FARMACIAS DE CEHEGIN Y
SUS BOTICARIOS
El boticario local recibía un sueldo anual por parte del Concejo de la Villa de Cehegín para el pago de las medicinas que destinaba a los enfermos pobres que estaban atendidos en el hospital de Caridad. En el año de 1748 el boticario era Andrés Sánchez, y su botica estaba muy cerca de la puerta de Caravaca, por debajo de la muralla del Castillo ceheginero. Contemporáneo de Andrés Sánchez era el doctor don Joseph Picó, médico de la villa. Bella palabra la de botica, ya muy en desuso, aunque aún la recordamos en boca de los ancianos y es que a partir del siglo XIX ya se regulan los estudios de farmacia, apareciendo entonces la denominación de farmacéutico. En la actas capitulares del Archivo Municipal de Cehegín de 1748, aparece este texto: Le sea entregado, dé y pague a Andrés Sánchez, boticario de este villa, ziento y diez reales de vellón, los mismos que importa su salario anual, consignado por las medicinas que de su botica suministra a los pobres enfermos de el hospital... Para obtener el título de maestro de botica, había que pasar un examen para ejercer la profesión, una especie de químico a la antigua usanza conocedor de la proporción exacta para elaborar los remedios y estar en contacto con el médico para prescribir la receta oportuna. Contemporáneo del citado boticario Andrés Sánchez, fue el doctor Joseph Picó, médico local.
Pero dejemos las bromas y sigamos con los
recuerdos. Podríamos destacar licenciados como Don Miguel Morales de cuya
figura un tanto enigmática se cuentan algunas historias truculentas, como que
fue objeto de una cruenta agresión sin aclarar; en la memoria de nuestra
generación recordamos a don Francisco Ortega Lorencio, hermano de las populares
boticarias, creador de una extraordinaria pomada reconocida como remedio eficaz
para muchísimas dolencias (aquel ungüento lo servían en unas preciosas cajitas
de palma). O el entrañable don Antonio Bañón, ambos tradicionales farmacéuticos
de tertulias de rebotica y casino, amigos y colaboradores del médico don
Antonio Bernal. Laboratorios decorados con el tradicional botamen de cerámica
de Talavera como el de don Dimas Agudo, uno de los más reconocidos por su
extraordinaria humanidad, cuya farmacia, regentada por sus hijos, es la decana
de nuestro pueblo, sita en la calle Mayor; don Enrique Valcárcel, el boticario
de la boca torcida a consecuencia de un balazo, -según contaban-, que ubicó la
farmacia en la cuesta del Parador para después traspasársela a la encantadora
doña Tribuchi, una atractiva boticaria de simpatía arrolladora; don Manuel
Carpes, joven licenciado que llegó a
Cehegín para establecerse en el barrio, -cerca de la antigua lonja-, y
el apreciado farmacéutico Antonio Corbalán, muchísimos años jefe de la sanidad
local y recientemente fallecido. Antiguos laboratorios decorados con el
tradicional botamen de cerámica talaverano como el de las boticarias que aún es
conservado en la farmacia de Pedro Fernández Ortega, en Barrio del Almarjal. Y ya,
las actuales farmacias que se encargan de servirnos los medicamentos para
paliar los innumerables achaques que sufrimos en este complicado siglo XXI,
donde ya no se dan las tertulias en las reboticas, ni se filtrea en el casino
con la Casta y la Susana, pero de éstos otros nos ocuparemos en otra ocasión..
Fuentes: Archivo Municipal, y otros archivos y publicaciones y muy agradecido a Fco. Jesús Hidalgo, archivero local. Algunos temas de la tradición oral ceheginera.