ALFONSO ÁLVAREZ CASTELLANOS
(SEÑOR DE CEHEGÍN)
Aquí
tenemos a Don Alfonso Álvarez Castellanos y López uno de los protagonistas en la segunda mitad del siglo
XIX ceheginero del mundo de la política y economía local. Era hijo de don
Francisco Álvarez-Castellanos y Carreño y de doña María Isabel López
Martínez-Gil, nacido un 14 de abril de 1809 y fallecido el 12 de febrero de
1894.
Don
Alfonso fue Abogado de los Tribunales Nacionales, Secretario Honorario de la
Reina Isabel II, Maestrante de Ronda y alcalde de Cehegín. La reina quiso otorgarle un título con el nombre de "El Campico" de Cehegín, pero Castellanos renunció al mismo: -Yo solo deseo ser un ceheginero amigo de mis conciudadanos-, así contestó a su majestad. Gozó de gran amistad con el ilustre
político Antonio Cánovas del Castillo, a la sazón presidente del Consejo de Ministros, ya hemos contado en otras ocasiones la popular
anécdota del Puente de Hierro: Castellanos regresaba de su acostumbrada
temporada en los Baños de Mula y se encontró con una gran riada en el río Quípar, que le
impidió vadear el torrente y llegar a Cehegín. Según cuentan, a la mañana
siguiente mandó a su mayoral a Madrid: -"Esta noche te vas en el correo a Madrid, y vas a tal sitio de mi parte, y le dices a don Antonio Cánovas del Castillo que es necesario y urgente la
construcción de un puente sobre el río Quípar a la entrada de Cehegín". (Hay que observar que Castellanos no era amigo de recados por escrito). Ni que decir tiene que las obras,
del hoy olvidado Puente de Hierro, no tardaron en comenzar.
Puente de Hierro. |
Ostentó
la alcaldía de Cehegín en dos etapas, desde primeros de abril de 1844 hasta el
2 de enero de 1846, y en desde el periodo de enero de 1848 y uno de enero de
1852.
En
este primer mandato, una de las cuestiones más peliagudas, a nivel local, fue la
intención, por orden del Comisario Especial de Ventas, de poner a la venta el
Convento de san Esteban, cobijo de nuestra patrona la Virgen de las Maravillas, a lo que se
opuso frontalmente el alcalde Castellanos.
No
lo consideremos un vulgar cacique de pueblo, ¡ni mucho menos!..., era enemigo de
las injusticias, don Alfonso fue hombre generoso, se cuentan numerosas
anécdotas, subrayando un buen talante con sus subordinados, a los que ayudaba
cada ocasión que era menester, en las enfermedades o por cualquier otro motivo.
Consideremos que no eran aun tiempos de reivindicaciones sociales y cualquier
gesto del señor era un rasgo de benevolencia hacia sus criados.
Hay
un relato de la imprecisa tradición oral, bastante curioso: se dirigía don
Alfonso hacia Cehegín desde la pedanía de la Almudema, cabalgando sobre su
caballo cuando le hizo el alto un individuo, mal encarado, demacrado y armado
con una gruesa faca y le aprestó muy alterado y con poca convicción:—don Alfonso, deme usted todo cuanto lleve
encima… — el prócer, echó mano al bolsillo… y apuntó con un pequeño revolver al desgraciado
y le dijo: —Sé quién eres…, no te da vergüenza, andar por estos caminos asaltando a
la gente. —el pobre hombre balbució: -Perdone
señor, no me mate, estoy sin trabajo, mis hijos no tienen qué comer y mi mujer
la tengo enferma… — don Alfonso, observando sinceridad en los afligidos ojos
de aquel hombre, alargó su mano con un puñado de monedas y le dijo: — Toma estos cuartos y compra comida y lo más
apremiante, y mañana te quiero ver en mi casa de Cehegín a tal hora. — El
hombre, se despojó de su gorra y con una reverencia, se marchó presto, ¡¡y
pasmado‼…Como es obvio, al día siguiente se presentó en casa del noble,
pensando que lo iban a reprender o incluso mandarlo al calabozo. Cuál fue su sorpresa cuando don Alfonso le
dijo: — Si me prometes trabajar
honradamente, desde hoy, entras a mi servicio en la finca del Campico y no te
faltará la comida y algunas pesetas, ¡ah!, y ahora mismo vas a ir al médico en
mi nombre para que remedie a tu esposa.—
Una historia con algún tinte de fábula, aunque pudo ser cierta… ¿no creéis…?
