La “Certera” Edad.
“La vejez tiene dos ventajas: dejan de dolerte las muelas
y se dejan de escuchar las tonterías que se dicen alrededor.”
George Bernard Shaw.
Se considera personas “mayores” a los que alcanzan más de sesenta años. Esta edad parece “joven” en nuestro mundo desarrollado donde la mayoría de las personas que supera esa barrera goza de una salud estimable y una apreciable calidad de vida, aparte de continuar en activo en sus correspondientes quehaceres.
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Jubilados en el Casino.
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No obstante, al igual que en nuestra patria hace medio siglo, esa edad es sinónimo de ancianidad en los países en vías de desarrollo, donde infortunadamente no disponen de todas las ventajas que les conduciría a una vejez saludable —alimentación, sanidad, educación, libertad, trabajo estable..etc...-
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Rondalla del Club del Pensionista. |
Sin embargo no es menos conocida la situación de muchos mayores dependientes que, por desgracia, necesitan los cuidados de terceros. Así, cada día se demandan más Servicios Sociales, Centros de Día, Residencias geriátricas, Ley de Dependencia, etc.
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Ancianos en las actividades del Centro de Día. |
En Europa ya está desfasado el paradigma según el cual la vejez es inevitable sinónimo de enfermedad, dependencia o falta de productividad y salvo excepciones ya no existe esa lacra de discapacidad en la longevidad y es corriente observar personas con edades superiores a la de la jubilación, disfrutando de una actividad que no tiene nada que envidiar a otros más jóvenes, sea en el aspecto físico como intelectual.
De hecho, es bien conocido que numerosos “prejubilados” al finalizar oficialmente su vida laboral, continúan otras actividades “aparcadas” para cuando llegara este momento o inician un nuevo trabajo para intentar reforzar su pensión, en algunos casos bastante paupérrima, como por ejemplo la de los autónomos que casi les obliga a proseguir con su profesión habitual.
Es corriente incluso, dejarse aconsejar y escuchar sus opiniones sosegadas respecto a los más variopintos temas de actualidad. La práctica acumulada a lo largo de su existencia les autoriza para determinar actuaciones que necesitan de un sensato discernimiento. No en vano se dice que “la experiencia es la madre de la ciencia”.
La historia nos recuerda que siempre se ha recurrido a los “Consejos de Ancianos” para resolver cualquier laudo. De ahí esa ingeniosa frase de “La Certera Edad”.
En numerosas culturas se ha considerado al viejo como alguien que “aun tiene mucho que dar”. El dicho popular es explícito al respecto: “Del viejo, el consejo…”.
Especialmente en la sociedad primitiva, y en todas aquellas que se asentaban en un conocimiento telúrico de la realidad, los mayores han gozado de un estatus de prestigio. Constituían el estamento privilegiado por antonomasia, cuya “sabiduría de la experiencia” era un valor absoluto para la educación y la formación —por no decir “el espejo”— de los jóvenes.
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Café-tertulia en el Casino. |
Cuánto ganarían algunos si atendiesen a estos curtidos jubilados, sus fracasos y sus éxitos servirían de referente para tomar muchas decisiones y que, por empecinamiento y un cierto tufillo pedante, a sabiendas que son sabias recomendaciones, relegan en el armario del olvido. Y así les va.
Se puede afirmar que hay “viejos jóvenes” y “jóvenes ancianos”, es cierto que la juventud y la alegría de vivir se aloja en el corazón, pero también en el cerebro. Sin duda que todo proviene cuando se disfruta de una óptima salud.
Para conseguirlo hemos de cultivar nuestro cuerpo en una vida sana y una mente optimista, teniendo siempre en cuenta que la vejez acude cuando ya no sentimos curiosidad por nada. Sobran ejemplos, ahí tenemos grandes personajes rozando la centuria que estuvieron en activo prácticamente hasta su defunción: escritores como Ernesto Sábato, Miguel Delibes o Francisco Ayala, paradigma de longevidad, fallecido no hace mucho con 103 años; gentes del cine como Billy Wilder y Paul Newman o los músicos Joaquín Rodrigo y György Ligeti ..., y tantos otros.
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Ancianos en la "República del Mesoncico". |
Finalmente, deberíamos aprender a dignificar a nuestros mayores en sus días postreros, las nuevas generaciones han de saber que estamos obligados a ello, se lo debemos, ellos, con aquellos recios soles a cuestas, forjaron en su momento el bienestar que hoy gozamos.