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domingo, 30 de julio de 2017

25 JULIO 1725 - LLEGA LA VIRGEN

MADRE MARAVILLOSA...

"Estrella refulgente, aurora luminosa, / Madre, Madre, Maravillosa..., nuestras almas se merecen un tremendo, un tremendo castigo, mas estando siempre contigo, nadie puede peligrar. " (Del antiguo villancico)


Virgen Maravillas -Sin corona- (foto Ricardo López)

Cehegín 25 de julio de 1725. La Virgen de las Maravillas llega a Cehegín procedente de Nápoles. Antes recaló desde Italia otra virgen, una hermosísima Piedad, destinada al Hospital de la Caridad de Cartagena, a la cual se le adjudicaría el sobrenombre del mencionado hospital, "Virgen de la Caridad".  
El Guardián del convento de San Esteban de Cehegín, padre Francisco Moreno, y otros dos notables personajes, darán forma a la aspiración de adquirir una imagen de María "esculpida en los talleres napolitanos”, de donde procedía la mencionada Virgen cartagenera.

 Iglesia de San Esteban y Santuario de la Virgen de las Maravillas.

El franciscano negoció a través de un conocido navegante de Cartagena, Pedro Antonio Peretti, (el segundo personaje), la compra de otra talla para Cehegín que tuviese singular hermosura. En la primavera de 1723 el marino Lorenzo Peretti, (hermano del otro Peretti mencionado), parte hacia Italia con el encargo del fraile: “Formalizará usted la hechura de una imagen de la Virgen con el Niño en sus brazos en un obrador de escultura en Nápoles…” y allí llega a cumplir su cometido en el taller regentado por el tercero de los forjadores del evento, el más importante, -así lo cuenta la historia-, asignando la autoría a Nicola Fumo, un extraordinario imaginero especialista en el policromado. 


El barco que transportó la imagen hacia España arribó en el puerto de Cartagena el día de la Virgen del Carmen, 16 de julio de 1725. Cuentan que una marejada estuvo a punto de hacer naufragar la nave, inundando parte de ella, pero la figura sagrada no sufrió desperfectos. Dos días después la imagen es desembarcada y trasladada a una casa particular, donde la expusieron en un altar durante cuatro días. La noticia de tan inigualable belleza se difundió por toda Cartagena que pudo contemplar tal dechado de divina hermosura. Las gentes preguntaban el nombre con el que se iba a invocar y el fraile sugería que el de "Maravillas", aunque no estuviera acuñado en el santoral, pero la hechura de la imagen y los prodigios de conversión que ya había obrado antes de venir y los que esperaba cuando la invocaran en el futuro sus devotos, su definición era "¡¡MARAVILLAS!!".
Ante la multiplicidad de nombres que se proponían, se optó por elegirlo por "insaculación", (o sea mediante sorteo), depositando papeletas con nombres en un saquillo y extrayendo la papeleta una mano inocente—la de un niño—; repetido varias veces, siempre aparecía -dice la leyenda- el nombre de "Maravillas".
Cartagena, ante el donaire y esplendor de la imagen, quiso apropiársela, por lo que era arriesgado continuar allí más tiempo y el 23 de julio salieron de la ciudad en dirección Fuente Álamo y las villas de Totana y Lorca; al correr la voz, no pudieron evitar que los sencillos labradores de las pedanías de Coy y de Avilés, salieran de sus caseríos al paso de la galera, con grandes deseos de contemplar aquel rico tesoro escondido en el cajón. Por el campo de Caravaca llegaron al caserío de la Encarnación y de allí a la Cañada Luenga –Cañalengua- (a 6 km. de Cehegín), en donde hacían guardia los cehegineros encargados de anunciar la llegada tan deseada. Cuentan que a su paso por aquellos campos "brotaban olorosas rosas".
La multitud delirante de entusiasmo la vitoreaba, mientras los soldados descargaban los arcabuces atronando el aire.  Así, en romería, llegaron a la entrada del vetusto Cehegín, en el "Partidor de abajo", junto a la histórica "Bodeguica", donde todo el mundo repetía enfervorizado el nombre de "¡¡Maravillas!!" a unísono. Al extraer del embalaje la deslumbrante imagen, la gente enajenada de emoción guardaba las astillas del cajón como reliquias milagrosas.

Placa Conmemorativa en la Bodeguica

Pidieron unas andas para transportarla a la Parroquia Mayor de santa María Magdalena y ratificar su ceheginerismo. Un vecino castizo le gritó: - “¡Ahora serás más ceheginera que la cuesta del Parador!”-  Y requiriendo a sus hijos y deudos les conminó: -“¡Vamos...! ¡todos a una…! ¡A subir a la Virgen a la parroquia…!”-  Eran los "Montalvos", y desde entonces esta familia, de padres a hijos, siempre han realizado este glorioso menester.

Parroquia de la Magdalena -Vista desde el Paseo- (foto A. González)

La iglesia parroquial no se cerró en toda la noche. Mientras, se sucedían idas y venidas de gentes de la villa, de la huerta y de los pueblos vecinos, y por las calles se cantaban villancicos a la Virgen. De ahí, seguramente, la costumbre de ofrecerle aquel simbólico cántico en los descansos de la procesión de las fiestas septembrinas, (tradición desaparecida, no se sabe por qué), cuya autoría se atribuye al maestro organista de la Magdalena, Indalecio Soriano Fuertes:
“Estrella refulgente, aurora luminosa, / Madre, Madre, Maravillosa,
Amable…, amable sin igual…, / Madre, Madre, Maravillosa, / Amable…, amable sin igual.” / (Estribillo) “Nuestras culpas se merecen, / un tremendo castigo, / mas estando siempre contigo, nadie puede…, nadie puede peligrar. / Mas estando siempre contigo, /¿Quién puede…, quién puede peligrar?”

Fuentes: Tradición oral, y diversos cronistas. Fotos del autor.
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