Apodos de Cehegín

Diccionario del Noroeste

Recorrido por mi pueblo

lunes, 24 de abril de 2023

SINFONÍA CAMPANILE

 SINFONÍA DE CAMPANAS (Fantasía)  

Por Antonio González Noguerol. 


La campana se consagra y se tañe para, a través de sus inconfundibles mensajes cadenciosos, transmitir ideas y sentimientos. Sus funciones han sido muchas y variadas en el transcurso de los siglos: regulaban la vida laboral de la ciudad y el campo. Servían para la salvaguarda de la existencia del hombre, advertía posibles amenazas extrañas, anunciaban el azote de tormentas y vientos hostiles o alarmaba a la población ante una situación de emergencia. 

Concluyentemente eran la base del quehacer diario de la comunidad. Sin embargo, el ejercicio fundamental de su toque y sonido ha servido siempre para llamar a los monjes a los oficios divinos y convocar a los fieles a las ceremonias de la Iglesia.

Campanario de la Magdalena a los cuatro vientos.

Aposentado en la cima del casco antiguo, casi acariciando el cielo, el campanario de la Santa Iglesia Mayor de la Magdalena tañe con tonos graves, “La Mayor” recuerda a sus compañeras de repiques del aquel espléndido carillón desaparecido en los años tenebrosos. 

En pleno Mesoncico, como un eco, el humilde volteo de la espadaña del Hospital de la Real Piedad, antiguo cobijo de las Hijas de Vicente Paúl y sus acogidos, se introduce en el diálogo con su resonancia que anuncia el Amor y la Caridad cristiana irradiadas por su precursora la hermana Luisa de Marillac.

Y si estamos atentos escucharemos al mediodía el cantarín repique del Ángelus invitando a rezar, echando las campanas al vuelo de los cuatro vientos, gozosamente expandido desde el emblemático campanario de la Concepción. Jaula de oro del enigmático hidalgo Martín de Ambel, el legendario personaje de la tradición ceheginera, historiador y novelista, como es sabido huido de la justicia por un lance de honor y acogido a sagrado entre los muros de aquel templo. 

Por los contornos del Cubo, también tintinea cabizbajo y melancólico el otro campanario, el de la Soledad,  seguramente el más antiguo de la localidad, auspiciando no sé qué augurios con sus toques austeros y de señal: Toque ‘a muerto’ avisando del fallecimiento de algún parroquiano —varía la reseña según el sexo del finado: dos toques mujer / tres toques hombre— la campana dobla en la despedida a difuntos mientras las plañideras rezan: «Ya se despide esta alma/ de su familia y su casa/ los ángeles la reciban/ y la coronen de gracia». «San Pedro le abra las puertas y San Miguel la pese bien».

En la otra ladera de ese magnífico toro espatarrado que es el Casco Antiguo Ceheginense, es decir, por la calle Mayor de Abajo, las campanas siguen sonando como un insistente ‘perpetuum mobile’. Esta vez es la soprano quien canta con regocijo desde el Santo Cristo de la Sangre, sede de antiguas cofradías.

Paisaje con torre del Sto. Cristo

Mientras, abrazada por el sosegado Jardín del Convento, en el Santuario de nuestra Patrona la Virgen de las Maravillas, la torre de San Esteban saluda a los urbanitas con unas campanadas atenoradas, timbres alegres, quizá en contrapunto a la austeridad de los hijos del Poverello de Asis.

Convento-Santuario Virgen de las Maravillas

En la vorágine del centro urbano, en el fragor de la ciudad, los guerreros del asfalto cavilan formas de provocación contra el sosiego. No se enteran de la abstracción, ebrios de actividad y sordos ante el silencio, ignoran el verdadero sentido de la vida. Desde la contemplativa quietud de los solitarios que esquivan tanta malquerencia, las voces mudas del entorno entonan una melopeya minimalista, las sombras de las torres caen sobre las arboledas donde los nidos evocan la primavera, mientras el fulgor del astro rey calienta los recodos umbrosos de Argos y Quípar, nuestros ríos babilónicos preñados de mitos que auspicia el yermo discurso autumnal.

