Democracia en Libertad
La principal esencia del sistema democrático supone la participación de la población en la designación de sus representantes para ejercer la administración de todos los estamentos del estado.
Pero es notorio que a su vez la democracia depende decisivamente del libre acceso a la información, de la libertad de expresión de la opinión pública, y de la posibilidad de comunicarse libremente.
Basta recordar el funcionamiento de los países totalitarios para convencernos rápidamente de ello -la URSS de Stalin o la Alemania nazi-, por no mencionar otros modelos cercanos y recientes.
E insistimos, lo que sería deseable: el debate público permanente. Cuestión imprescindible para lograr una verdadera atmósfera democrática: espacios de discusión desinteresados y sin manipulación, no sólo en la prensa, radio o TV, sino también en todos los foros de opinión posibles, empezando por las escuelas y universidades, pasando por las bibliotecas, asociaciones, museos y principalmente en las instituciones del Estado. ¿Dónde se encuentra tal quimera…?
Por ahí debería comenzar la ensalzada «Señora Democracia», ya que sin libertad y criterio, difícilmente lograremos otros proyectos más tangibles para obtener la legítima democracia universalizada.
Por suerte, nuestra Constitución Democrática ya se ha hecho mayorcita y no necesita que nadie la apadrine, tampoco es algo efímero como las canciones de moda sino una forma civilizada de entendernos.
Sin embargo, como señalaba acertadamente mi querido tío David: -«¡Cuidado!... la Democracia no es un bien que se adquiere y ahí está para siempre. Contrariamente, hay que vigilarla y guardarla celosamente, es como un jardín al que hemos de cuidar a diario con amor, regarlo con aguas impregnadas de tolerancia y abonarlo con nitratos de libertad. De esta forma obtendremos maduros frutos de justicia y paz para todos…»
Y no es que pretendamos a esta alturas impartir clases democráticas a nadie, sino como recordaba el ilustre y descreído Fernando Fernán Gómez sobre ciertas actuaciones de los cómicos en la película ‘Viaje a ninguna parte’: “La sociedad algunas veces se aletarga, es conformista y necesita que la sacudan, la provoquen, la agiten, para que cada cual saque sus propias conclusiones en libertad”. En suma remover las conciencias.
Gracias a las nuevas tecnologías informativas la esfera pública parece exigir esas disputas dialécticas en las que se pueda desenmascarar tanto aptitudes mesiánicas como encubiertos oscurantismos y corrupciones latentes. De esta suerte la democracia saldría fortalecida en pro de una mayor justicia y solidaridad entre todos los ciudadanos amantes de la libertad.
Pero esto de momento parece una utopía, ya que también en regímenes absolutamente libres, a veces, quien detenta el Poder –y no aludo a los poderes de Montesquieu: Legislativo, Ejecutivo, y Judicial, si no a la poderosa “Trama”, al Gran Poder Económico y Financiero-, siente la tentación de ocultar a las minorías la debida información de los problemas, tienden a la postergación de siempre y para ello recurre sin escrúpulos al chantaje.
Y es que en una verdadera Democracia, ha de primar el respeto por el último de los conciudadanos, todos los cuales, sean cuales sean su orígenes y convicciones, merecen los desvelos ofrecidos al resto, esas minorías deben tener los mismos derechos que los demás, pues alguna vez pueden obtener la mayoría, lo cual, les obligaría, a su vez, a seguir respetando a las nuevas minorías.
Cuando compongo este escrito se acercan jornadas importantes en las cuales vamos a disponer de la ocasión para poner en práctica el libre y noble ejercicio de votar: una de las más importantes tareas de la Democracia. Y de esa abierta alfaguara emanará la legitimidad hacia quien habrá de representar el deseo de la mayoría para representarnos en las altas esferas democráticas.
Votación |
Los demás impidamos que el apasionamiento y los fanatismos nublen nuestro sentido común. Reflexionemos con criterio, sin que nuestros oídos queden seducidos por lo cantos de sirena de acariciadores melodías demagógicas y finalmente que haya ganado honestamente "el mejor", como se suele decir en el deporte.
Es nuestro deseo que la fiesta de la Democracia haya sido eso: un verdadero festejo.
Antonio González Noguerol