquellas señoritas....? 


Rancias casonas cehegineras, repletas de muebles cuando eran obras de arte, ¡cuántos tesoros escondidos!, cuántos libros y cuánta música. ¿A dónde irían a parar…? Son todos los aparejos de una generación de personajes inolvidables que le prestaron una singular personalidad a todo el entorno.
Hace años se denominó Calle Obispo Caparrós, pero el pueblo siempre la llamó "Cuesta del Parador" en referencia al del palacio de Doña Blanca de Garnica. 
Se suele decir en nuestro pueblo: "Eres tan ceheginero como la Cuesta del Parador..." 
Cehegín lo agradece.

Fuentes: Publicaciones,  Fotos del autor y de archivos diversos y tradición oral.

martes, 19 de noviembre de 2019

LOS CAÑOS DEL PARTIDOR DE ABAJO

LOS CAÑOS DEL PARTIDOR

FUENTE DE LOS CAÑOS DEL PARTIDOR
Hay sitios ancestrales de Cehegín, dignos de mención, aunque se muestren como evocación para los pocos que los conocieron  o para quienes lo saben por tradición oral. Nos referimos a los Caños del Partidor. Fueron ubicados en la calle Ginés de Paco, justamente donde inicia la calle Mataró. 

Cerca de la popular Bodeguica donde también estuvo situada la ermitica de San José, propiedad de don Diego José de Góngora Espín en el siglo XVIII.
Hace más de sesenta años que desaparecieron estos famosos Caños, los últimos vestigios se mostraban en una tapia y un canal que lindaba por el huerto de Dª Virginia Martínez-Oliva.

Escalinata del jardín-huerto de Dª Virginia

Ya no existe la verja ni el nostálgico huerto con tintes aristocráticos donde estaba entronizada una bella escalera decimonónica, ni aquel Partidor de aguas que servía como suministro y gozo a las gentes de Cehegín. Allí se reunía el vecindario con sus cántaros a llenarlos de agua. También abrevaban infinidad de animales que llegaban de las huertas al pueblo, incluidas las diligencias y las galeras y coches de caballos que arribaban a la villa. Pero no solo éstos apagaban su sed, también la gente solía refrescarse en los chorros de la fresca y cristalina agua de la acequia del Partidor: “Decretaron sus Mercedes que en atención a que el agua que trae la acequia del Partidor que es del heredamiento del Campo, que riega la maior parte desta huerta, y de donde se abasteze esta villa y sus vecinos para el gasto de beber por ser la acequia más limpia que ay, se thoma en la partida de la rinconada, término de Carauaca quasi entre términos y el azud donde se toma dicha agua del río está inmediato a hazienda y viñas de don Blas Capel, presbítero de dicha villa…” Acta Capitular de 1 de agosto de 1720. Archivo Municipal de Cehegín.
Huerto de dª Virginia - siglo XVIII.
Hasta entonces, la localidad se nutría de aljibes, acequias y sobre todo del río Argos, donde también se lavaba la ropa y secaba al sol extendida entre los guijarros. 

Mujeres lavando en el río.

Las acequias han sido elemento esencial desde la época islámica. También es cierto, que, durante esta época, estaba penado el ensuciar el agua del río y las acequias, habida cuenta de los problemas que generaba la suciedad en las aguas, sobre todo en cuestiones de salud pública, por depender tanto del río Argos. Al fin y al cabo, el agua de las acequias principales provenía de este río. 
La obra originalmente tenía previsto el arreglo del camino del Partidor de abajo y la formación del conducto para traer el agua, y aunque el camino se arregla relativamente pronto, la obra de los caños se inicia, por fin, en agosto del año 1754, construyendo 335 varas de pared (unos 280 metros) de mampostería de piedra y cal de 1,26 metros de grueso por la que se conducirían las aguas hasta un pilar de piedra fuerte con cuatro caños, junto al empedrado del camino y además la conducción de aguas para la población, y fueron inaugurados el 24 de agosto de 1759, en una gozosa y calurosa mañana, cuando aún ni siquiera existía el solar de las bodegas Carreño, ni pasaría por la imaginación de los cehegineros que, siglos después, todos aquellos solares serían ocupadas por muros de cemento divididos en viviendas parecidas a “pequeñas jaulas” y en el cruce cercano se instalaría un monumento en honor al alpargatero y la industria que fue eje fundamental de la economía local.

