LAS CABALLERÍAS
–UN
FERAZ PARAÍSO VERDE-
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El Molinico, símbolo y pórtico de las Caballerías.
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Se dice de antiguo que Cehegín es la “Tierra de Dios”, cuyo nombre proviene del vocablo “Theogin” que significa
tal patronímico, por eso florecen en nuestro terruño lugares ubérrimos, llenos
de verdor, repleto de fértiles arboledas y feraces huertas, como un "babilónico paraíso" entre los ríos Quípar y Argos, donde destaca el
valle de ‘Las Caballerías’, un topónimo extraño que viene de la época del
príncipe Alfonso de Castilla, que años después adornaría su nombre con el guarismo romano
de una X, y el apelativo de “el Sabio” por su amor a la cultura, y si no fijémonos
en ese testamento musical titulado “Las Cantigas de Santa María” que elaboró con
su propia pluma y otros versos que significaron un gran aporte a la lengua
culta del momento en la corte del reino, el galaicoportugués, que por su noble
autor nos ha perdurado. El príncipe Alfonso, arribó en tierras de Murcia por 1243 con
su séquito y entre sus primeras decisiones hace entrega de la tenencia de
Cehegín y Caravaca a don Berenguel Entenza y a su hermano don Gouval y ordena
el repartimiento de aquellas tierras, entre las cuales destaca uno de los
espacios más bellos, conocido por los lugareños con el ilustrativo apelativo de
“Las Caballerías” (La voz del pueblo aún suele pronunciarlo con el compuesto "Caba-llerías).
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Las Caballerías -el valle de Canara al fondo- |
Por lo visto y según algunas leyendas caballerescas, en
aquella época se planteó en Cehegín, al ser tierra de fronteras con Al’Ándalus,
la necesidad de una mesnada bien entrenada y con carácter valeroso. Así mismo se
pensó, en la crianza de cabalgaduras para uso de dichos ‘hijosdalgo’. Y ahí
tenemos este soberbio paraje, aportando caballos que eran entonces los mejores compañeros
de viaje de cualquier gentil-hombre que se precie, tanto para la batalla como
para otras faenas agrícolas de los fértiles huertos cehegineros.
En suma un fiel amigo de aventuras, el caballero y su noble bruto, aunque en algunos casos no sabemos quien era más noble y más bruto, si el amo o el corcel. (Lo que ignoramos es si los españoles llevaron estas monturas que después usaron los charros, los gauchos y los llaneros en Sudamérica o los cow-boys en el Norte).
Fuera de bromas, el caso es que don Alfonso hizo repartir 150 fanegas de
regadío a 50 caballeros hijosdalgo, a condición de mantener en perfecto estado
a su montura y armas para la defensa de Cehegín. Además les participó el
privilegio de, a su fallecimiento, poder donar su plaza de caballero, según el
mérito, al aspirante que considerasen apto para el servicio. De esta forma se mantuvo un pequeño ejército de caballería
con 50 líderes a disposición del rey. (No sabemos si participarían en los
típicos torneos medievales, donde se ponían de manifiesto la destreza en el
manejo de la armas). Solo sabemos que, además de defender la fortaleza ceheginense, realizaron importantes proezas, como el célebre rescate de cautivos de los moros en la Cuesta del Reventón, avisados por Juan de Gea 'el Corredor'.** (Ver entrada en este blog).
Sólo los
primeros meses de crearse esta milicia de “Las Caballerías”, la hueste entró en
acción contra moros de las villas de los Vélez, “el Blanco y el Rubio”.
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Paisaje de las Caballerías al fondo.
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Ambel, que es quien relata muchas de estas aventuras en el capítulo 24 de su obra, le
temblaría su pluma al contemplar estas acciones guerreras desde su confinamiento
en la torre de la Concepción, impotente de no poder participar en ellas, y puede que hasta
aflorara de sus ojos alguna lágrima al contemplar el Cehegín de sus amores en
armas contra los moriscos.
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Las Caballerías desde el Santo.
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Si nos asomamos a los miradores cehegineros, tanto de la plaza del Castillo, como del paseo de la Concepción, quedaremos fascinados ante tan exuberante hermosura contemplando uno de los espacios más aventajados de la huerta ceheginera a la vera de antiquísimo rio Argos -el de los cien mil ojos-.
En la actualidad, cuando el caballo está en trance de
engrosar la lista de los desempleados, solo los queremos para deportes de clase
y poco más, nuestro vergel de “Las Caballerías” sigue deslumbrando a las
gentes, si no renace la fiebre urbanística y lo ensombrece por disposición de
las altas esferas.
FUENTES: Fco. Alemán Sainz), Gortin, Archivo
Municipal y otros cronistas de la tradición oral.
FOTOS: A. Gonzalez Niguerol.