UN BUEN PASTOR.
-24 marzo de 1980, Lunes
Santo- Hace 40 años del asesinato de monseñor Óscar Arnulfo Romero. Su
martirio, en plena celebración de la Eucaristía, conmovió profundamente a los
cristianos y, en general a los hombres y mujeres de buena voluntad, a todos
aquellos que tienen una seria preocupación por los derechos humanos y la suerte
de los oprimidos.
Nunca se juzgó al asesino a
sueldo que perpetró el homicidio, ni a sus instigadores, aunque su
identificación fue siempre un secreto a voces en El Salvador. En su multitudinario
funeral volvió a derramarse sangre de pacíficos y humildes ciudadanos que
habían acudido a rendir homenaje al pastor que había dado la vida por sus
fieles.
Los que pagaron por matarlo
creyeron que, al eliminarlo, acallaban para siempre su voz, que era la del
Evangelio, y echaban tierra sobre su memoria.
El efecto de su asesinato ha sido
justamente el contrario. Basta visitar la catedral de San Salvador, la cripta
en la que yace este buen pastor, para percatarse de que, lejos de haber
enterrado su recuerdo, sigue bien vivo entre la gente, que se agolpa ante su
sepulcro para celebrar eucaristía o prestarle veneración. En una de sus homilias, afirmó: "La misión de la Iglesia es identificarse con los pobres, así encontrará su salvación" (11 de noviembre de 1977).
Sus acciones son admiradas por los seguidores de la "Teología de la Liberación"; sin embargo, según su secretario, "Romero no estaba interesado en ella". La Iglesia católica lo venera como santo y algunos de sus fieles se refieren a él como San Romero de América. En 1979 fue nominado al Premio Nobel de la Paz, a propuesta del Parlamento del Reino Unido. Sin embargo, la laureada con este galardón aquel año fue Teresa de Calcuta.
Sus acciones son admiradas por los seguidores de la "Teología de la Liberación"; sin embargo, según su secretario, "Romero no estaba interesado en ella". La Iglesia católica lo venera como santo y algunos de sus fieles se refieren a él como San Romero de América. En 1979 fue nominado al Premio Nobel de la Paz, a propuesta del Parlamento del Reino Unido. Sin embargo, la laureada con este galardón aquel año fue Teresa de Calcuta.
El papa Francisco expresó en
una carta enviada al obispo de San Salvador, José Luis Escobar Alas, que la
beatificación de monseñor Romero «es motivo de gran alegría para los
salvadoreños y para cuantos gozamos con el ejemplo de los mejores hijos de la
Iglesia» y agregó: [...] Monseñor Romero nos invita a la cordura y a la
reflexión, al respeto a la vida y a la concordia. Es necesario renunciar a “la
violencia de la espada, la del odio”, y vivir “la violencia del amor, la que
dejó a Cristo clavado en una cruz, la que se hace cada uno para vencer sus
egoísmos y para que no haya desigualdades tan crueles entre nosotros”. Él supo
ver y experimentó en su propia carne “el egoísmo que se esconde en quienes no
quieren ceder de lo suyo para que alcance a los demás”. Y, con corazón de
padre, se preocupó de “las mayorías pobres”, pidiendo a los poderosos que
convirtiesen “las armas en hoces para el trabajo”. [...]
(Nota: Algunos datos extraidos de diversas publicaciones)