Foto años 60, ya desaparecida la pilastra con los caños.

Según las actas capitulares municipales del año 1738, se decretó un auto de repartimientos entre Ayuntamiento y vecinos para la “obra del Partidor de abajo”, al objeto de gestionar el debido suministro en la encrucijada de caminos, uno para el convento de San Esteban extramuros y otro para los diferentes pueblos vecinos. Después de muchas disputas la obra fue adjudicada a un tal José Ballés de Lorca. Ostentaban las alcaldías Pedro Gregorio Álvarez Fajardo y Pedro de Paco Carreño.
Aquel hermoso abrevadero con sus cuatro restallantes caños transformaron Cehegín, imagínense, saciar  las necesidades sin bajar al río o las acequias. Los cántaros iban y venían y las tinajas incrustadas en aquellos soberbios tinajeros forrados de azulejos de Manises, rebosaban de agua cristalina en las moradas cehegineras, el comercio crecía en los alrededores y las industrias de aguardientes y otras fábricas, además de los excedentes para riegos agrícolas. En suma, aquel evento supuso una especie de pequeña revolución industrial de Cehegín. Se dice una frase proverbial sobre la mujer ceheginera: “Son tan guapas porque beben agua del Partidor…”
Siendo alcalde de la villa don Blas Torrecilla Gómez, en Acta de 12 de enero de 1867, se acuerda el arreglo de 'la Fuente del Partidor o Caños del Partidor' , que suministraban agua potable a la villa, acordando  que se embellezca y reforme, haciéndose una obra de sillería para la colocación de nuevos caños de bronce.
 Los caños del Partidor supusieron un notable avance  para las condiciones de abastecimiento de agua de la villa, y serían utilizados de forma principal para el suministro, hasta que en 1924, durante el mandato de don Antonio López Gómez, (a) Antonio Cola, que inició el proyecto de construcción de la red municipal de agua potable, una mejora fundamental en todos los aspectos para el desarrollo del pueblo, y sobre todo cuando el Ayuntamiento se adhiere a la Mancomunidad de los Canales del Taibilla en noviembre del año 1927, siendo alcalde de la localidad don Fidel González Olivares.
Los Caños del Partidor” han quedado en el recuerdo inmortalizados por viejas fotografías y pinturas que testimonian algo digno de evocar a las futuras generaciones y que supuso a los cehegineros del siglo XVIII un progreso en cuanto a higiene y servicio público se refiere.

Cuesta del Partidor (antes de  reformar los fatigosos poyos actuales)

Bien merecería en su evocación, instalar una pilastra donde manaran unos chorros de agua, aunque fuese del Taibilla, que sirvieran de adorno y también para apagar la sed de los viandantes. ¿Porqué no…?

A. González Noguerol. Motolite 
 (Nota: Algunos datos y fotos recogidos en Archivo Municipal y otras publicaciones)

viernes, 23 de agosto de 2019

NOCTURNO CEHEGINERO

NOCTURNO CEHEGINENSE    

"Noche, que cobijas de cielo mis sueños,
no dejes que el día los espante...
"



La noche descendía por los cabecicos de Rompealbardas y su sombra, mancillando los huertos de Cantalobos, rebosante de promesas impalpables y delirantes, se embriagaba con el vago perfume de los remansos del Quípar, olores de algas y barbos, evocando, tal vez, a la mar mezclándose con la mareante campiña.
Allá a lo lejos, por las veredas de Cañalengua, una bandada de avecillas planeaba hacia el reposo y desde el fondo oscuro del ‘horizonte de perros’ se divisaba el inquietante resplandor escarlata de la jungla moratallera, ¡que ardía!... El maravilloso cromatismo de la anochecida…
Ante aquel espectáculo del crepúsculo estival, teñido de matices añiles y ambarinos que se filtraban entre los algodones vespertinos, ribaceando por oscuridades pobladas de furtivos susurros y nupciales, de diminutos cucuyos y luciérnagas que danzaban entre las altas hierbas asustando a los plácidos caracolicos que sorbían presurosos la última libación…, ante ese sencillo milagro…, parecíamos respirar un bálsamo suave de la perenne floresta ceheginera, delicioso, divino, único: la fragancia que la canícula vierte sobre los frutales tardíos y en los corazones que aguardan la inerme recalada de la melancólica estación.
Y es que nuestra civilización ya no conoce la auténtica noche. La ha postergado. Con los faroles, hacemos retroceder el ascetismo y la belleza de la oscuridad a los bosques y a los ríos; ni siquiera las aldehuelas o los caseríos quieren saber de ella. ¿Será acaso porque la gente de nuestro tiempo teme a las horas noctámbulas, a esa vasta serenidad, al misterio del espacio infinito, a la austeridad de las estrellas?...


