CARMEN DE MONTES Y ARTURO CANALEJAS
(Matrimonio musical)
Hay
personajes que, a través de nuestra historia local, han ejercido una labor
cultural encomiable, pero que han pasado casi al olvido siendo merecedores, al
menos, de su recuerdo. Este matrimonio musical es un ejemplo de ello.
A la derecha casa donde habitó el matrimonio. |
En
Acta de 6 de mayo de 1939 se realizan las gestiones necesarias para sustituir
en el cargo de director de la banda municipal de música, debido al
fallecimiento del vigente director don Francisco Valero Noguerol. Y en junio de 1940 es cuando toma la batuta nuestro personaje don Arturo
Canalejas —comprendido en el escalafón de directores de bandas de música— quien
estuvo a cargo de la agrupación hasta el 6 de mayo de 1954.
Arturo Canalejas Aranda y Carmen de Montes Ranz, fueron un matrimonio de origen madrileño, conocidos en Cehegín como "don Arturo, el maestro de la música", y su esposa "doña Carmen", profesora de piano. Ambos formaron parte de toda una generación, ya casi desaparecida, de la vida musical ceheginera de los años 50.
La pianista y compositora, conoció al maestro Canalejas en uno de los cafés, casinos, y clubs de Madrid donde Arturo amenizaba las sobremesas y las veladas de café, junto a pequeñas orquestinas, tocando el violoncello. Del resto de su vida por Madrid no se tienen datos, solo se comentaba que fue abuelo -otros aseguraban que tío- de la que fue más tarde popular actriz de cine y teatro: "Lina Canalejas". En Cehegín sabemos, gracias a los alumnos de Carmen y a diversos componentes de la Banda Municipal de Cehegín de aquellos años, que don Arturo, poseía notables dotes para la dirección aunque sentía cierta debilidad por las copitas de vino de la tierra ceheginera. Doña Carmen, un mujer menuda, jorobadita, en cambio era de modales exquisitos y delicados, muy bien dotada para el noble arte de la música, tanto en la composición como la interpretación, sobre todo en el instrumento rey, el piano.
Arturo Canalejas Aranda y Carmen de Montes Ranz, fueron un matrimonio de origen madrileño, conocidos en Cehegín como "don Arturo, el maestro de la música", y su esposa "doña Carmen", profesora de piano. Ambos formaron parte de toda una generación, ya casi desaparecida, de la vida musical ceheginera de los años 50.
La pianista y compositora, conoció al maestro Canalejas en uno de los cafés, casinos, y clubs de Madrid donde Arturo amenizaba las sobremesas y las veladas de café, junto a pequeñas orquestinas, tocando el violoncello. Del resto de su vida por Madrid no se tienen datos, solo se comentaba que fue abuelo -otros aseguraban que tío- de la que fue más tarde popular actriz de cine y teatro: "Lina Canalejas". En Cehegín sabemos, gracias a los alumnos de Carmen y a diversos componentes de la Banda Municipal de Cehegín de aquellos años, que don Arturo, poseía notables dotes para la dirección aunque sentía cierta debilidad por las copitas de vino de la tierra ceheginera. Doña Carmen, un mujer menuda, jorobadita, en cambio era de modales exquisitos y delicados, muy bien dotada para el noble arte de la música, tanto en la composición como la interpretación, sobre todo en el instrumento rey, el piano.
Colaboraba en numerosos eventos musicales, recitales en el casino y otros
lugares, así como en las tradicionales novenas, misas, quinarios y otros
eventos religiosos, encaramada en el armonio acompañaba melodiosamente los cánticos sacros, momentos místicos y celestiales, aderezados con los efluvios de los incensarios y los rezos en latín.
Sus clases de piano, que impartía en el número 28 de la calle Mayor, aun las
recuerdan algunas damas longevas, cuando tecleaban las piezas en boga: ‘Paraelisa’
y otras célebres "bagatelas", así como valsecitos y pequeñas obras, como el
célebre “Minueto en Fa” de Beethoven o piezas de café-casino que le facilitaba
el "ciego Medina". Algunos de sus discípulos los preparaba para ingresar en el
conservatorio de Murcia. Tuvo muchas alumnas de familias acomodadas entre ellas
se recuerdan: Josefina Ruiz de Assín (Pirupi), María Jesús Martínez (Hija
de Paco Piní), Juana López (viuda de J. L. López Fajardo) o Mavi Galo, que años después
obtuvo el título de profesora. En aquellos años 40 y 50 era casi impensable que chicas cehegineras pudiesen realizar estudios superiores y menos aún musicales. En este sentido el trabajo de esta profesora fue infatigable y digno del mayor reconocimiento. La Asociación de Mujeres Progresistas recordando su labor musical en Cehegín, le homenajearon colocando una placa en la fachada de la casa donde vivió e impartió sus clases en la calle Mayor de Cehegín.
