Desde mi Buhardilla Mesonzoica
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viernes, 19 de abril de 2024

 

Desde mi buhardilla mesonzoica

LA HISTORIA ¿UNA FARSA?

 

“La Historia es aquello que aseguramos que pasó pero que nos encantaría saber cómo…”

 (Horangel)

 Dice un cartel en la entrada del siniestro campo de concentración de Austwich: “El hombre que olvida su historia, está condenado a sufrirla de nuevo…”

La historia está preñada de ejemplos recurrentes, analogías de las que podríamos extraer numerosas soluciones de conflictos, pero el hombre “erre que erre” no ceja en sus despropósitos desde el principio de los tiempos. Es tal el egoísmo que nos socava, la miopía sufrida de tanto mirarnos el ombligo, que somos incapaces de renunciar a nuestras vanidades para lograr una sociedad más justa para todos.

La pregunta que con mayor frecuencia se hace a los historiadores es si la Historia tiene una utilidad. Si podemos extraer lecciones de ella. O si será una farsa tendenciosa elaborada por un grupo de perversos charlatana.

Cuando la gente habla de lecciones históricas quiere decir que desea estar segura de que la Historia sigue unas normas similares a las científicas. Pero, si fuera una ciencia nos permitiría saber hoy lo que ocurrirá mañana.

¿Por qué no es así entonces? ... la respuesta radica en la variable imprevisible, o sea el Hombre…, un ser que a través de los siglos ha variado el signo de la historia simplemente por cualquier locura intemperada, por un empecinamiento recalcitrante o, en algunos casos, simplemente por negarse a “torcer el brazo”.

Es curioso que en el siglo XXI sigamos los mismos pasos que se sucedieron a lo largo de las crónicas históricas. ¿Avances…? Sí, sustanciosos, sobre todo en la técnica y en la ciencia, donde se han marcado grandes hitos. En las demás cuestiones de la sociedad de este mundo mundial, como diría mi amigo Luis el Periño, apenas se han producido cambios que podamos considerar totalmente enjundiosos. Y eso que nosotros en nuestras latitudes, en el llamado primer mundo, no nos podemos quejar, al fin y al cabo, pertenecemos a la Sociedad del Bienestar y de la libertad de expresión. Sin embargo, sufrimos a los mismos sumos sacerdotes presidiendo los “templos de la vida”; iguales fariseos, saduceos, paganos y escribas, doctos en la perversión; los “tiburones” del poderío continúan disponiendo los bolsillos de los siervos; los mismos fundamentalistas, los hipócritas de siempre, suscriben nuestras creencias, atemorizando al personal con soluciones arcanas y con su propio miedo, que sustentan. Pavor a perder sus privilegios obtenidos por medios ilícitos o deseo imperioso y codicioso de recuperarlos. ¿Será ese el oscuro objeto de tanta crispación?

¡Cuánto cuesta escalar los peldaños…! Y si acaso logramos ascender alguno, si podemos, no resistimos la tentación de regresar al estatus anterior temiendo caer rodando escaleras abajo. ¿Ignoran estos visionarios mercachifles que la sociedad va delante de las leyes…, que cualquier decisión, que tanto cuesta asumir, ya ha sido contraída por la gran mayoría de las gentes…?  Sin duda, el pueblo asume con mayor facilidad los cambios que sus gobernantes. Pero ellos, anquilosados en el tiempo, prefieren sostener el axioma del Príncipe de Salina del Gatopardo: “Es necesario cambiar algunas cosas para que nada cambie…”

Así, oprimiéndonos los unos a los otros, el pez gordo sigue merendándose al chico, y de esta forma vamos encauzando la Historia que algún día nuestros nietos se encargarán de enjuiciar.

Antonio González Noguerol

 

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