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miércoles, 1 de abril de 2020

MONSEÑOR ROMERO UN BUEN PASTOR




UN BUEN PASTOR.



-24 marzo de 1980, Lunes Santo- Hace 40 años del asesinato de monseñor Óscar Arnulfo Romero. Su martirio, en plena celebración de la Eucaristía, conmovió profundamente a los cristianos y, en general a los hombres y mujeres de buena voluntad, a todos aquellos que tienen una seria preocupación por los derechos humanos y la suerte de los oprimidos.
Nunca se juzgó al asesino a sueldo que perpetró el homicidio, ni a sus instigadores, aunque su identificación fue siempre un secreto a voces en El Salvador. En su multitudinario funeral volvió a derramarse sangre de pacíficos y humildes ciudadanos que habían acudido a rendir homenaje al pastor que había dado la vida por sus fieles.
Los que pagaron por matarlo creyeron que, al eliminarlo, acallaban para siempre su voz, que era la del Evangelio, y echaban tierra sobre su memoria.


El efecto de su asesinato ha sido justamente el contrario. Basta visitar la catedral de San Salvador, la cripta en la que yace este buen pastor, para percatarse de que, lejos de haber enterrado su recuerdo, sigue bien vivo entre la gente, que se agolpa ante su sepulcro para celebrar eucaristía o prestarle veneración. En una de sus homilias, afirmó: "La misión de la Iglesia es identificarse con los pobres, así encontrará su salvación" (11 de noviembre de 1977). 
Sus acciones son admiradas por los seguidores de la "Teología de la Liberación"; sin embargo, según su secretario, "Romero no estaba interesado en ella". La Iglesia católica lo venera como santo y algunos de sus fieles se refieren a él como San Romero de América. En 1979 fue nominado al Premio Nobel de la Paz, a propuesta del Parlamento del Reino Unido. Sin embargo, la laureada con este galardón aquel año fue Teresa de Calcuta.





El papa Francisco expresó en una carta enviada al obispo de San Salvador, José Luis Escobar Alas, que la beatificación de monseñor Romero «es motivo de gran alegría para los salvadoreños y para cuantos gozamos con el ejemplo de los mejores hijos de la Iglesia» y agregó: [...] Monseñor Romero nos invita a la cordura y a la reflexión, al respeto a la vida y a la concordia. Es necesario renunciar a “la violencia de la espada, la del odio”, y vivir “la violencia del amor, la que dejó a Cristo clavado en una cruz, la que se hace cada uno para vencer sus egoísmos y para que no haya desigualdades tan crueles entre nosotros”. Él supo ver y experimentó en su propia carne “el egoísmo que se esconde en quienes no quieren ceder de lo suyo para que alcance a los demás”. Y, con corazón de padre, se preocupó de “las mayorías pobres”, pidiendo a los poderosos que convirtiesen “las armas en hoces para el trabajo”. [...]



(Nota: Algunos datos extraidos de diversas publicaciones)

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