ALDEA GLOBAL
“HEMOS APRENDIDO A VOLAR COMO LOS PÁJAROS, A NADAR COMO LOS PECES,
PERO NO HEMOS APRENDIDO EL ARTE DE VIVIR JUNTOS COMO HERMANOS”
Martin Luther King
Atravesamos una época en la que en pocos minutos podemos saber cuanto acontece en cualquier rincón del mundo. Todos los días nos salpican las noticias desde remotos países, especialmente las más dolorosas, algunas veces explotadas por los mass-media como si se trataran de fuegos de artificio. Esta actitud sensacionalista hace que nos preocupemos más de lo que sucede lejos y que nos comprometamos más con el desarrollo y progreso en aquellas áreas, quizás a costa de olvidar lo que ocurre dentro de nuestra propia casa. Pero así son las cosas de la vida.
Y luego, esta maldita
pandemia del “Corona virus19”, que no desaparece ni a tiros, dicen algunos que nos va a aclarar las ideas, a mejor, habrá que cantarles aquello de "...Lo dudo, lo dudo, lo duuuudooo..."
Ahora se habla mucho, con sus pros y
sus contras, de la
globalización. Ningún país puede ya
aislarse del resto del mundo. Necesitamos cambiar de mentalidad y reciclar
nuestros principios para descifrar los signos de los tiempos y saber responder
a sus controversias...
Todos, alguna vez, hemos leído o escrito en la red una dirección: "WWW" etc., o sea, "World Wide Web", pero..., ¿Qué significan estas siglas? (en castellano: Red informática mundial). En cierto modo, Internet equivaldría a la infraestructura -las carreteras y autopistas cibernéticas de los países de todo el mundo- mientras que el contenido de las páginas web es lo que viaja por esa infraestructura -los "Vehículos" que se encargan de transportar la información-. Las tiendas, las empresas, los organismos, los cafés, etc.... que se asientan sobre esas vías para que los ciudadanos (los llamados internautas) puedan entrar en las páginas "web", serían los servidores que las alojan. Si no existiera Internet, nadie podría comunicarse a través de esa "Wide web", (World Wide Web), porque no habría manera de enviar esos datos.
Con los primitivos rudimentos del
Internet asistimos al advenimiento de una nueva cultura, lo cual nos va
trayendo otros modos de vida. ¿Mejores, o peores?... Es la pregunta del millón.
Habría que preguntarse aún más: este
afán de globalizar el planeta, ¿es con el objetivo de que todos quepamos en esa
truculenta pecera, que es la Tierra, con los mismos derechos y obligaciones?
¿Es, de verdad, con el afán de acabar con el hambre y la miseria que asola a
más del 70 % de la humanidad?... ¿O por
el contrario se trata de un artero plan económico para uso y disfrute de los
países ricos? ¿Acaso un cierto recetario a la carta confeccionado a la medida de las
grandes empresas multinacionales para leernos la cartilla como los 'dioses' mandan?: en concreto, una global village monetaria sin alma.
Otra opción podría ser la del famoso pensamiento
único, sin ‘necias’ discusiones inconformistas, algo así como el Mundo
Feliz que escribió Huxley:
¡Oh, qué maravilla! ¡Cuántas criaturas bellas hay aquí! ¡Cuán bella es la Humanidad! Oh, mundo feliz, en el que vive gente así....
De esta forma conseguiríamos una paz
tranquila, una meliflua placidez custodiada, donde las gentes de bien (los buenos),
controlen el lugar e impidan cualquier discrepancia o rebeldía indeseada. Así
viviremos muy bien, sin problemas de conciencia, y si aparecen los cargantes
protestones (los malos), se les manda al purgatorio por necios. En suma,
perseverar en el atávico dualismo maniqueísta.
Se impone lo políticamente correcto.
La expresión de moda y no precisamente por su brillo ejemplificador, y si no, a
las pruebas me remito, casi todos los medios de comunicación infestados de
bulos e imposturas, además de los que ya sabemos.
A fuer de veracidad, hemos de
reconocer que concurren otras controversias que no lucen muy claras. Por
ejemplo, el mestizaje: debemos asumir que la aldea global conlleva el
riesgo de una mezcolanza en pepitoria que para algunos racistas
será difícil de digerir.
Hay quien está convencido de que los
posibles cruzamientos exogámicos pueden conducir al caos de Occidente. De aquí
al pensamiento neofascista lepeniano sólo dista un pelín.
El electorado ya ha enviado varios avisos. No se sabe por qué, pero acecha de
nuevo por la vieja Europa
la sombra del negro fantasmón de fuerte tufo autoritario con postulados que
desentierran la, no muy lejana pero sí, apocalíptica historia.
La población vaga alienada y sin
proyectos ilusionantes, harta de tanto descuido y promesas incumplidas por la
arrogancia de los políticos. Éstos se relajan con la paz social y creen ser los
amos del recinto. Piensan que, con sostener una riqueza pública armonizada a
las necesidades del pueblo, para de esta forma poder mantener hipotecados a los
ciudadanos, basta para que la democracia funcione.
Y es que nunca la economía y los
empresarios fueron notables gobernantes. Las crónicas así lo demuestran. Anthony
Giddens, ‘Premio Príncipe de Asturias de las Ciencias Sociales’ aseguraba: -“Las naciones siempre serán más poderosas que las empresas...”-
Los siglos excelsos florecieron invariablemente gracias al fruto de la Gran Política. Nadie puede negar que donde reina la verdadera Democracia es donde se aplica mayor justicia social. Mirar a los países nórdicos. No es una cuestión que se logre fácilmente y
¡ya está..! Se trata de algo más trascendental, es nuestra forma vida, con sus
defectos, pero la menos mala que hemos conquistado para nuestros descendientes. Por eso los engranajes democráticos
hay que engrasarlos cada día con alcuzas rebosantes de tolerancia y raciocinio,
bien alimentadas con generosos catalizadores adobados de oropeles humanistas y
capuzadas en los baños del sentido común.
Es decir, como recomendaba el sabio maestro de
mi padre, don Francisco Azorín, (antes de la llegada de los jinetes del
Apocalipsis): Leer mucho el Quijote, escuchar a Bach y aprendernos de
memoria, desde niños, la Declaración Universal de los Derechos Humanos…
Entonces, ya podremos comenzar a
charlar sobre la Aldea
Global.