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viernes, 18 de mayo de 2018

AMIGOS Y NUEVAS TECNOLOGÍAS

 Las nuevas tecnologías para no perder amigos.

“Quemad viejos leños, bebed viejos vinos,
leed viejos libros, tened viejos amigos…”
      Alfonso X el Sabio.

Dice el proverbio: -Un amigo es un tesoro y todo el que posee uno, cuida de él y expone cuanto tiene a su alcance para conservarlo.- Pero… ¡Ojo!... Si lo que deseas es un amigo perfecto te arriesgas a quedarte solo.


Filósofos y pensadores aseveran que la amistad es uno de los más laudables y generosos amores: la comprensión mutua, el regalo que se intercambia; el apoyo que se da y se recibe llega a ser muy placentero para la persona. Alguien con quien compartir las intimidades, tus alegrías y tus penas; a la que puedas recordarle amistosamente un lapsus o recibir cariñosamente un ‘tirón de orejas’ sin sentirte herido. Todo lo contrario: pagarle el reparo con un afectuoso abrazo. Mi viejo amigo Juanele afirmaba: -Las tres cosas más difíciles de esta vida son: aprovechar el tiempo; guardar un secreto; y perdonar un agravio-.
Un amigo del alma no surge de la noche a la mañana. Requiere cubrir unas etapas, en algunos casos incluso duras, hasta conseguir llegar a cuajar en algo verdaderamente trascendental. Y es que un auténtico compañero es un codiciado tesoro. En la hermosa película ¡Qué bello es vivir! para exaltar el valor de la amistad se dice en clave de humor: Nadie que tenga un amigo es pobre. Y, si tienes tres amigos, ya eres un jodido rico.



Hay personas que se quieren mucho y viven en la misma ciudad, y permanecen sin hablarse y sin verse varios meses seguidos, ni siquiera por teléfono, y no por su voluntad. La aceleración de la vida moderna está procurando que mengüe el culto a la amistad, el trato frecuente de los amigos entre sí, la conversación reposada y gratificante, los momentos compartidos. Y eso que ahora, mantenemos ciertos contactos por 'Facebook' o 'Güasás’. Aunque lo más paradójico es que algunos ‘amigos’ apenas les conocemos o incluso los vemos por la calle y como mucho les ofrecemos una sonrisita de extraña complicidad. Las horas que perdemos ante programas intrascendentes de la tele son tiempo que robamos a los amigos. Ya no nos visitamos tan a menudo como en otros tiempos. La TV, con su comunicación unidireccional, nos aleja del gozo de participar, nos convierte en seres pasivos. Incluso en la mesa casi nadie habla, todo el mundo come y mira la locuaz caja rectangular cuando no el “selular” como dice los sudamericanos, o ambas  a la vez.


Así mismo es curioso el auge, durante los últimos tiempos, del correo electrónico, en detrimento del convencional, que se aboca, poco a poco, hacia su extinción. ¿Será, acaso, por la comodidad de no necesitar acudir al buzón más cercano después de lamerle el reverso engominado al sello? ¿O, porque nos ofrece una simultánea comunicación tan necesaria en el ser humano y tan escasa últimamente? Aunque corremos ciertamente un riesgo, y es que debido a la celeridad con que funciona la sociedad actual, se están empleando espurios sistemas de lenguaje, en los que se usan formas de reducción de los vocablos así como ciertas palabras mostrencas que comienzan a conocerse con el lamentable nombre de 'Espanglis’. Pero seamos positivos, pues esta nueva vía de Internet está propiciando no solo acercar entre sí a amigos lejanos, incluso desde otros continentes, sino que podrá hacer renacer el viejo género del intercambio epistolar. Algo, por desgracia, olvidado hace tiempo en el baúl de nuestros abuelos y que, sin duda, fomentará el florecimiento de las relaciones amistosas. Con una herramienta tan poderosa como el correo electrónico y sus compadres el mencionado ‘Güasás’ o los 'Messenger', 'Tuiter' y 'Facebook', y otros bichos raros, si son usados racionalmente, podemos asistir a una nueva revolución entre los seres humanos. Los avances son inevitables: la entrañable y anhelante visita del cartero ha quedado obsoleta. Como el ascensor, que nos priva de la escalera o el coche, de andar el camino –aunque se empeñen los médicos en recomendarnos ejercicio-.  Y es que precisamos buscar nuevos hábitos para suplir estas carencias que nos impiden gozar de la relación amistosa.

Todos los adelantos, como todo en la vida, aportan pros y contras: las autovías impiden gozar de las maravillas del campo y de la visión cercana de los pueblos del trayecto. El ‘AVE’ sin duda es un medio de transporte rapidísimo, pero... ¿Qué ha sido de aquellas reposadas paradas en las viejas estaciones, aguardando la llegada del tren opuesto para proseguir por la única vía, desde donde podíamos disfrutar del pulular de los viajeros y de los monótonos ofrecimientos de los vendedores ambulantes? Evidentemente un singular mundillo en extinción.


Las nuevas tecnologías e invenciones -siempre fue así- acarrean riesgos y contingencias: un barco puede naufragar, como un avión estrellarse, al igual que una central nuclear reventar como el pantano de Lorca… Los accidentes de carretera dejan atroces secuelas y los desastres ecológicos producidos por las radiaciones y los vertidos ponen en peligro nuestro planeta cada día –recordemos el funesto petrolero Prestige, o las últimas noticias sobre nuestro lastimoso Mar Menor-. Así, algunos se preguntan cuál podría ser el accidente especifico de Internet y las redes informáticas… -una auténtica catástrofe-. Por ello, no debemos ser tan descuidados e imprevisibles echándonos tranquilamente en brazos de las nuevas tecnologías, porque en cada avance hay que medir también los posibles percances irreparables.
Aunque sin duda, nunca podrán compararse a la pérdida de un amigo.  
    
Antonio González Noguerol
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