En estas veladas estivales, cuando el perezoso reloj hace declinar al astro rey, es tiempo de vagar por nuestro recóndito Casco Antiguo, silencioso y poético.
Dicen que en las horas nocherniegas del Marmallejo acuden los pensamientos más hermosos, los más sinceros, los más reflexivos. Es cuando la conciencia se confiesa sin esperar la absolución. Y entonces la inspiración hace acto de presencia por los infinitos recovecos del espíritu brotando, como una embravecida alfaguara, todos los enigmas de nuestro controvertido ser: es el genio oculto que pugna por manifestarse.


Aposentados en el privilegiado otero del Castillo ‘ceheginense’, ya despojados de cualquier prejuicio, de cualquier mesura, nos dejamos seducir por los cantos de las sirenas que en la lejanía nos emplazan con sus guiños lisonjeros. Son lluvias de estrellas, cataratas de lucernarias que en la bochornosa noche postrera saltan alborozadas por su fugitivo recinto de fuegos de artificio.
 Por la ‘Mina Carlota’, asoma la luna lunera vertiendo chorros de plata sobre los exuberantes mares de Canara mientras sonríe irónicamente percibiendo el decadente esplendor de las tortuosas callejas medievales con el sonsonete de los vetustos parroquianos de tango y taberna y sus nostálgicos cantos mineros.


En busca de su idealizada Esmeralda, Quasimodo, ebrio de quiméricas hidalguías, pulula anhelante y taciturno… Entretanto la diosa Selene, se alza inefable sobre el laberíntico "Puntarrón" oteando con su diáfana luminiscencia a Endimión, mientras traspasa el sutil velo que baña el paisaje con una cascada brumosa de argenta.
Sumidos en la onírica abstracción de aquel lírico instante, de tanta quietud impuesta por los mohines de los luceros, creemos profanar las puertas de lo intangible.
Más allá, en la modernidad, los urbanitas aletargados por el civilizado fragor, aturdidos por la artificiosa brillantez festiva, extraviados de la deidad maravillense…, inválidos al fin, atesoran sólo su altivez y se iluminan de oro en afectada modorra placentera.


En nuestro interior la bendita noche esclarece el enigma con una cadencia procedente de la inmensidad. Es la música que plañe por los desdichados, por los atormentados de siempre..., es el instante de charlar abonico con Dios.

Fotos de Antonio González  y Pablo López.

miércoles, 14 de agosto de 2019

EL VERANICO Y LOS ‘AVIONES’

 EL VERANICO Y LOS ‘AVIONES'


      "Dolores ‘la golondrina’ /  lloraba por las esquinas / En la turbia madrugá…"


Vista desde el Paseo de la Concepción

Cómo me gusta visitar el incomparable paseo de la Concepción de Cehegín, quizá el más extraordinario mirador del Noroeste de Murcia. Recibo el alborozado saludo de miles de golondrinas revoloteando alegremente por los abismos del Coso, y es que festejan sus cortejos nupciales en el fresco aire de la mañana ceheginera.

