Apodos de Cehegín

Diccionario del Noroeste

Recorrido por mi pueblo

martes, 24 de mayo de 2022

TABERNAS ANTIGUAS DEL VINO RECIO

 ANTIGUAS TABERNAS CEHEGINERAS.

"No ves mi copa vacía, /  echa vino tabernero, / 
 que tengo el alma contenta /  con tu maldito veneno..." 

Como cada pueblo, Cehegín ha disfrutado siempre de numerosas tabernas, despreocupado cobijo de la clase trabajadora y agrícola, en aquellos tiempos paupérrimos, y no digamos en la actualidad, aunque ahora las llamen con eufemismos como ‘Gastrotaberna’; o con el anglicismo ‘Pub’, etc. Pero, las que vamos a evocar son aquellas viejas ermitas del buen beber como El Barras, La Puñalá, Antoñín, El Chaparro y el antiguo Bar Sol: Sólo para hombres” sería el lema de aquellas covachuelas, santuarios del ‘bebercio’, donde solían servir todas las tardes una merienda conocida como “la Cinta” que se componía de un plato de tapas caseras y media botella de vino de la tierra –los parroquianos comentaban: –“¡vamos a echar la cinta!”.

El antiguo bar Sol

En algunos casos se ponía de manifiesto el machismo rampante y era tal la afección a la taberna que muchas esposas les subían la cena en un pucherico de barro a sus maridos, para consumirla junto a sus amigos y al amor de una ‘maza’ de vino, mientras recordaban trovos como este: No vayas al Escobar en burra, / porque me apuesto un cigarro, que si ha llovido y hay barro / no llegas ni tú, ni la burra... Por aquellos ‘marmallejos’ servía vino el Tío Manolillo, un bonachón vejestorio y pusilánime, que malvivía de su taberna. Cuentan que murió a consecuencia del susto que le dieron los “Hermanos Iguales”, por no servirles más fiado, los gemelos le amenazaron con una escopeta de caña y el viejo, enfermo del corazón, recibió tal susto que murió de un infarto. 

Calle La Orden y Poyo Colorao -zona de viejas tabernas-
“¡¡Esto es peor que el cafetín de Macanches…!!”, se solían exclamar cuando en un establecimiento reinaba cierta anarquía..., frase alusiva a un extraño figón de la calle de la Tercia donde todo el mundo se despachaba a su gusto, era tal la permisividad del dueño que los propios clientes se servían las copas y el café de olla con anís seco, e incluso se celebraban jaranas por todo lo alto. Había una guitarra colgada para que quien quisiera cantar y acompañarse. Por ello, cada cliente se consideraba como en su casa.

Grupo de alpargateros, cosiendo al aire libre.
Y es que, por aquellas tascas de vino recio, se podía sentir el cante jondo nacido en las minas cercanas: un fandango, una bulería o una soleá de don Antonio Chacón: ¡Calles de mi viejo barrio, donde se marcha la vida cantando..., cantando siempre: haciendo de penas risas…! O los cantos de los alpargateros, evocando a Gardel o Negrete... ¡Todo un poema!

Calle Mayor de Abajo -izq. puerta de la taberna del Roque-
En el barrio de la “Esquina de la Virgen” radicaban: El Arriero, El Roque o El Sotanillo de las Maravillas, madrugadoras tabernas-refugio para servir los peculiares tonificantes como el “Solysombra” o la simple copa de cazalla mañanera, que los jornaleros consumían rumbo a la faena, por el Huerto de la Orden hacia “Las Caballerías” y demás parajes agrícolas. 