En cuanto a don Arturo, además de enseñar solfeo con aquel primer método de “Eslava” y
posteriormente otro conocido como “El Progreso Musical” (con el cual algunos
chicos dimos las primeras clases), fue el artífice de una pléyade de músicos cehegineros
de la banda municipal y que participaron en sus celebrados conciertos diarios
de fiestas patronales, y en los domingos veraniegos en el palco de la música
del paseo de la Concepción o en la plaza de la Verja, justo frente al
establecimiento “El Porvenir”, (a la sazón comercio del popular Marianico). Intérpretes
como Lucas García, Ramón de Carlos, Antonio y Rosendo de la Plaza Vieja, Paco
Molina, los hermanos Guirao Noguerol, Antonio Noguerol y sus sobrinos Juan y
Ricardo, Miguel Porrillas y muchos más que formaban el conjunto con un abanico
de singulares interpretaciones de preludios e intermedios de zarzuela que eran
la delicia de los melómanos cehegineros. Un maestro muy flemático y severo, influenciado
por antecedentes en bandas militares.
Siempre exigía a sus muchachos uniformidad y elegancia —se notaba su paso por el ejército— era proverbial su marcialidad al ritmo de pasacalle, cuando escoltaban al orador sagrado de las funciones patronales a la Iglesia Mayor de Santa María Magdalena, desde el Mesoncico donde pernoctaba, y sobre todo se ponía de manifiesto en las procesiones de Semana Santa como en las patronales y en los pasodobles taurinos donde les imprimía ese toque melancólico que cantara el poeta Manuel Machado: "… y una alegría rítmica en cantares y una tristeza vaga y lujuriosa..."
Siempre exigía a sus muchachos uniformidad y elegancia —se notaba su paso por el ejército— era proverbial su marcialidad al ritmo de pasacalle, cuando escoltaban al orador sagrado de las funciones patronales a la Iglesia Mayor de Santa María Magdalena, desde el Mesoncico donde pernoctaba, y sobre todo se ponía de manifiesto en las procesiones de Semana Santa como en las patronales y en los pasodobles taurinos donde les imprimía ese toque melancólico que cantara el poeta Manuel Machado: "… y una alegría rítmica en cantares y una tristeza vaga y lujuriosa..."
D. Arturo -izq.- dirigiendo en la puerta del Hospital. |
Estamos en agosto de 1952 y Don Arturo anda
preocupado, y es que se acercan las fiestas y en los ensayos no terminan de
cristalizar algunas de las obras programadas para los conciertos del Paseo de
la Concepción, lugar donde se celebra la feria y en cuyo palco central toca
cada noche un programa distinto la banda municipal con piezas de diferentes
géneros, esta noche han de ensayar un poema sinfónico del célebre autor Emilio Cebrián,
se titula “Una noche en Granada” y está muy verde..., por eso, le dice a su señora: -"voy a dar una vuelta por la plaza a despejar la mente y recapacitar la estrategia a seguir con los músicos
absentistas que son los culpables de los fallos..."- Entra en el bar Sol, —situado
entonces en los bajos del Castillo— y pide enfático al servicial Francisco: “Sírvame
un ‘preludio’, por favor…”, evidentemente no se trata de música, es lo que
llama el maestro, con cierta ironía, a un chato de vino tinto del tío Tarato…
Mientras saborea la bebida recuerda que esa tarde tiene ensayo en el casino con
Antonio Rodríguez, conocido en Cehegín como el ‘Ciego Medina’, el cual está de
vacaciones y quiere ofrecer a la sociedad durante las fiestas unos recitales con unos
cuartetos inéditos. El grupo lo componen, al piano
Carmen de Montes—esposa de Don Arturo—, violín: Medina, viola: Antonio Salas, -profesor
del conservatorio de Murcia-, y violoncello: don Arturo.
El maestro Canalejas, estrenó el himno a la Virgen de las Maravillas, Patrona de Cehegín, en 1942, con letra del P. Ángel Herrera inspirado poeta franciscano... y que cantan con tanta fe los cehegineros: “Nuestros pechos serán tu altar, nuestras almas tu camarín." Etc. La partitura está firmada por Canalejas, aunque algunos sospechan que ciertas composiciones, entre ellas este himno, fueron compuestas por doña Carmen.
El maestro Canalejas, estrenó el himno a la Virgen de las Maravillas, Patrona de Cehegín, en 1942, con letra del P. Ángel Herrera inspirado poeta franciscano... y que cantan con tanta fe los cehegineros: “Nuestros pechos serán tu altar, nuestras almas tu camarín." Etc. La partitura está firmada por Canalejas, aunque algunos sospechan que ciertas composiciones, entre ellas este himno, fueron compuestas por doña Carmen.
Algunas
personas, sobre todo alumnas cercanas al matrimonio, sabían que quien verdaderamente gozaba de excelentes dotes para la música era Carmen, la cual estudió piano, composición, acompañamiento, canto e historia en el
Conservatorio de Madrid: «Carmen no era
como una profesora particular de hoy día, que te enseña instrumento y solfear.
Ella nos enseñaba además de eso entonación e historia. Nos hacía ver lo rico
que era el mundo de la música...». Este dato se puede corroborar
visualizando los planes de estudios del Conservatorio en esa época y la hoja de
estudios del Conservatorio Superior de música de Madrid, cuyas
calificaciones y título van firmados por el tribunal presidido por el célebre autor de "La Verbena de la Paloma" don Tomás
Bretón.