Golondrinas y vencejos revoloteando por el Alcázar
Las románticas golondrinas, qué alegres trisan junto a los vencejos, más conocidos en estos lugares con el eufemístico apelativo de ‘aviones’, acaso por la elegancia como planean por el aire, iniciando, por fin, el exilio anual en busca de otros horizontes.
Sus cobijos de cobre por los zopeteros del Coso y los precipicios del Puntarrón, donde en días pasados coqueteaban apareándose deliciosamente en su vuelo ágil y veloz, quedan ahora vacíos y desmayados. Y es que nos acercamos inexorablemente al ecuador del verano. 
Ya se observan caras nuevas por nuestro pueblo, visitantes, amigos, y viajeros curiosos en busca de nuevos paisajes que también disfrutan de nuestro placentero clima, y de nuestro sorprendente casco antiguo..., por aquello de "Maravilla Rural".
Atardeceres tibios donde el astro rey sestea, bañando de oro nuestros fértiles huertos que despiertan de la modorra veraniega y expanden el rico aroma a melocotones sazonados y dulces perfumes de los jazmineros. Y es que esta maravilla de Cehegín –por algo se le llamaba ‘Tierra de Dios’- nos obsequia con estas relajantes atardeceres que invitan al paseo nocherniego.
Placentero atardecer por el Argos.
Sueña el poeta en las cálidas noches de estío. En el camino hacia septiembre cerramos los ojos y aún se perciben los regalos de la floresta. Ya, a medianoche, si contemplamos absortos la cúpula celestial veremos cómo aflora toda una galaxia de coleópteros luminosos que nos guiñan intermitentes y si aspiramos la brisa nos embriagamos con las fragancias emanadas de los ‘galanes de noche’ que tratan de transportarnos a ese reino de las estrellas.

Olores, sonidos, y sutiles presencias del verano que maduran nuestra existencia y que agudizan los sentidos más imperturbables. Es un mundo bullicioso, fecundo, demasiado activo para observar más calendario que el del Sol y el de la las largas horas luminosas del crecimiento y la abundancia. Es el momento de saborear todo cuanto nos ofrece la Madre Naturaleza.
Calor, tormentas, o noches arrebatadoras: el verano ofrece contrastes a los compositores y artistas: a los creadores en suma. Pues sí, el estío se ofrece lujurioso y eufórico, los días soleados con cielos azules límpidos donde se busca la sombra, la brisa, el frescor del arroyo; cuando las chicharras entonan su melancólico llanto ofendidas por tanto agobio y bochorno. 

Paseo por la Via Verde, una tarde de tormenta veraniega

Pero mientras, inesperadamente aparece un amenazadora sombra en el cielo y se avecina una terrible y breve tormenta que altera la tranquilidad, y después aparece el radiante arco iris con su maravillosa gama de colores que retorna la calma al espacio intangible.
El ciclo se ha consumado.

























sábado, 10 de agosto de 2019

LAS CABAÑUELAS


Tiempo de Cabañuelas


En agosto, frío en rostro”. (Después de las cabañuelas, el tiempo cambia y refresca).



La otra tarde, escuché en la radio unos comentarios sobre Las Cabañuelas. Me despertó tal interés que me dio pie para este artículo uniendo lo escuchado a otros datos que guardaba, así como referencias orales de mis antepasados.
Las cabañuelas formaban parte de los vaticinios y adivinaciones empleados por nuestros antecesores como medio para predecir el tiempo atmosférico. Algo así como las herramientas usadas hoy por los servicios meteorológicos. Eran de uso más o menos generalizado hasta principios del pasado siglo. Reemplazadas por el Almanaque Zaragozano y otros medios similares, pervivieron hasta los años 50 del siglo XX. 


En Cehegín como en cada pueblo del Señor, siempre hemos tenido viejos adivinos, antiguos aurúspices como aquel desarrapado buhonero apodado 'el tío la Moa' (de la Moda), que vendía el Almanaque Zaragozano y si indagabas más te espetaba: "¡Vienen tiempos difíciles con rayos y truenos!... y algo más que no puedo demostrar porque podría parece blasfemia."
Recuerdo a mi abuela, atemorizada por las predicciones que señalaban las cabañuelas, aseverar: —«Nene, vamos a recogernos que esa cabañuela tie malasombra…, no te se ocurra bañarte en las “vaeras” del río que 'pués' pillar unas calenturas…»— o aquella vecina alcandora que le gritaba a su hijo, cuando se iba a bañarse a los sifones del tren: "Ten cuidiao, y como 'tiahogues', aquí no vengas porque te amanso a apargatazos..."