Crepúsculo misterioso

Más tarde, en el crepúsculo, de nuevo tomará la palabra la campana para señalar el camino de la anochecida, anunciando a los labradores de “Las Caballerías” la hora de la pausa y el gaudeamus. Se acerca la hora de la cena y posterior descanso reparador.  Es cuando el alma se serena y sólo encuentra en el sueño toda su mística creatividad.

viernes, 21 de abril de 2023

PUERTA DE CANARA (O PUERTA DE LA VILLA)

LA PUERTA DE CANARA O DE LA VILLA

(Transcripción del original de Francisco Jesús Hidalgo -Cronista de Cehegín-) 

Arco de la entrada principal a la ciudadela amurallada.
La puerta de Canara, una de las dos entradas principales que tenía el recinto amurallado de la villa de Cehegín, tenía ese nombre precisamente porque allí terminaba el camino que venía de Canara, ya mucho antes de que se construyera la que hoy conocemos como Plaza Vieja. Ahora conocemos el dato de que la Plaza Vieja de Cehegín se acabó de urbanizar como tal en 1510, y que antes de ella había otra Plaza Mayor, en otro lugar, que era la que se usó desde tiempos medievales. Este Arco de la antigua Puerta de la Villa,  disponía de un puente levadizo sobre un enorme foso inexpugnable, el torreón anexo, se utilizaba como confinamientos de la Inquisición. Hoy es una plaza solitaria, donde los habituales usuarios son los numerosos vencejos y aviones que la pueblan revoloteando y colándose por las vetustas casas abandonadas. 


Este camino fue la vía principal de entrada a la villa ceheginera desde tiempos inmemoriales, fundamental en las comunicaciones y transacciones de bienes y personas, cuyo trazado estaba configurado por la calle de la Orden junto a la que hoy conocemos como del "Mesón Viejo" y la Cuesta de los Herreros, y enlazaba con la Cuesta de las Maravillas hasta la calle Nueva para acabar en la mencionada 'Puerta de Canara'.

Inicio calle de la Orden
La calle Nueva, paradójicamente, es muy vieja, ya que data del siglo XVI y ahí sigue en pie hasta hoy, una calle ‘Nueva’ con casi 500 años. Además, aquí, conocemos por la documentación del siglo XIX de un hallazgo espectacular: En diez de mayo de 1830, estando quitando el escombro de la Plaza Vieja por mandato de la Real Justicia de esta villa de Cehegín y en el sitio donde da principio la calle Nueva, se encontraron diferentes sepulcros de moros, y habiendo descubierto dos, se vieron en ellos en cada uno una calavera, huesos y ropa. Estaban dichos sepulcros fabricados con obras de yeso y cal muy fuertes, y estaban debajo de la muralla de la Iglesia en el dicho sitio, junto al murallón segundo que hay en dicha calle, y se advierte haber todavía más sepulcros. Todavía se advierten más, junto a los que han encontrado, que están pegados a una piedra grande viva, sobre la cual está fundado el dicho murallón. Al parecer, en la zona indicada se encontraba el antiguo cementerio musulmán. (Manuscrito de don Gregorio Ferrer, a través de la copia de don Andrés de Cuenca González, del año 1873, que se conserva en el Archivo Municipal de Murcia.)




Y en el citado trayecto de la ladera ¿sabían que Cehegín, en el siglo XVI y también en el XVII, tenía dos mesones? Eran conocidos como el “Mesón de arriba” y el “Mesón de abajo”. Uno estaba situado en la Plaza Vieja, y otro en la citada calle del "Mesón Viejo",  la cual en el siglo XVII se conocía como la calle del Mesón, y con seguridad éste era el Mesón de la Herradura del cual habla Martín de Ambel en su "Historia de Cehegín". 

Plaza Vieja y puerta de Canara (foto retocada)

En uno de estos dos mesones ejercían la Franca y la Gascona, dos prostitutas que conocemos por algunas referencias documentadas en el Archivo Municipal. Estos mesones, además, eran lugares de reunión, ocio y paso de transeúntes de todo tipo, también eran peligrosos, donde el vino, el juego y la mala vida propiciaban frecuentes peleas, heridas y muerte de personas. Precisamente el hecho de que el Mesón Viejo estuviese en las afueras, era indicativo de que también ejercía como mancebía de la Villa. Esta calle mantiene una de las denominaciones más antiguas que se han conservado en el callejero ceheginero, ya que la mayoría de calles del siglo XVI y XVII han perdido las denominaciones originarias para ser sustituidas progresivamente por otras. Donde parece ser que también existía un camino al que se entraba en tiempos medievales desde la calle Mayor de Abajo, que era camino antes de calle, entroncaba con la Cuesta de los Herreros, por el Coso, antes de convertirse en un arrabal de la villa.


