Apodos de Cehegín

Diccionario del Noroeste

Recorrido por mi pueblo

sábado, 29 de agosto de 2020

EL FOTÓGRAFO ‘AL MINUTO’.

 

EL FOTÓGRAFO ‘AL MINUTO’.



El otro día, rebuscando entre viejas carpetas encontré una fotografía que data de los años sesenta, tiempos de adolescencia, y se me desbocó el torbellino de las evocaciones deambulando por el Camino de la Estación de FF.CC., donde la gente, sobre todo los jóvenes, solíamos pasear los días de fiesta junto a nuestra pandilla de amigos, con el principal objetivo de acercarnos a la niña de nuestros sueños, lo mismo, -digo yo-, que pensarían las mozas en busca de novio.

Crrta. de Murcia con los álamos (hoy zona Banco Sabadell)

Por aquellos placenteros álamos que encaminaban a la estación, (hermanos menores de la inagotable alameda que ofrecía su generosa sombra por toda la carretera del Cehegín lugareño), solía merodear un fotógrafo conocido como "El Porreta", cuyo nombre era Salvador De Gea, que vivía por la Iglesia de la Soledad, siempre pertrechado con su rústica cámara, en busca de posibles modelos que posasen delante de sus narices y de su mágica máquina de perpetuar instantes ilusionantes. De aquellas luminosas tardes sólo queda la nostálgica memoria de estas imágenes en blanco y negro, como los tiempos que corrían, aunque para aquellos jóvenes fuesen casi de color de rosa. La foto y la remembranza del retratista me han hecho recordar aquellos incipientes años de la juventud, una mixtura agridulce de proyectos, algunos felizmente conseguidos y otros que se fueron relegando en las cunetas de la senda de los sueños. Otros grandes fotógrafos que, así mismo, recorriendo cámara en ristre, plasmaron parte de la historia de Cehegín, fueron Ginés López (Farandol) y otro conocido retratista Manuel Ruiz Pérez, cuyo extenso archivo guarda con especial cariño su hijo Rufino, también extraordinario fotógrafo y celoso guardián de la intrahistoria ceheginera.

Paseo dominical años 60.

Así mismo consiguió esa añosa fotografía asociar la invocación de los días previos a setiembre, cuando las fiestas patronales se perfilaban por el crepúsculo estival y las afanosas mujeres, además de la rutina diaria, revolucionaban sus moradas:  restregar con arena y limón los cobres y quitar el polvo de las fuentes del ‘País negro’  de la Cartuja sevillana, o encalar las rugosas paredes, y refregar con hisopos de agua la fachada de la casa tratando de darles, al menos, un aspecto aseado, y para la noche quedaba la costura, dándoles vuelta a las usadas ropas para mostrar su cara menos ajada en una pobre pantomima de estreno no permitido. Eran, sin duda, otros tiempos más precarios.

El circo y los payasos.

La ‘saudade’ también me ha despertado en aquellas siestas con soles de cobre, cuando la caterva de zagales en edad levantisca llegaba hasta el ferial, apenas ocupado, para ver cómo, fiel a su cita, el circo empezaba a tomar vida, gracias al sudoroso quehacer de fornidos hombres morenos que después, con mágica polivalencia, nos harían reír con sus narizotas pintadas y sus enormes zapatones dándose revolcones por los suelos y engañando el payaso tontarrón al más listillo. El impactante 'Tren de la Bruja' que atemorizaba a los más peques, mientras otros le escamoteaban la escoba en cuanto se descuidaba el 'demonio'.


He sentido el temblor emocionado de volver a romper la indigente lata de conservas pegada al suelo con yeso, transformada en hucha, y contar dos puñados de míseros “perrogordos” y seguramente cinco o seis solitarios “reales” de aquellos con el agujerico en el centro, que trabajosamente habíamos conseguido ahorrar durante un largo año, con la vista puesta en esa mágica semana festera. 