Y es que el porvenir siempre ha sido causa de supersticiones. Pero el futuro, por suerte, es inescrutable. El hombre, con las facultades tan limitadas que posee, no puede prever las contingencias futuras más que en una órbita muy reducida.
La previsión del tiempo se puede realizar sólo con manifestaciones muy palmarias y muy estudiadas, contando además con sofisticados aparatos de observación y sólo para un plazo muy corto de días. E incluso así, tampoco puede darse todo el crédito a aquello que va revestido de forma científica como es la actual predicción del tiempo.
Sin embargo, las cabañuelas se basan en largos siglos de observación y comprobación de los fenómenos atmosféricos llevada a cabo por gentes que conocían y dependían del cielo. No necesitaban relojes, ni brújulas o atacires, ni otros artilugios, el sol y las estrellas bastaban para aclararles las incógnitas. La gente que durante generaciones vivió en pleno contacto con la Naturaleza y alejada de las ciudades, observaba los fenómenos físicos desconociendo sus leyes y necesariamente caía en brazos de las supersticiones.
El presagio es una especie de adivinación o conocimiento de las cosas futuras por medio de señales que se han visto o de intuiciones y sensaciones. Los presagios son debidos todos al azar. Los augurios intentan buscar una relación entre lo sucedido y las causas que puedan haberlo desencadenado, aunque apartándose del orden lógico de las cosas, pero las Cabañuelas no fallan nunca, somos nosotros que no las entendemos lo suficiente para saber interpretarlas.
Cabañuelas es diminutivo de cabañas, en las cuales habitaba el pueblo judío cuando iba errante en busca de la Tierra Prometida. Ya entonces hacían sus observaciones y sacaban sus pronósticos obteniendo muy acertadas conclusiones sobre los años de vacas flacas y vacas gordas.

De esta forma ¿Qué son, pues, las Cabañuelas…? Son un fenómeno climatológico muy rápido y diverso que se produce en el firmamento desde el 1 al 13 de agosto, ambos inclusive, todos los años y que después encaja perfectamente en los 12 meses del año siguiente. Las Cabañuelas no terminan el 13, después siguen Las Retorneras o «de retorno», a la inversa desde el 14 y hasta el 25, las cuales son el complemento de todo el conjunto. Nos podríamos extender pero sería muy prolijo el tema. Podríamos explicar el significado de ciertas cabañuelas como la de “a derechas”, otras “a retaculas”, la “Santa Lucía” o la catedral de las Cabañuelas: “La Candelaria”.  


A lo largo de los siglos se han escrito muchas conjeturas y han ocurrido numerosos avatares, algunos incluso anunciaban el fin del mundo. Y continuarán aconteciendo muchas más, sucederán altibajos, sin embargo nunca sucederá nada que no hayamos conocido a lo largo de la historia.
La mano del hombre influye algo en los eventos y sería provechoso cuidar el medioambiente, puesto que muchos de los vaivenes que descomponen los ciclos meteorológicos son ocasionados por las agresiones que perpetramos a diario contra nuestro planeta.
Según apuntan entendidos en la materia, los primeros 49 años corresponden a 7 ciclos de 7 años cada uno, que también pudieran ser 6,5 que son la mitad de los 91 años que componen los 13 ciclos y que al mismo tiempo confrontan perfectamente con las Cabañuelas del hemisferio Sur, que comienzan el 2 de febrero y además festividad de la Candelaria, de ahí el nombre citado anteriormente.
Los grandes cambios climáticos no tienen lugar en enero, como algunos aseveran, sino que dan comienzo en el mes de agosto y en período de Cabañuelas, aunque comencemos a contabilizarlos en enero para completar años enteros: conclusión, en agosto del año 1993 tuvimos un cambio climático que ajustó las ciclos y cada estación en su sitio. Siete años después, en el 2000, 2007 y 2014, se repitió la suerte y se produjo otro cambio climático en período de Cabañuelas. El mes de agosto desajustó otra vez el tiempo, mojó los puntos secos y fue más tibio, o sea los períodos secos más fríos y los mojados más suaves y templados. En agosto desajustó otra vez el tiempo, mojó los puntos secos y fue más tibio. 2019 nos ofreció Julio y Agosto bastante calurosos. Luego “alguien” nos regaló el funesto y misterioso virus, 2019-20,  y llegó el impredecible 2021, que debía ajustar los ciclos de nuevo, pero fue un año loco, como este 2022 que no sabemos cómo se portará finalmente. Así al menos lo aseguraba mi amigo y confidente, experto en cabañuelas Pedro 'el Risicos'.