Foto del Coso -antes de su remodelación como 'Jardín del Agua'-

El Coso ya está documentado con ese nombre a mediados del siglo XVI, como parte del arrabal de la villa de Cehegín y el origen del topónimo posiblemente es del siglo XV o anterior. Creemos que la acepción tiene que ver con el nombre latino cursus, que viene a significar “carrera”. Etimológicamente Coso tiene ese nombre por haber sido zona de paso, incluso antes de la construcción del arrabal, y ese significado de carrera habría que aplicarlo en el sentido de calle o camino. **NOTA: Ver mi entrada "El Coso" en este blog.)** En la parte superior de la Cuesta de los Herreros se unirían los dos para desembocar después, como hemos visto anteriormente, en la Cuesta de las Maravillas y en la puerta de Canara.

Texto fragmentado de Francisco Jesús Hidalgo García, fotos de publicaciones y del autor.

miércoles, 19 de abril de 2023

CAMPILLO DE LOS JIMÉNEZ

 CAMPILLO DE LOS JIMÉNEZ


Poco sabemos de los orígenes y devenir histórico de la villa de Campillo de los Jiménez. Como vemos, son muy escasos los datos y el origen de la pedanía, dado su topónimo, podemos imaginar que derivaría de alguna familia de propietarios apellidados Jiménez que tuvieron en el lugar haciendas, al igual que ocurre con otras localidades de la región como Los Martínez, Los Gallegos o Los Antolinos. 

Vista del Campillo
Y así es, porque al parecer tiene su origen en Ginés Jiménez originario de Caravaca. El Campillo de los Jiménez queda ubicado muy cerca del embalse del Argos, con pequeños relieves o cabezos que lo rodean como el del Sacristán o el Cerro de los Lomos. 

Cultivo de la flor 

La población se agrupa en la aldea principal o bien se dispersa en distintos cortijos o caseríos, por ejemplo: La Pilá, El Cabezo, o Algezares. Aparte del paisaje bucólico, eminentemente agrícola, que rodea la villa, en especial el del río Argos y su embalse cercano a Valentín, así mismo, goza de los cultivos frutales, destacando el exuberante emporio floral, hoy principal base de la economía local. 

Vista del Cabezo
En esta pequeña historia, figura la Acequia de Campillo de los Jiménez, uno de los ramales de la acequia madre de Canara, y de la importancia que tuvieron los lagares de vino de la villa, las aportaciones no esclarecen mucho más que el hecho de que el río Argos, a su paso por la aldea, debía tener antaño un curso bastante amplio. 
En la revista 'Alquipir', habla del descubrimiento, entre unos viñedos, de un sepulcro con los restos humanos de un esqueleto gigantesco.

Río Argos -a su paso por el Campillo-
El acueducto en las inmediaciones del pueblo data de 1848, una construcción que pudo haber sido parte de algún plan de conducciones de agua al municipio de Lorca uno de los, tradicionalmente, más necesitados de recursos hídricos. 

Acueducto del Campillo
En septiembre de 1788 se levanta la torre de la Soledad de Cehegín, y en esta fecha existen suposiciones de que también comenzó a erigirse la del Campillo. Durante la guerra civil, su campana —como tantas otras— fue desmontada para vender el material, seguramente para fundirlo y fabricar municiones… Finalizado el conflicto bélico, Dolores Jiménez —una descendiente de la familia Jiménez— mandó traer la campana de su finca de la Hoya (Caravaca) a esta Ermita del Campillo, que es la que tañe en la actualidad.

Torre de la iglesia y campana.
Por un manuscrito de 1818 conocemos algunos datos de la ermita de Campillo, construida por sus vecinos. La documentación existente nos puede poner en antecedentes sobre este templo dedicado a la Virgen del Rosario, y cuyos paños tienen unas pinturas al seco en las que quedan representados los Misterios del Santo Rosario, con grafías moralizantes y didácticas y que tienen, en algún punto, una referencia a 1792. Recientemente, otro descendiente, el arquitecto Luis Martínez-Carrasco restauró dicha iglesia.

Ermita del Campillo
A la izquierda adosada a la ermita, se encuentra “La Sala”, una habitación trapezoidal con unas gradas numeradas en dos laterales. Parece que esta sala estaba dedicada a las reuniones de la cofradía, donde al amparo de la Virgen del Rosario se celebraban bailes y otros festejos. Aquí se ensayaban los autos sacramentales: “La Degollación de los Santos Inocentes” y “Los Reyes Magos”, que se representaban a la intemperie con extraordinaria asistencia desde todos los caseríos vecinos. La última función se celebró en 1982, desapareciendo desde entonces incomprensiblemente.

