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miércoles, 14 de agosto de 2019

EL VERANICO Y LOS ‘AVIONES’

 EL VERANICO Y LOS ‘AVIONES'


      "Dolores ‘la golondrina’ /  lloraba por las esquinas / En la turbia madrugá…"


Vista desde el Paseo de la Concepción

Cómo me gusta visitar el incomparable paseo de la Concepción de Cehegín, quizá el más extraordinario mirador del Noroeste de Murcia. Recibo el alborozado saludo de miles de golondrinas revoloteando alegremente por los abismos del Coso, y es que festejan sus cortejos nupciales en el fresco aire de la mañana ceheginera.

Golondrinas y vencejos revoloteando por el Alcázar
Las románticas golondrinas, qué alegres trisan junto a los vencejos, más conocidos en estos lugares con el eufemístico apelativo de ‘aviones’, acaso por la elegancia como planean por el aire, iniciando, por fin, el exilio anual en busca de otros horizontes.
Sus cobijos de cobre por los zopeteros del Coso y los precipicios del Puntarrón, donde en días pasados coqueteaban apareándose deliciosamente en su vuelo ágil y veloz, quedan ahora vacíos y desmayados. Y es que nos acercamos inexorablemente al ecuador del verano. 
Ya se observan caras nuevas por nuestro pueblo, visitantes, amigos, y viajeros curiosos en busca de nuevos paisajes que también disfrutan de nuestro placentero clima, y de nuestro sorprendente casco antiguo..., por aquello de "Maravilla Rural".
Atardeceres tibios donde el astro rey sestea, bañando de oro nuestros fértiles huertos que despiertan de la modorra veraniega y expanden el rico aroma a melocotones sazonados y dulces perfumes de los jazmineros. Y es que esta maravilla de Cehegín –por algo se le llamaba ‘Tierra de Dios’- nos obsequia con estas relajantes atardeceres que invitan al paseo nocherniego.
Placentero atardecer por el Argos.
Sueña el poeta en las cálidas noches de estío. En el camino hacia septiembre cerramos los ojos y aún se perciben los regalos de la floresta. Ya, a medianoche, si contemplamos absortos la cúpula celestial veremos cómo aflora toda una galaxia de coleópteros luminosos que nos guiñan intermitentes y si aspiramos la brisa nos embriagamos con las fragancias emanadas de los ‘galanes de noche’ que tratan de transportarnos a ese reino de las estrellas.

Olores, sonidos, y sutiles presencias del verano que maduran nuestra existencia y que agudizan los sentidos más imperturbables. Es un mundo bullicioso, fecundo, demasiado activo para observar más calendario que el del Sol y el de la las largas horas luminosas del crecimiento y la abundancia. Es el momento de saborear todo cuanto nos ofrece la Madre Naturaleza.
Calor, tormentas, o noches arrebatadoras: el verano ofrece contrastes a los compositores y artistas: a los creadores en suma. Pues sí, el estío se ofrece lujurioso y eufórico, los días soleados con cielos azules límpidos donde se busca la sombra, la brisa, el frescor del arroyo; cuando las chicharras entonan su melancólico llanto ofendidas por tanto agobio y bochorno. 

Paseo por la Via Verde, una tarde de tormenta veraniega

Pero mientras, inesperadamente aparece un amenazadora sombra en el cielo y se avecina una terrible y breve tormenta que altera la tranquilidad, y después aparece el radiante arco iris con su maravillosa gama de colores que retorna la calma al espacio intangible.
El ciclo se ha consumado.

























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