EL APRENDIZ DE FAMOSO
(Fantasía hilarante para este año)
Aparecer algún día en la portada de los medios de comunicación era su sueño dorado. Después de mil avatares y fracasos mayúsculos, llegó a la conclusión de que sólo podría lograrlo cuando se decidiera a lanzarse volando desde la azotea del edificio más alto de la ciudad. Pensó: -“Es la única manera de ser célebre aún a riesgo de quedarme inválido, pero valdrá la pena con tal de salir en la prensa y en la tele, seré el nuevo Juan Salvador Gaviota”-
Desde niño ya sentía envidia de la gente del ‘famoseo’: -Dentro de pocos años también seré famoso y me fotografiarán en todas partes, un triunfador "influencer". Mis amigos me ensalzarán: -¡Qué bien has salido en la foto de hoy!...
Pero conforme pasaba el tiempo advertía lo difícil que era sobresalir y obtener méritos para que los periodistas se fijasen en él. Lo intentó en el deporte, pero su facha era deprimente y se fatigaba sólo de subir al primer piso donde vivía; probó en la canción: gracias a un amigo consiguió un “casting” para “Operación T.” y al primer “gallo” que soltó le recomendaron amablemente: Dedíquese usted a pregonero.
En otra ocasión concibió la torpe idea de saltar al campo de Atleti y pegarle al árbitro: -Esta vez, seguro que publican la noticia, porque no es para menos, pegarle a un árbitro de fútbol está muy feo…- y lo único que consiguió fue dos sonoros guantazos que le propinó un municipal. El ‘presunto publicano’ pensó eufórico: -… han valido la pena los jetazos por aparecer en letra impresa; mañana seré famoso y todo el mundo me preguntará …- al día siguiente compró ilusionado el diario donde se leía: -… un energúmeno quiso agredir al colegiado, pero afortunadamente lo impidió la autoridad…-
Después de este fiasco, le vino otra ocurrencia y pensó: -¡Eureka, ya está! ¡Atracaré un banco…!- Y, ni corto ni perezoso, penetró en el más próximo; se había buscado una enorme pistola de chocolate y una media vieja de su casera donde introdujo su dura cabeza e irrumpió gritando: - ¡Arriba las manos!…, ¡Esto es un atraco! ¡Rápido, todo el dinero sobre la mesa…! – entonces, un empleado gritó desde el otro lado del mostrador: -Hombre Paco, cómo se nota que estamos en carnaval, ¡qué gana de broma tienes! ¿Deseas realizar alguna operación?… – El iluso aspirante a famoso no tuvo más remedio que disimular dándole un bocado a la pistola e invitando a su amigo banquero: -¿Quieres probarlo?, es de chocolate puro…-
¡Nada!, que no lograba la celebridad. Tan fácil como lo consiguió “El Bárcenas ese” o el Kiko, y lo complicado que se le presentaba todo a él.
Entonces recapacitó: -¿Por qué no, casarme y luego separarme, después de hartar de palos a mi mujer para que no existan atenuantes ante el juez? Seguro que me publican por eso de la violencia de género…- Y de esta suerte abordó un nuevo lance: buscar novia por todos sitios. Él quería una mujer que fuese guapa pero no muy lista, (como “la Bombi” aquella de la TV) para acceder mejor a sus propósitos. Y recorriendo los tugurios de copas, se fijó en una especie de Marilyn, aunque nunca pensó que era cinturón negro de judo. El día que intentó propinarle la primera ‘jamanza’ de prueba, no llegó a rozarle pues la ‘inocente joven’ le aplicó una llave que lo dejó maltrecho y sin novia…
¡Qué complicado ser famoso! Por aquello del maltrato animal, tan de moda, caviló: - ¿Y morder a un precioso caniche que paseaba con su dueña a diario?... podría ser noticia. Lo contrario sucedió. Sufrió tal bocado del perrito, además de un bastonazo que le propinó el ama, que necesitó cura de urgencia en un hospital.
La obsesión compulsiva por alcanzar la fama le carcomía, proyectándole las ideas más peregrinas. Y por fin, aquel funesto día, inspirado por un libro de Leonardo Da Vinci sobre una ‘Máquina Voladora’, decidió, cual nuevo Superman, lanzarse con un gran paraguas desde un edificio en obras. -Seguro que en esta ocasión me haré famoso, aunque abolle algún coche.. ¡El hombre volador seré!...- Ascendió entre tablones, agazapado para pasar desapercibido, se asomó calculando una altura propicia para un vuelo incruento y aterrizar sobre un montón de arenilla, con tan mala fortuna que se le enganchó el paraguas en una valla, perdió el equilibrio y se desplomó sobre el enorme encofrado de un pilar que en ese instante rellenaban de hormigón, y allí, cual faraónico urbanita, quedó sepultado para que una nueva cazada acabara de rebosar el cimiento. Y efectivamente, por fin conseguía una noticia digna de primera página, pero, fue todo tan rápido que pasó totalmente inadvertido.
Cuando los colegas de la oficina observaron su absentismo laboral, denunciaron a la policía. Sin rastro alguno, todos pensaron que se había marchado a su libre albedrío. Ya lo advirtió días pasados a un compañero: Me voy lejos, no tengo porvenir, es imposible hacerse famoso, ¡aquí nunca pasa nada importante…!
Esta es la triste historia de aquel iluso que con imposturas y supercherías, como tantos otros que conocemos, soñaba con protagonizar una portada en los medios de comunicación.