ANTIGUAS
TABERNAS CEHEGINERAS.
"No ves mi copa vacía, / echa vino tabernero, /
que tengo el alma contenta / con tu maldito veneno..."
Como
cada pueblo, Cehegín ha disfrutado siempre de numerosas tabernas, despreocupado
cobijo de la clase trabajadora y agrícola, en aquellos tiempos paupérrimos, y no
digamos en la actualidad, aunque ahora las llamen con eufemismos como ‘Gastrotaberna’;
o con el anglicismo ‘Pub’, etc. Pero, las que vamos a evocar son aquellas viejas
ermitas del buen beber como El Barras, La Puñalá, Antoñín, El Chaparro
y el antiguo Bar Sol: “Sólo para hombres” sería el lema de
aquellas covachuelas, santuarios del ‘bebercio’, donde solían servir todas las tardes una merienda conocida como “la
Cinta” que se componía de un plato de tapas caseras y media botella de
vino de la tierra –los parroquianos comentaban: –“¡vamos a echar la cinta!”.
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El antiguo bar Sol |
En algunos casos se ponía de manifiesto el machismo rampante y era tal
la afección a la taberna que muchas esposas les subían la cena en un pucherico
de barro a sus maridos, para consumirla junto a sus amigos y al amor de una ‘maza’
de vino, mientras recordaban trovos como este: No vayas al Escobar en burra,
/ porque me apuesto un cigarro, que si ha llovido y hay barro / no llegas ni
tú, ni la burra... Por aquellos ‘marmallejos’ servía vino el Tío Manolillo, un bonachón vejestorio y
pusilánime, que malvivía de su taberna. Cuentan que murió a consecuencia del susto que le dieron los “Hermanos Iguales”, por no servirles más fiado, los gemelos le
amenazaron con una escopeta de caña y el viejo, enfermo del corazón, recibió tal susto que murió de un infarto.
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Calle La Orden y Poyo Colorao -zona de viejas tabernas- |
“¡¡Esto es peor que el cafetín de Macanches…!!”, se solían
exclamar cuando en un establecimiento reinaba cierta anarquía..., frase alusiva
a un extraño figón de la calle de la Tercia donde todo el mundo se despachaba a
su gusto, era tal la permisividad del dueño que los propios clientes se servían
las copas y el café de olla con anís seco, e incluso se celebraban jaranas por todo
lo alto. Había una guitarra colgada para que quien quisiera cantar y acompañarse. Por ello, cada cliente se consideraba como en su casa.
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Grupo de alpargateros, cosiendo al aire libre. |
Y es que, por aquellas tascas de vino recio, se podía sentir el cante jondo nacido en las minas cercanas: un fandango, una bulería o una soleá de don Antonio Chacón: ¡Calles de mi viejo barrio, donde se marcha la vida cantando..., cantando siempre: haciendo de penas risas…! O los cantos de los alpargateros, evocando a Gardel o Negrete... ¡Todo un poema!
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Calle Mayor de Abajo -izq. puerta de la taberna del Roque- |
En el barrio
de la “Esquina de la Virgen”
radicaban: El Arriero, El Roque o El Sotanillo de las Maravillas, madrugadoras
tabernas-refugio para servir los peculiares tonificantes como el “Solysombra” o la simple copa de cazalla mañanera,
que los jornaleros consumían rumbo a la faena, por el Huerto de la Orden hacia “Las
Caballerías” y demás parajes agrícolas.
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Famoso 'Bar Piñero' en el viejo Mesoncico. |
El
Maestro Saavedra inauguró su flamante
tabernica y en toda la mañana sólo entró un parroquiano, tomó un chato de vino:
«¿Cuánto le debo…?» — «Un perro gordo» — le contestó el maestro—,
pagó y se marchó. Al rato llegó otro cliente y pidió una copa de anís y cuando
la consumió, dijo: - «Lo siento, apúntelo
usted, que no llevo dinero, otro día pagaré»- y se fue sin pagar… Al cabo
de una hora entró otro y solicitó una copa de coñac, se la bebió y como el
anterior excusó: "No tengo ni un rial, hasta el sábado que cobre la semana ca'Juan López…" Pasaron un
par de horas y sin entrar nadie, entonces le entró sed a Saavedra y cogió el único
perro gordo que habían cobrado, se salió del mostrador y pidió a su esposa: «sírveme una copa», se la bebió y cogió
el perro gordo diciendo: «cobra». La
mujer que también tenía seco el gaznate, hizo lo propio y salió así mismo del
mostrador, repitiendo la operación del marido: «cóbrate» y así le tomaron el gusto al ‘morapio’, y se bebieron entre ambos el resto de existencias. Perro
gordo va y perro gordo viene. Al final sentenció el maestro una frase que ha
quedado para la historia: «Para fiao quién
es antes…»
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Muralla Castillo y puerta de Caravaca -junto a taberna de la Puñalá- |
Y la taberna de Juan
‘el Manco’, frente al callejón de dª Gabina, despachaba
exquisitos almuerzos, sobre todo a los recoveros y comerciantes de los mercados
de los domingos… Pedro el de 'la Pichoncha', acaso el
tabernero más pulcro de Cehegín, apaciguaba el apetito y también la premura de
los que llegaban tarde al cine Alfaro con unos deliciosos michirones de habas
secas y tocino viejo, con sabor inigualable, pero es que, además, también se
discutían los temas más peregrinos. Era tal la afección de la clase humilde
hacia estos establecimientos que algunos se
quedaban durmiendo en una silla mientras otros jugaban al truque, hasta que los
despertaban para cerrar.