Famoso 'Bar Piñero' en el viejo Mesoncico.
El Maestro Saavedra inauguró su flamante tabernica y en toda la mañana sólo entró un parroquiano, tomó un chato de vino: «¿Cuánto le debo…?» — «Un perro gordo» — le contestó el maestro—, pagó y se marchó. Al rato llegó otro cliente y pidió una copa de anís y cuando la consumió, dijo: - «Lo siento, apúntelo usted, que no llevo dinero, otro día pagaré»- y se fue sin pagar… Al cabo de una hora entró otro y solicitó una copa de coñac, se la bebió y como el anterior excusó: "No tengo ni un rial, hasta el sábado que cobre la semana ca'Juan López…" Pasaron un par de horas y sin entrar nadie, entonces le entró sed a Saavedra y cogió el único perro gordo que habían cobrado, se salió del mostrador y pidió a su esposa: «sírveme una copa», se la bebió y cogió el perro gordo diciendo: «cobra». La mujer que también tenía seco el gaznate, hizo lo propio y salió así mismo del mostrador, repitiendo la operación del marido: «cóbrate» y así le tomaron el gusto al ‘morapio’, y se bebieron entre ambos el resto de existencias. Perro gordo va y perro gordo viene. Al final sentenció el maestro una frase que ha quedado para la historia: «Para fiao quién es antes…»

Muralla Castillo y puerta de Caravaca -junto a taberna de la Puñalá-

Y la taberna de Juan ‘el Manco’, frente al callejón de dª Gabina, despachaba exquisitos almuerzos, sobre todo a los recoveros y comerciantes de los mercados de los domingos… Pedro el de 'la Pichoncha', acaso el tabernero más pulcro de Cehegín, apaciguaba el apetito y también la premura de los que llegaban tarde al cine Alfaro con unos deliciosos michirones de habas secas y tocino viejo, con sabor inigualable, pero es que, además, también se discutían los temas más peregrinos. Era tal la afección de la clase humilde hacia estos establecimientos que algunos se quedaban durmiendo en una silla mientras otros jugaban al truque, hasta que los despertaban para cerrar.

Paseo dominical por crrta. de Murcia -a la altura del quiosco de Zapito- 

Otros barecillos evocadores del ‘Barrio de las Maravillas,’ fueron, el Tío Zapito, madrugadora cantina de la vieja lonja, entonces a la intemperie, en la carretera de Murcia (actualmente entre 'Zapatando' y Banco de Sabadell); más arriba, El café del 'Tío Marchando', y el Café Las Maravillas, en la Verja; Frente a la bodega del Tarato, La Parra, con sus exquisitos caracoles en salsa; la Platera en calle Lorca y cerca El Sindicato (taberna y barbería). 

Taberna "El Sindicato" (y barbería)
Alrededor del Cantón, el cenáculo taurino de Juan Antonio del Bar, y las tabernicas del 'Peseto' o 'el Chiquillo' ; y la del 'Mocho', –qué ricos sus huevos cocidos con pimiento morrón y los revueltos ‘sol y sombra’, donde aliviaban las frías amanecidas los pasajeros del coche de línea de la estación de Calasparra. Otra popular taberna la de ‘Juan’, en calle Begastri, donde se convidaba la gente de la antigua Lonja (Hoy casa de la Cultura). Sin olvidar uno de los veteranos de aquella zona, "el Bar X", que aun permanecen en pie con leales parroquianos.

Quiosco de Juan Gil y el ancestral árbol de la Verja, al fondo el café Las Maravillas.

En otras tabernas-bodegones servían vino a granel para los hogares: cuentan que un humilde vejete de ‘la Cañaica’ se encontró en el suelo un cupón de los ciegos y ¡Eureka!, resultó premiado con seis reales (1,50 Ptas.), cantidad jamás soñada en aquellos penosos tiempos, y pensó: «ahora voy ca Martín y compraré una bombanica de cinco litros de vino ‘cancarín’… (así denominaba la gente al vino de Cancarix) …mi Juanica y yo nos vamos a poner como el Quico…», llegó a su casa y lo escondió debajo de la cama. Aquella noche la pasó desazonado y en vela, dándole vueltas al ‘magín’ y pensando en el vino… Al día siguiente le confesó a su mujer: «Cómo podrá dormir el tío Tarato con esos enormes depósitos debajo de su casa, cuando yo con una simple garrafica de vino no he pegao ojo en toa la noche» …

Antigua bodega de tinajas de vino.

Seguramente se me habrán olvidado algunos de estos establecimientos cehegineros de antaño, la verdad es que sería muy prolijo enumerar tantas anécdotas nacidas en las tabernas cehegineras.