Casetas y carruseles en el Paseo de la Concepción -año 1947-

He refrescado mi memoria con las voces de los turroneros, que ofrecían con insistente monotonía “¡Rico turrón, tengo del duro y del blando…!”, apartando con su mano la persistente voracidad de las moscas golosas, dispuestas a atacar a pesar de la redecilla que protegía el género. He vuelto a ver las joyas venidas a menos de los puestos de baratijas, que apenas refulgían bajo la mortecina luz de un carburo que resudaba sus pestilentes flujos, ofreciendo su brillo mate a las cautivadas mocicas y sus huidizos acompañantes.

El Mesoncico en fiestas patronales.

Y las mesas de garbanzos torraos, -perlas de yeso-, con su salobre petición de vino de la tierra para los mayores y gaseosa para los pequeños. Y las barras de hielo y el rascador y los apetecibles helados que ofrecía “el Marcelino” al grito de: -“Hay refrescante limón granizado y rico ‘mantecao’ helao”. 

O el jocoso Juan “el Tortas” ofreciendo su exquisita horchata de almendra, y cuando se acercaba alguna zagala en flor, exclamaba: “¡Qué culpa tengo yo que esté tan buena…!” (Es evidente que se refería a la horchata). Los revoltosos molinillos de papel, ahora quietos en el sopor de la noche canicular, esperando que las alocadas carreras infantiles en medio del bullicio los pongan en movimiento; las trompetillas de sonido cargante y estrepitoso que los jovencísimos pulmones reventaban a pitorrazos; las garrotas de caramelo, en espiral de colores, como un anuncio de barbería antigua; las golosas almendras garrapiñadas o los dulces de novia y los nevados turrones de patata; las exóticas tajadas de coco o las refulgentes manzanas acarameladas sujetas con un palito a guisa del ‘chupa chups’ -que aún no existía.- ¡Cuántas tentadoras golosinas al alcance de pocos…!

Casetas de feria con infinidad de ilusiones.

La banda de música, con sus abollados pitos afinados en tono brillante, aguardaba dispuesta a interpretar el tradicional pasacalle desde el viejo Mesoncico, escoltando al orador sagrado de las funciones religiosas hasta La Magdalena. 



Y el achacoso volador que giraba, giraba y giraba... como la recordada canción "Il Mondo",  chirriando gracias a la cansada manivela de aquel viejo polaco de enormes bigotes canos, que decía no recordar en qué año nació, siempre con su humeante cachimba rellena de la mezcla de tabaco de bote y de hoja, y las estridentes barcas, que apenas se columpiaban con nuestro intrépido impulso intentando planear sobre los Cuatro Caminos en un trozo de noche estrellada con olor a aceite de churros y fogoso chocolate del ‘Corazón de Jesús’.

Y por allí también merodeaba el fotógrafo “al minuto” a la caza de la retentiva festera. Aquel que aún podemos ver en alguna película de Tony Leblanc captando paletos en la estación de Atocha. Ese retratista artesano sí que era un verdadero artista que, sin photoshop ni artificiosas técnicas, era capaz de convertirnos en Carmelo, el guardameta del Bilbao, el infortunado torero de moda Manolete, o un intrépido aviador montado en su Junker requisado a la Luftwaffe para liberarlo de la vergüenza bélica y dedicarlo a los juegos y a la sonrisa. 

Mi abuelo, el veterano solista de fliscorno de la banda y yo. 

O un apuesto jinete, transportando a la grupa de su estático caballo, a la niña de sus amores, que siempre terminaba por ser la propia hermana. Con la parsimonia de quien se sabe un artista y la destreza y maestría de quien con un simple trípode achacoso y una caja de madera con un enigmático paño negro y una rudimentaria multiplicación de lentes, era capaz de calmar los sueños inocentes de aquellos niños que fuimos y que en el fondo seguimos siendo. Dejadme pues, amigos, que pose para ese fotógrafo acartonado de arremangada bata azul y antiparras de empringada mirada, para que al menos por un minuto, vuelva a ser ese zagal que ahora añoro.

FOTOS: Diversos archivos y fotógrafos locales.



jueves, 20 de agosto de 2020

PUBLICIDAD SUBLIMINAL

 

ANUNCIOS SUBLIMINARES

Pregunta el papá: "¿Qué te gustaría ser de mayor...?" -  El niño responde: "Yo, Pastelero...,"- "Nada de eso", -replica papá: "Tú, tienes que ser un Ronaldo o un Julio Iglesias, para ganar mucho dinero y ser muy famoso."


