EL PASODOBLE Y LA SEMANA SANTA
Como evocaba el poeta Manuel Machado:
"... y una alegría rítmica en cantares y una tristeza vaga y lujuriosa...”
El pasodoble, una suerte de marcha,
pasacalle, canción y danza alegre casi siempre, en muchas ocasiones
melancólico, tiene su secreto. Su duende en el juego de sus melodías flexibles
y garbosas. En sus notas aflora el espíritu del pueblo español, cantando sus
momento de júbilo y también de tristeza.
Nuestra tierra, paradójicamente, goza desde
tiempos inmemoriales de una inquebrantable inclinación hacia los pasodobles en
estas fechas. Aunque parezca extraño, esta forma musical la consideramos
inherente a las jornadas de penitencia, de cierta manera intentamos expatriar
con esas notas a la Muerte Espantable y Fea —como señala uno de los epitafios
de Dulcinea del Toboso—.
En el diario ‘El Heraldo de Madrid” del martes 22 de
abril de 1930, apareció la siguiente noticia, muy pintoresca por cierto, relacionada con
Cehegin: “Se comenta apasionadamente un incidente ocurrido en la pasada
procesión de Viernes Santo, y que hasta ahora no había tenido trascendencia.
Como todos los años, varias bandas de música se congregaron este Viernes Santo
ante la iglesia de Santa María Magdalena, mientras se organizaba la procesión,
y en competencia, rompieron a tocar bizarras músicas: La Ramona, La Tomasa y
por lo visto al cura párroco le pareció que esas piezas carecían de sabor
místico y arremetió contra los músicos. Discusión, ‘amenos’ diálogos en voz
alta…. Total que el cura se enfadó y, el alcalde y los nazarenos creyeron que
la presencia del párroco no era imprescindible en la procesión, por cuanto
dispusieron que el santo Entierro se verificara sin curas. Es decir que
Jesucristo fue "enterrado" en Cehegín civilmente. Los comentarios que
siguieron fueron muy peregrinos…”
Pero no nos debe extrañar este asunto, ya en
tiempos posteriores, también se produjeron noticias similares, malentendidas entre
el significado evangélico sobre la Pasión de Cristo, y el aspecto pagano de
estas celebraciones, que en ningún momento deberían chocar. Hemos de pensar que
son festejos populares y vacacionales, donde se producen actos festeros, pero
que en ningún momento exteriorizan ofensa hacia los creyentes ni rozan la
sátira contra las solemnidades.
Pero volvamos a la antigua Semana Santa
ceheginera y la música. Por la cuesta del Marmallejo discurría la procesión, el
horizonte de la antigua fortaleza se dibujaba desde las callejuelas señalando
las siluetas de los penitentes con sus cruces y la banda de música ataviada con
sus desgastadas túnicas, atacaba con los viejos “pitos” (afinados en brillante) la
ocasional marcha fúnebre, al final de la procesión, en la puerta del Casino, sonaba un lánguido
solo de Fliscorno, era el "Adiós a la vida" de la ópera Tosca, de
Puccini, interpretado por Antonio Noguerol, y contaban los viejos del lugar que
a muchos espectadores se les saltaban las lágrimas, era Viernes Santo y la
música sonaba llena de melancolía.
Y es que Cehegín es música en Semana Santa
con las emotivas Marchas Pasionarias de los desfiles procesionales. Y como
remate la tradición impone que esas bandas compitan, interpretando diferentes
pasodobles en la puerta del Casino ceheginense.
“....Cuando pasaba
junto al Casino, la banda del pueblo —compuesta por seis instrumentos de cobre,
soplados por otros tantos fuelles humanos— se entusiasmó y suspendiendo
bruscamente el airecillo, “Barba Azul”, que ejecutaban, dio principio al
“degüello” de la Marcha Real, cuyas notas salieron chorreando sangre, para ir a
rasguñar las orejas de los fieles.... Al oír tan soberbia música, Don Juan
Amarillo pensó ilusionado que tocaban en honor de él y no del Salvador, su
mente ofuscada asistía a su propia apoteosis, oía como un Ave Cesar Imperator
que por las bocas ahoyadas de los roncos trombones juntamente con el
cardenillo, salía...”
Esta descripción podría referirse
perfectamente al pueblo de Cehegín de 1876, en sus procesiones de Semana Santa,
aunque su trascripción corresponde a un fragmento de la novela “Gloria” del ilustre
Benito Pérez Galdós, pero..., ¿Quién puede negar que el autor de los Episodios
Nacionales conociese algún dato de nuestro pueblo y se inspirase en él ...?
En aquellos tiempos las familias nobles cehegineras patrocinaban a las cofradías, contribuyendo con imágenes,
dádivas y atavíos. Es de suponer que de ahí las rivalidades musicales en la
puerta del Casino, lugar de ocio de los caballeros locales, donde eran
obsequiados musicalmente al regreso de la procesión. Cada “coro” —así se
denominaba a la banda de cada “paso”— representaría a su señorío, luego el
pueblo emitiría con sus aplausos el veredicto al mejor fandango.
A. González Noguerol.