RELATIVISMO ¿Cuestión de conciencia?
“Si preguntáis a la Filosofía de qué materia es el cielo y el sol, ¿Qué os responderá ella sino de hierro o, con Anaxágoras, de piedra o tal estofa, según nuestra costumbre?”
Parece que para ciertas gentes el relativismo es una especie de veneno que se introduce en la sociedad como si fuese una pandemia procedente del demonio. Dicen que todo es blanco o es negro, que no existen los matices, están obcecados en la teoría maniquea del bien y el mal, cuando es evidente que el Creador hizo todo como el arco Iris. Todo es relativo, ya lo asevera el famoso axioma metafórico conocido como Ley Campoamor: “En este mundo ‘traidor’ nada es verdad ni mentira, todo es según del color por el cristal donde se mira.” el cual supone una pesimista pero bella manera de expresar, y admitir, que nada vale la pena, que ningún valor es inmutable, y que inevitablemente impera el subjetivismo, la arbitrariedad, y el relativismo, en todas las facetas de nuestro mundo (por ello, lo de ‘traidor’, según el poeta).
Aunque hablando de relativismo, es obvio que no es lo mismo relativismo que subjetivismo, éste afirma que el conocimiento sólo es posible de manera limitada, mientras que el relativismo considera la influencia del medio, del espíritu, del tiempo, de la pertenencia a un determinado círculo cultural o clase social, y los factores determinantes contenidos en ellos. El relativismo cognitivo sostiene que no existen verdades absolutas y asegura que cada persona tiene diferentes perspectivas. Es frecuente que los defensores de este relativismo razonen que, puesto que cada cual "tiene su verdad”, cada afirmación moral depende de convenciones de las personas de esa cultura, y no puede ser cuestionada.
Oswald Spengler así mismo escribió: “Toda cultura tiene su propio criterio, en el cual comienza y termina su validez. No existe moral universal de ninguna naturaleza”
Algunos fanáticos dogmatizan lo contrario, se empeñan en que no hay medias tintas o se está con sus postulados o en contra. De esta forma se han perpetrado las más grandes brutalidades de la Humanidad. La Historia es testigo, y no sólo actitudes cesaristas como en tiempos de Roma, sino aún más cercanas, Napoleón o el gran megalómano criminal nazi y otros innombrables caudillos menores; aunque no olvidemos que también en situaciones democráticas se producen talantes dictatoriales y autoritarios.
Se podrían plantear innumerables preguntas que nos demuestran que casi todo es movible, hasta las estrellas: por ejemplo, no hay contradicción más honda que la que media entre la muerte de inanición y la muerte heroica. En estos casos el hombre muere de algo, no por algo.
No seré yo, pues, quien aventure cuál es la posición razonable. Pero me parece que, fuera la que fuese, no la habría abrazado de una forma extrema, ni sin ver las razones de las demás.
Como aseveraba Montaigne: “Más de una vez, me he dedicado con mucho gusto, como ejercicio y distracción, a defender una opinión contraria a la mía, y la inteligencia, aplicándose a ella y volviéndose hacia esa parte, se me adhiere hasta tal punto que dejo de ver la razón de mi opinión anterior y me aparto de ella”. Quizá nos convendría a todos seguir su ejemplo de vez en cuando. Aunque sólo sea para comprender mejor las razones de los que no piensan como nosotros, que también las tienen.
Todo es cuestión de sentido común, pero hay que afirmar, como así lo aseveraba cierto personaje, que: "El sentido común es el menos común de los sentidos..."
Por todo lo dicho cuando se habla de la “Verdad”, en realidad ¿de qué verdad hablamos?, ¿de la tuya o de la mía…? Como diría el viejo poeta: "¿mi verdad o tu verdad…?- ¡No!, 'la Verdad', la tuya (o la mía), ¡guárdatela!..."