El otro día runruneaba un poco tedioso en el sofá, y presté atención, más de lo habitual, en los anuncios de la televisión y el mensaje que enviaban a sus pobres víctimas, cuyo objetivo es vendernos 'cosas' que realmente no necesitamos, aunque nosotros creemos que sí. Y no sólo en los productos de consumo, también en la política, en el deporte o cualquier otra actividad de esta sociedad de consumismo desaforado. Valores como: ÉXITO, igual a tener más que el resto, estar en una cima más alta que el resto, que nos admiren, aparentar amabilidad, belleza y lujos, aunque nos pudramos moralmente, y tantos pseudovalores neo-hedonísticos que circulan por el mundo occidental. Lo curioso es que entremezclan el altruismo colectivo con el narcisismo individual, lo que genera una diarrea mental a la hora de centrarse y preguntarse ¿Quiénes somos? ¿Qué importa de verdad en la vida...? ¿Cómo llegan algunas familias a fin de mes..? ¿Y a mí que me cuentas... Es que soy político...?

Dormitorio gran lujo.

Recomiendo esta maravillosa práctica a todo el mundo, en vez de consultar el móvil mientras aparece en la TV la interminable tanda de anuncios: "DERECHO": recuerda a la Constitución cuando se refiere al derecho de tantas cosas incumplidas: vivienda, libertad de expresión, trabajo, pensiones dignas, etc…  "TODAS" las mujeres tienen derecho a una piel ideal"... Todas: quiere decir que no hay excepción. Ya tenemos dos pilares: DERECHO y TODAS, y el tercero "IDEAL": aquí los publicistas retornan a la Grecia de Platón.

Estereotipo chicas modernas o andróginas.
Un cutis ideal, y…, ¿Cómo es la dermis ideal?, ¡ah!, claro, ¡es la de la chica de anuncio! (esa con problemas de nutrición), con los modelos de belleza de esta época, sus escasos quilos, su cutis, su “felicidad”, aunque es imprescindible consumir la crema, sin ella no serás feliz porque no habrás usado, como TODAS, tu derecho ideal.
Pongamos más estereotipos de algunos mensajes publicitarios con una brillante y perversa idea: Para los chicos, músculo ideal, altos, guapos y esbeltos, como Nadal, Ronaldo o Brad Pitt, por ejemplo.  


Así que..., ¡CUIDADITO, CUIDADITO…! con la ‘caja tonta’ y su armario de patrones de cartón. Y por si fuese poco, las noticias de moda: los bulos, como recomendaba mi tío David: "Tener cuidado con las difamaciones, que como dice el refrán: 'Difama que algo queda...' Estas ofertas encierran estupideces muy subliminales.

Con todo mi humor.

AGN.
 


lunes, 17 de agosto de 2020

EL GÉNERO EPISTOLAR -(Especie en extinción)-

 

EL GÉNERO EPISTOLAR

 "Una carta es un soliloquio, pero una carta con posdata es ya un conversación."

 Lin Yutang.

El otro día buscando entre mis libros me topé con un pequeño y desvencijado librito titulado Guía del Artesano, un compendio de cartas y documentos manuscritos con variedad de caligrafías —inglesa, redondilla, gótica, francesa…— algo así como un catálogo variopinto de tipos de letra y modelos de escritos. En suma, un encanto de libro.

Y es que hoy, en este mundo de la informática y la tecnología punta, en ocasiones se echa de menos las cartas “de verdad” escritas con plumillas y estilográficas que bordaban letras aprendidas en colegios de monjas. Aquello me hizo evocar el olvidado género epistolar, una forma de comunicarse que sólo necesitaba una cuartilla y un sobre sellado con la efigie de jefe del estado. Y en bastantes casos la pluma de un amanuense, debido al analfabetismo rampante de la época.

