UN DOMINGO DE FIESTAS EN CEHEGIN.
¡Más belleza no hay...! (Foto de Ricardo López Rubio). |
El Mesoncico -Domingo de Fiestas-. |
Evoquemos aquel retrato de un domingo de fiestas y de mercado: En el Paseo de la Concepción todo es bullicio, se están instalando los carruseles, y otros cachivaches de feria, los puestos de turrón y de golosinas, y los de joyería y juguetería, y el palco de la música, donde cada anochecida amenizará la fiesta con bellas melodías, todo adornado con los típicos farolillos y banderitas.
Los ancianos albergados en el hospital merodean por los puestos y el Tío Godepe ya dormita en los poyos del portal de don Octavio, al amor del amable rayico de sol tempranero en un desanimado ensimismamiento, mientras un perrico le lame las perneras del pantalón. El Tío Palacios, olisquea calmoso por los tenderetes del mercadillo, hasta que algún 'acancarinao' le espolea la lengua y entonces espeta una abrupta maldición contra el ‘dios Faco’, tal vez, con cierta intención irreverente, y Pedro el Risicos, haciendo honor a su apodo, pulula afanoso por los puestos sin comprar nada, acompañado de Alfonso ‘el Chapolo’, un refinado ‘sentencias’, que ironiza: -La política pa los políticos, la mujeres a ratos y el vino a toas horas-; progresista por convicciones propias, ya que ha laborado mucho en la campiña francesa, asevera: -…en toas partes cuecen habas…,- y es que no se fía ni de su sombra, aunque suele ser compasivo, como el día que un menesteroso borrachín ‘El Calandracas’, le pidió ‘prestao’ dos reales para un chato de vino, entonces, un amigo que iba con el 'Chapolo', le increpó:-¡Tú dale bastante… pa que luego se lo gaste en vino... –Alfonso arguyó sarcástico: -¡si te paece va a comprar el Carrascalejo...!- Sebas ‘el Chaparro’, encargado de vigilar los coches estacionados en la placeta, luce su gorra, investido de autoridad, regalo de un bedel del Banco de España, se la quita amablemente al llegar el dueño del automóvil y recibe la propinilla –seguramente dos reales- que van directamente al bar de Piñero para el chato reglamentario; y convida a un viejo falangista, el tío Marianete, siempre reconviniendo la situación política, porque no se termina de culminar la revolución nacional-sindicalista, y su oponente, Manuel 'Afeitalgato', ideólogo jacobino, que siempre le discute: Para revolución, la francesa, allí sí que funcionó bien la guillotina.
Calle Mayor de Arriba. |
Grupo de Hermanas de la Caridad, con jóvenes catequistas. |
A la entrada del Mesoncico, don Darío (El Notario), supervisa preocupado, el magnífico retablo decorado con llamativos tapices de famosas pinturas, búcaros florales y demás ornamentos, y una bella imagen, copia de la Virgen de las Maravillas, entronizada en el centro de la fachada frente a la placita de la Barandica.
Un caballero sale de la mansión del interminable balcón y se dirige al afeitado de los domingos en la barbería de Juan Francisco ‘el Churrascas’, allí se encuentra a Juan Cava, que porfía con un socio del casino sobre los problemas de la caza furtiva, Cava opina: No me contradigas de caza y pesca que yo sé más que el más sepa… en ese momento se acerca la digna figura de don Pepe Fernández, que también se dirige a la iglesia, y escuchando la controversia de ambos amigos sentencia: La invasión amateur de la campiña es perjudicial para el arte cinegético… y con esta lapidaria frase finaliza la discusión.
Antonio Noguerol -fliscorno solista de la banda- con su nieto Antoñico Motolite. |
Al pie de la escalinata hacia el paseo, con su guitarra en ristre, un ciego entona sus ‘reparandorias’ que logran saltar las lágrimas de algunos espectadores: ¡Padres que tenéis hijos! ¡Hijos que tenéis padres! ¡Abuelos que tenéis nietos! ¡Nietos que tenéis abuelos…! ¡Oír los romances de este pobre ciego! Los versos de la Reina Juana, llamada "La Loca", confinada en su torre esperando a su difunto esposo, el rey Felipe, malnombrado 'El Hermoso'… o la historia del crimen de Cuenca, sucedido en Valera de Arriba lindante con Valera de Abajo...
Y algunos tipos pintorescos que revolucionan el mercado con su facundia, el gran Ramonet, que ofrece… y ofrece, y ofrece…, como si regalara sus existencias. Javier ‘El Santero de Bullas’, con sus reliquias cobijadas en los bolsillos y tras las solapas de su raída chaqueta, incluso dentro de las pecheras de la misma, donde atesora incontables colgajos y amuletos religiosos; y el enigmático ‘Tío de la Moa’ (de la moda), que promete favores con ronca voz, rezongando: Taco taco y almanaque,… el almanaque zaragozano…,- colgado de su cuello muestra un maletín repleto de elixires, abalorios y quincallas -…para las mozas en amor…,- asegura.
El Mudo del Hospital tomando un refrescón de anís. |
Y otro tipo singular: Antonio de Gea "el Mudo del Hospital", precedente ecológico, vende unos preciosos juguetes elaborados con material reciclado, (botes de conserva vacíos, retales de madera del carpintero o púas y clavos viejos)...; y el Tío 'Menchas', pertrechado con un extraño ‘artilugio’ en forma de arco, enlaña un valioso plato de Níjar o una ornamentada fuente de la Cartuja sevillana; el puesto del tío 'Porrino' con su baluarte de ‘malguanes’, esteras, soplillos de esparto para la lumbre, y Pedro 'Mazantine': llaves y cerraduras, candiles y chuminos, atizadores, hierros para guisar, badilas y un largo etcétera. Un surrealista microcosmos lleno de color, pese al mundillo en blanco y negro de la época.
Un puesto de hortalizas del mercado, frente al antiguo ayuntamiento |
Relataba nuestro querido cronista Abraham Ruiz
Jiménez, que fue Francisco Silvela, el gran político de finales del siglo XIX,
en una de sus visitas a Cehegín junto a su íntimo amigo don Ramón Chico de
Guzmán, quien aseveró complacido, refiriéndose al Mesoncico y aledaños: “¡¡Qué bien se está aquí…!!”
Plaza del Mesoncico en calma -foto actual- |
De esta característica forma, la vida mostraba
su lado amable en una tranquila ciudad llamada Cehegín de los años 50.