CUESTA DEL PARADOR.
( CASCO ANTIGUO DE CEHEGIN)
Cuesta del Parador, columna vertebral del 'Casco Antiguo' ceheginense y calle plagada de casas-palacio como las de don Eusebio Chico, don Fidel González-Olivares, el recordado médico don Jinés de Paco, Antonio 'de la Pura', Srtas. Ruiz de Assin-Musso —conocidas en la localidad como “Las Musas”—, y otros reputados personajes: entre ellos, hace muchos años, la fonda de Soria; pensión casa Paco, luego posada "la Española" de los Correas; y el parador del auto-línea Cehegín-Lorca, además del café-bar Juan Antonio, antiguo cenáculo taurino, donde además de jugar a dominó, se hablaba de todo lo acontecido en el mundo del ruedo. Casi todos, hoy, con nuevos propietarios y nuevas historias.
Al final de la escalada, 'el parador' de la casona de Dª Blanca de Garnica, con su emblemática farola y torreón, donde luce el azulejo con la efigie de nuestra 'Patrona Maravillosa'; enfrente se muestra el esplendor de la casa-palacio de doña Nicolasa de Cuenca, ("la Aprensiva", según sus familiares), madre de don Juan Marín, (copia de la mansión de don Amancio Marín, hoy anexo a la sede del hospital de la Real Piedad); que albergó la centralita local y oficina de la Compañía Telefónica, (regentada recién acabada la guerra civil por Antonio Catalán Caparrós), y más adelante gestionada por doña Bibiana Barberán, hasta que se instalaron los teléfonos automáticos; enfrente se ubicó durante años la popular imprenta "Gonor" (anagrama de González y Ortega), luego traspasada a los hermanos Melgares Valero.
El parador de Dª Blanca. |
Aquella cuesta gozaba de vida propia con numerosos establecimientos: Pepito Orosio, amable comerciante de telas, aunque un tipo bastante desproporcionado y pequeñuso, con unas verrugas que le afeaban notablemente el rostro, aunque, contaban que poseía un magnífico cipote que hacia las delicias de ciertas meretrices, donde era asiduo visitante; su comercio se situaba en el bajo que hoy habita el mecenas de la cultura, cronista y entrañable ceheginero Abraham Ruiz, jubilado de la C.A.M.; la oficina local de Correos también se abrió allí junto a Casa Madrugás; Julián Gómez, estanquero que derramaba simpatía y cordialidad por doquier, mientras vendía tabaco y sellos, además de regalar sabiduría.
Y un par de farmacias completaban los servicios: el licenciado don Antonio Bañón, y la botica de la gracia personificada en la farmacéutica doña Tribuchi -años antes regentada por el licenciado Enrique Valcárcel (el de la boca torcida)-. Numerosos profesionales completaban los servicios: la carnicería Piní; Pepe el hojalatero; El relojero Polleras, con su marca propia "Felkris" ; Pepe y Fernando de la Rubia "Martínez Radio" ; y Juan 'el de los chinos', también radiotécnico; los Madrugás y tantos otros negocios en el baúl de los sueños.
Quien le iba a decir al dueño de la casa palacio de la familia Ruiz de Assin Musso, más conocido como Casa de las Mussas, que su hermosa y noble morada, se iba a convertir en galería de arte, un lugar donde se fomentaría la cultura, la contemplación de pinturas extraordinarias de autores tan importantes como Benlliure o Alcaraz y de nuestro entorno, por ejemplo, Nicolás de Maya, destacado pintor y escultor.
Recitales de música, conferencias o programas de radio en directo, una experiencia loable la de esta Fundación Ortega, un hermoso punto y seguido para aquella casona donde en otros veranos sonaba la música de Enrique Granados o la Paraelisa de Beethoven tocada por delicadas manos femeninas.
Luego en las horas noctámbulas, caballeros locales arrellanados en placenteros sillones de mimbre en el patio interior, disertaban sobre lo divino y lo humano, mitigando los calores caniculares con la refrescante limonada que elaboraba personalmente la esposa del anfitrión con limones recién cogidos en su huerto trasero.
Vetustos palacios que franquean la Cuesta, ¡cuántas tertulias celebrarían los hidalgos locales!, don Blas Torrecilla, don Antonio Bernal, don Telesforo Ortega o don Miguel Más, y otros amigos llegados de Murcia o Madrid, como el joven comediógrafo Juan Miguel García Porcel, y aquel prócer don Ramón Chico de Guzmán, 'el doncel de Cehegín'… ¿Quién sabe si también asistiría en alguna ocasión del político madrileño Francisco Silvela, íntimo de don Ramón o el gran tribuno, de afilada oratoria, diputado Vázquez de Mella, asiduo visitante de aquellas señoritas....?
Rancias casonas cehegineras, repletas de muebles cuando eran obras de arte, ¡cuántos tesoros escondidos!, cuántos libros y cuánta música. ¿A dónde irían a parar…? Son todos los aparejos de una generación de personajes inolvidables que le prestaron una singular personalidad a todo el entorno.
Hace años se denominó Calle Obispo Caparrós, pero el pueblo siempre la llamó "Cuesta del Parador" en referencia al del palacio de Doña Blanca de Garnica.
Se suele decir en nuestro pueblo: "Eres tan ceheginero como la Cuesta del Parador..."
Cehegín lo agradece.
Fuentes: Publicaciones, Fotos del autor y de archivos diversos y tradición oral.