A MI QUERIDO MAESTRO GINÉS IBÁÑEZ RUIZ (Jinés ‘el Ciego’).
Ginés y su guitarra, junto a Pepe de Fernando |
En cierta ocasión le comentaron a ‘Jinés el ciego’ el porqué de no someterse a una operación en Barraquer para recuperar la vista —él sabía que no tenía solución su ceguera— pero no le respondió esto, si no, que: …”yo veo las cosas más bellas de este mundo, las más maravillosas y todo ello gracias … ¡A la Música…!”
Es curioso el desconocimiento de los personajes locales por parte de un sector de la población. Viene al caso porque el otro día comentando con un joven amigo sobre la identidad de Jinés el Ciego y su trayectoria musical y profesional, él me preguntaba el motivo de tributar con su nombre a uno de los parques del Arrón. El joven ignoraba tantas cosas del maestro Ginés que le expliqué algunas anécdotas, poniendo de relieve su personalidad y el proverbial sentido del humor de nuestro personaje. Jinés pese a su ceguera, siempre fue un hombre inquieto, en los calamitosos tiempos, (como también José el ciego, otro recordado invidente), daba clases de bandurria y demás instrumentos de plectro, lecciones de las que apenas cobraba unos céntimos, de allí salieron numerosos jóvenes músicos que alegraron las noches cehegineras.
Coros y Danzas años 40/50. |
Así mismo participaba en todos las manifestaciones musicales de su juventud, comparsas como "Violetas Imperiales"; zarzuelas; coros y danzas; actuaciones en las fiestas de pedanías, incluso en misas, procesiones y bailes, como la fiesta de San José en Burete; y con otros grupos musicales cehegineros.
Comparsa "Violetas Imperiales" (Gines, 3ª fila desde abajo, 1º drecha.) |
La Ciega Amparo |
Hay que señalar que en aquellos años se ubicaba la Delegación Comarcal de la Organización Nacional de Ciegos, en la calle López Chicheri, de donde salía toda la administración para los pueblos vecinos y su delegado era, evidentemente, Ginés Ibáñez, nuestro personaje. No importó las penurias económicas y sociales de la época para que aprendiera una disciplina que le fue impartida por don Antonio Rodríguez Sánchez, más conocido como el "Ciego Medina", otro ilustre invidente de nuestro pueblo, y fue nada menos que aprender el sistema Braille de escritura y lectura con puntos que se graban con un pequeño punzón sobre unos cartones rígidos.
don Antonio Rodriguez "Medina". |
Foto Braille |
Estos elementales conocimientos le sirvieron de catapulta para su futuro profesional en la O.N.C.E, además también utilizaba este sistema para transcribir las partituras del pentagrama a dicho lenguaje para ciegos, para así poder dirigir su famosa orquesta de cuerda.
Foto Conjunto de Plectro "Ibáñez - Años 60" |
Muy notorio fue el éxito con el popular Quinteto Ibáñez, no sólo por nuestra región, incluso fuera de nuestra frontera, participando en el programa “Salto a la Fama” de RTVE y en varios premios cosechados en el' Festival Internacional de Plectro' de La Rioja, en Logroño donde participaron en varias ediciones.
Los ratos de ocio los disfrutaban, sobre todo, en una tertulia en la cercana barbería de Juan Pedro, un peculiar personaje, además de curandero y sacamuelas, elaboraba unos colirios para ojos que eran auténtica panacea. Cierto día, se dirigía Jinés desde la "república del Mesoncico", y Fernando Ruiz ‘el Ciego’ desde su domicilio del Cabezo hacia la delegación, cuando se encontraban junto a la citada barbería, se 'toparon', y Ginés, alardeando de su extraordinario sentido del humor le espetó a Fernando: …“mira por donde andas, ¡ni que estuvieras ciego…!" En otra ocasión, arribó desde Mataró a Cehegin, de vacaciones, un antiguo vecino suyo de la Cuesta de los Herreros y entró a la Delegación a saludarlo: -"Hola Ginés, ¿te acuerdas de mí, soy fulano...?" - El ciego, irónico, como era su talante, le replicó: -"Hombre la verdad es que hace mucho tiempo que no te "veía"..."
Otra peculiaridad del maestro Ginés era su devoción por las faldas, naturalmente femeninas, y solía notar por el olor cuando una mujer era atractiva… su primer gesto era un suspiro susurrante -“¡UUUMMM!”-, lo cual indicaba que le agradaba la dama.
Sería interminable contar toda una trayectoria de personaje tan peculiar, sólo recordar que fue una buena persona amante de las cosas hermosas de la vida, pese a su ceguera, y afortunado melómano. siempre aseveraba: “Me falta un sentido pero en recompensa gozo del mejor de ellos, el oído musical…”-
Una tarde en el casino ‘afinando’ para ‘ir de ronda’, pedimos una botella de coñac y unos carajillos, Jinés, mientras ponía a tono los instrumentos, daba lentos sorbos al carajillo, a cada trago, alguno de los músicos le añadía otro chorro de coñac y como no terminaba de consumirse la taza, Jinés exclamó con cierta ironía, alargando la palma de la mano hacia el techo: -“¿Es que hay goteras…?”- Era la maravillosa noche de San Juan Bautista, pertrechados de guitarras, bandurrias y laúdes ya bien afinados por la diestra mano del maestro, comenzaba la época de ‘rondar con música’ a las jóvenes que, ataviadas ya con camisón de dormir y perfumadas con las colonias de moda ’Joya’ o ‘Embrujo de Sevilla’, aguardaban cual melancólica Julieta, asomadas a su balcón o ventanal a dar las gracias por la música y si el padre de la zagala era benevolente seguro que alguna copita y algún dulce nos sacaba para continuar entonados la ronda.
