DARÍO RUIZ ZABALO
-FILÁNTROPO CEHEGINERO-
Don Darío Ruiz Zabalo (Notario de la localidad durante los años de posguerra), fue, además de la profesión citada, un auténtico filántropo en Cehegín, educado, aunque de carácter un tanto esquivo. Una persona que se distinguió por sus gestos en benefactor de la comunidad local. Era gran coleccionista de obras de arte, pinturas, esculturas, etc.
En aquellos tiempos de penuria ayudó a mucha gente y en Navidad, solía instalar el Belén del Hospital de la Real Piedad, que ocupaba toda la planta primera de la Fundación, -entonces no existían habitaciones, solo en la planta de arriba se usaba como asilo para los pobres- siempre compraba nuevas figuras de los belenistas murcianos y muchas de las casitas de cartón eran construidas por las monjas de las Hermanas de la Caridad. (El Asilo cobraba "un perro gordo" -10 cts. de peseta- a cada visitante del belén, cuya recaudación se destinaba a los pobres). Así era la precariedad de la época.
Un año, recibió en vísperas de fiestas patronales, el encargó que hizo meses antes a un escultor, la efigie de una Virgen de las Maravillas a semejanza de la titular ceheginera; acicaló con exquisito mimo la fachada de su casa, situada frente a la tríptico farola del pretil de Emilio “el de Marco” -hoy ‘Bar la Barandica’-, caprichosamente adornada de olorosas flores y plantas, con aquella bellísima copia de nuestra Patrona presidiendo aquel espectacular retablo para agasajar a la “Rubia Maravillas” a su paso en procesión cuando regresara el día 14 hacía su cobijo en el Convento de San Esteban.
Fachada decorada para la Virgen. |
Era una especie de escenario -como podemos observar en las fotos que acompaño- que ocupaba toda la fachada, donde colgaba antiguos tapices con esbozos de célebres cuadros de pintores del Renacimiento, bellos búcaros repletos de flores olorosas, y otros ornamentos de exquisita riqueza; la calle era alfombrada con aromáticas hierbas y matorrales de nuestros montes, que inundaban de bálsamo curativo. Era un espectáculo visual y artístico, la gente quedaba asombrada de tan delicado regalo a su Virgen. Cuando llegaba el séquito, se paraban delante del altar, sonaba la música y se cantaba el célebre villancico “Estrella Refulgente”.
Fuentes: Tradición oral, Archivo fotográfico de Ginés López-Farandol