 Recordemos aquel famoso poema de Campoamor: ¡Quien supiera escribir!: 

Escribidme una carta, señor cura. /  —ya sé para quién es. / .
— ¿Sabéis quién es, porque una noche oscura nos visteis juntos…? / 
Perdonad; mas... -No extraño ese tropiezo, La noche… la ocasión…-
Dadme pluma y papel. Gracias; Empiezo-:  -Mi querido Ramón...: - / Querido?… Pero, en fin, ya lo habéis puesto… -/ Si no queréis… / - ¡Sí, sí! -/ Qué triste estoy! ¿No es eso?– / Por supuesto… / -¡Qué triste estoy sin tí! / Una congoja, al empezar, me viene…- / ¿Cómo sabéis mi mal?… / Para un viejo, una niña siempre tiene el pecho de cristal.- ……

¡Qué bonito! ¿Verdad…?

Escritos esperanzadores, misivas amorosas, donde los novios se entrelazaban platónicamente a falta de medios más tangibles. Epístolas cargadas de pasión y en algunos casos de cursilerías, pero donde se expresaban sentimientos imposibles de ofrecer cara a cara.

Cartas de soldados a sus madres que pacientes aguardaban cada día el paso del cartero, soñando con las letras torcidas de sus retoños, donde explicaban lo bien que estaban sobrellevando el servicio a la Patria, como aquel recluta que nunca había salido de su pueblo y le escribió a su madre la misiva siguiente: «Querida madre, estamos mu agusto, algo cansaos porque hacemos muncha istrución pero comemos mu bien, miosté si me quiél sargento de cocina que siempre me guarda las ojas más grandes de las lechugas. Salimos tóas las tardes al cine y por hay. Sabrá osté, madre, que tamién hemos estao en una casa desas que hay mujeres como osté y mi hermana…»Una epístola hilarante sin duda.

Otras cartas no eran tan entrañables ni chocantes y sí mucho más prosaicas: notificaciones de pago, multas, requerimientos con acuse de recibo, etc.

Recién terminada la guerra ‘incivil’ un bisoño funcionario remitió el siguiente requerimiento a un moroso: «Por orden del sr. Alcalde le hago saber que tiene que subir a pagar las canaleras, pues este es el segundo aviso, si no tiene usted los cuartos, los busca. Ya sabe a qué atenerse. Al próximo aviso ya sabe que va usted “p’arriba al cuartico repeso”. No dirá que no se lo avertimos…, por Dios, España y su revolución nacional-sindicalista…, Dios guarde a usted muchos años. Arriba España.» La verdad es que ya se escriben muy pocas cartas y menos como la anterior.

En otros tiempos esperábamos ansiosos, como a un rey mago, la llegada de nuestro cartero amigo: « ¿Hay algo para mí, Gaspar…? »— recitábamos a diario cuando transitaba con su descomunal cartera al hombro. Y es que el cartero ya ni siquiera ‘avisa dos veces’, ahora nos obliga a disponerle un casillero para ahorrar esa llamada, aunque para qué, si sólo nos llenan el buzón con facturas y panfletos de propagandas, la única esperanza de una auténtica carta cada vez queda más distanciada.

Pero los tiempos cambian con rapidez y como todo cuanto renace bajo el sol, así apareció un nuevo género epistolar, traducido a formato informático: el “e-mail”, los popularmente llamados “emilios”, las palomas mensajeras cibernéticas, en esta ocasión guiadas por las autopistas del Internet —en vez de por la magnetita que recubre el pico de las aves y que ejercen de una especie de brújula para mantener el rumbo atinado, según aseveran cierto expertos—Ya se sabe que deja algo que desear esta nueva forma de mensajería, aunque lo más importante, en este caso, es el fondo, ese deseo innato de relación entre los seres humanos. Algo es algo, esto del correo electrónico, porque la verdad es que la correspondencia de toda la vida, hace tiempo que tiende a desaparecer, la gente de ahora no solo le cuesta leer, incluso más aún le cuesta escribir. Hasta las cartas a los Reyes Magos de Oriente van en decadencia por mor de los ‘anglísticos’ Papa Noel o Santa Claus.