Antiguo 'Ambigú' del Casino.

Y es que, como a lo largo de la historia, el vino ha sido alimento de primera necesidad, la bebida socorrida para las gentes humildes, entonces no proliferaban ‘entendidos’ que pontificaran sobre los taninos y los sulfitos y daba igual que tuviesen color rubí o sangre de toro o si la uva era monastrell o tempranillo. Hoy se ofrecen catas por enólogos ungidos de la bodega, llaman “Caldo” al vino, en vez de “Pirriaque o Chirrianta”, y a los expertos, sumiller o “sommelier”, -esa afrancesada denominación-, antaño, al menos aquí en Cehegín se les llamaba “vinatero”. Paradójicamente la cerveza era la bebida de la gente opulenta. Eran otros tiempos, sin duda.

En fin, amigos, seguiremos recordando con cierta nostalgia, mezclada con gotas de sano humor y si es menester con un vasico de vino, lo que acontecía en aquellos benditos santuarios de la facundia ceheginera.



domingo, 22 de mayo de 2022

LA PEÑA DE CEHEGÍN

 SOCIEDAD "LA PEÑA" DE CEHEGIN

Fachada de lo que fue la Botica y La Peña.

La Sociedad “La Peña” era un reducido círculo, decían, escisión del casino, fundación debida a ciertas divergencias entre dos tertulias con ideas políticas distintas. Ubicada en plena calle Mayor, frente al Casino de Cehegín, en los bajos de la vivienda de la familia Ortega Lorencio, junto a la famosa botica. Existía, además, un grupete de socios que se denominaban “La Checa”, una especie de cenáculo de socios decanos, — al líder le apodaban en ‘la checa’ como Lamamié (por ser el jefe del partido tradicionalista local, como analogía con Lamamié de Clairac, a la sazón presidente nacional del mismo partido). Allí se hablaba de lo divino y lo humano, por cierto, se recuerda aquella frase lapidaria del Dr. Ginés De Paco sobre la Peña, refrendando, con su característica ironía: “…'La Peña' nació como un apartado del 'Casino', con la condición de que sus socios no hablasen de política…, para hablar de política, naturalmente”. A imitación de su hermano mayor, el Casino, también disfrutaba de una pequeña pecera que daba a la calle Mayor. 

Fachada de la Sociedad Casino de Cehegín

En esta pintoresca asociación también se fumaba y bebía a destajo, sobre todo coñac y puros Farias. En los veranos los socios solían sentarse en la acera —frente al casino, donde también hacían lo propio los parroquianos de aquella sociedad— y pedían al camarero del ambigú los refrigerios correspondientes: -“Pepe, un servicio, por favor…”–, un servicio en el argot de la Peña se componía  de café, copa y puro, acompañado de un vaso de agua, y después del café solían consumir sendas copas de coñac amenizando la ‘casquera’ diaria, pero, como se repetían la raciones del néctar jerezano a lo largo de la tarde, se solían escanciar en la taza del café y cuando algún amigo les saludaba: -“Qué tal…”, respondían: -“…ya ves, aquí tomando café…”,- si bien, lo que realmente tomaban era coñac, pero en taza para disimular. También se organizaban importantes timbas, donde se sucedían todo tipo de lances, como aquel socio que desplumaron y llegó a jugarse hasta el cerdo que criaba para sacrificar en la navidad, o partidas fuertes que duraban hasta dos o tres días seguidos, donde corría, además de los 'cuartos', la bebida y el tabaco. En cierta ocasión, un socio, cuya identidad no voy a desvelar, acababa de cobrar en el banco la nómina, (entonces abrían también por la tarde), entró en ‘la Peña’ y se unió a la partida de naipes. De vuelta a casa, sobre la una de la madrugada, le pregunta su esposa: - “Cobraste la paga…”- el marido, sin saber qué inventarse, le contestó nervioso: - “Si vieras lo que me ha ocurrido…, me ha salido un tío con una estaca y me ha robado todo el dinero..."- La realidad fue, que se jugó el resto al rey de bastos y lo perdió todo.