A.González Noguerol (Motolite)  

 NOTA: Algunos datos y fotos proceden de diversas publicaciones.

sábado, 3 de agosto de 2019

LA VIRGEN DE NIEVA Y EL ESCOBAR

PEDANÍA DE EL ESCOBAR. 

LA VIRGEN DE LAS NIEVES  (En otros lugares, conocida como Sta. María la Mayor). Su onomástica es el día 5 de agosto de cada año, en esta pedanía se celebra una procesión por todos los caminos del caserío, donde son obsequiados los asistentes con diversas viandas propias del lugar. Su antigua capilla del siglo XVI, de pintoresca estructura, como tantas del término municipal, desapareció a causa de un terremoto a mediados de los años 40 del pasado siglo. En los años 50, para reanudar las celebraciones se construyó una nueva ermita de sencilla hechura.

Ermita actual del Escobar.


La imagen de la foto es la antigua, desaparecida en la malhadada contienda civil, en la que se observa el patronímico, por la supuesta aparición que se originó en el Cabecico de la Cruz en un tumultuoso temporal de nieve.
Nuestros antepasados del Escobar y de Cehegín, la nombraban con el extraño apelativo de Virgen de Nieva, el cual es sumamente curioso, aunque se sabe que existe esta advocación en numerosos poblaciones de nuestro país, efectivamente, este título castellano se generalizó de manera importante durante todo el siglo XVIII y era ungido por el original en el Santuario de Nieva, de Segovia. La Virgen de Nieva de El Escobar aparece en la documentación de principios del siglo XIX.  Sin embargo entre las últimas generaciones suelen denominarla Nuestra Señora de las Nieves.
Según datos de nuestro amigo, el cronista y archivero municipal  F. Jesús Hidalgo, respecto al oratorio, decía don Alonso de Góngora y Fajardo, en 1818: “Las ermitas del Escobar y Vurete, de esta huerta, la primera con la advocación de Nuestra Señora de la Nieba y la segunda con la del Patrocinio del Señor San José, estas se fabricaron por los fieles de  sus respectibos partidos. Tienen los mismos que los de arriba (el autor se refiere a las ermitas que nombra con anterioridad en el escrito) y celebran todos los días de precepto el mismo capellán en cada una ermita una misa para que la oygan los feligreses de sus partidos. Los moradores en aquellos cortijos contribuyen con su limosna, acuden a el socorro de todo lo necesario para ellas como a el pago de limosna del capellán, que en el día lo es el presbítero don Francisco Ydalgo, y antes lo fue este fraile”.
El topónimo de la población es de origen romano, ya que 'Escobar' deriva de la palabra latina scoparius, una retama de flor amarilla utilizada como tinte y para fabricar utensilios domésticos como escobas.
Antaño solían celebrarse competiciones deportivas, característicos partidos de fútbol entre equipos de los aledaños, el Real Escobar y el Atlético Escobar, 
concursos de truque y juegos típicos de la tierra. En la jornada grande se celebra la romería por las veredas y cortijos, con la imagen de la patrona. Días después se la vuelve a homenajear en su ermita con una eucaristía cantada y una posterior procesión, la última tarde de fiestas, termina con las tradicionales pujas, una especie de sorteo para recaudar fondos.