Y es que así era Castellanos.
Otra
anécdota cuenta que en una ocasión uno de los colonos de su finca disparó
fortuitamente contra otro, e inmediatamente fue detenido por la Guardia Civil. Ante
el empecinamiento del juez por condenarlo, don Alfonso tuvo un duro
enfrentamiento con el magistrado por defender a su empleado. El asunto llegó a
tal extremo que a los poco días el juez fue trasladado a la Coruña, y
posteriormente a las Canarias (tal era la influencia de don Alfonso en las
altas instancias del Estado) y luego entregó unas dádivas a la infortunada viuda
del fallecido.
Hombre
de buen yantar…, orondo y bonachón. Le encantaban las ‘Perdices en escabeche’, que le solía cocinar una señora llamada ‘La
Mata’ y que él pregonaba como lo mejor que había degustado jamás (y mira que
había comido en grandes restaurantes).
Opulento
hacendado, llegó a disponer de un patrimonio de valor incalculable. Su
residencia habitual estaba al final de la Cuesta del Parador, y calle López
Chicheri, donde el espléndido torreón parte en dos ambas vías, en el palacio conocido como de ‘doña Blanca’ donde daba el sol de
poniente y podía contemplar el hermoso paisaje del río Argos y la vecina
Caravaca. (De ahí el nombre de “Poyos de Castellanos”, a la pequeña subida,
justo enfrente de la puerta principal de esa Casa-Palacio).
El
edificio que hoy ocupa el Juzgado Municipal y Registro Civil, en la calle
Esparteros, fue la casa de sus padres y residencia en su niñez y juventud,
pasando luego a su propiedad. Aunque
también fue propietario del palacio del Marqués de San Mamés –hoy casino de
Cehegín-. Además de innumerables fincas rústicas y otros bienes.
El
12 de febrero de 1894, en plena Cuaresma, un luctuoso evento enmudece al Mesoncico:
ha fallecido el «Señor de Cehegín», don Alfonso Álvarez-Castellanos y López. Las
campanas de todos los templos de Cehegín, y así mismo los de Cieza, Caravaca,
Mula, Bullas, Vélez Blanco, María, Orce, y Ricote; las espadañas de las ermitas de la huerta;
de los oratorios de las múltiples haciendas, todas ellas, no cesan de doblar
sus lamentos a los cuatro vientos por el alma del prócer Castellanos.
Se
han recibido telegramas de pésame de muchos lugares y en especial de Cánovas
del Castillo, presidente del gobierno, del obispo ceheginero Caparrós, del
Cardenal Benavides, arzobispo de Zaragoza, y otros ilustres personajes de la Política , la Cultura y la Economía. La corporación
municipal, y todo el Clero asisten al sepelio, los franciscanos, los
terciarios, los estandartes, las cofradías, los grandes del Partido, los otros
políticos, los artesanos, los arrendatarios, aparceros, jornaleros,… y
naturalmente los pobres, que bendicen el nombre del difunto patrono, pues ha
legado cien duros para que sean distribuidos, a razón de diez
reales y una vela por cabeza. Don Alfonso, ha sido amortajado, según su
voluntad, con ropa de calle, además le han ‘acicalado’
por última vez con su túnica morada de Hermano Mayor de la Cofradía de Nuestro Padre
Jesús Nazareno.
Sin embargo, según su deseo, sus restos yacen en un modesto nicho del
Camposanto de Cehegín, junto a sus estimados conciudadanos.