Desde mi Buhardilla Mesonzoica
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sábado, 9 de mayo de 2020

BUFONES O PÍCAROS

DE PROFESIÓN: BUFÓN. 

Estaba cenando el filósofo Diógenes, cuando pasó por allí el filósofo Arístipo, que vivía confortablemente a base de adular al rey. Arístipo le dijo: -Si aprendieras a ser sumiso al rey no tendrías que comer esa basura de lentejas...- Diógenes le replicó: -Si tú hubieses aprendido a comer lentejas no tendrías que adularle...
El bufón profesional ha ejercido sus lisonjas en todas las épocas, ya en el siglo V, Atila llevaba siempre uno. Y se popularizó notablemente en la Edad Media y Renacimiento europeo. El origen inmediato del bufón está en el trovador, cuya función era contar historias, cantar y tocar instrumentos. 

Bufones en un banquete.
Vivían en sus castillos, actuando en banquetes y fiestas como cómicos. El bufón fue una figura aislada y periférica de alguna manera separada de las intrigas de la corte, y esto le permitía actuar como una especie de confidente. En aquella época existía la noción del “tonto sabio”. Se pensaba que todos los bufones y tontos eran casos especiales a quien Dios había tocado con un regalo de locura infantil, o quizás una maldición. En todas las cortes europeas, los enanos eran buscados como bufones. Muchos de ellos gozaban de una inteligencia clara que supieron utilizar en beneficio propio, ya que daban prestigio a las cortes europeas y la española no podía ser menos. Decenas de personas pequeñas, víctimas de enfermedades o de la desnutrición, poblaban los pasillos de palacio. Su labor era entretener a los cortesanos, figurar, ser vistos, acompañar a los poderosos, en definitiva, dar un toque exótico en palacio.
Eran los ‘raros’, personas que físicamente se diferenciaban de los ‘normales’, que precisamente se burlaban de ellos por su aspecto, y también por la envidia que provocaban. Debido a su cercanía y presunta inocencia, muchos bufones conseguían convertirse en personas de confianza de los monarcas y de los nobles más poderosos de palacio. Esto les proporcionaba un gran poder en un entorno cerrado como el mundo cortesano, donde los rumores y bulos eran moneda de ley. Esta cercanía al poder les convertía en confidentes y en espías, y más de una carrera fue truncada o favorecida por estos "mengajos".

Juanico 'el Calabacillas'
Es el caso de Juan Martín Martín, también conocido como “Juan de Calabazas” o “el Bufón Calabacillas”. Este personaje sufría estrabismo y trabajaba en la corte de Felipe IV después de hacerlo para el segundo hombre más poderoso del reino, el Duque de Alba. 



Hay otros muchos nombres de bufones retratados por Velázquez, como Sebastián de Morra o Francisco Lezcano “El niño de Vallecas”, pero probablemente la mejor muestra del papel que jugaban los enanos en la corte española queda reflejada en el cuadro más emblemático del artista sevillano, el conocido como “Las Meninas”. En ella ocupa un lugar central una enana hidrocéfala conocida como Mari Bárbola. Era la acompañante de la infanta María Margarita y con ella compartía los momentos íntimos de la familia real como el retratado en “Las Meninas”.

Las Meninas (Obra maestra de Velázquez)
Y es que el hambre agudiza el ingenio”. Ya lo pinta magníficamente el Lazarillo de Tormes. A través de las condiciones sociales que Lázaro enfrentó, su tiempo de servidumbre con el escudero honroso y su situación al final de la novela, el autor presenta el asunto grave del hambre en España y cómo el pícaro escogió satisfacer su hambre en vez de su honra. Y es que: "A buen hambre no hay pan duro..."

El Lazarillo de Tormes
Hay gente que tiene gracia para contar los chistes. Un verdadero don. También hay quienes son absolutamente negados para ello. Estropean el chiste antes de terminarlo. Y luego están los poderosos (sean poderosos del tipo que sea), que hacen desternillarse de risa a los aduladores. Se aprovechan de sus súbditos, que ríen, obligados, sus gracias. Madama Lisonja no es de hoy, viene de antiguo, puesto que el servilismo es de todos los tiempos.
Ya lo advertía Francisco López de Villalobos, autor del siglo XV: -Los príncipes y grandes privados, en comenzando a reír, hacen reír a todos y caerse de risa, que sus ojos se tornan fuentes perennales…¡Cuánta farsa…! Se comprende que en algunos casos “más cornadas da el hambre” como decía aquel torero cordobés.

Donald Trump -rodeado de fans-

Lo que es más difícil de comprender es que haya quien se siente complacido con las risas y aplausos de sus subalternos sabiendo, como saben perfectamente, que todo es pura falsedad y adulación.
Hace falta tener mucha personalidad y libertad interior (y quizás exterior también) para tener que reírle los chistes al jefe.
Y es que en la actualidad siguen existiendo bufones en todas las esferas, esos que le ríen la gracia a su superiores, y además no solo proliferan en la corte, también abundan en los reinos de taifas de nuestra amada patria.   
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