¿QUÉ ES EL CHOCOLATE DEL LORO?
Escribió el profesor Pancracio Celdrán en su libro “Hablar con corrección”, que “el chocolate del loro” se usa para designar aquella situación en la que tratan de equilibrar la economía doméstica prescindiendo únicamente de pequeños gastos, sin entrar en los grandes.
También explica don Pancracio el origen del
dicho: En el Madrid dieciochesco, un agasajo no era tal si no había una taza de
chocolate como parte del mismo. El producto era caro y así, habitualmente los
indianos, hacían alarde de sus riquezas. Alguno de estos opulentos exiliados se
habían traído un loro de su época en América, que ostentaban orgullosos en
el salón de su casa. El pajarraco, dentro de su lujosa jaula, tenía un recipiente
con chocolate para que picoteara, a pesar del coste del manjar. Cuando alguno
de estos acaudalados que había ofrecido chocolate por doquier, incluso a su papagayo,
comenzaba a decaer económicamente, privaba al pobre animal del capricho. Pero
seguía ofreciendo chocolate a los invitados a sus fiestas, ya que de
otro modo quedaría de manifiesto su progresiva penuria. Y este es el origen del
proverbio, que parece bastante obvio y literal. Escamotear el chocolate al pobre
lorito es miseria si se compara con el derroche de tazas rebosantes a los convidados.
Los españoles, siempre, preocupados por la
apariencia. Luis Vélez de Guevara le llama «carta de pago de la cena» en El
Diablo Cojuelo. “Ni había cena, ni había aceitunas, pero el Hidalgo no podía
salir a la calle sin su palillo de dientes, para que quien le viese no pudiera
pensar que pasaba hambre”. También en El Lazarillo de Tormes habla del palillo
de dientes, cuando el hidalgo al que sirvió Lazarillo: «salía a la puerta
escarbando los dientes que nada tenían entre sí con una paja de las que aún
había en la casa».!
Eran los tiempos del hambre y ocurrían peregrinas situaciones: Mi padre me contaba que, tras la Guerra Civil, algunos amigos suyos se echaban miguillas de pan por el bigote o el jersey, para aparentar que habían comido. En aquellos penosos tiempos, en la tertulia del casino algunos solían disimular sus carencias; cuentan de un socio que entró en el salón de la 'peceras' rascándose la palma de la mano: ¿Qué te ocurre...? -Le preguntaron- el socio manifestó circunspecto: -Es que he empezado el primer jamón de la matanza de este año y de tanto cortar chullas, me ha salido esta ampolla...- Y el caso es que todos sabían que su economía jamás le permitió disfrutar de una "muerte marrano."