Sala de Juego

Otra famosa velada de muchos miles de duros, –habida cuenta que entonces estaba prohibido el juego de envite-, corrió la voz que se estaba desarrollando dicha partida y a cierta hora se presentó la autoridad preguntando al conserje: “Se ve luz en el piso de arriba, ¿Qué hacen ahí a estas horas?" –— y el sagaz empleado le replicó, guiñándole el ojo: -Es un encuentro entre señoras y caballeros, usted ya me entiende, asuntos delicados…"- y el guardia sensible a las aventuras donjuanescas, discretamente le indicó a su compañero la salida, al fin y al cabo era 'cuestión de hombres'. Y de esta forma el conserje evitó una redada que habría puesto en compromiso a algunos señores de la ‘buena sociedad ceheginera’.

Tapiz de la Maja Desnuda de Goya

La Peña estaba decorada con unos enormes tapices de pinturas de Goya colgados en las paredes…. Destacaba 'la Maja Desnuda'; los zagales con la impúber incontinencia a cuestas, al descuido del conserje, penetraban y se admiraban boquiabiertos contemplando aquella hermosa mujer retratada como dios la trajo al mundo, aunque después tuviesen que visitar el confesionario a riesgo de sufrir una enérgica reprimenda, tanto del cura, que les amenazaba con el infierno, como de sus padres que les tachaban de jóvenes desvergonzados, además de algún soltarles algún jetazo.

 Tapiz de la Gallina Ciega de Goya

Eran las cosas de aquellos años de penurias y anatemas para muchos y de abundancia para unos pocos. Naturalmente, de pequeños pecados, comparados con todo cuanto observamos a diario en nuestra idolatrada sociedad de consumo.

jueves, 19 de mayo de 2022

BURETE -SUS VALLES Y MONTAÑAS-

BURETE Y SUS VALLES Y MONTAÑAS

(Burr-etum de raíz ibera) 

Uno de los caseríos de Burete.

La antaño pedanía de Burete, situada a los pies de la sierra del mismo nombre, es un bucólico valle con riquísima floresta de oliveras, almendros y sobre pinares, donde se respira paz y sano aire de las sierras cercanas. En otra época hubo ricos yacimientos de magnetita y de jaspes, y se dice que tiempos de los romanos existió una mina de oro. Su topónimo se refleja en la Historia con un viejo caserío del siglo XVII, reconvertido hoy en casa rural, y nos recuerda que el lugar fue poblado y explotado, en sus facetas agraria y mineral.

Sauce llorón junto a la senda de la cantera y de la sierra

En el año 1868, la entonces diputación de Burete, hoy pedanía, tenía censadas un total de 31 casas, que acogían a 120 almas empadronadas allí. Esta población incluye a hombres, mujeres y niños. Los residentes eran en su mayoría, colonos que trabajaban tierras en régimen de arrendamiento y cuyas casas de residencia eran también propiedad de los arrendadores. También había jornaleros que residían en régimen de alquiler. Entre todas esas casas estaban las de d. Antonio Sandoval, el conde de Bazalote, José María de Béjar, Alonso de Góngora, Juan Oliva, Ramón Oliva, Francisco Melgares, Santos de Cuenca, Gregorio Piñero y tantos otros personajes de la élite económica local. En el año 1898 se asentaban en Burete 42 casas, en las que moraban180 habitantes censados, así como una escuela rural.
En los papeles de don Miguel Más, escribe sobre su ermita que: … se acoge a la advocación de San José, favorecida por los fieles de su partido, tiene un capellán que celebra misa los días de precepto para los feligreses que, con sus limosnas, acuden al socorro de todo lo necesario para ella 

