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jueves, 25 de febrero de 2016

EL BOSTEZO.

El Bostezo.

«Nuestro español bosteza.
¿Es hambre? ¿Sueño? ¿Hastío?
Doctor: ¿tendrá el estomago vacío?
—“El vacío es más bien en la cabeza”—»
Machado.


Es cierto, el bostezo es indicio de tedio, debilidad, hastío, etc., y más ordinariamente de sueño, que posiblemente sea uno de los motivos más generalizados del bostezo.
Hoy, por desgracia, nuestra sociedad de consumo sufre esta paradójica enfermedad, en el mundo de la calidad de vida, de la diversión, de la cultura del ocio, es inconcebible que la gente sea infeliz, que se aburra, aunque también puede ocurrirnos como al Cardenal Richelieu, que se levantó un día bastante serio y taciturno, —no muy “católico”, como diría mi amigo Paco el Supersabio— y le preguntaron: —“¿Acaso se aburre su ilustrísima…?”— y el poderoso purpurado contestó: —“¡Yo jamás me aburro!, a mí me aburren los demás…”—


También los purpurados bostezan.
Por hambre y debilidad también se bosteza, pero esto no suele darse habitualmente en nuestro entorno. Sí, en todo caso, en el llamado Tercer Mundo. Aunque se puede dar el caso de que el bostezo, como ya aseveró Machado, sea debido al vacío en la cabeza.

Los economistas también bostezan
Cuestión no muy extraña por cierto, si nos remitimos a los lavados de cerebros a que somos sometidos a diario por los “mass media” con tanta noticia absurda y subliminal. Ese empeño en confundir a la paciente población, aburriendo hasta a “maría santísima”, con la retantanilla de quién es más malandrín.

Pero sigamos con los bostezadores:
¿Cómo bostezar?
El bostezo es uno de los gestos más contagiosos que la mimesis nos obliga a realizar. Un bostezo medio dura 6 segundos, si bien se conocen bostezos tan exagerados como Luis el Manías que logró bostezar sin parar una mañana entera, hasta que se hartó de comer, durmió la siesta y cuando despertó volvió a bostezar hasta que consiguió, a las doce de la noche, conciliar de nuevo el sueño.
Otro gran bostezador era Juan el Ronco que cada boqueada iba acompañado de dos alaridos –uno al aspirar y el otro a espirar- tan sonoros que espantaba a su burro, el cual salía rebuznando y dando pares de coces a todo cuanto encontraba por delante.

Burro hornero rebuznando.
Aunque para bostezo singular el de mi amigo Pedro el Perchas que cada vez que lo realizaba se le desencajaban las mandíbulas y así quedaba con la boca abierta hasta que el médico se las volvía a poner en su sitio con una suave guantada en el mentón.

¿Risitas desencajado?
Juanico el Gañán, pastor de borregos, estaba cierto día, tan tranquilo, guardando el ganado cuando se llevó un susto de muerte. Contaba así: —«Dormitaba plácidamente bajo la sombra de un generoso arbolico cuando el cencerro de una oveja revoltosa me desperezó produciéndome tal bostezo que abrí la boca estirando la cara con tanta desmesura que me ha dado la vuelta el cuerpo. Ahora las venas se me enganchan en todos sitios y cuando me lloran los ojos me dan ganas de mear.»
Los expertos aseveran que el ritmo cardiaco puede aumentar hasta en un 30% durante el bostezo
También se corre el riesgo de, si la boqueada es prolongada, quedarse sin aire en los pulmones y perder el conocimiento. Es tan contagioso que más del 65% de la gente que ve bostezar, lo hará en los siguientes 5 minutos. De esta suerte, con sólo escuchar una cinta grabada con bostezos, seguro que imitaremos estentóreamente.
Otra de las curiosidades en torno al bostezo es que los atletas olímpicos lo practican a menudo antes de la competición. ¿Será para espabilarse...?
También se asegura que leer acerca de este tema hace boquear. Por lo tanto ¿he conseguido obligarle a bostezar, amigo lector…? Seguramente ha sido porque leyó este panfleto entero.
Pues no se aburra conmigo, por favor.

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