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viernes, 2 de agosto de 2019

Monedas, Tesoros y otros Alzados.

MONEDAS Y TESOROS.

"¡Qué presto se consolaron / los vivos de quien murió!
Y más cuando el tal difunto / mucha hacienda les dejó."
Calderón de la Barca.

Antiguos maestros acuñadores de monedas.
Las primeras monedas con carácter oficial fueron acuñadas en Lidia, (hoy Turquía), aproximadamente entre los años 680 y 560 a. C. Fue probablemente durante el reinado de Ardis de Lidia cuando los lidios empezaron a acuñar moneda, aunque algunos numismáticos han propuesto fechas anteriores o posteriores, como el reinado de Giges de Lidia o el de Creso "El Opulento". Estas acuñaciones llevan como símbolo heráldico un león representando a la Dinastía Mermnada a la cual pertenecían los reyes. La pieza fue acuñada en electro (aleación natural de oro y plata) y con un peso de 4,75 gramos y un valor de un tercio de Estátera.

Después de la experiencia de Lidia comenzaron a acuñarse monedas por orden de Darío de Persia, posterior a la conquista de Lidia, en China y más tarde en Grecia, para ser adoptado finalmente por todos los pueblos.
Templo Juno Moneta
Su nombre proviene del latín “moneta”, debido a que en la casa romana donde se acuñaban estaba anexa al templo de la Diosa Juno "la Avisadora" o Juno Moneta, encontrándose esta actividad bajo su protección. A este sitio donde se realiza la acuñación de monedas se le conoce con el nombre de "Ceca" o "Casa de Moneda". 
Y a consecuencia de la acuñación de monedas, sucedieron las historietas y leyendas ocurridas en Cehegín que vamos a referir a continuación y que dieron lugar a numerosas especulaciones e investigaciones. Lo cierto es que son historias de la tradición oral y posiblemente contengan rasgos fabulados ya que no existe documentación que las avale, sin embargo no carecen de gracia e ingenio.
Preciosa vista Cuesta Parador y diversas casa-palacio.

Cehegín, nuestro pueblo es un conglomerado de casonas-palacio que como todos sabemos guarda innumerables historias con toda clase de personajes de fábula de cuyas vivencias se podría compilar un libro con sus amoríos, riquezas y tribulaciones. Alguna vez hemos referido los numerosos ‘alzados’—nos referimos a caudales escondidos— que solían guardar las casas nobles, seguramente por miedo a epidemias, guerras, invasiones, robos  o tiempos precarios.

En el palacio de Álvarez Castellanos, contaban nuestros antepasados que tras uno de los escudos mamposteados en su fachada se ocultaba una notable suma de monedas de oro que apareció cuando picoteaban para destrozar un avispero. También se referían a otra curiosa anécdota y fue que en la misma morada un albañil al volcar un tabique dio con una habitación ignorada donde se ocultaba gran cantidad de garrafas de vino solera, ya convertido en un caldo espeso como el arrope; relataba el alarife: -"La señora, por el hallazgo, me obsequió con dos de aquellas garrafas, que eran de 16 litros, y no veas las torrás de pan de carrasca con el nutritivo caldo espeso extendido, ¡menudos desayunos nos dábamos cada día mientras duró!"



Otra intrigante historia, no muy lejana, se produjo en la parte trasera de la casa-palacio de la familia Marín, situada en la Cuesta del Parador (donde antaño se ubicó la Central Telefónica local). Resulta que unos niños jugando con un arquilla pequeña hallada arrinconada, entre otros trastos, en un añoso corral de las dependencias del servicio, y vacía en apariencia, la arrastraban tirando de una cuerda a guisa de carrito hasta dar volteretas por la cuesta del Cantón y propinándole toda clase golpes, incluso jugar al futbol dándole patadas hasta que la arquilla reventó por un lateral y cuál fue la sorpresa de los zagales cuando empezó a salir un chorro de antiguas monedas de oro que habían permanecido apiñadas durante años. De esta historia, ha quedado el apelativo de “Casa de la monedas”, un inmueble construido después del hallazgo del tesorillo, en el solar donde se escondía la célebre arquilla acaudalada.




En la misma casa se cuenta que atesoraba la abuela del citado propietario un ‘alzado’ bajo cuatro llaves, tras un gran retrato de sus antepasados, en cierta ocasión, viéndose enferma y presintiendo la visita de la 'Parca', llamó a su fiel mayordomo y le confió el secreto: “Juan te voy a desvelar un asunto muy delicado, pero me tienes que prometer guardarlo hasta mi muerte.” Y le mostró un pequeño hueco, disimulado tras un enorme cuadro de un antepasado, donde se albergaban dos arquillas repletas de monedas: Peluconas, Luises, Isabelinas y otras monedas de la época de Isabel II, además de diversidad de joyas, etc. Y continuó con estas recomendaciones: “Llamarás a mis hijos y les entregaras a partes iguales todo este preciado tesoro.”  El viejo criado, perplejo ante aquella fortuna, solo le quedó aliento para susurrar: “Haré lo que pide señora…” – Entonces la anciana, introdujo la mano en el hueco y sacó un puñado de aquellas monedas y se las entregó: “Esto es por tu discreción y lealtad, por si no fueres recompensado cuando llegue el momento.”- 



Cuando falleció la anciana señora, el celoso guardián de aquellos caudales que reposaban ocultos destinados a los afortunados herederos, los convocó informándoles de los últimos deseos de su desaparecida madre. Los hijos y herederos, estupefactos ante aquel misterioso caudal y por su fidelidad, también gratificaron al honesto mayordomo.

NOTA: Algunos datos proceden de la tradición oral y de historias locales..



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