Desde mi Buhardilla Mesonzoica
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sábado, 21 de marzo de 2015

Silbando en la oscuridad

SILBANDO EN LA OSCURIDAD

Almendros en flor
La primavera alcanza su plenitud a finales de Abril, cuarto mes del calendario gregoriano. Los romanos dieron el nombre de abril, derivado de 'aperire' (“abrir”), probablemente porque es la estación en la que empiezan a abrirse los capullos. Como plasmó magistralmente el maestro Botticelli: "Céfiro insufla vida a Flora, quién se transforma en Primavera y esparce las flores sobre la tierra…"
Prima-vera (primera, prima/vere), la época más templada del año en el hemisferio norte y que corresponde, como es bien sabido, a los meses de marzo, abril, mayo: “Marzo ventoso, Abril lluvioso traen a Mayo florido y hermoso…”- canta el refranero y sigue: “…En abril aguas mil que cogen todas en un barril…”-.
A partir de abril los ruiseñores vuelven a Europa desde sus refugios de invierno en las regiones tropicales de África.
Los machos son los primeros en llegar y aventurarse explorando para su futuro hogar, en cuanto lo hacen, se ponen a buscar sitios para anidar en la espesura de los bosques y en los valles de los ríos. Las hembras los siguen aproximadamente una semana después.

Flores silvestres
La primavera es la estación en la que se manifiestan todos los colores en las plantas, y cuando todo el entorno adquiere su mayor hermosura y vigor, de tal modo que para sí quisieran muchos pintores disponer de tal luz y multiplicidad cromática. Y si no asómense amigos, un día de estos, al mirador del Paseo de la Concepción de Cehegín y contemplarán algo maravilloso: un ubérrimo océano florido, un mar nevado de arboledas; no en vano se cuenta que Zeus, en su viaje hacia la Atlántida en busca de los 'Confines del Mundo', seguramente al surcar el valle del río Canara, creyó sobrevolar los Campos Elíseos del archipiélago canario, y derramó unas gotas del frasco que guardaba para perfumar el Jardín de las Hespérides  y de ahí nació el ubérrimo valle de Canara.

Almendros en flor
En mayo las noches de Luna marcan el clímax del cortejo de los ruiseñores. Ya están delimitados los territorios, las hembras revolotean eligiendo la pareja. No es extraño que los cantos de los machos sean tan intensos: son armoniosas serenatas para atraer a las hembras que vuelan por el cielo. Ya recordé en otra entrada al franciscano Antonio Vidal, amigo de los pajaricos, siempre grabando sus cantos con su magnetófono en ristre.


Otras "primaveras" también se celebran por estas fechas. En España, una de las grandes celebraciones, como todos sabemos, es el Día del Libro, el 23 de abril, efemérides de la muerte de Miguel de Cervantes (1616). Ese mismo día se rememora en Inglaterra la fecha tradicional del nacimiento de William Shakespeare (1564) y la de su muerte (1616). Aunque parezca una extraordinaria señal de los astros, no existe tal coincidencia entre ambos fallecimientos, puesto que los ingleses no habían adoptado aún el calendario gregoriano por aquellos tiempos.


Igualmente se recuerdan 'primaveras' de otra índole, como por ejemplo la del año 1968, cuando así se bautizó a la de Praga que además de propagarse en esa estación, ocasionó grandes expectativas políticas, económicas y sociales para la Europa del Este, aunque luego “vino lo que vino…” –el palo y el tanque-.
No se desarrollaron tan cruentos, sin embargo, los sucesos paralelos del esperanzador Mayo Francés contra la tecnocracia degaullista, donde se puso de manifiesto el descontento de una nueva generación que afloraba en Europa en aquella primavera.
Y ya en el devenir de la Historia occidental, atravesamos otra primavera “la de los recortes”, con un futuro bastante incierto…, y para qué hablar de estos últimos meses, padeciendo la pertinaz y luctuosa pandemia. De cualquier forma, avistemos con esperanza este nuevo escenario de 2021 y las anheladas vacunas.

Antonio González Noguerol
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