Por ello es sorprendente este resurgimiento de la comunicación entre los seres humanos, hoy sustituida por los novedosos sistemas: chat, guasap (que es una guasa debido a la cantidad de chorradas y bulos que circulan a diario). ¡Ay!, las cartas, de alguna forma, algo que corre en trance de extinción, suplantado por el teléfono celular (el archipopular móvil, que menos para telefonear sirve para todo), aparece como las flores en primavera y es ilusionante —sobre todo para las empresas de telecomunicaciones— observar cómo la gente joven se relaciona de nuevo, aunque sea con lenguajes heterodoxos, llenos de abreviaturas y vocablos extraños, una innovadora jerigonza llena de vida, un nuevo “esperanto” aún más universal. Es el canto del cisne de una sociedad aburrida y mediocre. Quizá asistamos, por desgracia, a la renovación de nuestra riquísima lengua castellana, sustituyendo ciertos vocablos de esa maravillosa miríada de matices con los que nuestra literatura ha sorprendido al mundo.

 La lengua es una de las cosas inefables dotadas por el Creador. No podemos, ni debemos oponernos al avance de los formas de comunicación, y por tanto a sus infinitas representaciones. Es una de las consecuencias de la llamada aldea global. Y esto no hay quien lo frene.

 Antonio González Noguerol

domingo, 9 de agosto de 2020

LA BODEGA DE LOS FRANCESES DE CEHEGÍN y OTRAS BODEGAS.

 

La Bodega de los Franceses 

(Monsieur Bacqué)

Puerta principal de la bodega en calle Velázquez.

Si hoy día paseamos por el Barrio de las Maravillas de Cehegín y preguntamos a cualquier vecino por la vieja “Bodega de los Franceses”, si acaso, nos indicará que estuvo situada en la calle de Velázquez, y poco más podrá explicarnos, pues la historia de esa bodega y de los promotores de su construcción hace tiempo que cayó en el olvido, solo encontraremos una larga nave en tejavana medio derruida y abajo un gran patio descubierto donde actualmente ejerce de almacén de materiales de construcción. En los tiempos florecientes de la industria del cáñamo y la alpargatería, este lugar también se adaptó para confeccionar la hilatura con las llamadas "carreras" donde los hiladores y los "meneaores" (ayudantes para hacer girar la gran rueda) ejercían aquel oficio.

Patio trasero de la Bodega (Almacén de Construcción -calle Begastri-)

En estos tiempos del siglo XXI se habla mucho de vinos, se sabe bastante, aparecen numerosos  enólogos y doctos del "jugo de los dioses". Se realizan catas, acompañadas de retóricos conferenciantes, amenizadas con algún género musical, y religiosamente se chocan las copas santificando el brindis con maridajes y demás bagatelas con rebuscados epítetos. Pero hay que ver que poco se habla de lo que supuso para Cehegín y su comarca, la historia de sus viñedos y sus innumerables bodegas.

Las tierras de nuestra comarca constituyen uno de los viñedos más antiguos de España. Desde la época neolítica hasta hoy, un sinfín de generaciones han cultivado las viñas de esta tierra y elaborado vinos y aguardientes que demandaba la población, cuyo territorio sufrió como ningún otro la destrucción de sus viñedos por la filoxera. 

Bodega de una casona ceheginera

La segunda mitad del siglo XIX es una revolución para el mundo del vino en la capital vinícola del noroeste murciano: Cehegín, que a la sazón, era el 'reino del morapio', se le consideraba la bodega de la región murciana, no existía casa principal que careciera de bodega con enormes tinajas que conservaban el rico néctar de Baco y se observa con asombro cómo la llegada de comerciantes franceses a la localidad en busca de caldos hace elevar los precios, y dispara la producción. La fortuna sonríe a los descendientes de los íberos o iberos, que introdujeron el cultivo de la vid y la elaboración de vinos y aguardientes en estas fértiles tierras del noroeste murciano.