En la actualidad los vecinos de Campillo celebran en diciembre una semana de fiestas patronales dedicadas a la Purísima Concepción. 
Y a continuación transcribimos estos datos sobre: 

HERMANDAD DE ÁNIMAS DEL CAMPILLO DE LOS JIMÉNEZ DE CEHEGÍN: 


La Cuadrilla de Animeros mantiene viva la tradición, y sobre todo el folclore del noroeste murciano, en especial el de nuestro pueblo, Cehegín. A través de su música, cantes y bailes, evocan la forma de divertirse de nuestros ancestros, tradición inmemorial, cuya época no podemos datar. Sí podemos afirmar, que a partir de los años 40 del siglo XX, los animeros del Campillo de los Jiménez, encabezados por nuestro maestro José “El Pelaillas”, se constituyen como Cuadrilla de Animeros.
 
El Pelaillas y señora.
Resulta emocionante para cualquier persona de la época, recordar el paso de la Hermandad de Ánimas por las calles del Campillo, pidiendo “aguilandos” de casa en casa, limosna que destinarían para arreglos de la Iglesia y misas intencionadas por las Benditas Ánimas. Las cuadrillas estaban jerarquizadas en tres mayordomos, representantes de la cuadrilla; el alcalde, figura creada para que los acompañase; los cagarraches, jóvenes que portaban el burro para cargar con los donativos; y los músicos, entre ellos la voz cantante o solista. En la mañana del día 25 de diciembre iniciaban las salidas. Cinco días duraba la misión; cuatro jornadas seguidas más el día de Año Nuevo y si les quedaba alguna morada por visitar, volvían a salir el día de Reyes Magos. El recorrido abarcaba la pedanía del Campillo; Canara y los cortijos. Iban con burros y mulas pertrechados con sus serones y aguaderas. Recogían patatas, panizo, espinazos… o dinero; si alguna persona no podía dar nada, le cantaban igualmente. Luego los mayordomos vendían la mercancía si aparecía un comprador o la subastaban. El dinero recaudado era entregado al cura para la iglesia después de pagar a los músicos. Tras finalizar las visitas, los Animeros cantaban en la eucaristía y demás celebraciones religiosas, canciones con letras antiquísimas, transmitidas por tradición oral y con expresiones litúrgicas acordes a épocas pasadas, siempre antes de la comida del mediodía. Durante estos días, la cuadrilla amenizaba dos sesiones de bailes: el "baile en La Era", tras finalizar la misa y el de la noche, conocido como el “baile de Pascua”. En esos festejos se pujaba para que el inocente le pusiera el gorro a una moza; también se pagaba por los bailes 2 o 3 duros. A veces variaba la puja, dependiendo del baile, y se podía llegar hasta 100 duros (500 pts.). Los bailes eran agarrados (pasodobles, valses, mazurcas, etc.) o sueltos: folclore popular, con raíces musicales del folclore de nuestros territorios colindantes. Son piezas que se han personalizado según el pueblo y sus gentes. En la huerta de Cehegín, gozamos de un amplio repertorio: Jota de la huerta y Cehegín, Pardicas de la huerta y del Escobar, Sevillanas, Manchegas de la huerta, Rabotas y Malagueñas. 


En los últimos años, la Hermandad de Ánimas del Campillo de los Jiménez, está haciendo un gran esfuerzo por llevar esta parte de nuestro folclore a las generaciones actuales, muestra de ello es la incorporación de algunos jóvenes a la cuadrilla con el fin de que nuestras raíces perduren en el tiempo.


 Fuentes: Hermandad de Ánimas del Campillo de los Jiménez. Tradición oral, "Pedanías de Cehegín" de Alcázar Pastor. Archivo Municipal y otras publicaciones. Fotos del Archivo Municipal y del autor.

