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lunes, 6 de septiembre de 2021

CUESTAS DE LAS MARAVILLAS Y DE LOS HERREROS -ANTAÑONAS ARTERIAS DEL VIEJO CEHEGIN-

 DOS CUESTAS CON MUCHA HISTORIA

 (HERREROS Y MARAVILLAS)

Casco Antiguo -Ladera del Puntarrón.-

"Mi viejo Cehegín de cuestas con fatiga..." (Carranza).

Continuamos otro periplo por las calles del singular Casco Antiguo ceheginense: Al sur de la Plaza Vieja, entre la sombra alargada de la Parroquia Mayor, nos dirigimos a la populosa Cuesta de las Maravillas, enclavada en lo que fue parte del Cehegín musulmán, como lo atestiguan las excavaciones realizadas en la zona, donde restos de casas arracimadas, han donado, entre la escondida barbacana que rodeaba la magnífica fortaleza,  muchísima cerámica de la época, y aún se asientan varios caserones, como la del Sr. Torres (conocido como “El Tripitas), que conserva su ruinosa decadencia.
 
Cuesta de las Maravillas -casa Torres-
Otra casona más abajo, fue cooperativa de alpargatas y labor para mujeres que confeccionaban soga. También, cuentan que en esa vieja mansión practicaba sus tormentos la Santa Inquisición. 

Cuesta de las Maravillas (Casa de la Inquisición)

En los siglos XVI, XVII y XVIII, se tenía la costumbre de denominar a muchas calles con el nombre de algún vecino, por eso fue titulada en el año 1827 como del residente don Antonio Pérez, para en 1853 pasar a llamarse Maravillas, lógicamente, en honor de la patrona de Cehegín y como muestra del fervor del vecindario, cuando en otro tiempo discurrían todos los desfiles por esta recóndita Cuesta. Era impresionante contemplar a los anderos cargados con los pasos en Semana Santa o la Virgen de las Maravillas, en Fiestas Patronales, prácticamente reptando, subían a la Imagen Divina alzada en su pesado trono. En una  procesión se rompió un anda y el trono se balanceó, de tal suerte, que, “milagrosamente”, no se desplomó la imagen, porque quedó trabado en una reja.

  

Fuente de las Maravillas
En una de las distintas plazuelillas que se han conformado, al derruir tantas casas abandonadas en mal estado, nos encontramos con la placeta de las Maravillas, (donde se ubicó la Fuente del mismo nombre, que, en ciertos tiempos apagaba la sed al vecindario).


Plaza de las Maravillas.

El 20 de enero del año 1944, debido a las torrenciales lluvias, se desmoronó un trozo de la muralla que aguantaba a la calle Nueva, bajando los escombros hasta la cuesta de las Maravillas, arrastrando cuanto halló a su paso. (En esta tragedia fallecieron los niños, Juan y Jesús). 




Por el año 1898 vivían 106 vecinos, 15 braceros, cabezas de familia, uní sepulturero, un pastor, una lavandera, varios propietarios, un alpargatero, un carpintero y un empleado municipal. El resto eran madres de familia y menores. La población se mantuvo hasta los años 50 del siglo XX, y al producirse la emigración de los 60, bajó considerablemente. 

Pero sigamos ‘cuestabajo’, después de diversos recovecos y viejas placetas, que fueron tristes moradas e inicio de calles centenarias, desembocamos en el tan aludido Mesón Viejo y Poyo Colorao, donde puede apreciarse una placa en una fachada que indica: “Fecha de su construcción: 1672”, allí se une a la otra Cuesta, la de los Herreros, otra vetusta arteria, muy importante en su época.


Cuesta Herreros en la actualidad


En los años 50, moraban entre otros, las familias de Ginés 'el Ciego' -"veía" cada peldaño y cada agujero de los anchos poyos de la Cuesta mejor que los videntes-; Antonio Durán “Toneja” -en cuya fachada está mamposteada una placa de cerámica con la imagen de la Virgen de los Dolores, indicando la fecha de construcción 1772-; y la de Ramón Moreno Marín, peculiar casa, al inicio de la calle, fue durante años el emblema de la barriada.

Cuesta de los Herreros -Coso a la drcha.-


¡Cuántas fotos señalaron esta emblemática casona ocre de preciosos adornos romboides! Allí, bajo la mirada de las encantadoras terrazas del Casino de Cehegín y de las Casas-palacio de la calle Mayor. 


Antigua panorámica, donde se aprecia la casa aludida de los Herreros.

La Cuesta de los Herreros en el siglo XVI, al igual que su vecina de Las Maravillas, comenzó a tener tal topónimo, como otras arterias con nombres de ciudadanos de diversos oficios importantes de la sociedad ceheginera. Aquel solar fue cedido a Alonso Martínez, herrero, "para que pueda construir una casa de su propiedad". Seguramente por eso fue quien empezó la ubicación de los herreros en esta calle. En el siglo XVII ya se conocía esta calle como de “la Herrería”, nombrada en la documentación municipal. Hoy lugar enracimado con ese bello y misterioso Jardín del Coso. 


Cerámica del año 1772 -Mamposteada en una fachada-


Escondidas callejas, como Juan de Gea, héroe contra los moros en la célebre aventura de la Cuesta del Reventón, y la desaparecida calle de Las Carnicerías. Desde entonces siempre ha permanecido con ese nombre, como calle o cuesta de los Herreros.


Otra panorámica antigua con la Cuesta de los Herreros.
 

Al parecer, en los siglos XVII y XVIII, hubo más de un herrero artesano en esta calle, lo cual es lógico, dado que cada gremio tendía a instalarse en zonas donde los oficios estuviesen próximos. Así ocurrió con otras calles con los nombres de Pañeros, Alfareros, Carpinteros, Alpargateros, Esparteros, Cantarería, Tejera, etc. 


Calle  José Cava y prolongación del Mesón viejo

Al fondo de todo este bucle, diversas calles se casan con el Poyo Colorao y Mesón Viejo, (con sus viejas tabernas de garbanzos y vino recio), al final de la Mayor de Abajo, nacen las de Francisco Salzillo, José Cava, la Parra, el Pilar y el Tollo (algunas asoladas y desaparecidas del callejero), que confluyen con la calle Paisanos, en el populoso y legendario Puntarrón. Caminos aledaños de la Cuesta de la Orden de Santiago, en ella se encuentran tejas firmadas y fechadas en 1715. -De ahí la maldición -muy ceheginera- de: “¡me ca… en la orden cana...!”- y seguimos bajando y admirando algunas casitas encantadoras ocupadas por familias extranjeras, que miran al saliente hasta llegar a la casa de Maravillas ‘la Lázara’, -amable mujer, muy condescendiente- y al fondo desembocamos junto al viejo Puente del Santo.


Puente del Santo, desde la Piedra del Judío.

¡Y el río Argos!, en aquellos veranos de antaño, con la 'vaeras' inundadas de zagales, y ranas que croaban lamentándose de su sino en la sartén de la taberna del Barras. Si echamos la vista atrás, observaremos el inexpugnable precipicio rocoso con restos de la muralla impregnada de siglos y batallas entre moros y cristianos. 

Como vamos percibiendo, casi todas las calles del Casco Antiguo ceheginero, poseen un sinfín de historias para el recuerdo. Por ello seguiremos 'tirando del hilito'. 


FUENTES: Archivo Municipal, otros historiadores y tradición oral, fotos del autor y de diversas publicaciones.

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