Pisando uva - Azerbaiyan en el siglo IV a. C.
Pero hagamos un poco de historia: Uno de esos comerciantes de vinos resulta ser un tal monsieur Augustin Bacqué y Rossetin, natural de Perpiñán, quien arribó al puerto de Alicante, en torno a 1878. Llegó buscando vinos con los que cubrir las necesidades de su clientela. La producción de Jumilla era insuficiente para sus encargos, por ello, se desplazó a la comarca ceheginera donde los viñedos eran capaces de producir grandes cantidades del ‘jugo embriagador’. Así, monsieur Bacqué decidió construir la que sería “la mayor bodega de la zona”. Se sabe que llegó a Cehegín por la ruina de su negocio en Jumilla y que contaba con el aval de su compatriota Pierre Menat para adquirir los terrenos del “Llano del Convento” (en lo que pocos años más tarde sería la calle Velázquez, pensemos que la zona estaba aun sin urbanizar).

Mapa de la Bodega en calle Velázquez

En los diarios ‘Las Provincias’ de Levante  y ‘La Paz’ de Murcia, en 21 de julio de 1891, publica que en la ‘Bodega de los Franceses’ se producía aguardiente con destino al mercado francés: En la bodega de los franceses situada en el Barrio de las Maravillas de Cehegin, está montándose, y dentro de muy poco empezará a funcionar, un aparato destilatorio y rulatorio movido a vapor destinado a extraer alcohol de vino hasta de 40 grados para exportarlo a los mercados de Francia; habiéndosenos manifestado por persona bien enterada, que quemará diariamente el artefacto dicho, más de 70 hectolitros de vino. El caso es que estas noticias despertaron en Cehegín gran expectación, se mostraba como una posible solución a muchos problemas en el negocio vitivinícola, el aroma del licor que da la vida, prometía impregnarse en un esperanzador futuro. Sin embargo, el propio periodista llamaba la atención de que los franceses no habían abierto su bodega para elaborar vino. ¿Qué había impedido a Agustín Bacqué abrir su bodega?: Debido al retraso en las obras de la bodega, solo pudo abordar la elaboración de aguardientes a partir de mediados de agosto de 1891. Por ello, el crédito de Bacqué se agotó. Y se le amontonan las demandas de los acreedores. En septiembre de 1.891 el Juzgado de Caravaca procede al embargo, en concreto la maquinaria y la bodega, lo cual obliga a Bacquè a marcharse de Cehegín. En diciembre, el Juzgado dicta sentencia condenatoria contra el bodeguero, pero se desconoce su paradero. Parece que regresó a Francia, pues en esa misma época expiraba el tratado franco-español. Pero la bodega de los franceses está hipotecada a favor de Pierre Menat, el avalista, -el otro francés- y el dinero obtenido será primero para Menat y lo que exceda para el resto. Sorprendentemente, Bacqué no ha perdido su bodega en Cehegín, pero él y Menat desconocen su fortuna. Queda así la bodega abandonada y sin dueño que la gestione, por tanto, nunca llegaron a elaborar vinos en la “Bodega de los Franceses”.

Nave de la bodega -calle Velázquez-.

 En 1.913, el Ayuntamiento de Cehegín procede a embargar y subastar la bodega para cobrar las deudas que Agustín Bacqué Rossetin (todavía propietario de esta finca): Contribución Urbana del año 1.900 por 4,69 pesetas, y con hacienda por 358,21 pesetas, que cubriría con creces la deuda hipotecaria a favor de Menat, los gastos de la subasta y la deuda tributaria. Durante años quedó el dinero de la deuda hipotecaria a disposición de Pierre Menat y Bigué y sus herederos, en la tesorería municipal hasta la prescripción, resultando finalmente lucrado con la misma el Ayuntamiento de Cehegín.

Por aquellos años se pone de moda un extraño deporte, procedente del Reino Unido y que se está practicando entre los deportistas de las minas del Río Tinto; se le conoce como Foot-ball, con un éxito sin precedentes se enfrentan dos grupos de jóvenes con ropa de sport, tratando de golpear con el pie a un balón, para conseguir llegar a sendas porterías de forma rectangular, una en cada extremo de la cancha. Y Cehegín piensa en la construcción de un campo de fútbol que se construirá en los terrenos de la ‘Bodega de los franceses’. Pero de esta historia hablaremos otro día.