Uno de los festejos más antiguos de Cehegín es la ‘Fiesta de los Inocentes’ en esta pedanía del Escobar. Podrían remontarse a la época ibérica. Se desarrollaban durante los días de Navidad, concretamente 25, 26, 27 y 28 de diciembre. 
Un grupo de estos ‘inocentes’ salía a la calle llamando a las casas para 'pedir limosna'. Estaba integrado por el mayordomo de las fiestas, uno o dos panderos, cuatro músicos, cuatro personas que representaban el papel de inocentes, un ‘juez’ y un ‘alcalde’. Los cuatro inocentes lucían sendos sombreros altos, parecidos a los de copa, pero más anchos y los enredaban con cintas de colores, además cada sombrero, iba adornado con espejitos y vistosas flores. En la visera se colgaba un collar de perlas. Cada inocente lucía un pañuelo de seda al cuello (de distinto color) con una sortija idéntica para cada uno. El pandero y los cuatro músicos (dos guitarras, un laúd y una bandurria) iban abriendo el pequeño cortejo, mientras interpretaban las típicas jotas, pardicas, malagueñas, manchegas y pasodobles. El mayordomo llamaba a la puerta de las casas, al tiempo que exhortaba "pedimos las ánimas benditas". El ‘juez’ con el rostro pintado y gorra de plato, guerrera y una ristra de guindas colgada. El ‘alcalde’, se cubría la cabeza con un sombrero de copa alta, y una ‘rastra’ de chorizos que colgaba de su cuello, además de otra de guindas en la solapa del gabán y un enorme bastón en la mano. 
El 25 de diciembre por la tarde comenzaba la cuestación de limosnas. Y los días 26, 27 y 28 llamaban a las puertas. No sólo se recogía dinero, también alimentos de todas clases: trigo, patatas, espinazos de la matanza del ‘cochino’, higos secos, ‘rastras’ de guindas y pimientos. El día 28, festividad de los Inocentes, se celebraba una misa al mediodía en la iglesia vieja y al finalizar, se celebraba un ‘baile de ánimas’ en la Era y, después de la pitanza seguía la danza. Ese día, antes de la misa, durante la postulación, un ‘inocente’ le quitaba el libro al cura, y se le imponía una multa, que solía ser de cinco duros. El sacerdote indicaba: -“No puedo oficiar la misa, porque me han sustraído el misal. Esto tiene que ser cosa de los inocentes”-. Uno de los aludidos respondía así: -“No, señor, el misal no está perdido, sino en Roma; cuando pague usted la multa que el señor alcalde le ha impuesto, el libro estará de nuevo aquí.”- El cura debía pagar la cantidad exigida para que los inocentes le devolviesen el libro. El dinero y los géneros recogidos por las “ánimas”, eran utilizados para pagar los gastos de la fiesta. El Mayordomo se encargaba de suministrar tabaco y comida a los músicos y a los ‘inocentes’. Y además a cada uno de estos últimos debía comprarles unas alpargatas y calcetines. El domingo siguiente al término de la Navidad, los productos sobrantes de las recaudaciones eran puestos a subasta entre los habitantes del Escobar.  Con aquel dinero se financiaba las fiestas del año siguiente en honor de San Antón Abad y la patrona la Virgen de las Nieves. 

NOTA: Algunos datos y fotos del autor y de Francº Ortega Bustamante, José Mª Alcázar, Archivo Municipal, y diversas publicaciones.

viernes, 2 de agosto de 2019

Monedas, Tesoros y otros Alzados.

MONEDAS Y TESOROS.

"¡Qué presto se consolaron / los vivos de quien murió!
Y más cuando el tal difunto / mucha hacienda les dejó."
Calderón de la Barca.

Antiguos maestros acuñadores de monedas.
Las primeras monedas con carácter oficial fueron acuñadas en Lidia, (hoy Turquía), aproximadamente entre los años 680 y 560 a. C. Fue probablemente durante el reinado de Ardis de Lidia cuando los lidios empezaron a acuñar moneda, aunque algunos numismáticos han propuesto fechas anteriores o posteriores, como el reinado de Giges de Lidia o el de Creso "El Opulento". Estas acuñaciones llevan como símbolo heráldico un león representando a la Dinastía Mermnada a la cual pertenecían los reyes. La pieza fue acuñada en electro (aleación natural de oro y plata) y con un peso de 4,75 gramos y un valor de un tercio de Estátera.

