ERMITA DE LA SOLEDAD DE CEHEGIN
Esta ermita se levantó al Oeste
de la población en la barriada del Cubo, sobre un montículo abrazado por un
meandro del río Argos. Antaño se decía: «Algún día se la llevará el río», por
suerte, pese a tantas imponentes riadas, siempre ha topado contra sus rocosos
cimientos. Data su construcción de finales del siglo XVI, cuando Cehegín
contaba con abundantes cofradías y gremios profesionales que deseaban tener
templo donde albergar a su patrón.
En este caso, fue la cofradía de la Virgen de los Dolores, constituida por la élite de la alta burguesía ceheginera, la que financió la construcción de la ermita privada de su cofradía, en unos solares que pertenecían a la familia "Chamarreta". La torre está situada al Suroeste, consta de
campanario. El interior está dividido en tres naves separadas por pilares
cruciformes. El coro alto se sitúa a los pies sostenido por una reluciente
columna central de jaspe del siglo XVIII. Interesantes retablos: el de la
Ascensión de Cristo, barroco del siglo XVII; el de San Nicolás, del siglo XVI,
renacentista y joya pictórica del edificio, montado ante una pintura mural
rococó con una epigrafía que reza: «A devoción de D. Martín Manuel Sánchez. Año
1781». Además otra inscripción explica: «Esto se hizo a devoción de Doña María
Josefa Vélez. Año 1724».
Retablo San Nicolás |
En la Capilla Mayor está el retablo de la Virgen de la Soledad del
siglo XVIII, imagen de vestir de estilo barroco-rococó.
Otros retablos existentes son el de Santa Bárbara y San Francisco Javier, y el del Santo Sepulcro, todos ellos del siglo XVIII (este último, felizmente remozado y entronizado con la nueva imagen austera de la Santísima Virgen María).
El ábside mira hacia Oriente, -lugar donde se desarrollaron los episodios del Nacimiento, Vida, Pasión, Muerte, y Resurrección de Cristo y donde están las principales reliquias de la Iglesia-, de modo que la luz de la mañana ilumine el altar mayor.
VELATORIO CRISTO YACENTE
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Desde la Soledad, podemos
realizar un recorrido por las calles adyacentes a la vera del Argos, en pleno
Cubo: Morericas que abraza el contorno de la iglesia; la recóndita Tahona,
donde la acequia sirvió de cuarto de aseo de los vecinos, seguimos calle abajo
y al fondo: Cervantes y Colón que se acercan al río aspirando de cerca las
riadas, o Quevedo y San Sebastián, justo debajo del Alcázar, como evidencian
sus nombres, antiguas rondas que bordean ese magnífico cabezo que es la fortaleza ceheginera.
Y lamiendo las laderas" El Cubo" que contempla eterno nuestro atávico río Argos, antaño cabrilleante con caudal de diáfanas aguas, donde en aquellos asfixiantes estíos, los jovenzuelos nos capuzábamos en las vaeras y sus refrescantes remansos.
(Nota: Algunos datos recogidos de diversos archivos y publicaciones)