TODOS A LA CÁRCEL
Como aquella película de Berlanga: "Todos a la cárcel".
Penitenciaría moderna. |
Hay quien no para de amenazar:
«A 'estos' les metía yo son cien años de
cárcel, para que se enteraran…» y es que llevamos una temporada de “presuntos”
delincuentes de guante blanco, prevaricadores, petardistas, granujas, tahúres de
tres al cuarto, y demás salteadores de caminos de la fauna ibérica, que no les
quiero decir, con esto de la crisis se está destapando cada tomate, que no
sabemos hasta donde vamos a llegar.
¿Qué me mete en el bolsillo...? |
Nunca nos hemos parado a
recapacitar: ¿merecen estos pícaros la cárcel de nuestra época…? Antiguamente era
más que sórdida, pero hoy, afortunadamente, ni mucho menos, incluso hay quien
asegura que allí se vive mejor que en cualquier otro lugar.
El otro día leía la noticia de
un individuo, que recién cumplida su condena de 15 años salió de prisión,
anduvo un par de días por ahí y al tercero se presentó de nuevo en la penitenciaría
pidiendo a los guardias que lo encerraran de nuevo, pues desde que salió sólo
le habían ocurrido calamidades y donde más a gusto se encontraba era recluido
en el penal. —«Al menos aquí se come
caliente y yo llevo dos días con la soñada libertad, pero comiendo peor que un
perro vagabundo…, y no tengo ni donde
dormir la siesta, como no sea aterido en un banco del parque…»— aseguraba
el desencantado ex-recluso.
¿Dónde se está mejor?,
aseveran algunos, ¿en prisión o en el trabajo…? Porque en realidad ¡hay cada
trabajo…! que sin dudarlo es peor que la cárcel.
Trabajo aleatorio. |
Pensemos pues, con frialdad y
reflexionemos.
En una de estas modernas cárceles
es mayor la celda que el despacho de un probo contable, incluido el ordenador. Te
alimentan gratis y fuera de ella hay que pagar. Si eres buen zagal y te portas
como un señor, te obsequian con tiempo libre para realizar cualquier deporte u
otra actividad o afición; en cambio en tu oficina si eres cumplidor y cumples
con tu obligación dice el ladino del jefe: —«Este es muy eficaz, hay que aumentarle la faena para que no se aburra»—
En prisión los guardias te liberan
del problema de las llaves y te abren y te cierran la puerta cada vez, como a
un caballero; en cambio en la calle, tienes que andar siempre preocupado por el
llavero para que no se te olvide o lo pierdas, lo cual te ocasiona un grave inconveniente,
teniendo en cuenta que antaño podías recurrir al sereno de turno: —«¡Serenooooo…!»— gritabas mientras hacías
palmas y cuando llegaba le pedías que te abriera y no desconfiaba, pero en la
actualidad si no llevas llave y encima se acabó la batería del móvil, ya andas
listo para penetrar en tu domicilio, ni nos conocemos los vecinos, ni las
cabinas de telefónica funcionan, y aunque funcionasen, de todas formas, desde
que se han impuesto los teléfonos celulares, llamados popularmente “móvil”, ya
no memorizamos los números. (Por cierto lo de “móvil” ¿será porque vibra o porque
lo llevamos siempre ‘pallá y pacá’ en la faltriquera…?)
Pero sigamos con los prisioneros: Hasta la TV,
la radio o los videojuegos siempre los tienes a disposición en la prisión, sin
embargo, en el trabajo y en la oficina, mucho cuidado con que te pille el ogro
del jefe jugando al pinboll o al Juego de Tronos en el ordenador o chateando con las nenas
de turno, porque te puedes encontrar en la calle y sin más derechos.
Celda moderna de penitenciaría alemana. |
Fíjate que hasta en prisión tienes permitido visitas de los familiares y amigos. Pues bien, como algún amigote del bar de la esquina se le ocurra ir a buscarte para echar un vinito, ya verás la que te lía el jefe.