Le gustaba “echarle músicas”, (como él decía), a numerosas damas locales sin importarle la clase social a la que perteneciera. Por ejemplo, una de las serenatas fijas cada 31 de agosto era para Ramona ‘la Lavandera’, en su onomástico, y otra música a unas damas conocidas como “Las Mussas”, aquellas señoras que veraneaban en su casa solariega de la Cuesta del Parador. Bajábamos todo el grupo después de una noche de farra y con alguna copita de más, como bien mandaba la cofradía musical y Jinés, con mucha seriedad, pidió silencio y dijo: “Preparar los instrumentos..., ahora vamos a tocar... La Leyenda del Bolso…” Se le había trabado un poco la lengua, pero la carcajada fue monumental.
Los ratos de ocio los disfrutaban, sobre todo, en una tertulia en la cercana barbería de Juan Pedro, un peculiar personaje, además de curandero y sacamuelas, elaboraba unos colirios para ojos que eran auténtica panacea. Cierto día, se dirigía Jinés desde la "república del Mesoncico", y Fernando Ruiz ‘el Ciego’ desde su domicilio del Cabezo hacia la delegación, cuando se encontraban junto a la citada barbería, se 'toparon', y Ginés, alardeando de su extraordinario sentido del humor le espetó a Fernando: …“mira por donde andas, ¡ni que estuvieras ciego…!" En otra ocasión, arribó desde Mataró a Cehegin, de vacaciones, un antiguo vecino suyo de la Cuesta de los Herreros y entró a la Delegación a saludarlo: -"Hola Ginés, ¿te acuerdas de mí, soy fulano...?" - El ciego, irónico, como era su talante, le replicó: -"Hombre la verdad es que hace mucho tiempo que no te "veía"..."
Otra peculiaridad del maestro Ginés era su devoción por las faldas, naturalmente femeninas, y solía notar por el olor cuando una mujer era atractiva… su primer gesto era un suspiro susurrante -“¡UUUMMM!”-, lo cual indicaba que le agradaba la dama.
Sería interminable contar toda una trayectoria de personaje tan peculiar, sólo recordar que fue una buena persona amante de las cosas hermosas de la vida, pese a su ceguera, y afortunado melómano. siempre aseveraba: “Me falta un sentido pero en recompensa gozo del mejor de ellos, el oído musical…”-
Una tarde en el casino ‘afinando’ para ‘ir de ronda’, pedimos una botella de coñac y unos carajillos, Jinés, mientras ponía a tono los instrumentos, daba lentos sorbos al carajillo, a cada trago, alguno de los músicos le añadía otro chorro de coñac y como no terminaba de consumirse la taza, Jinés exclamó con cierta ironía, alargando la palma de la mano hacia el techo: -“¿Es que hay goteras…?”- Era la maravillosa noche de San Juan Bautista, pertrechados de guitarras, bandurrias y laúdes ya bien afinados por la diestra mano del maestro, comenzaba la época de ‘rondar con música’ a las jóvenes que, ataviadas ya con camisón de dormir y perfumadas con las colonias de moda ’Joya’ o ‘Embrujo de Sevilla’, aguardaban cual melancólica Julieta, asomadas a su balcón o ventanal a dar las gracias por la música y si el padre de la zagala era benevolente seguro que alguna copita y algún dulce nos sacaba para continuar entonados la ronda.
Le gustaba “echarle músicas”, (como él decía), a numerosas damas locales sin importarle la clase social a la que perteneciera. Por ejemplo, una de las serenatas fijas cada 31 de agosto era para Ramona ‘la Lavandera’, en su onomástico, y otra música a unas damas conocidas como “Las Mussas”, aquellas señoras que veraneaban en su casa solariega de la Cuesta del Parador. Bajábamos todo el grupo después de una noche de farra y con alguna copita de más, como bien mandaba la cofradía musical y Jinés, con mucha seriedad, pidió silencio y dijo: “Preparar los instrumentos..., ahora vamos a tocar... La Leyenda del Bolso…” Se le había trabado un poco la lengua, pero la carcajada fue monumental.
Antonio Zarco cantando La Parranda. |
En una de aquellas refrescantes veladas a la intemperie, se alargó el repertorio musical hasta primeras horas de la alborada. En el clímax del festejo, cuando ya afinaba la cuerda el 'gallo concertino' para el toque de alba, se le pidió al entrañable juglar Antonio Zarco que cantase la romanza de la zarzuela ‘La Tempestad’: -“Venga Antonio…, la Tempestad, vamos, ¡anímate!…”- insistíamos a nuestro compañero, cuando un vecino, acequiero regador, que debía madrugar para ir a la faena y harto ya de tanto aquelarre musical, increpó estentóreo: -“Eso es lo que debía caeros encima de una vez, una tempestad de rayos y truenos.” Ya pueden imaginarse que la noche de ronda acabó con aquel ‘ex abrupto’ del sufrido agricultor.
Foto Parque "Ginés Ibáñez". |
Una de las piezas emblemáticas del 'Quinteto Ibáñez, fue el célebre vals "Dulzuras", dedicado a la Confitería Motolite, compuesto por el maestro de Ginés: don Antonio Rodríguez "Medina".
Hoy queda el recuerdo de esta extraordinaria persona y entrañable músico, en el hermoso Parque con su nombre, donde Jinés, desde las alturas, seguramente dirige el afinado canto de los pajarillos al atardecer y un detalle que, cada vez que penetro en la Casa de la Cultura, me emociona, y es una diáfana urna que muestra airosa ¡¡su vieja guitarra‼
Foto Guitarra de Jinés. |