LA OLIVERA DEL RUBIAL Y EL TÍO MANTAS
(Cuentecillo Fantástico)
Olivera del Rubial |
Apenas concilió el sueño la noche anterior; la impaciencia se lo impidió, y es que aquella tarde había observado una multitudinaria bandada de avecillas que acudían a refugiarse en una frondosa olivera seguramente centenaria que presidía solitaria una falda del Cabecico del Tomate, cercana a su huerta.
Como avezado cazador de pájaros con la ‘técnica del visco’, enseguida imaginó la redada que podría conseguir e inmediatamente puso manos a la obra. De las alforjas de su viejo burro sacó un bote de pegajoso engrudo que siempre guardaba para estos casos y con una vieja espátula de madera que le había regalado el tío Nevao, el turronero, untó todo el ramaje del enorme árbol. -“Se pegarán los pájaros como lapas y ya no podrán desfelluzarse...”- profetizó el viejo, restregándose las manos satisfecho.
Ya anochecía cuando acabó la pegajosa faena y retornó eufórico a su casa. Su mujer, persona escéptica y esponjera por naturaleza, le conminó:- “Mu contento llegas, ¿es que has bebío algún chato de más cal Roque…?” – el viejo le contestó:-“¡Quía mujer…! Si supieras…,.”- y le contó toda la aventura del visco. –“Gobiérnate un buena cazuela pa mañana, que tiés que guisar un arroz con ‘aviones’ que nos vamos a chupar los deos; y además van a quear pájaros pa regalar a toa la familia."-
El tío Mantas y señora. |
El Viejo Puente Santo |
Llegó cautelosamente al lugar de la captura y oteando por todo el bancalaje no veía la ancestral olivera, supuesto cebo de los pajaricos. Anduvo de un lado a otro 'desandariao' y ¡nada…! el árbol no aparecía por sitio alguno. -“Si jué aquí…, o era por allaica…”- cavilaba el desconcertado viejo.
De pronto, se oyó un extraordinario alboroto por las alturas, como si cruzase los aires un helicóptero hacia la mina Carlota. El tío Mantas, asombrado, con la palma de la mano a guisa de visera, levantó la vista y columbró estupefacto a la enorme olivera, que plagada de pajarillos aleteando, volaba por los cielos del Rubial, cual singular Ave Fénix.
El taimado cazador de pájaros, comenzó a dar saltos indignado, y golpeando el suelo con el saco que pensaba abarrotar de ‘avioncicos’ exclamó: -“¡¡Si ya sabía yo que caerían una zaquilá…!! ¡Menuda falaguera! si no se hubieran esturriao volando, y luego dirán que el tío Mantas es un cantamañanas sin arreglo…”
Antonio González Noguerol