Después de la experiencia de Lidia comenzaron a acuñarse monedas por orden de Darío de Persia, posterior a la conquista de Lidia, en China y más tarde en Grecia, para ser adoptado finalmente por todos los pueblos.
Templo Juno Moneta
Su nombre proviene del latín “moneta”, debido a que en la casa romana donde se acuñaban estaba anexa al templo de la Diosa Juno "la Avisadora" o Juno Moneta, encontrándose esta actividad bajo su protección. A este sitio donde se realiza la acuñación de monedas se le conoce con el nombre de "Ceca" o "Casa de Moneda". 
Y a consecuencia de la acuñación de monedas, sucedieron las historietas y leyendas ocurridas en Cehegín que vamos a referir a continuación y que dieron lugar a numerosas especulaciones e investigaciones. Lo cierto es que son historias de la tradición oral y posiblemente contengan rasgos fabulados ya que no existe documentación que las avale, sin embargo no carecen de gracia e ingenio.
Preciosa vista Cuesta Parador y diversas casa-palacio.

Cehegín, nuestro pueblo es un conglomerado de casonas-palacio que como todos sabemos guarda innumerables historias con toda clase de personajes de fábula de cuyas vivencias se podría compilar un libro con sus amoríos, riquezas y tribulaciones. Alguna vez hemos referido los numerosos ‘alzados’—nos referimos a caudales escondidos— que solían guardar las casas nobles, seguramente por miedo a epidemias, guerras, invasiones, robos  o tiempos precarios.

En el palacio de Álvarez Castellanos, contaban nuestros antepasados que tras uno de los escudos mamposteados en su fachada se ocultaba una notable suma de monedas de oro que apareció cuando picoteaban para destrozar un avispero. También se referían a otra curiosa anécdota y fue que en la misma morada un albañil al volcar un tabique dio con una habitación ignorada donde se ocultaba gran cantidad de garrafas de vino solera, ya convertido en un caldo espeso como el arrope; relataba el alarife: -"La señora, por el hallazgo, me obsequió con dos de aquellas garrafas, que eran de 16 litros, y no veas las torrás de pan de carrasca con el nutritivo caldo espeso extendido, ¡menudos desayunos nos dábamos cada día mientras duró!"



Otra intrigante historia, no muy lejana, se produjo en la parte trasera de la casa-palacio de la familia Marín, situada en la Cuesta del Parador (donde antaño se ubicó la Central Telefónica local). Resulta que unos niños jugando con un arquilla pequeña hallada arrinconada, entre otros trastos, en un añoso corral de las dependencias del servicio, y vacía en apariencia, la arrastraban tirando de una cuerda a guisa de carrito hasta dar volteretas por la cuesta del Cantón y propinándole toda clase golpes, incluso jugar al futbol dándole patadas hasta que la arquilla reventó por un lateral y cuál fue la sorpresa de los zagales cuando empezó a salir un chorro de antiguas monedas de oro que habían permanecido apiñadas durante años. De esta historia, ha quedado el apelativo de “Casa de la monedas”, un inmueble construido después del hallazgo del tesorillo, en el solar donde se escondía la célebre arquilla acaudalada.




En la misma casa se cuenta que atesoraba la abuela del citado propietario un ‘alzado’ bajo cuatro llaves, tras un gran retrato de sus antepasados, en cierta ocasión, viéndose enferma y presintiendo la visita de la 'Parca', llamó a su fiel mayordomo y le confió el secreto: “Juan te voy a desvelar un asunto muy delicado, pero me tienes que prometer guardarlo hasta mi muerte.” Y le mostró un pequeño hueco, disimulado tras un enorme cuadro de un antepasado, donde se albergaban dos arquillas repletas de monedas: Peluconas, Luises, Isabelinas y otras monedas de la época de Isabel II, además de diversidad de joyas, etc. Y continuó con estas recomendaciones: “Llamarás a mis hijos y les entregaras a partes iguales todo este preciado tesoro.”  El viejo criado, perplejo ante aquella fortuna, solo le quedó aliento para susurrar: “Haré lo que pide señora…” – Entonces la anciana, introdujo la mano en el hueco y sacó un puñado de aquellas monedas y se las entregó: “Esto es por tu discreción y lealtad, por si no fueres recompensado cuando llegue el momento.”- 



Cuando falleció la anciana señora, el celoso guardián de aquellos caudales que reposaban ocultos destinados a los afortunados herederos, los convocó informándoles de los últimos deseos de su desaparecida madre. Los hijos y herederos, estupefactos ante aquel misterioso caudal y por su fidelidad, también gratificaron al honesto mayordomo.

NOTA: Algunos datos proceden de la tradición oral y de historias locales..