EL MILAGRO DE LA TELE POR FIN LLEGÓ
La TV, pronto llegará y todo
cambiará, así escucharon los abuelos de nuestros jóvenes actuales, después de
haber hecho la guerra y otras muchas penurias. Pues sí, la TV llegó y… ¡nada
cambió…!, o sí…? Por aquellos años 60, en nuestra 'república' del Mesoncico, Fernando
Moya, emprendedor y amante de las nuevas tecnologías (se diría ahora), montó su
particular antena en los tejados más altos del Paseo de la Concepción y
consiguió que viéramos, antes que nadie en la comarca: ¡¡la carta de ajuste de
Aitana!! ¡Nada menos!..., la noticia corrió como un reguero de pólvora. ¡En
Cehegín se empieza a ver la TV.!...
Y la
vida empezó a cambiar en este microcosmos como en tantos otros del planeta
Tierra. Claro que cambió, en principio se instalaron receptores de TV en
algunos bares y en el casino, entonces centro de ocio local y muchas familias
vieron 'Gran Parada' y 'Un, Dos, Tres' '625 Líneas', '300 millones', 'Historias para no dormir' , 'El Gran Circo de la TV' con los inolvidables Gaby, Fofó, MIliki y Milikito, entre otros legendarios programas, y
todos nos convertimos en seres más pasivos y posiblemente no tan felices como
nos lo pintaban.
Desde la visión emocionada en blanco
y negro de la llegada del hombre a la Luna hasta el dominio del mando a
distancia, 'visionando', -¡¡qué palabreja!!-, visionando finalmente en
preciosos colores, hasta desde el espacio exterior.
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Familia contempla la emocionante llegada a la luna.
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Entonces, la TV se pobló de
concursos millonarios, programas de viejas desgracias o amores repetidos, y
sobre todo lo que llaman “Realitis” (los
estadounidenses, siempre buscando ser tocados por los dioses). Las familias se
sentaron en el santo cenáculo de la sala de estar, (no de ser), para disfrutar
de los dulces sueños sucesivos. Quizá el mayor engaño de los medios televisivos
es que no podemos dejar de creer en ellos: Si lo dice la TV es porque es
verdad, -siguen diciendo algunos profetas de pacotilla-. De tanto aplaudir la
gente se ha quedado sin palabras. Alguien se mueve en ‘la ventana tonta’ como
una gallina clueca y todo el país vibra con la vuelta a sus orígenes, chistes
ramplones y risa enlatada… ¡Qué gracia!... Hace tiempo la cadena CBS americana
emitió en directo el Juicio Final y los telespectadores se lo creyeron, como se
creen todo cuanto aparece en la sagaz pantallita.
60 años después, las vida sigue igual, en estos dolorosos y funestos días de pandemia, nos invade como por arte de magia otro disparate más que ha dividido este país, son "los bulos", enrareciendo el ambiente casi más que el maldito virus. Y para colmo estos adocenados programas "seudo-polítiqueros" con pretenciosos tertulianos sabelotodo que lo único que consiguen es enmarañar las disputas y crear discordias.
En resumen, cada vez es más habitual escuchar aquello de "es que yo ya no veo la tele", expresión muy escuchada entre la juventud y a los no tan jóvenes. Esto se debe en gran medida a que el formato televisivo, tal y como lo conocemos hoy en día, es un modelo que de aquí a poco tiempo estará obsoleto, o al menos eso es lo que nos parece; la realidad es que necesitamos nuevas fórmulas para nuestra castigada sociedad de consumo de la revolución tecnológica.
Fotos de diversos archivos.