¿DOS ESPAÑAS…?
“Españolito que vienes al mundo, te guarde Dios…,
una de las dos españas, ha de helarte el corazón…”
(A. Machado).
Con gran tristeza estamos asistiendo a una crisis planetaria, sin precedentes, en la cual está implicada toda la ciudadanía, unos colaborando en las medidas recomendadas y otros trabajando sin desmayo a todos los niveles, desde los sanitarios, la ciencia, y demás sectores, que se juegan su propia salud para intentar mitigar tanto desastre, tanta guerra, tanta incuria.
Luego medran numerosos "sesudos politólogos y seudoperiodistas" "bienpagaos", con lamentablemente tonillo malintencionado, que muestran una vez más a la triste dicotomía de las dos españas, alguna de las cuales procurará helar nuestro soliviantado corazón si se deciden a usar el “sacamantecas”. Parece ser que hay un sector minoritario de la sociedad española que continúa sin fe en la Democracia, que sigue abocado al escepticismo ante la pesimista profecía del genial poeta andaluz “… las dos españas…” Que están empeñados, en fin, en que no nos entendamos. Cuando nacimos ya condenados a lo contrario… Para ello elegimos el sistema democrático hace casi cinco décadas. ¿No lo recuerdan…?
Luego medran numerosos "sesudos politólogos y seudoperiodistas" "bienpagaos", con lamentablemente tonillo malintencionado, que muestran una vez más a la triste dicotomía de las dos españas, alguna de las cuales procurará helar nuestro soliviantado corazón si se deciden a usar el “sacamantecas”. Parece ser que hay un sector minoritario de la sociedad española que continúa sin fe en la Democracia, que sigue abocado al escepticismo ante la pesimista profecía del genial poeta andaluz “… las dos españas…” Que están empeñados, en fin, en que no nos entendamos. Cuando nacimos ya condenados a lo contrario… Para ello elegimos el sistema democrático hace casi cinco décadas. ¿No lo recuerdan…?
¿Es que no
somos, acaso, lo suficientemente mayorcitos para reflexionar y reconocer no
sólo los errores, que han sido, son y serán en el futuro, sean quienes fueren
nuestros dirigentes, sino también los aciertos, que deberemos poner en la
balanza para cuando llegue el momento de una nueva elección, sopesar y votar lo
más conveniente, pero con el suficiente criterio para que nadie tenga que
tutelarnos y decidir por nosotros…?
De alguna manera, con un espíritu ecléctico en el que no pueda hincar el diente ningún fantasma del pasado. Y desterrar actitudes mesiánicas manifestadas demagógicamente por ciertos individuos. No se puede tirar por la borda tantas ilusiones por recuperar la democracia para que ahora unos cuantos fanáticos de cualquier tendencia, pongan en tela de juicio los derechos consiguientes.
De alguna manera, con un espíritu ecléctico en el que no pueda hincar el diente ningún fantasma del pasado. Y desterrar actitudes mesiánicas manifestadas demagógicamente por ciertos individuos. No se puede tirar por la borda tantas ilusiones por recuperar la democracia para que ahora unos cuantos fanáticos de cualquier tendencia, pongan en tela de juicio los derechos consiguientes.
No estaría de
más recordar a Juan Carlos I acompañado de Adolfo Suárez, -a quien también se le negó el pan y la sal en su momento- junto a un grupo de hombres de cordura y sentido de estado como Felipe González y otros que todos recordamos, cuya labor no fue poca, nada menos que sentar a
dialogar a las “dos Españas”, irreconciliables hasta entonces, y conseguir una Constitución para todos. Pues bien, ahora que tantas voces evocan con fervorosa
nostalgia aquella pléyade, -ya era hora, después de casi defenestrarlos a todos- es el momento de un nuevo consenso, anteponiendo
los intereses generales a los partidistas. Debemos navegar en busca de la
moderación y la concordia. Será la mejor manera de dignificar la obra de aquella generación con sentido común.
Y es que en este mundo revolucionado por Internet, plagada de interesados bulos y añagazas, en esa aldea global tan cacareada, ya no caben dogmatismos anacrónicos propios de una sociedad decimonónica. Aunque la secular herencia cainita siga ejerciendo su presión sobre nuestro país, hay que dejar a un lado las convulsiones y reyertas partidistas para aportar lo mejor de cada cual hasta obtener un consenso que nos traerá la paz social y en definitiva el progreso. Esto no quiere traducirse en conceptos de pensamiento único, ni mucho menos, ya que la esencia democrática es el pluralismo, la sana discrepancia, ese gran brocal de ideas multicolores, como un esperanzador arco iris..., como la vida misma.
Y es que en este mundo revolucionado por Internet, plagada de interesados bulos y añagazas, en esa aldea global tan cacareada, ya no caben dogmatismos anacrónicos propios de una sociedad decimonónica. Aunque la secular herencia cainita siga ejerciendo su presión sobre nuestro país, hay que dejar a un lado las convulsiones y reyertas partidistas para aportar lo mejor de cada cual hasta obtener un consenso que nos traerá la paz social y en definitiva el progreso. Esto no quiere traducirse en conceptos de pensamiento único, ni mucho menos, ya que la esencia democrática es el pluralismo, la sana discrepancia, ese gran brocal de ideas multicolores, como un esperanzador arco iris..., como la vida misma.
Y de ahí debe
salir la gente trabajadora, con los pies firmemente sentados en el suelo,
sobresaliente por su inteligencia, su creatividad, imaginación, arte, talento y
demás atavismos imprescindibles para una gestión eficaz, pero al mismo tiempo
atorada de generosidad hacia los demás, dispuesta lealmente a servir a sus
conciudadanos, prescindiendo de intrusos y aduladores, vendidos a turbios
intereses.
Puede
que parezca utópico, una onírica fantasía digna de un dulce cuento de hadas,
pero si perdemos también la capacidad de soñar con quimeras, ¿qué va a ser de
nosotros…? Ya
lo asevera el ‘chalado’ de Don Quijote de
la Mancha en la 2ª parte de la obra, capítulo LVIII: La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos, con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres.
Todas estas
cuestiones debieran ser matizadas desde niños, en las escuelas y en cada hogar,
mamándolas, pues una sociedad no puede construirse sobre la base de otra que ha
demostrado su incapacidad para resolver los problemas acuciantes del hombre de
hoy: esto es, su natural deseo de entender, de conocer las verdades. Como cantó
–de nuevo y siempre- Machado: “¿Tu verdad?... No, la Verdad / y ven conmigo a buscarla. / La tuya
guárdatela…”
Antonio González Noguerol.