El CEMENTERIO VIEJO DE CEHEGIN
–El Ocaso de los Dioses-
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Foto antigua "Cementerio Viejo" |
En
Cehegín, referente al cortejo fúnebre, todavía queda el recuerdo de los
carruajes —conocidos también como tartanas— que conducían el cadáver desde la
casa mortuoria al cementerio. Según el nivel social del difunto era el número
de caballos que tiraba de él, y el engalanamiento con penachos. Luis "el Cuartica" fue el último propietario de estos coches de caballos. Sus animales respondían a
los nombres de "Artillero" y "Voluntario". El conductor era conocido como Pedro "El de los muertos". La cochera y almacén estaba situada al final de la Cuesta Moreno.

Existe
testimonio fotográfico de los ataúdes de jóvenes fallecidos. Las criaturas eran depositadas
en féretros blancos en señal de inocencia, y si se trataba de una joven soltera, en señal de pureza, colgaban del ataúd unas cintas blancas que eran
sujetadas del otro extremo por las amigas de la difunta. Y
es que estos rituales comenzaban con las mortajas y terminaban con los
enterramientos, pasando por el féretro, el velatorio, el ágape, la presencia o
no de plañideras, el luto, el testamento, los ritos religiosos, el simbolismo
de las luces y el cortejo fúnebre.
En
1775, por Real Cédula de Carlos III, los enterramientos dentro de las iglesias parroquiales u otras ermitas, fueron abolidos
por cuestiones de espacio, salubridad e higiene, obligando a efectuarlos fuera
de lugar poblado. En Cehegín, la construcción del Cementerio Viejo fue la respuesta: Desde que se fundó esta Iglesia, se estuvieron sepultando los difuntos en
ella, y en sus anejos, y Convento, pues muchas personas tenían construidas a sus
expensas bóvedas y sepulturas particulares; hasta que en el año de 1805, mandó
el Rey que se hiciesen cementerios y por ello, se construyó el de esta Iglesia,
en el sitio del Almarjal, extramuros de Cehegín, sin ermita, solamente se hizo
una cerca a expensas de la
Casa Tercia con los diezmos que percibe… El contenido de la Real Cédula provocó los recelos de un sector del clero que veía perder, sobre todo, las viejas prerrogativas. La solución vino dada concediendo a la iglesia un generoso espacio en el mencionado cementerio para sus enterramientos. En el día 6 de Mayo
se bendijo por D. Joaquín de la
Ossa Chico, y 7 de dicho mes de 1805, por la mañana, se
enterró en el referido cementerio el primer cadáver, Leonor García, mujer de
Antonio Ibáñez, apodada 'Tarima' y por la tarde, fue enterrado Matías López
Bernal, conocido por 'el Ratonero', vecino de Canara. Posteriormente
se levantaron la capilla y los nichos.
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Foto antigua del Camposanto ya abandonado. |
Los
nuevos cementerios decimonónicos tomaron entonces el aspecto de
cementerio-parque. Su esquema solía adoptar forma cuadrangular en cuatro
sectores con una capilla central dominando todo el conjunto. Pero acaso lo que
más llamó la atención del cementerio fue su entorno bucólico, agradable,
ensoñador. En esta atmósfera de apacible quietud no habría cabida para la
muerte patética y sombría.
Así,
la opulenta burguesía solía enterrarse en las bóvedas de algunos pabellones; la
pequeña burguesía en sombríos columbarios; el resto de la población en las
tumbas del bosquecillo y los pobres en la fosa común. Y es que la ciudad de los
muertos no deja de ser un trasunto de la ciudad de los vivos, a pesar de que la Iglesia trató de evitar
toda ostentación.

Pero
el clero no siempre fue ecuánime respecto a la muerte. Nunca vio igual una
muerte natural y esperada que una muerte violenta; ni la muerte de un católico
que la de un protestante o agnóstico. Cuando ésta se presentaba de
manera súbita, se consideraba infame y vergonzante, indigna de cristiana
sepultura. Y no digamos si era por suicidio, entonces, no sólo le era negada dicha inhumación, sino también el duelo, oraciones o misas. A estas muertes se les unió las de
los niños sin bautizar y las de los excomulgados o supliciados, y los paganos, que aun reclamando enterramiento en lugar sagrado su destino fue el abandono en los
campos, vertedero o "falso altar"; en definitiva, fuera del
camposanto... Así trascurrieron bastantes años, hasta que la solución ante tal exclusión vino de la mano del Concilio
Vaticano II (1962-65). Y la derogación definitiva en España de cualquier discriminación se plasmó en la Constitución Española de 1978.
Desgraciadamente, la escasísima documentación
acerca del Viejo Cementerio ceheginero dificulta su conocimiento y estudio,
pero, probablemente su trazado y concepción participara de la corriente
generalizada del cementerio decimonónico.
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El viejo cementerio derruido con la picota |
Así reza una inscripción
lapidaria del Viejo Cementerio, uno de los pocos testimonios conservados. "Caminante que al pasar no te quieras detener, después de mucho correr aquí vendrás a parar".. El
mármol blanco de los sepulcros cehegineros fue importado, mientras los grises y
rojos procedían de las canteras de nuestro montes, fundamentalmente de la Peñarrubia, denominándose "jaspes". Este antiguo cementerio, estuvo ubicado
en el terreno que hoy se conoce como Barrio de San Antonio de Padua, en cuyo solar se levanta la Iglesia parroquial del mismo nombre. El cementerio se mantuvo en activo hasta que, en 1912, fue inaugurado el actual Camposanto
Eclesiástico "Virgen de las Maravillas", junto al paraje conocido como "Fuente de Marco" en la "Cañada de la Zorra". No obstante, el
abandono del "Cementerio Viejo" suscitó melancolías y añoranzas en las gentes que se vieron obligadas
a abandonar a sus familiares, bien es cierto que muchos de los restos fueron trasladados al nuevo camposanto.

Todos los cehegineros estaban concienciados de la
necesidad de una nueva necrópolis, aunque para algunos, seguiría imborrable el
recuerdo y el deseo de yacer para siempre en el viejo cementerio de sus mayores: Por eso no
os extrañe, / no os asombre por eso, /que yo le tenga amor al camposanto /al cementerio
viejo /porque está allí mi madre, / porque está allí mi
cielo, /porque está allí mi espíritu fundido, /con las
tristes cenizas de mis muertos….
Sirvan estos románticos versos del poeta
local Jesús Hernández Puerta a los sentimientos de los cehegineros de aquella época.
Fuentes: Fotos del autor y algún archivo y datos de varias publicaciones y diversos cronistas.