Antonio González Jiménez –Motolite-
En una placa colocada en la fachada de la Plaza del
Mesoncico, reza los orígenes de aquella recoleta plazuela, en la que tantos
eventos has acaecido a lo largo de la historia de Cehegín, entre otros datos
significa este extracto: “Es el lugar de
la prolífica familia González, con el mudéjar epíteto Motolite (pastelero), que
en el siglo XVI, por petición del concejo de Totana, una rama se desplazó a la
primera pastelería de esa villa. Igualmente aparecen en la Villa de Bullas, en
el siglo XVII, como promotores de un retablo de su iglesia...”
El Maestro Motolite (abuelo) elaborando peladillas. |
Antonio González Jiménez nació el día 26 de septiembre
de 1916 en Cehegín, tercera generación de una familia de confiteros y
turroneros. Su padre y su abuelo además de tener el mismo nombre y primer
apellido fueron profesionales de las dulcerías.
Debido a los racionamientos de la posguerra civil,
escaseaba notablemente el azúcar, por lo que se hacía cada día más difícil
elaborar los productos propios de pastelería. Por este motivo, toma una decisión drástica y cambia
de actividad abriendo las puertas de un nuevo bar –MI BAR- dotado de los más
modernos servicios de la dura época que le ha tocado vivir. Son los años
cuarenta y la vida no da para más. Pero también otorga sus momentos felices. En el año 1944 –como anécdota, un martes y trece y de noviembre- contrajo matrimonio con la compañera de su vida Rafaela, maravillosa esposa y madre, gentil dependienta dotada de un proverbial sentido del humor y muy apreciada junto a su marido por todo el mundo.
Aquel establecimiento en la mismísima plazuela del
Mesoncico, (corazón del Casco Antiguo ceheginero), es testigo de todos los
actos emblemáticos de nuestra ciudad. Y allí están en los precarios años
cuarenta, al pie del cañón, Antonio González Jiménez ‘Motolite’ y su esposa, ofreciendo
tortadas y sus típicos dulces.
A partir de aquellos inseguros años, el maestro
‘Motolite’ fue creando un repertorio de elaboraciones tradicionales
transmitidas por sus abuelos y que él a su vez donó a sus descendientes, con lo que la familia Motolite ha endulzado a
sus numerosos clientes, no sólo de la localidad sino de los pueblos limítrofes
y de tantos y tantos amigos emigrados a la comunidad catalana que se llevaban,
además del proverbial afecto, el dulce sabor ancestral.
Antonio
González, fue además hombre amante del arte y la creatividad, con un oído
innato para la música, participó en las comparsas y funciones de zarzuela en su
juventud y hasta en la ancianidad cuando todos los domingos tocaba la bandurria
en el grupo del club de los pensionistas.
Caricatura realizada por el P. Colsa una tarde en la Confitería. |
El 25 de abril de 1994 recibió de la Asociación Regional
de Empresarios Pasteleros de Murcia una placa conmemorativa “…por
su labor y buen hacer profesional en pro de la pastelería autóctona.”
Y el 26 de mayo
de 1999 se le otorgó, de manos del presidente de la Comunidad Autónoma ,
el reconocimiento como “Empresa Centenaria” y la gratitud por parte de la Cámara de Comercio
Industria y Navegación de Murcia por “…contribuir al desarrollo económico y
social de la Región
de Murcia…”
El Maestro, recibiendo la placa junto a tres de sus nietos. |
Así, continuando los más de 120 años de trayectoria
dulcil en la singular plazuela del Mesoncico, la familia Motolite a través de
sus hijos Alfonso y Antonio y su hermano Alfonso, siguieron al frente del
negocio, guardan con suma fidelidad la calidad y artesanía que les caracteriza
lo que les han procurado tan sobresaliente reputación. Es el lugar de la
prolífica familia González, con el mudéjar epíteto Motolite (pastelero), como
lo atestigua la placa que preside la fachada de ese lugar Plaza del Mesoncico
de Cehegín.
En la
actualidad, sus nietos Alicia y Aurelio del Casar, prosiguen la tradición
pastelera de sus ancestros y reforzada con pastelería de vanguardia y ubicados
en una moderna cafetería-pastissería situada en la calle de Juan Ramón Jiménez
de Cehegín. Su principal axioma, en el cual insistía reiterativamente a todo el
mundo, era: “Todos los trabajos necesitan su tiempo, por lo que ninguna labor
realizada con prisa puede salir bien.”