EL
ARTE CON MAYÚSCULAS
¿Qué
es el arte...?
Si lo supiera, tendría buen cuidado de no revelarlo.
Yo no
busco, encuentro.
Pablo R. Picasso.
Un artista
ha de gozarse en las dificultades que encuentra a su paso. Porque en ese
esfuerzo se halla la verdadera recompensa: una creación. Un parto sin dolor
carece de esa sensación amorosa, de ese marchamo que legitima un auténtico
hallazgo. Un creador debe hallar la forma limpia para
comunicarse con los demás, de halagar los sentidos e inducir o subyugar el
alma, de tal modo que pueda penetrar a través de una ilusión anímica, a la par
que sensual, en una verdad o mentira que no se manifiesta. Sin esa comunicación
apenas se puede presumir de expresión, porque ahí está el fin de toda obra de
arte: la forma de transmitir los sentimientos del alma del artífice a la
capacidad intelectual del receptor, que es a quien en definitiva va destinada la
obra.
Su armonía y
su rebote, su flujo y reflujo, son los instrumentos que inducen o subyugan. Sin
esa armonización, reflejo de la condición humana, poco podemos esperar de ese
cosmos inalterable que es una creación artística. Estas herramientas son más
sensibles y precisas que el bisturí del cirujano, y el artista ha de usarlas
con amor, no como si fuesen sirvientas a las que se ordena a capricho, sino
como a mensajeros maravillosos. Por ello, el
arte no debe ser objeto de cotidianeidades vulgares y ramplonas, sino de un
profundo y reverencial respeto hacia lo que representa, esto es, lo más noble y
sublime del alma humana.
No debemos
confundir el arte con alguna otra actividad terrenal. La obra de un artista no
es un bien efímero, al uso, que puede o deba extinguirse como la columna de
humo que emana de una chimenea, es un acto de amor, algo similar a engendrar un
ser, algo que permanecerá en la memoria de la historia, digno de la reverencia
universal, sacralizado para todos los siempres.
En nuestros
días, abundan como setas ciertos “artistas” cuya especialidad son los plagios
ayudados por sus correspondientes “negros”, propiciados por mercanchifles y
farsantes; deberían haber vivido en el siglo de Cervantes. Él no necesitó
amanuenses para crear el Quijote, ni ordenadores que le corrigieran y
procesaran sus textos. Y qué decir del exquisito Amadeus Mozart, qué pocas
herramientas y artilugios requería, solo ese aliento genial y divino que le
inspiraba. ¿Cómo se puede adiestrar a cualquiera en la composición de algo tan
inconmensurable como La Flauta Mágica?... Claro que ninguno de ellos logró un
sustancioso contrato con una multinacional, ni siquiera un entierro digno.
Alguien sin
oído puede ser músico, un daltónico, pintor, o un cojo, danzarín, hemos
vulgarizado de tal modo el entorno que entendemos, subjetivamente, la
creatividad como algo que se improvisa o se aprende en una academia o factoría,
hasta el punto que se mete por un tubo y se le aplican las coordenadas como si
fuesen embutidos y... ¡Magia potagia! Ahí está el milagro del talento. ¡Cá,
amigos!, el arte es privilegio de unos pocos envenenados por ese soplo
divino y aflora en sólo unos sublimes momentos de gloria, tan efímeros, que si
nos descuidamos pasan y ya jamás regresarán a nuestra puerta.
Vivimos en
un mundo hundido en la mediocridad, sufrimos una profunda crisis de
creatividad, de ahí que consideremos artistas a cuatro indocumentados con halo de
virtuosos que nos deslumbran con apócrifas maravillas, alimentados por los
medios audiovisuales y sus adláteres actuales los llamados ‘influencers’.
La obra de arte se manifiesta sola, no necesita publicidad, el buen paño se
vende dentro del arca. No
pretendemos una sociedad de geniales artistas; debemos quedar algunos para
aplaudir, para darles calor. Pero no nos preocupemos porque la I.A. llama a nuestra puerta y esta vez apoyada por todos los estamentos del "mundo mundial". Hace algún tiempo que la llamada Inteligencia Artificial abandonó la ciencia ficción para colarse en nuestras vidas, y aunque en fase inicial está llamada a protagonizar una revolución similar a Internet. Sus aplicaciones en innumerables sectores -salud, finanzas, transporte o educación, entre otras muchas- han provocado que Unión Europea desarrolle sus propias Leyes de la Robótica. Suponemos que en el futuro también se crearán numerosas "obras de arte" al uso.
En
definitiva queridos amigos, como decía mi tío David: el arte es congelarte de frío.
A. González Noguerol.-Motolite
Fuentes: Algunos datos recogidos en diversas publicaciones.