 

FARMACIAS, BOTICAS, Y BOTICARIOS

FARMACIAS DE CEHEGIN Y 

SUS BOTICARIOS

El boticario local recibía un sueldo anual por parte del Concejo de la Villa de Cehegín para el pago de las medicinas que destinaba a los enfermos pobres que estaban atendidos en el hospital de Caridad. En el año de 1748 el boticario era Andrés Sánchez, y su botica estaba muy cerca de la puerta de Caravaca, por debajo de la muralla del Castillo ceheginero. Contemporáneo de Andrés Sánchez era el doctor don Joseph Picó, médico de la villa. Bella palabra la de botica, ya muy en desuso, aunque aún la recordamos en boca de los ancianos y es que a partir del siglo XIX ya se regulan los estudios de farmacia, apareciendo entonces la denominación de farmacéutico. En la actas capitulares del Archivo Municipal de Cehegín de 1748, aparece este texto: Le sea entregado, dé y pague a Andrés Sánchez, boticario de este villa, ziento y diez reales de vellón, los mismos que importa su salario anual, consignado por las medicinas que de su botica suministra a los pobres enfermos de el hospital... Para  obtener el título de maestro de botica, había que pasar un examen para ejercer la profesión, una especie de químico a la antigua usanza conocedor de la proporción exacta para elaborar los remedios y estar en contacto con el médico para prescribir la receta oportuna. Contemporáneo del citado boticario Andrés Sánchez, fue el doctor Joseph Picó, médico local.


A lo largo del siglo XX, en nuestra villa se han establecido numerosas boticas con competentes profesionales del fármaco y es que suele decirse “Aquí hay de todo, como en botica”, cuando en determinado lugar, más bien referido a una tienda, no falta nada de lo necesario o se presume que reúne todos los productos o remedios que pueden ser ofertados. Naturalmente aparte de estos naturalistas y curanderos, nada más alejado de los profesionales de la medicina…, en las antiguas boticas, que hoy llamamos farmacias, -o más fino aún “Oficinas de farmacia”- solía haber una oferta relativamente abundante de los remedios que un enfermo necesitaba para curarse. El término “Botica”, procede del siglo XVI, cuando el Imperio español dominaba el mundo, por lo que las boticas del país estaban bien surtidas de todos los medicamentos y remedios curativos naturales conocidos en aquellos tiempos. Pero dejemos la historia y centrémonos en Cehegín donde han pasado numerosos licenciados en farmacia, virtuosos de la fórmula magistral, que han dejado un buen recuerdo no solo por su profesionalidad y honradez sino también por su trato humano con los ciudadanos. Y es que de todo abunda en este “valle lacrimoso”, boticarios serios y formales y otros no tanto y como don Hilarión el de la Verbena de la Paloma, gustaban de flirtear con las hijas de Eva. Y es que es normal… ¿a cualquier galán le seducen las hijas de nuestros primeros padres?

 Pero dejemos las bromas y sigamos con los recuerdos. Podríamos destacar licenciados como Don Miguel Morales de cuya figura un tanto enigmática se cuentan algunas historias truculentas, como que fue objeto de una cruenta agresión sin aclarar; en la memoria de nuestra generación recordamos a don Francisco Ortega Lorencio, hermano de las populares boticarias, creador de una extraordinaria pomada reconocida como remedio eficaz para muchísimas dolencias (aquel ungüento lo servían en unas preciosas cajitas de palma). O el entrañable don Antonio Bañón, ambos tradicionales farmacéuticos de tertulias de rebotica y casino, amigos y colaboradores del médico don Antonio Bernal. Laboratorios decorados con el tradicional botamen de cerámica de Talavera como el de don Dimas Agudo, uno de los más reconocidos por su extraordinaria humanidad, cuya farmacia, regentada por sus hijos, es la decana de nuestro pueblo, sita en la calle Mayor; don Enrique Valcárcel, el boticario de la boca torcida a consecuencia de un balazo, -según contaban-, que ubicó la farmacia en la cuesta del Parador para después traspasársela a la encantadora doña Tribuchi, una atractiva boticaria de simpatía arrolladora; don Manuel Carpes, joven licenciado que llegó a  Cehegín para establecerse en el barrio, -cerca de la antigua lonja-, y el apreciado farmacéutico Antonio Corbalán, muchísimos años jefe de la sanidad local y recientemente fallecido. Antiguos laboratorios decorados con el tradicional botamen de cerámica talaverano como el de las boticarias que aún es conservado en la farmacia de Pedro Fernández Ortega, en Barrio del Almarjal. Y ya, las actuales farmacias que se encargan de servirnos los medicamentos para paliar los innumerables achaques que sufrimos en este complicado siglo XXI, donde ya no se dan las tertulias en las reboticas, ni se filtrea en el casino con la Casta y la Susana, pero de éstos otros nos ocuparemos en otra ocasión..

Fuentes: Archivo Municipal, y otros archivos y publicaciones y muy agradecido a Fco. Jesús Hidalgo, archivero local. Algunos temas de la tradición oral ceheginera.