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sábado, 23 de noviembre de 2024

EL CEMENTERIO VIEJO DE CEHEGIN

 

El CEMENTERIO VIEJO DE CEHEGIN 

El Ocaso de los Dioses- 

Foto antigua "Cementerio Viejo"

En Cehegín, referente al cortejo fúnebre, todavía queda el recuerdo de los carruajes —conocidos también como tartanas— que conducían el cadáver desde la casa mortuoria al cementerio. Según el nivel social del difunto era el número de caballos que tiraba de él, y el engalanamiento con penachos. Luis "el Cuartica" fue el último propietario de estos coches de caballos. Sus animales respondían a los nombres de "Artillero" y "Voluntario". El conductor era conocido como Pedro "El de los muertos". La cochera y almacén estaba situada al final de la Cuesta Moreno.


Existe testimonio fotográfico de los ataúdes de jóvenes fallecidos. Las criaturas eran depositadas en féretros blancos en señal de inocencia, y si se trataba de una joven soltera, en señal de pureza, colgaban del ataúd unas cintas blancas que eran sujetadas del otro extremo por las amigas de la difunta. Y es que estos rituales comenzaban con las mortajas y terminaban con los enterramientos, pasando por el féretro, el velatorio, el ágape, la presencia o no de plañideras, el luto, el testamento, los ritos religiosos, el simbolismo de las luces y el cortejo fúnebre.

En 1775, por Real Cédula de Carlos III, los enterramientos dentro de las iglesias parroquiales u otras ermitas, fueron abolidos por cuestiones de espacio, salubridad e higiene, obligando a efectuarlos fuera de lugar poblado. En Cehegín, la construcción del Cementerio Viejo fue la respuesta: Desde que se fundó esta Iglesia, se estuvieron sepultando los difuntos en ella, y en sus anejos, y Convento, pues muchas personas tenían construidas a sus expensas bóvedas y sepulturas particulares; hasta que en el año de 1805, mandó el Rey que se hiciesen cementerios y por ello, se construyó el de esta Iglesia, en el sitio del Almarjal, extramuros de Cehegín, sin ermita, solamente se hizo una cerca a expensas de la Casa Tercia con los diezmos que percibe… El contenido de la Real Cédula provocó los recelos de un sector del clero que veía perder, sobre todo, las viejas prerrogativas. La solución vino dada concediendo a la iglesia un generoso espacio en el mencionado cementerio para sus enterramientos. En el día 6 de Mayo se bendijo por D. Joaquín de la Ossa Chico, y 7 de dicho mes de 1805, por la mañana, se enterró en el referido cementerio el primer cadáver, Leonor García, mujer de Antonio Ibáñez, apodada 'Tarima' y por la tarde, fue enterrado Matías López Bernal, conocido por 'el Ratonero', vecino de Canara. Posteriormente se levantaron la capilla y los nichos.

Foto antigua del Camposanto ya abandonado.

 Los nuevos cementerios decimonónicos tomaron entonces el aspecto de cementerio-parque. Su esquema solía adoptar forma cuadrangular en cuatro sectores con una capilla central dominando todo el conjunto. Pero acaso lo que más llamó la atención del cementerio fue su entorno bucólico, agradable, ensoñador. En esta atmósfera de apacible quietud no habría cabida para la muerte patética y sombría.

Así, la opulenta burguesía solía enterrarse en las bóvedas de algunos pabellones; la pequeña burguesía en sombríos columbarios; el resto de la población en las tumbas del bosquecillo y los pobres en la fosa común. Y es que la ciudad de los muertos no deja de ser un trasunto de la ciudad de los vivos, a pesar de que la Iglesia trató de evitar toda ostentación.


Pero el clero no siempre fue ecuánime respecto a la muerte. Nunca vio igual una muerte natural y esperada que una muerte violenta; ni la muerte de un católico que la de un protestante o agnóstico. Cuando ésta se presentaba de manera súbita, se consideraba infame y vergonzante, indigna de cristiana sepultura. Y no digamos si era por suicidio, entonces, no sólo le era negada dicha inhumación, sino también el duelo, oraciones o misas. A estas muertes se les unió las de los niños sin bautizar y las de los excomulgados o supliciados, y los paganos, que aun reclamando enterramiento en lugar sagrado su destino fue el abandono en los campos, vertedero o "falso altar"; en definitiva, fuera del camposanto... Así trascurrieron bastantes años, hasta que la solución ante tal exclusión vino de la mano del Concilio Vaticano II (1962-65). Y la derogación definitiva en España de cualquier discriminación se plasmó en la Constitución Española de 1978.

Desgraciadamente, la escasísima documentación acerca del Viejo Cementerio ceheginero dificulta su conocimiento y estudio, pero, probablemente su trazado y concepción participara de la corriente generalizada del cementerio decimonónico.

El viejo cementerio derruido con la picota
 Así reza una inscripción lapidaria del Viejo Cementerio, uno de los pocos testimonios conservados. "Caminante que al pasar no te quieras detener, después de mucho correr aquí vendrás a parar".. El mármol blanco de los sepulcros cehegineros fue importado, mientras los grises y rojos procedían de las canteras de nuestro montes, fundamentalmente de la Peñarrubia, denominándose "jaspes". Este antiguo cementerio, estuvo ubicado en el terreno que hoy se conoce como Barrio de San Antonio de Padua, en cuyo solar se levanta la Iglesia parroquial del mismo nombre. El cementerio se mantuvo en activo hasta que, en 1912, fue inaugurado el actual Camposanto Eclesiástico "Virgen de las Maravillas", junto al paraje conocido como "Fuente de Marco" en la "Cañada de la Zorra". No obstante, el abandono del "Cementerio Viejo" suscitó melancolías y añoranzas en las gentes que se vieron obligadas a abandonar a sus familiares, bien es cierto que muchos de los restos fueron trasladados al nuevo camposanto. 

Todos los cehegineros estaban concienciados de la necesidad de una nueva necrópolis, aunque para algunos, seguiría imborrable el recuerdo y el deseo de yacer para siempre en el viejo cementerio de sus mayores: Por eso no os extrañe, / no os asombre por eso, /que yo le tenga amor al camposanto /al cementerio viejo /porque está allí mi madre, / porque está allí mi cielo, /porque está allí mi espíritu fundido, /con las tristes cenizas de mis muertos….

Sirvan estos románticos versos del poeta local Jesús Hernández Puerta a los sentimientos de los cehegineros de aquella época.

Fuentes: Fotos del autor y algún archivo y datos de varias publicaciones y diversos cronistas.

 

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