(Fuentes: Diversos archivos y publicaciones. Tradición oral. 'Vinos Malditos'. fotos: A. González).

jueves, 6 de agosto de 2020

LAS VERBENAS MADRILEÑAS DE AGOSTO.

LAS VERBENAS EN AGOSTO MADRILEÑO.

“Cuando vengas a Madrid chulona mía, voy a hacerte emperatriz de Lavapiés...", rezaba Agustín Lara en el famoso chotis sobre el suelo de uno de los barrios más castizos de Madrid.


La palabra verbena, designa la “velada de regocijo popular que se celebra en la víspera de ciertas festividades”, y correspondía al nombre de una planta, la “verbena”, pequeña flor de color rosa pálido. ¿Y por qué verbena...? “Se decía  que poseían poderes mágicos, medicinales y que había que recoger en las noches de luna llena. Fue costumbre acudir al baile, los hombres, con verbenas prendidas en la solapa y las mujeres en el escote, lo que daría lugar a que las fiestas más populares acabaran designándose con ese evocador nombre: Verbena."
Mes de agosto, evocando las verbenas veraniegas madrileñas apegadas a la zarzuela. Allí acudían las planchadoras, costureras, ramilleteras y burguesitas, señoritas y damas de compañía, cajistas, asalariados, hombres principales en busca de flirteo, todos camuflados, ellas: bajo bata de percal, el mantón de manila alfombrado, el pañolón a la cabeza. Ellos: ataviados con camisa blanca impecable, a veces con chorreras, pantalones cálidos, chaquetilla corta, pañuelo al cuello, bombín o gorra de visera, bigote de espiral, garrota, camuflando a su vez a chulas y chulos fetén hasta lo más hondo de ahí, constituyendo un preludio que surge con la imperceptible sonoridad, y esporádico y tenue goteo temático, creciendo en intensidad según vaya divisando las cadenetas de colores, grimpolas, gallardetes, farolillos venecianos, matasuegras, el oído escuchando el estallido de los petardos y cohetes, alegre bullanga chiquillera, adulta y granada, el olfato que husmea las fritangas de pescaditos, churros, y el aroma aguardentoso del agua, azucarillos y toda clase de morapios que lleva al clímax con el estallido de un mazurca o chotis "bailao a torcis y pies ataos, pa no salirse del terreno de una libra de chocolate" . Donde se regocija el verbo de escuchar: -Guapaza-  Chulo”- "Ties una cara que parece un cromo litografiao…" - "Amos anda..." – "Si me tuvieras una miaja de afición, nos marcábamos este chotis sin salirnos del terreno mandado"  – "¿Y si te mareas, si te digo que sí.?" - "Pues una limoná, o más bien, la ‘limoná’ que apagaba la sed en el día más caluroso del año.” Aunque eso era lo de menos porque la fiesta y el chotis hacían las delicias de los más castizos, de aquí y de allá, ya que, como dicen despidiéndose: "Todavía quedan muchas verbenas por celebrar y antes de nada la fiesta. La fiesta que no se pierda"Cumpliendo la tradición, los madrileños lo llevan haciendo desde principios de agosto. Son las fiestas más populares de Madrid, la de San Cayetano el 7, la de San Lorenzo el 10 y la de la Paloma el día 15. 
El estereotipo de las verbenas lo ofrecen numerosas zarzuelas y sainetes, con sus chulapas, chulos y chisperos: "La Chulapona", "la Revoltosa" o la célebre "Verbena de la Paloma", la historia de amor y celos mal reprimidos cerca de la Fuentecilla, en donde había un boticario famoso por sus amoríos con una edad en que no estaba para muchos trotes. 


La fiesta se va extendiendo desde el Rastro, pasando por Lavapiés, hasta las Vistillas, una zona del viejo Madrid, en el barrio de La Latina, elevada sobre un cerro desde donde se contempla una gran vista del oeste de la ciudad. La panorámica incluye la ribera del río Manzanares y la enorme extensión de la Casa de Campo. Pasaron los fatídicos 2020/21, cuando se suspendieron, y la tradición por fin regresó en 2022. 

Así lo deseamos que continúe de todo corazón.