Ermita de San José -patrón de la pedanía-

Antiguamente se celebraba la fiesta del santo patrón el día de san José, 19 de marzo, con una eucaristía y procesión con la imagen recorriendo los caseríos y posterior festejo de convite y baile, donde solía acudir alguna rondalla de pulso y púa, como la de Ginés el Ciego. La ermita fue restaurada hace unos años a expensas de Joaquín Parreño Navarro, (nieto de quien fue alcalde de Cehegín a inicios del siglo XX), para que se mantenga el culto, aunque en la actualidad, y debido a los pocos habitantes, han desaparecido estas tradiciones. En "Antigüedades de la Villa de Cehegín", de Martín de Ambel y Bernad, escrito en torno a 1657, podemos leer: Contra la parte del mediodía de la villa de Cehegín, y algo más de una legua de distancia de ella, hay dos montañuelas medianas, si bien la una es menor que la otra, en cuyo medio forman entre las dos un apacible y hermoso valle, conocido por el nombre de 'Val de Burete', todo el cual esta compuesto y adornado (demás de las muchas casas y bodegas o lagares que hay en él), de una larga serie de peonadas de fértiles viñas, las cuales producen un fruto que, después de ser copioso vino, es de tal valor, que el de Lucena ni el de Pedro Ximénez de Málaga no sé si le igualan. Tiene muchos árboles de todos los provechos y muy grande número de fanegas de tierra de labor, que todo se riega con las aguas de un cristalino arroyo, el cual trae su principio y origen de cierta fuente que nace al pie de una de las montañuelas dichas [...] Que la sierra, la fuente y el arroyo son conocidos con la voz de 'sierra, fuente y arroyo de Burete'. 

Escalinata hacia la casa de la Gloria -al fondo la escultura del Cristo-

En otra parte parte del texto nos vuelve a informar del lugar: Al pie de una sierra mediana a quien llaman de Burete, algo más o menos de 50 pasos aparte da de una hermosa fuente [...] hay una mina de acendrada plata, cuya experiencia y manifiesto se hizo por Fernando López Bonaque. Teniendo este texto, -con todas las reservas que desprenden los novelescos escritos de Ambel- queda claro que anterior al s. XVII, la Sierra de Burete y su valle  debían estar habitados por una escasísima población, con apenas dos o tres caseríos y casas de labriegos.

Casa de la Gloria

Siempre ha constituido un lugar de paso, ya que, adentrándonos en el valle por un bello lugar conocido como la ‘Peñica del Viento’, siguiendo su actual carretera, cerca de lugares como Coy, Avilés, doña Inés y La Paca, podemos llegar hasta Lorca. Pero Burete, pese a ser pedanía de Cehegín, ha quedado un tanto relegado en materia de infraestructuras, situación que ayuda a mantener este pintoresco paisaje, que hoy día queda para el agro y el puro disfrute de senderistas. Sus parajes nos permiten disfrutar de lugares como el palacete de 'La Casa de la Gloria'; la Fuente de la 'Hoya de don Gil', (el ceheginero la conoce como Hoyae'ongil), rincones, en otro tiempo, para disfrute de giras y meriendas; en sus cumbres destacas las canteras de mármol rojo y gris, famosos por el mundo; la 'Cuesta del Reventón' (aludida en la leyenda de Juan de Xea 'el Corredor', ya comentada en otro artículo de este blog), el legendario 'Pico As de Copas' (antaño conocido como 'Pico de la Sierra de Quípar), un desafío para corredores y alpinistas, y también tesoro gastronómico para los amigos de los exquisitos 'Niscalos', llamados en nuestra tierra 'Guíscanos', asi como otros frutos de la montaña como las trufas o las patatas de monte; algunas otras fuentes de azucarada agua, tales como 'la Cagueta'; 'la del Piojo'; 'la de la Hoyaleja'; y la citada 'de Burete', o 'Arroyo de Burete', cuyas aguas cabrillean por un lindo riachuelo hacia el río Quípar, en la actualidad debido al uso y abuso de los pozos disminuida del nivel freático.
 

Una de las pozas con cascada del arroyo de Burete

De todos modos, en los últimos tiempos y debido a la proliferación de lluvias, este arroyo mana abundante agua, y se han ido formando numerosos vados, originando cascadas que embellecen notablemente el paisaje de la zona, lo que hace merecer ser visitadas. En resumen, un compendio paisajístico de pinares y valles digno de las cordilleras de nuestro Sistema Ibérico, donde podemos oxigenar nuestro organismo que buena falta nos hace.

 FUENTES: Archivo municipal, historiadores y eruditos locales y tradición oral. Fotos del autor y de diversos fotógrafos.