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Paseo dominical por crrta. de Murcia -a la altura del quiosco de Zapito- |
Otros
barecillos evocadores del ‘Barrio de las Maravillas,’ fueron, el Tío Zapito, madrugadora cantina de la vieja lonja, entonces a la
intemperie, en la carretera de Murcia (actualmente entre 'Zapatando' y Banco de Sabadell); más arriba, El café del 'Tío Marchando', y el Café Las Maravillas, en
la Verja; Frente a la bodega del Tarato, La Parra, con sus exquisitos
caracoles en salsa; la Platera en calle
Lorca y cerca El Sindicato (taberna y barbería).
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Taberna "El Sindicato" (y barbería) |
Alrededor del Cantón, el cenáculo taurino de Juan Antonio del Bar, y las tabernicas del 'Peseto' o 'el Chiquillo' ; y la del 'Mocho',
–qué ricos sus huevos cocidos con pimiento morrón y los revueltos ‘sol y sombra’, donde aliviaban las frías amanecidas los pasajeros del coche de línea de la
estación de Calasparra. Otra popular taberna la de ‘Juan’, en calle Begastri, donde se convidaba
la gente de la antigua Lonja (Hoy casa de la Cultura). Sin olvidar uno de los veteranos de aquella zona, "el Bar X", que aun permanecen en pie con leales parroquianos.
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Quiosco de Juan Gil y el ancestral árbol de la Verja, al fondo el café Las Maravillas. |
En
otras tabernas-bodegones servían vino a granel para los hogares: cuentan que un
humilde vejete de ‘la Cañaica’ se encontró en el suelo un cupón de los ciegos y
¡Eureka!, resultó premiado con seis reales (1,50 Ptas.), cantidad jamás soñada
en aquellos penosos tiempos, y pensó: «ahora
voy ca Martín y compraré una bombanica de cinco litros de vino ‘cancarín’… (así
denominaba la gente al vino de Cancarix) …mi Juanica y yo nos vamos a poner como el Quico…», llegó a su
casa y lo escondió debajo de la cama. Aquella noche la pasó desazonado y en vela,
dándole vueltas al ‘magín’ y pensando en el vino… Al día siguiente le confesó a
su mujer: «Cómo podrá dormir el tío Tarato
con esos enormes depósitos debajo de su casa, cuando yo con una simple
garrafica de vino no he pegao ojo en toa la noche» …
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Antigua bodega de tinajas de vino. |
Seguramente
se me habrán olvidado algunos de estos establecimientos cehegineros de antaño,
la verdad es que sería muy prolijo enumerar tantas anécdotas nacidas en las
tabernas cehegineras.
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Antiguo 'Ambigú' del Casino. |
Y
es que, como a lo largo de la historia, el vino ha sido alimento de
primera necesidad, la bebida socorrida para las gentes humildes, entonces no proliferaban
‘entendidos’ que pontificaran sobre los taninos y los sulfitos y daba igual que
tuviesen color rubí o sangre de toro o si la uva era monastrell o tempranillo. Hoy
se ofrecen catas por enólogos ungidos de la bodega, llaman “Caldo” al vino, en vez de “Pirriaque o Chirrianta”,
y a los expertos, sumiller o “sommelier”, -esa afrancesada denominación-, antaño, al menos aquí
en Cehegín se les llamaba “vinatero”. Paradójicamente
la cerveza era la bebida de la gente opulenta. Eran otros tiempos, sin duda.
En
fin, amigos, seguiremos recordando con cierta nostalgia, mezclada con gotas de
sano humor y si es menester con un vasico de vino, lo que acontecía en aquellos benditos santuarios de la facundia
ceheginera.